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teros, tres coches, dos piecezuelas de artillería y hasta doscientos carros de los holandeses, y estuvieron allí dos días sin que ninguno los retirase por haber nuestro exército proseguido su marcha á los cuarteles de su designio, con que quedaron perdidos; este combate ha sido el más sangriento y porfiado que se ha visto en nuestros siglos y se sabe que el francés, además de los heridos que ha enviado en gran número á sus plazas, ha perdido más de seis mil hombres, muertos en la campaña, y entre ellos, según dicen, el Duque de Luxembourg, el Duque de Navailles, el Marqués de Vieuville, el Duque de Chevreuse, nueve coroneles, veinte y cuatro Tenientes Coroneles, y Sargentos mayores, doscientos Tenientes y Alféreces, el Señor Stoupes, General de los esguizaros, cuarenta y siete Oficiales del regimiento Real, sesenta del regimiento de Picardía, ochenta del regimiento de la Reina.

Habiendo quedado totalmente desechos estos tres regimientos y así mismo los esguízaros de la guardia del cuerpo del Rey con catorce Capitanes, ocho Tenientes y diez y ocho Alféreces, quedaron heridos el Duque de Enghien, en una pierna el Conde de Montal, Gobernador de Charleroy, el Marqués de Rochefort, el Marqués de la Feuillade, el Marqués de Faurilles, Gobernador de la caballería francesa, herido (según dicen) por mano del Marqués de Asentar; tomóse el estandarte blanco Real y otros dos de su casa, que son los que han llegado á nuestra noticia.

Hasta ahora de nuestra parte murió el Marqués de Asentar, nuestro Maestre de Campo general, que ha sido pena muy sensible dejando gloria inmortal de su grande valor, y hallado su cuerpo se enterró en Mons; el Duque de Holstein preso y herido, el Principe de Salm preso, el Conde de Merode preso y mal herido, y Don Antonio Javier, todos Maestres de Campo de nuestras tropas de caballería; el Sargento mayor D. Julio de Velasco, atravesado con dos mosquetazos; el Barón de Vech, Capitán de caballos de holandeses muerto, el Conde Valdeck, Maestre de campo general, se retiró con tres heridas, dos de espada, y un chuzazo, el General mayor Vane. Los Coroneles Palma y Langerack y el Marqués de Villemer muertos, y otros muchos Oficiales heridos del exército imperial: el Principe Carlos de Lorena, Teniente general de la

caballería, herido de un mosquetazo, no de peligro; el Príncipe Gregorio Pío y otros Oficiales; de nuestra parte se juzga la pérdida de más de tres mil hombres muertos y heridos sin dos mil sesenta soldados, con algunos Oficiales prisioneros de las tropas holandesas, que en el primer choque quedaron cortados sin poderse recobrar; prisioneros franceses hay poquísimos, porque los alemanes no quisieron dar cuartel, con que fué grandísimo el destrozo y mortandad que hicieron en ellos.

Estas son las noticias que hasta ahora se.han podido adquirir y se omiten particularidades que se requieren más exacta relación.

OTRA RELACIÓN

SOBRE EL MISMO SUCESO

(Biblioteca Nacional.-Sala de Ms.-Cc. 51 )

Dejando aparte el discurrir de la indecencia en que la ligereza del Conde se ha constituído, ocasionando el que un Gobernador de Flandes se halle en exército sin mando ni autoridad, y los disparates é incapacidad suya motivos de graves é irreparables daños en el servicio del Rey, pasaré sólo á referir el suceso del día 11 del corriente, con toda verdad y desinterés, sin que la amistad que profeso con algunos que se hallaron en la ocasión me hagan desviar della.

La marcha que se resolvió executar el sábado 11, se tuvo de la mayor parte de los Oficiales por peligrosa, pues se había de pasar á una legua del enemigo, dándole nuestro exército en toda el costado por país cubierto y lleno de bosques y de desfiladeros; pero no obstante esta dificultad y la consideración de que cualquier descuido ó yerro nuestro le conocería y le lograría fácilmente el Principe de Condé, se resolvió executarla, queriéndonos lisonjear con dar á entender habíamos presentadole batalla al enemigo desde Feluy y Seneffe, donde acampábamos, sin considerar que

entre uno y otro campo había una legua con bosques y riberas de por medio que no nos veíamos, y que la obligación era nuestra de atacar, pues éramos los que buscábamos, y el enemigo cumplía con esperarnos, como lo ha ejecutado; habiéndole nosotros cuatro marchas costeado, sin atrevernos á forzar su puesto que Lobigni lo tenía por insuperable, y con eficacia procuró lo entendiese así el Príncipe de Oranje y Souches, para disuadirles el combate, sin saber el motivo de que fuese este hombre solo y de Motes los que tenían la confianza del Conde, y estas resoluciones las dirigiesen ellos sin hacer caso de tantos honrados cabos, así españoles como del país que se hallaban en el exército.

En fin, se resolvió la marcha y para asegurarla se mandó al Principe de Vaudemont, á quien el Conde ha dado el Gobierno de la caballería, que con dos mil caballos del Rey, dos mil quinientos imperiales y dos mil quinientos holandeses, cubriese nuestro costado izquierdo, que era el que daba nuestro exército al enemigo, y el bagaje de los holandeses que fuese á nuestra derecha, y más á ella el nuestro y el Marqués de Asentar y Duque de Villahermosa, que con la caballería del Rey siguiese la marcha de la holandesa; con esta disposición, aunque hubiera sido mejor infantería para cubrirnos, pues la calidad del pais pedía más ésta que caballería, se dió principio à la marcha á la punta del día, llevando la vanguardia los alemanes, la batalla los holandeses y la retaguardia los españoles, y en el último batallón el Duque y Asentar; llegamos al puente de Seneffe á las 11 del dia, y hallamos un Oficial holandés con doscientos caballos de los del cargo del Principe de Vaudemont, que dijo al Duque como el Príncipe se hallaba con toda la caballería de la otra parte de la ribera, donde se habían empezado á descubrir algunos gruesos del enemigo, que respondió el Duque tuviesen cuidado con el bagaje que quedaba por un lado descubierto, á que replicó el holandés: que su General de la caballería había dado las órdenes necesarias para su seguridad; con que nosotros proseguimos la marcha del exército entrando en grandes desfiladeros de bosques y setos sin que se oyese rumor alguno ni se tocase arma, condoliéndose con nosotros Asentar de la marcha, diciéndome: «Si salimos hoy bien desta

hemos de hacer milagros, pero temo mucho un desmán; más á mí no me dexan ejercer mi oficio y asi no tendré la culpa de lo que sucediere>>.

A esto vino un recaudo del Príncipe de Vaudemont pidiendo á Asentar el regimiento del Conde de Beaumont, única infantería del Rey; sin decirle otra cosa, el Marqués, le respondió como iba cubriendo nuestro bagaje y que se hallaba dos leguas de allí, pero que lo dijese al Principe de Oranje que tenía la suya más cerca, con que se volvió, y nosotros á nuestra marcha hacia la Rimont. En todo este tiempo dicen que el Príncipe de Vaudemont había tres horas antes descubierto en unas casas algunos dragones enemigos, que juzgó observaban la marcha de nuestro exército, y queriéndolos reconocer y lo que había en lo hondo, nunca se lo permitieron los dragones, pero á las diez, reconoció el Principe once batallones de caballería enemiga que se venía avanzando, con que conoció el hierro que había hecho en tener su caballería de la otra parte de la ribera, con que la pasó el puente desta parte de Seneffe, donde tenía ya puestos el Príncipe de Oranje tres regimientos de infanteria holandesa; y de allí á poco tiempo atacó Montal, Gobernador de Charleroy, con sus dragones á los nuestros y dos regimientos de infantería francesa á los holandeses del puente; y su caballería, guiada del mismo Principe de Condé, se arrojó á la ribera para pasarla, como lo executó felizmente, como también el derrotar enteramente la infantería holandesa que guardaba el puente, que pasó velozmente su infanteria, atacando vigorosamente la caballería del cargo del Principe de Vaudemont que se puso con brevedad en confusión; sin que el valor que en esta ocasión mostró el Príncipe y la asistencia del de Oranje, que intrépido asistía allí, lo pudiesen remediar, quedando en este rencuentro herido y preso el Duque de Holstein y Javier, Maestres de Campo de nuestras tropas, y prisionero el Príncipe de Salm, que se hallaba de aventurero; todo esto pasó sin que llegase aviso de Vaudemont à el Duque ni á el Marqués, hasta que de allí á un rato oimos gran cantidad de cañonazos, y poco después llegó un Ayudante del Príncipe de Oranje, con orden al Duque de volver cara para sostener la caballería que venía cargada; y apenas el Duque había

marchado cincuenta pasos, cuando vimos venir toda la caballería de Vaudemont puesta en fuga, sin que su multitud y la confusión con que venía diese lugar á rehacerse; y por la estrechez del sitio la mala calidad del terreno, atropellaron la mayor parte de nuestra retaguardia, que no pudo volver á ordenarse sino al calor de alguna infanteria holandesa y de dos piezas de artillería que estaban en una colina.

y

En esta ocasión hizo el Duque cuanto pudo, no sólo como General, sino como soldado, pues se expuso al mayor riesgo, habiendo estado muy cerca de quedar prisionero; en este tiempo los enemigos, á cien pasos de nuestra caballería, formaron la suya, sin que unos ni otros se moviesen, pues mediaban unos setos y un pasaje sólo y estrecho; con que el Príncipe de Condé, que asistía en la vanguardia, avanzó por entre unos setos su infanteria que atacó con resolución la colina que ocupaba la de Holanda, y aunque se procuró detener la furia del enemigo no fué posible conseguirlo, quedando en aquel paraje prisionero y herido el Marqués de Asentar, y de aquí á cuatro ó cinco horas murió, habiendo obrado en esta última ocasión lo que de su valor se podía esperar, dejando su muerte con general sentimiento, no sólo á los de nuestro exército, sino á los de los confederados; en este mismo paraje quedó herido de un pistoletezo y dos estocadas el Conde de Valdecq, Maestre de Campo, General de los holandeses, sin que su ejemplo y el del Principe de Oranje y el Duque de Villahermosa que se hallaron presentes y los demás cabos, pudiesen evitar la pérdida de la infantería de la colina y de las dos piezas que en ella había, obligando este desmán á que toda nuestra caballería y la de Holanda que se hallaba allí, se hubiese de retirar á la campaña de Mariamont, donde se hallaba formada la de los alemanes, sosteniendo una y otra la defensa que la infantería alemana hacía en una colina del cuerpo derecho, donde, aunque cargó el Principe de Condé con todas sus fuerzas se peleó con tanto coraje y pertinacia, que en aquel sitio duró el combate desde las dos del día hasta las once de la noche, sin que en todo este tiempo perdiesen los alemanes un palmo de terreno, lo cual obligó al Principe de Condé, viendo la pérdida que experimentaba de su gente å

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