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retirarse, dejándonos el campo de batalla, quedando en este sitio herido el Principe Pio de un mosquetazo que le atravesó el muslo derecho y le mató el caballo. El Príncipe Carlos de Lorena, herido de un mosquetazo en la cabeza, el Conde Chababañac con un pistoletazo en un lado, que no le hizo más que un cardenal, señalándose además destos el Marqués de Grana y el Ringrave, que con alguna infanteria mantuvo con sumo valor un puesto; asistieron á esta última función con grande bizarría el Principe de Oranje y el Conde Souches, y aunque no podemos negar que la libertad con que viven los alemanes y los robos y violencias que cometen son muy sensibles, se les puede recompensar con haber dado aquel día al Rey con su constancia y valor los Payses Bajos, pues á no haber defendido aquella colina, es indubitable se hubiera perdido enteramente la batalla, cuyas malas consecuencias no se pueden negar.

Yo pasé en busca del Sr. Conde de Monterrey á darle cuenta de lo que pasaba, hallándole una legua del campo, diciendo no lo había sabido hasta muy tarde por haber marchado con sus guardias por otro camino; y habiéndole representado mi secretario que había llegado un poco antes y después yo, el estado de aquellas materias, resolvió retirarse con sus guardias y mil doscientos infantes, única infantería del Rey que no se había hallado en el reencuentro, detrás de una ribera donde llamó á Consejo al Conde Rache, Sargento general de batalla y al Veedor general, y al Conde Egmont y á mí, siendo esta la primera y única vez que ha hecho caso de los dos últimos, y nos preguntó qué debía hacer; respondiéndole todos cuatro sin discrepar ninguno: debía ir al campo donde se hallaban todos los demás Generales, y que su persona y el socorro de aquella gente en la oscuridad de la noche haría mucho más ruido, añadiéndole yo que la infantería holandesa había padecido mucho y que de la alemana se podía temer que si los enemigos la atacasen al día siguiente no pudiese sostener el puestɔ; sin que esto ni el decirle como todos los cabos, así alemares como holandeses preguntaban por él, y que muchos de ellos me lo habían preguntado á mí, bastase á reducirle á que fuese, respondiónos que por su persona fuera de muy buena gana

á ocasión semejante, pero que se lo impedía el servicio del Rey, como si los Generales é Infantes que ha habido aquí no se hubieran hallado siempre en estos riesgos; en fin, él se retiró á las murallas de Mons, quedando fuera en sus tiendas, donde llegó el exército el día siguiente, habiéndose detenido hasta hoy; y aunque el Príncipe de Oranje y el Conde Souches entraron diversas veces å visitar los heridos de los tres exércitos, el Conde no lo hizo hasta ocho días después, con grandes quejas destos caballeros, y esto de paso, extrañando no menos el que no asistiese al entierro del Marqués de Asentar.

Después tuvo una junta con los que las suele tener, en que dijo haber dicho yo que estaba todo perdido, à lo que se puede inferir para disculpar el escándalo que ocasionó el haberse retirado detrás de las riberas y no haber ido al campo cuando yo le dije y vine à decirle el estado en que estaban los exércitos, obligando á la mentira á replicarle públicamente y delante de todos aquellos cabos el Veedor general, que S. E. había entendido mal por no ser aquello lo que le había dicho yo. Esta retirada del Conde le ha quitado grande crédito, no sólo en todos los exércitos, sino en los pueblos; su desagrado y la poca estimación que ha hecho de todos los que han aventurado sus vidas sin merecerle una palabra de agasajo, me obliga á que si al fin de la campaña durare el Conde se me solicite licencia para España, pues aunque sé que el Duque de Villahermosa la ha pedido, y que dándosela, es muy posible que yo entre en el ascenso de la caballería que tanto deseaba, no obstante, no me hallo con ánimo de servir debajo la mano deste Gobernador.

La relación de los heridos va en la que se ha formado para todos. El Príncipe de Condé anduvo siempre en la vanguardia con intrépida osadía, y le mataron dos caballos.

Campo cerca de Mons, 22 de Agosto, 1674.

OTRA RELACION

SOBRE LA MISMA BATALLA

(Biblioteca Nacional.-Sala de Ms.-Cc., 51.)

El 11 de Agosto fué la batalla más reñida y sangrienta que han visto en muchos siglos los Estados de Flandes, entre los exércitos del Príncipe de Condé y los confederados del Emperador, del Rey Nuestro Señor y de los Estados de Holanda. Viendo éstos que no podían sacar á batalla al Principe, ni le podían forzar en el puesto que ocupaba, por tener à las espaldas el río Sambra, y á la frente el arroyo Pieton con muchos pantanos y barrancos, determinaron volver hacia Mons á otra operación. El Príncipe de Condé tuvo muy por menor noticia de la marcha de los exércitos confederados, de los malos tránsitos, y desfiladeros por donde había de pasar y del orden de la batalla que era en esta forma: el General Souches, con todos los Imperiales en la vanguardia; el Maestre de Campo General, Marqués de Asentar, con los reales en el cuerpo de la batalla, y el Príncipe de Oranje con los holandeses en la retaguardia. A todos hacía espaldas el Principe de Vaudemont, hijo del Duque de Lorena, con cinco mil caballos escogidos de los tres exércitos y se componían de los regimiento dei Duque de Holstein, del Príncipe de Salm, del Conde de Merode y de Don Antonio Xavier. La noche que mediaba entre el día 10 y 11, sin ser sentido sacó el Príncipe de Condé el exército de sus cuarteles y le encerró en unos bosques con su artillería. Desde allí vió marchar el día 11 á las siete de la mañana al General Souches con todos los Imperiales, y sin hacer ningún movimiento los dejó alejar del cuerpo y retaguardia del exército por espacio de dos leguas: de suerte, que habiendo llegado descansadamente á sus cuarteles los alemanes, salió gran parte de su caballería á forrajear; en el interin ocho mil caballos franceses atacaron vigorosamente al Príncipe de Vaudemont, que con los cinco mil caballos cubría á los holandeses, mientras iban pasando poco a poco por un desfiladero. Resistió el TOMO XCV.

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Principe los repetidos ímpetus de la caballería francesa hasta las tres de la tarde, en que siendo secundada por nuevos socorros del Príncipe de Condé puso en total desorden la nuestra, quedando prisioneros el Principe de Salm, el Duque de Holstein, y heridos y prisioneros el Conde Merode, y Xavier. El Príncipe de Condé acometió á los holandeses, y con la artillería que tenía encubierta hizo en ellos grande extrago; causó tal confusión, que los primeros regimientos volvían las espaldas; pero por el valor y exhortaciones del Príncipe de Oranje, Conde Nasar, Conde de Valdecq y del Marqués de Asentar se volvieron á rehacer, y resistieron porfiadamente hasta las cuatro de la tarde, en que ya advertido el Conde Souches llegaba de refresco al campo y vió dexordenadas nuestras huestes, ganada parte de la artillería holandesa y algunos carros de bagaje, en cuyo botin se entretenían los franceses. La caballería del Rey también había cedido á la multitud, aunque varias veces la había vuelto á la carga el Duque de Villahermosa y el Duque de Montalto, que como aventureros se quisieron hallar aquel día en el campo. El General Souches mandó á tres regimientos alemanes atacasen una colina, y pusiesen en ella algunas piezas de campaña, y después de un recio combate la ganaron, y desde ella hicieron horrendo extrago en los escuadrones franceses, que habiendo dejado al holandés con el Príncipe de Condé volvían la frente á los alemanes de la colina; de aquí partió toda la infantería alemana, y como un raudal de fuego y hierro fué rompiendo por los mejores regimientos de Francia, sin dar cuartel á ninguno, con que fué sangrienta la matanza. El Principe de Oranje, recogiendo sus holandeses recobró lo perdido, y se juntó á los alemanes; el Principe de Condé, viendo descompuesto su campo y su fortuna, se recogió con artillería y bagaje al beneficio de la noche, al bosque vecino, y de allí, á las cuatro de la mañana, á sus antiguos cuarteles, dejando el campo y la victoria á los nuestros. De los franceses murieron, según el número más modesto, seis mil; pero nadie disputa que fueron toda la nobleza de Francia, y que fué doblado el número de los heridos. De nuestra parte murieron tres mil, y quedaron heridos seis mil, entre éstos el Conde Valdecq, el Príncipe Pío y Príncipe de Vaudemont; entre los prime

ros, el Conde de Asentar y el Barón de Valdeck, y ninguno otro de cuenta.

En dos cosas culpan los Censores militares á nuestro General: es lo primero, en no tener espías y corredores que les advirtiesen de los movimientos y emboscadas del Príncipe de Condé, pues le tuvieron primero sobre sí, sin que lo supiesen; lo segundo, que el General Souches se alejase dos horas del cuerpo de retaguardia del exército, de manera que habiendo comenzado el combate à las once del día, llegó á la retaguardia á las cuatro de la tarde; como quiera que sea el día, fué grande y fué nuestro, á Dios gracias.

RELACION

DE LO SUCEDIDO DESPUÉS DE LA BATALLA

(Biblioteca Nacional. -Sala de Ms.-Cc., 51.)

Después del combate de 11 de Agosto se detuvieron los exércitos coaligados cerca de Mons, para rehacerse de la pérdida que habían experimentado aquel día, y el Príncipe de Condé se retiró á los mismos cuarteles que tenía de Trazegnies, y habiéndose proveido nuestro exército de todo lo necesario marchó la vuelta de Jemmapes, donde se detuvo doce días, en los cuales hubo diversas conferencias y juntas de guerra entre los tres Generales para tomar la resolución más proporcionada al tiempo, y habiendo quedado ajustado el que se emprendiese un sitio, se retiró el Sr. Conde de Monte Rey á Bruselas para disponer las cosas que se necesitaban para él y el exército; marchó á Qievrain, en cuyo alojamiento se detuvo quince días, así por esperar un convoy que trajo el Príncipe de Vaudemont de Bruselas de muchos carros de municiones y víveres y tres mil infantes holandeses, que estaban en las plazas, como también por aguardar á que se curasé el Sr. Conde de Souches, que se había ido á Valencianas á tomar algunos medicamentos que podían dilatarse en la coyuntura de entonces; pero son daños inevitables, en donde concurren tres cabezas para cualquiera

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