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El mismo día 22 á las once del día fué la ciudad á despedirse de S. M., ofreciéndole servirle con doscientos hombres pagados por tres meses para la primer campaña. Mostró S. M. darse por servido y dijo que, aunque se partia de la ciudad, le tendría en la memoria para lo que se ofreciese.

Siete días honró S. M. esta ciudad publicando con su Real presencia benignidad con la afabilidad de su amor, con viva yoz de todos los Grandes y Ministros, seguridad de la observancia de las constituciones de Cataluña, usajes de Barcelona, privilegios de todas las ciudades y de particulares, y la mayor seguridad que podía desear con la ratificación del juramento referido.

RELACIÓN

DE LO SUCEDIDO EN TARRAGONA EN EL DISCURSO

QUE EL ENEMIGO LA TUVO SITIADA POR MAR Y TIERRA, DESDE
POSTRERO DEL MES DE JULIO DE 1644, GOBERNANDO

EN ELLA LAS ARMAS EL DUQUE DON FRANCISCO
TORRALTO Y ARAGÓN

Habiendo tenido diversos avisos el Duque Don Francisco Torralto en este verano, de que el intento del enemigo era poner sitio à la ciudad de Tarragona, y que para ello tenía prevenido en Barcelona Monsieur de la Mota gran cantidad de artificios de fuegos, pertrechos de guerra y de artillería, galerías, escalas, gaviones y lo demás necesario para el ataque, de que dió cuenta á su Majestad por repetidas cartas, y asimismo á todos los Señores Ministros, de quien le pareció era conveniente valerse, para que le proveyesen de todo lo necesario para resistir la invasión y defender cosa que tanto importa para la restauración del Principado de Cataluña y quietud de la Monarquía, como es Tarragona; y en particular, representado en ellas con toda instancia la poca gente que tenía por la falta de asistencia, por cuya causa se des

hacía cada instante el ejército en tanto grado, que temía quedarse sólo con los Oficiales.

Llegó Monsieur de Terral á postrero de Julio, y dió vista Tarragona con siete mil infantes y quinientos caballos, acuartelándolos á media legua de Tarragona, previniéndose de fajina, pipas, y otras cosas necesarias para el sitio; haciéndolo conducir de los vecinos del campo de ella, quienes vinieron á trabajos juntamente con el enemigo.

A 7 de Agosto, llegó Monsieur de la Mota á juntarse con Terral, dejando guarnecidos los sitios, por donde se podían presumir vendría nuestro ejército á socorrer la plaza; y este dia tomó los puestos á menos de tiro de cañón, en el que llaman de las Horcas. Y por hacerle mucho daño la gente que estaba en guarnición de aquella torre, quiso plantar batería contra ella con seis piezas, y la batió una tarde. A la noche mandó el Duque que se retirase la gente de aquella torre á la plaza. Hiciéronlo con dos piezas pequeñas que allí había, y dejaron dos barriles de pólvora con un cabo de cuerda para que se volase la torre, como se hizo con mucho efecto.

A 11 Agosto, tocó una arma general por todos los puestos de la plaza, å las diez de la noche; y aunque lo intentó no pudo tomar más que el de la ermita de San Jerónimo, que está á tiro de pistola de la muralla que mira al camino de Barcelona, donde había de guarnición doce hombres con un Sargento del tercio de infantería de valona del Maese de Campo Mandé, á los cuales, después de haber peleado con mucho valor, y muerto cantidad de enemigos, les rompieron la estacada, y los hicieron prisioneros; que como se pelearía á un tiempo en todas partes, no se pudieron socorrer por no haber gente de reserva, y ésta no podia apartarše de los puestos, y el enemigo desamparó el puesto por no atreverse á sustentarle.

A 13 se acercó más, y puso una bateria de tres piezas á la torre de la Magdalena; un puesto fuera de nuestras fortificaciones, que está guarnecido con quince soldados y un Sargento del tercio de Don Pablo Paradas; y habiéndole batido más de seis horas y demolido las defensas, pareció conveniente retirar la gente, porque

no se podía conservar, y se hizo, habiéndose defendido y ofendido muy honradamente.

Esta misma noche se acercó por tierra á la marina, abriendo trinchera por la parte más cubierta, que es lo que mira á los molinos.

A 19 de Agosto, día de San Luis Obispo, empezó á batir con siete cañones gruesos el ángulo que corre desde la línea de los Capuchinos á la que hace frente.

Este día 19 de Agosto, entraron por la playa del Milagro dos bergantines, que seguidos de todos los barcos luengos y galeras del enemigo, pasaron valerosamente por su Armada, y dieron en tierra á cosa de las dos horas después de media noche. Enviólos el Duque de Arcos, Virey de Valencia, con orden de que socorriesen la plaza ó se perdiesen, y el Duque de Torralto que estaba avisado, hizo salir á aquella parte infantería y caballería que desalojó al enemigo, que de sus barcos luengos había echado gente en tierra, y llevarse los bergantines. Mas los de la plaza los obligaron á retirarse más que de paso, y sacando á tierra los bergantines les pusieron fuego los nuestros, por no poderlos subir á la plaza, y la gente de ellos entró toda en salvo en número de doscientos hombres, que fueron su remedio y restauración; porque los marineros que eran treinta sirvieron de artilleros, no habiendo en la plaza más que doce; y los soldados pelearon siempre valerosamente y no se puede decir lo que se alegró la plaza con este socorro y lo que se desalentó el enemigo.

Y habiendo batido por aquella parte de día y de noche, y abierto sus ramales de trincheras hasta pegarse con las nuestras, determinó dar el asalto á 22 de Agosto.

Este día, á las doce del día, quiso el enemigo embestir la brecha que había hecho su batería en las trincheras. Acudió luego nuestra gente å defender el puesto, con que al enemigo le fué forzoso el retirarse, con pérdida de mucha gente. De los nuestros murieron algunos, y entre ellos dos Capitanes irlandeses. A las seis horas de la tarde, volvió el enemigo á querer embestir por el mismo puesto, pero los de la plaza estaban tan prevenidos de gente, que se hubo de retirar. Duró la pelea cosa de dos horas, y

perdió el enemigo en ella mucha gente. La misma noche fué Nuestro Señor servido de que bajase una lluvia muy recia, que fué de mucho provecho para la plaza, y para el enemigo de gran daño por no tener abrigo. Al otro día por la mañana, á las cuatro, 20 de Agosto, mandó el Duque hacer una salida, en la cual salieron trescientos infantes y dos compañías de caballos, y embistieron el puesto donde tenía la artilleria el enemigo, al cual hallaron muy descuidado. Matáronle mucha gente, y entre ellos el General de la artillería y otras personas de puesto. Retiraron los nuestros muchos arcabuces y espadería, dos espuertas de granadas de alquitrán, los cargadores y demás hormejos de cargar las piezas, capotes de grana y de paño, y sombreros franceses; bien que no fueron de provecho, por haber llevado los clavos muy pequeños, pues luego que se retiraron los nuestros, las desenclavó el enemigo y disparó. Hizo el Duque mucho sentimiento de que no hubiese surtido como todos pensaban. En esta refriega perdió el enemigo cuatrocientos hombres; de los nuestros, murieron cosa de doce.

A los 23, por la mañana, llovió muchísimo, y habiendo el Duque antes que amaneciese visitado los puestos, pasando por este de la marina, el enemigo tocó el arma por aquélla á que resolvió determinadamente se hiciese una salida de cuatrocientos hombres, de los que allí se hallaban del tercio del Maese de Campo Don Diego de Aguilera, y de los irlandeses de los tercios de los Maeses de Campo el Conde de Tirón y Don Olivero Gelardini: y desmontados de la caballería del cargo de Comisario general, Don Diego Correa, que eran los que guarnecian aquella parte, encargando la facción á Don Diego de Aguilera, y dándole alguna gente más de los Maeses de Campo Paradas, Soriano y Mandé, con que embistió al enemigo; y habiéndole rechazado, le fué siguiendo nuestra, gente hasta hacerle dejar todas sus trincheras y la batería que tenían de siete piezas, á la cual dió orden el Duque desencabalgasen, y viendo que no podía hacer que las llevasen á la plaza, así por no haber gente para sustentar los puestos, como porque la caballería del enemigo venía cargando, y al abrigo de ella se volvía á juntar su infanteria; con que el Duque, viendo qué bien le había salido lo que impensadamente había resuelto, mandó se retirase

nuestra gente, como lo hicieron, habiendo muerto más de quinientos hombres en esta ocasión al enemigo; y entre ellos muchos Oficiales y personas de importancia, que después se supo y se conoció por las preseas de vestidos, armas y espadines, y otras cosas de precio que los soldados desbalijaron. (1) Tomóseles en esta salida muchos instrumentos de gastadores, de que había falta en la plaza, y se les deshicieron las minas y hornillos que tenían hechos, matando en ellas los minadores. Tomóseles cantidad de bombas y granadas con que se volvió al combate de nuevo, por haber el enemigo vuelto á sus puestos, arrojándole de los nuestros cantidad de granadas.

A 24 volvió el enemigo á embestir por el mismo puesto con todo su grueso, valiéndose á un mismo tiempo de la Armada, que con embarcaciones menores de barcos luengos, bergantines y esquifes echó en la playa más de dos mil hombres, y á cosa de las tres de la tarde à un mismo tiempo con la artillería de la mar y tierra empezó á cañonear nuestros puestos con toda la artillería de su Armada, que se componía de treinta y tres bajeles de guerra y diez y ocho galeras, sin las demás embarcaciones de saetias, tartanas y polacas, que eran muchas, dando terribles cargas, quo fué milagro dejar hombre à vida; y en esta ocasión se conoció el valor del Duque, porque anduvo sin parar de un puesto á otro animando la gente y diligenciando que ninguno desamparase el suyo, que en semejantes ocasiones es cuando se conoce los de pecho esforzado. En fin, como el enemigo embistió por dos partes á la marina y tener el Duque poca gente, fué preciso al Duque mandar å la gente se retirase por las cortaduras que se tenía hecho, dando desde ellas muchas cargas de mosquetería y considerando que, si el enemigo cortaba la gente que tenía fuera, se perdía la plaza; mandó que con buena orden, dando las más él en persona, se retirasen á las fortificaciones y baluartes que tenía hechos á las espal

(1) Fué degollada en esta ocasión la mayor parte del regimiento del Conde de Ballar, uno de los que estaban de guardia, y era de número de cuatrocientos hombres, que con los prisioneros que se retiraron á la plaza, quedó casi todo deshecho, habiendo muerto la mayor parte de sus Oficiales, y el Teniente Coronel. (Notes marginal sin llamada al texto.)

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