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MEMORIA

DE LOS ACCIDENTES MÁS NOTABLES

SUCEDIDOS EN LA GUERRA PASADA DURANTE EL GOBIERNO DEL

DUQUE DE VILLAHERMOSA

Año de 1675.

Dió principio à tan árdua administración con los esfuerzos que cupieron en la esterilidad de medios que halló, cuando por obediencia y no por pretensión, se encargó de este puesto, aplicándose á solicitar la forma de salir con anticipación á campaña para embarazar los primeros intentos de la Francia, que por entonces amenazaba, juntando diferentes cuerpos de exército las más plazas de nuestra descubierta frontera; dando motivo la evidencia de alguna grande operación, para que el Duque apresurase con reiteradas instancias la salida del Príncipe de Oranje, que en efecto marchó con su exército de veinte y ocho mil infantes y ocho mil caballos, desde los contornos de Rosendael á la plaza de armas, junto á Lovayna; y habiéndose incorporado con él la caballería del Rey (que es quanto pudieron recabar las diligencias del Duque), sin dexar desabrigadas de infantería las plazas de S. M., se tuvo aviso en este intermedio que el Christianisimo con el Príncipe de Condé, y la mayor parte de los Generales de más suposición se habían declarado en la empresa de Limbourg, después de varios amagos, cuya noticia llegó el mismo día que el Duque se juntó con Oranje; dando este accidente asumpto á varios pareceres sobre lo que convenía executar, ó para diversión de este golpe ó socorro de la plaza. Contrapesóse el dictamen de ir á socorrerla por la dificultad de poderse encaminar en derechura de la otra parte de la Mosa, con el designio de acometer alguna plaza importante, aunque fuese Charleroy, para divertir las armas

francesas; si bien la consideración de que todas las de Francia estaban proveidas para un largo sitio, y que la calidad y corta guarnición de Limbourg, no prometiendo larga resistencia, amenazaba un duplicado contratiempo (pues su pérdida daría lugar & que el enemigo, victorioso, viniese con brevedad á socorrer cualquiera que nosotros sitiásemos), inclinó la resolución de la junta de Generales á intentar el socorro de Limbourg, marchando con la mayor diligencia posible por Diest, en derechura á Ruremunda. Ayudó también á este intento la seguridad de que en aquel paraje se habían de hallar las tropas de los Duques de Zel y Osnabrough, que habían pasado el Rhim para concertar la empresa de Tréveris, que por las grandes razones que entonces militaban, anteponían los aliados á cualquiera otra operación en el Pays Bajo; pero en el supuesto que habría forma de obligar á aquellos Príncipes á que con nosotros acudiesen á lo más executivo, se marchó á pasar la Mosa en Ruremunda (como se consiguió en tres dias), no obstante que fué preciso executar siempre este movimiento en batalla, y con el cuidado que aconsejaba el haberse postado el Rey christianísimo, con la mayor parte de su exército, á espaldas de Mastrique, sobre la Mosa, y dispuesto en diferentes puentes la facilidad de venirnos á encontrar á la segunda marcha, en las dilatadas campañas de Beringhem, y de acometernos con la conocida ventaja de su numerosa caballería, mientras el Príncipe de Condé apresuraba la expugnación de la plaza; pero ya porque nuestra precaución no le dió ninguna posibilidad de atacarnos, ó porque su fin no fué más que salir á su salvo de la empresa, se estuvo quedo, y nos dexó pasar sin tocarnos un arma.

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Continuose la marcha, no sin grandisima incomodidad, por las repetidas lluvias de aquel estio, y el segundo dia después de pasada la Mosa, nos postamos en el bourgo de Bucht, jurisdición de Juliers, á doce leguas de Limbourg, y después de haber rcccnocido que los dos Príncipes de Zell y Osnabrurgh no se determinaban á acompañarnos á la expedición que se premeditaba, del socorro, porque venían resueltos á no arriesgarse en otra que en la de Tréveris, hubimos de proseguir la marcha á Gaughelt para desde allí procurar penetrar por los continuos y penosos desfilados

de aquella tierra, hasta el campo del enemigo, que á la sazón se hallaba ya reforzado de todas las fuerzas del Rey christianísimo, por haber visto la prosecución de nuestro empeño, que finalmente cesó con la noticia que tuvimos sobre esta marcha de que le plaza había cedido á los contínuos esfuerzos con que franceses la batieron. Resolvióse luego por indispensable el volver á retirarnos por el mismo camino, respecto de la certidumbre en que estábamos de que franceses, ó pasarían la Mosa para embarazarnos la vuelta al Brabante, ó se anticiparían á entrar en ella para la execución de alguna hostilidad capital, apoderándose de Lovayna ó de otra plaza, que nos pondría en la fatal contingencia de ver zozobrar todo el país. Salió ver ladera esta conjetura de su designio, porque inmediatamente tuvimos aviso de que todas las fuerzas de Francia pasaban la Mosa en la vecindad de Mastrique, y que con acelerados pasos se encaminaba á Tirlimont; de cuyos primeros movimientos resultó luego la universal consternación de los de Lovayna, Bruselas, Malinas y Amberes; y como en efecto indicaba este amago algún irremediable contratiempo, si no lo prevenía la diligencia, nos fué preciso volver apresuradamente à la villa de Por, desta parte de la Mosa, desde cuyos contornos pareció asegurar los ánimos de la provincia de Brabante, ordenando al Theniente general Don Francisco de Agurto, fuése con un grueso considerable de caballería y dragones á cubrir á Lovayna, mientras nosotros, con igual presteza, seguimos con el resto del exército por el camino de Monteagudo, como en efecto lo executamos, atravesando en dos marchas (sin embargo de la incomodidad de las aguas) la gran distancia que hay desde Ruremunda á la vecindad de Lovayna. Y fué tan acertada esta disposición, que es probable se le embarazó por entonces el intento de arrojarse sobre. Licau y otras plazas que están en su proximidad, pues llegamos á costearle y igualarnos con sus marchas, incomodándole con diferentes acometimientos; entre los cuales, sucedió el picarle la retaguardia el Coronel Masief, y hacerle daño harto considerable. De esta suerte cesaron los recelos universales de todo el Brabante, y desvaneció por entonces el designio que sin duda tenían franceses de invadirla, pues ya no le daba lugar nuestra cercanía para

repentinos insultos; con que después de haberse ocupado en acabar de desmantelar las débiles murallas de Tirlimont, tomó la derrota por la gran calzada á refrescar su gente al Pieton, desde cuyo paraje se encaminó á su corte el Christianísimo, dexando el exército á cargo del Príncipe de Condé (sin duda); con orden de emplearse tan sólo en adelante en la observancia de nuestras operaciones, mientras zozobraban las medidas del Mariscal de Turena, en Alemania, con los amagos del exército de Montecuculy, y peligraban al mismo tiempo las tropas del Mariscal de Crequi sobre la Mosela, con el grueso de Principes alemanes coligados, que se juntó en aquella sazón para el sitio de Tréveris, para cuya precaución envió el Príncipe de Condé diferentes refuerzos de caballería y infantería al Mariscal de Crequi, con que nos fué preciso corroborar al mismo tiempo las fuerzas coligadas de aquel distrito con alguna caballería y infantería, demás de una considerable suma de dinero que se remitió, en inteligencia de que era el auxilio más necesario para avivar aquellas operaciones.

En esta forma, quedaba ya mudada la planta primera de la campaña, y el enemigo, más atento à la defensiva que dispuesto á proseguir sus conquistas, y recelando el Príncipe de Condé que el movimiento universal de todo el cuerpo aliado podía motivarnos algún designio en la provincia de Flandes, donde teníamos mayor acceso, movió su campo muy de repente desde el Pietón, y en grandisima diligencia atravesó la llanada de Winche, y fué à apostarse en Brujelet, junto á Alka, obligándonos de esta suerte å que nos encaminásemos desde Lovayna á vista de Bruselas, á la vuelta de Hal, donde nos pusimos para observar el éxito del movimiento de Condé y las operaciones del Rhyn y Mosela, à que dieron principio los dos exércitos con el vigor que se reconoció, pues muy de súbito dejó el Condé el mando al Mariscal de Lucembourg, y se encaminó á Alemania, á encargarse de aquel exército que quedaba sin cabo, por haber muerto Turena en el reencuentro que tuvo con Imperiales; bien que de aquel choque no resultó á franceses más pérdida que la muerte de su General, y haber sido obligados à repasar el Rhyn con algún

descalabro. Fué más cabal y decisivo el que sucedió sobre la Sara á Crequi; pues en la derrota total de su exército en 11 de Agosto, y con los aprestos que de antemano teníamos en Lucembourg, se pudo dar feliz principio á la importante empresa de Tréveris, cuya indispensable necesidad preponderaba entonces á todas las demás, porque sin esa conquista no era dable esperar de los aliados mayores esfuerzos; y en tanto que éstos los repetían en aquella expugnación con varios sucesos é incertidumbres, que motivaron diferentes aprehensiones de malogro, se quedó de acuerdo con el Príncipe de Oranje de no arrostrar ninguna empresa ofensiva mientras se aguardaba su paradero; y habiéndole tenido finalmente con la felicidad que se sabe, se volvió á renovar la plática de igualar esta operación en el Pays Bajo con alguna facción que contrapesase la pérdida de Limbourg, cuyo dictamen, si bien halló en el todo la concordancia de todos los Generales, no encontró en la forma ni en la elección la conformidad que pedía la materia, originándose (como después se supo), del designio que premeditaba Oranje (dirigido á otras miras de diferentes consecuencias) sobre la ciudadela de Lieja, en que reconocimos los primeros asomos de las máximas que le encaminaban á sus fines particulares, con antelación á los de la causa común; con que se pasó el tiempo en controvertir diferentes proposiciones, que dieron lugar al Príncipe á hacernos marchar la vuelta de Winche, Nivela, y Orplegran, donde finalmente declaró Oranje su intento de atacar la ciudadela de Lieja, tomando por su cuenta la expugnación con la mitad del exército, mientras lo restante con las tropas del Rey, se oponía á lo que el Duque de Lucembourg podia intentar durante la operación; pero como los Generales de S. M. conocieron que el Príncipe atendía á establecer los fundamentos de sus sospechosas resoluciones, y que franceses se hallaban superiores al cuerpo del exército que había de hacer cara y cubrir los sitiadores, y que, por consiguiente, quedaba el país del Rey expuesto á mayores contratiempos, pareció no consentir en tan arriesgada empresa, sino tratar de disponer el cuartel de las tropas, pues ya se acababa el otoño, cuyas lluvias hacían impracticable la campaña; y en esta conformidad se marchó á los contornos de Leau, desde donde envió el Príncipe de Oranje á

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