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dichos padres el padre Pedro Espiga, natural de Callar, que poco ántes habia venido de Flandes á convalecer á los aires naturales; y comenzaron todos tres padres á ejercitar los ministerios de la Compañía, á predicar en las iglesias y en las plazas, cárceles y hospitales; á enseñar la dotrina cristiana por las calles, á leer una lecion de casos de conciencia para toda suerte de gente, y hacer los demas oficios de caridad que usa la Compañía. Fué tanto lo que nuestro Señor obró por medio destos padres en aquellos principios, que de muchas leguas venian á confesarse con ellos y comunicar sus conciencias, y poner todos sus negocios en las manos dellos, con tan grande crédito y opinion de bondad, que por toda la isla no los llamaban por otro nombre sino los santos padres.

Habiendo pues considerado la necesidad casi extrema de dotrina que habia en aquella isla, y el estrago y destruicion que los vicios y malas costumbres habian hecho, por falta della, en todos los estados y linajes de gente, y la buena disposicion que habia para cultivarla, dieron aviso al padre Lainez de lo que habian hallado, y el padre les envió más gente desde Roma, y aceptó el colegio de Sacer; y despues, en el año de mil y quinientos y sesenta y cuatro, otro en la ciudad de Cállar, donde suele residir el Virey y su córte; y ha crecido tanto la Compañía en aquella isla, que tenemos ya en ella cuatro colegios bien fundados y una casa de probacion. No se podria decir con pocas palabras lo mucho que Dios nuestro Señor se ha servido de los de la Compañía en aquel reino; porque se ha reforinado en gran manera el clero, hanse desarraigado muchas deshonestidades y escándalos públicos, desterrádose la inorancia, animádose la gente al estudio de las letras, las cuales se ejercitan y florecen en los colegios de la Compañía. De manera, que hay ya gran número de personas que las estudian y aprenden, y despues se gradúan en alguna de las insignes universidades de Italia, y está lleno el reino de clérigos honestos y doctos teólogos, y de otros juristas y filósofos. Hanse hecho grandes restituciones, quitándose los contratos usurarios que antes se usaban, los sacrilegios, amancebamientos públicos y casamientos ilícitos, los hechizos y supersticiones, y otros pecados enormes, que aquella gente (que de suyo es piadosa y bien inclinada) cometia por inorancia. Y con el uso frecuente de la palabra de Dios y de los santos sacramentos de la confesion y comunion, se ha renovado todo aquel reino, y las otras religiones se han animado á ayudar y favorecer con su ejemplo y dotrina, y cultivar tambien por su parte aquella viña del Señor, y han entrado en ellas y en la Compañía muchos y muy buenos sujetos.

CAPÍTULO VII.

Cómo el padre Luis Gonzalez de Cámara dejó de ser asistente, y fue enviado á Portugal.

Ordenan las constituciones de nuestra Compañía que el Prepósito general tenga cabe sí cuatro padres P. R.

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de los más graves della, que llamamos asistentes, porque asisten al General, y le sirven de consejo y de ayuda en todos los negocios graves que se ofrecen; y demas desto, son como ojos de la misma Compañía para mirar lo que hace el General, y moderar sus trabajos cuando él excediese, y áun para irle á la mano si fuese menester. A estos cuatro asistentes eligen los mismos electores que eligen al General, y son menester tantos votos para elegir á cada uno dellos como para la elecion del mismo General, el cual no puede quitar ni mudar los asistentes por su sola voluntad, porque en esto no dependen dél, sino de la Compañía, que les dió el oficio y autoridad. Estos asistentes no tuvo nuestro padre Ignacio de Loyola, que fué el primero prepósito general de la Compañía; porque, demas que las constituciones no estaban aún publicadas y admitidas en la universal Compañía, como juntamente era fundador é instituidor y legislador della, y padre y maestro de todos, pareció cosa muy debida y conveniente que no tuviese asistentes ni otros, ni más consultores que los que el mismo padre por su voluntad quisiese tomar. Pero, muerto nuestro padre Ignacio, en la primera congregacion general que se celebró despues de su santo tránsito (en la cual el padre maestro Lainez salió prepósito general, como dijimos), se nombraron los cuatro asistentes, que fueron los padres macstro Jerónimo Nadal, el maestro Juan de Polanco, Luis Gonzalez de Cámara y el doctor Cristóbal de Madrid; todos cuatro varones insignes y de conocida religion y prudencia. El padre Luis Gonzalez era portugues de nacion, y de sangre ilustre; habia sido confesor del príncipe don Juan, hijo del rey don Juan el Tercero y padre del rey don Sebastian, y dado tanta satisfacion el tiempo que lo fué, que el rey don Juan habia quedado muy pagado de sus buenas partes, y cuando murió, entre otras cosas, dejó ordenado que el dicho padre fuese maestro de su nieto el rey don Sebastian, que quedaba niño, y debajo de la tutela y gobierno de la reina doña Catalina, su agüela. La cual, queriendo cumplir la voluntad del rey su marido, escribió al padre maestro Lainez, pidiéndole al padre Luis Gonzalez para maestro del rey niño, como el rey don Juan lo habia mandado. El padre Lainez respondió á la Reina, agradeciendo la singular merced y favor que hacia á la Compañía en quererse servir su alteza de hombre della para cosa tan alta é importante como era la enseñanza é instrucion del rey don Sebastian, su nieto; pero declarándole que aquello no estaba en su mano, sino en la de la Compañía, por haberle dado ella al padre Luis Gonzalez por asistente, sin quedarle á él facultad para poderle por si solo quitar. La Reina replicó la segunda vez que ésta habia sido la última voluntad del rey don Juan, su señor, y que ella no la podia alterar, ni poner casa á su nieto, hasta que el padre Luis Gonzalez fuese á Portugal y se encargase de enseñar y dotrinar al niño, y que le pedia y encargaba que pospues tas cualesquiera dificultades, se le enviase luego,

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porque esto era lo que convenia, y no podia ser otra cosa. Con esta segunda instancia tan apretada, el padre Lainez, aunque holgára poderse excusar, y no ver á la Compañía metida en cosa tan honrosa y sujeta á tantos juicios y lenguas, todavía se determinó de obedecer y servir á la Reina, y enviarle luego al padre Luis Gonzalez; respondiendo á la carta de su alteza que él obedecia á sus reales mandatos en cuanto podia, que era enviarle, y consultar á los provinciales de la Compañía que estaban en Europa, y proponerles el caso, y rogarles que tuviesen por bien lo que se habia hecho por servir á su alteza, y que eligiesen, en lugar del padre Luis Gonzalez, otro padre por asistente, conforme á nuestras constituciones, que así lo disponen. Y que si los provinciales lo aprobasen (como el padre creia que lo aprobarian), en nombre del Señor se quedase el padre Luis Gonzalez en Portugal para lo que su alteza le mandase; y que si no lo tuviesen por bien, él á lo menos habria mostrado la voluntad y deseo que tenía de obedecer y servir (como era razon) á su alteza.

El padre Luis Gonzalez sintió tantas dificultades y tan grande repugnancia en esta su ida á Portugal para cargo tan honroso é importante, que quiso persuadir con muchas y graves razones, que dió de palabra y por escrito al padre Lainez, que en ninguna manera le enviase; porque ni á él ni á la Compañía le estaba bien que él se encargase de aquel oficio, y entrase en un golfo tan peligroso y sujeto á tantos vientos y murmuraciones. Pero, como la Compañía debe tanto á los serenísimos reyes de Portugal, y desea y procura ser agradecida, pareció al padre Lainez que no podia excusar de enviar al padre Luis Gonzalez á Portugal, como la Reina con tanta instancia y con tantas véras se lo mandaba. Y así, le envió en los primeros de Julio del año de mil y quinientos y cincuenta y nueve, ordenándole que representase á su alteza sus razones, y que si su alteza las tuviese por buenas, él se holgaria mucho que quedase libre de la carga de maestro del Rey, que le querian echar. Con esto, el padre Luis Gonzalez fué á Portugal y dió sus razonés á la Reina; pero no le valieron, y se hubo de encargar de enseñar al rey don Sebastian, como lo hizo. Lo cual he querido escribir aquí, para que mejor se entienda lo que ordenan acerca de los asistentes las constituciones de la Compañía. Y siendo general el padre Lainez, se comenzaron á usar en ella, y la dificultad que hubo en este particular, así por ser el padre Luis Gonzalez á la sazon asistente, como por la repugnancia que tiene la Compañía á semejantes cargos de autoridad y grandeza, y por la resistencia que hizo el mismo padre Luis Gonzalez para no ser maestro del rey don Sebastian, como queda referido.

CAPÍTULO VIII.

que,

De los votos que tuvo para papa el padre Lainez. Murió este mismo año de mil y quinientos y cincuenta y nueve, á diez y ocho de Agosto, el sumo

pontifice Paulo IV, siendo (como habemos dicho) el padre Lainez prepósito general; el cual gobernaba la Compañía en aquel tiempo, y leia y predica ba en Roma con grandísimo concurso, aplauso y aprovechamiento de toda la córte y ciudad. Estando los cardenales en su cónclave ocupados en la elecion del futuro pontífice, y habiendo entre ellos poca union y conformidad en la persona que habian de elegir, á peticion del Cardenal de Augusta, y con consentimiento de los demas cardenales, fué llamado al cónclave el padre Lainez para cierta dificultad que se ofrecia. Como le tuvieron dentro, algunos cardenales de los más graves y celosos del bien de la santa Iglesia, que le habian tratado más y conocido las grandes partes de su bondad, letras y prudencia que Dios nuestro Señor le habia comunicado, comenzaron á platicar y tratar de hacerle papa. El buen padre entreoyó esto, y luego pidió licencia, y se salió del cónclave con tanta priesa y espanto como si le quisieran maltratar; huyendo de lo que otros tanto desean y procuran, y hurtando el cuerpo á los cardenales, por quitarles con su ausencia la ocasion de cosa de que él se tenía por indignísimo. Despues de salido del cónclave, todavía pasó adelante el celo y voluntad de los dichos cardenales, y avisáronle que doce de los más señalados, graves y celosos, y que deseaban con mas véras la reformacion de la santa Iglesia, y para esto hacer una santa elecion, le habian da do, sus votos para papa. Confundióse el buen padre y asombróse dello; y viniéndoselo á decir don Francisco de Vargas, embajador que era en Roma del Católico rey de España don Felipe II deste nombre, le respondió palabras graves y severas, que mostraban bien su pecho, y su menosprecio del mundo y humildad. Yo supe muy en particular lo que el Embajador dijo al padre, y lo que el padre le respondió (1). Y el mismo Cardenal de Augusta (á cuyo pedimento é instancia fué llamado el padre Lainez al cónclave), cuando el padre murió, entre otras cosas de mucha edificacion y ejemplo que dijo { dél, celebrando sus honras en su colegio de Dilinga, contó lo que aquí he referido de los votos que tuvo para papa, y la priesa y asombro con que habia huido. Y no es maravilla que quien tantos extremos habia hecho por no ser cardenal cuantos arriba dijimos, y tanto habia procurado servir al Señor en humilde bajeza, huyese con tanto mayor cuidado la dignidad del sumo pontificado, cuanto ella es mayor que la de cardenal, y su carga más pesada, y la cuenta que della se ha de dar á Dios más estrecha y peligrosa. El no haber hecho más diligencias en esto debia de ser por parecerle á él cosa de burla. Pero éstos son toques y ocasiones que descubren mucho el afecto y compostura del ánimo, y tanto más, cuanto son más repentinas y menos pensadas.

(1) Aquí no podia excusar RIVADENEIRA el hablar de suceso tai grave, como testigo de ello.

CAPÍTULO IX. De algunas misiones y colegios que se hicieron en este tiempo. Esto fué año de mil y quinientos y cincuenta y nueve; vino el año de mil y quinientos y sesenta, en el cual la santidad del papa Pio IV, que habia sucedido á Paulo IV, envió á várias partes diversos padres de la Compañía, para que con sus trabajos sirviesen á la santa Iglesia. Al reino de Hivernia envió un padre con un hermano, para que de su parte secretamente animasen á los católicos, que andadan ya muy fatigados y afligidos de la Reina de Inglaterra y de sus ministros, y se informasen de los naturales á quién con mayor seguridad y provecho se podrian conferir los obispados y otras dignidades eclesiásticas de aquel reino, que son á provision de la Sede Apostólica; y finalmente, para que viese el estado miserable de aquella provincia, y avisase á su Santidad de todo lo que se le ofreciese, que para remedio ó alivio de tantos males podia proveer.

Envió asimismo el Papa otro padre con un nermano al reino de Chipre, á la ciudad de Nicosia, que es la metrópoli de aquel reino, por la instancia grande que hizo el arzobispo della, queriendo fundar un colegio de la Compañía en su iglesia. Y fué con el Arzobispo el padre Manuel Gomez de Montemayor, y anduvo parte de la isla, predicando y confesando en italiano á muchos que lo eutendian, y ejercitándose en otros oficios de caridad. Pero halló tan poco aparejo y tan estragadas las costumbres de los naturales, que se volvió sin esperanza de poder hacer fruto; y así, diez años despues se siguió el castigo severo del Señor, que dió aquel reino en manos de los turcos, los cuales le arruinaron, cautivaron y destruyeron, el año de mil y quinientos y setenta.

Tambien, á suplicacion de la señoria ae Ragusa, fueron dos padres, uno italiano y otro español, de nuestra Compañía á aquella república, la cual, por estar.tan vecina de los turcos, y pagarles párias, y ser de gente bien inclinada y devota y comunmente ocupada en ejercicios de mar, tiene necesidad de dotrina, y esfuerzo y disposicion para ser aprovechada; y así hicieron gran fruto los dichos padres el tiempo que estuvieron en ella.

Comenzóse en este mismo año de mil y quinientos y sesenta el colegio de la ciudad de Como, en la provincia de Lombardia, al cual ayudaron y favorecieron mucho en sus principios los Obescalcos (1), que es gente honrada y principal en aquella ciudad. Y en la provincia de Toscana (que ahora es la de Roma) se dió principio al colegio de Macerata, fundado por la misma ciudad, que se movió para hacerlo del buen ejemplo y edificacion que daban los nuestros del colegio de Loreto, vecino de Macerata, y del suave olor que derramaban por todas partes, y especialmente por la Marca que llaman de Ancona.

(1) Odescalchi.

En Alemania inspiró nuestro Señor al Arzobispo de Tréveris, que es elector del imperio, á fundar un colegio de la Compañía en su ciudad, para resistir á los herejes, y así lo hizo, y entregó la universidad de Tréveris á los nuestros, que es muy antigua y estaba muy caida, para que la levantasen, y despertasen á los católicos á penitencia y á conocimiento y estudio de la verdadera y católica dotrina. Este mismo año de mil y quinientos y sesenta se envió la gente, y con el favor del Señor, se ha seguido el fruto tan copioso como se esporaba.

En la provincia de Portugal tuvo principio por este tiempo el colegio de la ciudad del Puerto y el de la ciudad de Braga, que fundó don fray Bartolomé de los Mártires, fraile de Santo Domingo, arzobispo de Braga y varon de rara y conocida santidad y letras (2), y tambien el de Barganza (3), que, con el favor de don Teodosio, duque y señor de aquel estado, se dotó y estableció por la gran devocion que tenía á la Compañía y deseo de hacer bien á sus vasallos.

Entre otros muchos padres y hermanos que por este tiempo partieron de España á la India Oriental, fueron el padre Andres Gonzalez, de Medina del Campo, y el hermano Alonso Lopez Navarro; á los cuales sucedió una cosa, que por ser rara y de mucha edificacion la quiero yo escribir. Como cincuenta leguas de Goa, la nave en que iban encalló en ciertos bajíos y arenales, y se abrió. Salieron al arenal como trescientos hombres de la nao, de los cuales, algunos pocos de los más poderosos se salvaron en las barcas que llevaban; éstos rogaron mucho á los dos de la Compañía que se entrasen con ellos, porque esperaban en Dios que presto los pondrian á salvamento en su colegio de Goa. Fué tan grande el alarido de la gente desamparada y afligida que estaba en el arenal, y tantas las lágri. mas que derramaron, pidiéndoles que en ninguna manera los desamparasen, sino que se quedasen con ellos para oirlos de confesion y ayudarlos á bien morir, que se determinaron de perder ántes las vidas que faltar á la caridad y al consuelo y reme dio de tantas ánimas. Quedáronse sin humana esperanza de salud, y comenzaron alegremente el padre á confesar, y el hermano á repartir la poca vianda que pudieron salvar de la nao quebrada; y si no fuera por ellos, allí se matáran (los que habian luego de morir) sobre el agua y mantenimientos, que les duraron pocos dias. Pero con la exhortacion, ejemplo y esfuerzo del padre y del hermano, murieron casi todos en paz, encomendándose á Dios, y de los postreros que murieron fueron los que se quedaron voluntariamente á morir, porque vivia en sus almas la caridad de sus hermanos. Todo esto contaron unos pocos de los que quedaron, y pudieron hacer un barquillo de las reliquias de la nao hecha pedazos, y llegaron salvos á Goa.

(2) Escribió su vida el padre fray Luis de Granada. (3) Así se pronunciaba entonces en España la palabra Braganza, y así la escribia tambien santa Teresa por aquel tiempo.

CAPITULO X.

Cómo se dieron las casas que ahora tiene al colegio romano, y el favor que le hizo el papa Pio IV.

Este mismo año de mil y quinientos y sesenta, siendo ya sumo pontífice el papa Pio IV (como dijimos), se dieron al colegio romano, con autoridad é intercesion de su Santidad, las casas que ahora tiene para su habitacion, que fué un singular beneficio para aquel colegio y para toda la Compañía, porque hasta este tiempo no tenía casa cierta y propia, ni áun suelo para labrarla, y vivian los colegiales en una casa alquilada, con grande estrechura é incomodidad. Fué el Señor servido que al mismo tiempo que se buscaba sitio cómodo para el colegio, y no se hallaba en Roma, doña Vitoria Tolfa, marquesa del Valle y sobrina del papa Paulo IV, ya difunto, nos diese una isla de casas, que ella habia juntado y comprado para edificar un monesterio de monjas; porque habiéndole comenzado, no habia salido á su gusto, y queria trocarle en otra obra pía, de la cual se sirviese más nuestro Señor (como lo escribimos en la vida de nuestro santo padre Ignacio). Hizo en esto el papa Pío IV oficio de padre y señor de la Compañía, porque interpuso su autoridad con la Marquesa, y dió órden para que se concluyese, y fué el primero sumo pontifice que señaló limosna ordinaria para el colegio romano, y le favoreció tanto, que le vino á visitar por su persona y le encomendó muy encarecidamente al Católico rey de España, don Felipe el Segundo, con un breve, que para que mejor se entienda la estima que este santo pontifice tenía deste colegio y de toda la Compañía, le quiero poner aquí.

Á NUESTRO CARÍSIMO EN JESUCRISTO HIJO, FELIPE, REY CATÓLICO DE LAS ESPAÑAS.

« Carísimo en Cristo hijo nuestro, salud y aposntólica bendicion. A nosotros nos pertenece, por »razon de nuestro oficio, tomar debajo de nuestro >> amparo y proteccion á todos los que profesan » vida religiosa y perfeta, y á los reyes les con» viene mucho hacer bien á los siervos del Señor, >> por el cual ellos reinan ; porque el Señor se recibe » y honra en sus siervos, como él lo dijo en el Evan>> gelio: «El que á vosotros recibe, á mí me recibe.» » Pero entre las otras, parece que con particular » amor y cuidado, con razon debe abrazar la Sede » Apostólica la religion de la Compañía de Jesus, » que ha sido instituida poco tiempo há, y confirma» da desta santa Silla. Porque estos padres, aunque » han sido como llamados á las nueve del dia (1), » y enviados á cultivar la viña los postreros de » todos por el Señor, con tanta continuacion y Dahinco han comenzado á trabajar en ella, que no » solamente arrancan las espinas y malezas que la >> ahogan, mas tambien la han dilatado y propagado

(1) Diria probablemente el Ereve la hora de nona, la cual no corresponde á las nueve del dia.

» en otras partes. Parece cosa increible el progreso » desta religion, cuánto se ha extendido en tan bre» ve tiempo, el fruto que ha hecho en la Iglesia de » Dios, los colegios que, con la gracia del Señor, en » diversas provincias ha fundado, con grande utili» dad y beneficio de las naciones y tierras donde » se han fundado; porque, por la buena diligencia » destos padres, en unas partes la fe católica se sus» tenta, en otras la pestilencia de las herejías se re>> prime, en otras los gentiles y idólatras, dejando » el culto de sus falsos dioses, se convierten al co>>nocimiento y verdadero culto de Dios vivo y » verdadero. Por donde se ve que el Señor ha le» vantado esta nueva religion en nuestros tiempos >> tan turbulentos y calamitosos de la Iglesia, y la » ha opuesto á los ministros de Satanas, que la per» siguen y afligen, para que, así como ellos ciegan >> con sus errores á los simples é inorantes, asi >> estos padres los alumbren con la luz de la verdad, » y cuanto ellos con su mala vida y peor dotrina » destruyen, tanto estos padres con sus santos ejem»plos y dotrina católica edifiquen. Desta órden te»> nemos en esta santa ciudad un colegio muy copio» so, que es como seminario de los otros colegios » que en Italia y fuera della, en Alemania y Fran» cia, se han establecido y fundado. Deste semina» rio salen escogidos y valerosos ministros, los » cuales esta santa Silla envia á otras provincias » como unas generosas y frutuosas plantas, para » que se planten en otros jardines de la santa Igle»sia. Porque vemos por experiencia que parte con » la pía y cuidadosa institucion y enseñanza de la » juventud, parte con la predicacion y dotrina, » parte con la administracion y uso de los sacra» mentos, obrando el Señor con ellos, proceden los » frutos que ella en este tiempo ha menester. Es>>tos padres no huyen ningun trabajo que se les » ofrezca por la honra de Dios y servicio desta » santa Silla; van y navegan á todas las naciones y á todos los lugares donde son enviados, aunque » sean de herejes y de infieles, y apartados hasta >> las remotas provincias de la India, sin ningun te» mor ni espanto, porque van arrimados al favor de » aquel Señor por cuyo amor ellos lo hacen. De ma» nera que debemos mucho á este colegio, que tan >> bien se emplea en defender y amplificar la reli»gion católica; pues están siempre tan aparejados » los que se crian en él, para cualquiera empresa » que se ofrezca del servicio de Cristo nuestro Se»ñor y desta su Silla Apostólica. Pero, así como >> por estar en esta santa ciudad, que es como el al» cázar de la religion cristiana y cabeza de la Igle» sia católica, á nosotros toca favorecerle para que >> pueda aprovechar á todos los miembros de la Igle>> sia (como lo hacemos), así tambien conviene que » sea ayudado de todos los fieles, y que particular>> mente sea favorecido con proteccion de vuestra » majestad, sobre lo cual habemos escrito al venera» ble hermano Alejandro, obispo de Cariati, nuestro »nuncio, para que dél entienda vuestra majestad la » necesidad deste colegio, á la cual habemos querido

con estas nuestras letras sinificar el fruto grandísimo, y para los tiempos que corren muy oportuno, que toda la Iglesia católica recibe dél. Por lo cual exhortamos en el Señor y rogamos á vuestra majestad, y en remision de sus pecados le aconsejamos, que con aquella excelente piedad y liberaalidad, con la cual favorece á todas las religiones que trabajan en la viña del Señor, como rey verdaderamente católico, abrace este colegio y le atenga por muy encomendado; teniendo por cierato que todo lo que hiciere por él será provechoso á vuestra majestad y á su hijo, en este siglo y en sel venidero. Dada en Roma, en San Pedro, á veinaticuatro de Noviembre de mil y quinientos y sesenta y uno, en el segundo año de nuestro pontificado.»

CAPÍTULO XI.

El martirio del padre Gonzalo de Silveira.

En el principio deste año de mil y quinientos y sesenta, el padre Gonzalo de Silveira, de nacion portugues, hijo del Conde de Sortella, partió de Goa á los reinos de Inambay y Manomotapa (1) (que están junto al Cabo de Buena-Esperanza, entre Sofala y Mozambique), á alumbrar aquella gente ciega con el resplandor del santo Evangelio, y despues fué martirizado por mandado del Rey de Manomotapa, á quien el mismo padre Gonzalo de Silveira habia convertido á nuestra santa fe y bautizado, con alguna gente principal de su reino. Porque, despues de haber tenido en Inambay una enfermedad de ojos tan peligrosa, que le puso en lo último de la vida, y haber bautizado en la ciudad de Tonge, donde el Rey residia, dentro de pocos dias, al mismo Rey y á su mujer, hermana y hijos y parientes, con los principales de su reino y otra gran muchedumbre de gente popular, y haber pasado muchos peligros de tempestades y rios, y excesivos trabajos de los calores insufribles de aquella tierra (que aunque es abundante de oro, es falta de mantenimientos), llegó finalmente á Manomotapa, y el Rey le envió luego á visitar, sabiendo de unos mercaderes portugueses que era hombre ilustre, y por esto, y por su santidad, muy estimado en Portugal. Enviole juntamente un rico presente de oro, bueyes y hombres para que le sirviesen. Mas el padre, dando las gracias al Rey por la honra que le hacia, y tornándole á enviar su presente, le respondió que no era aquel el oro, ni aquellas riquezas las que él venía de tan léjos á buscar á la tierra de su alteza. De lo cual no poco quedó maravillado el Rey, diciendo que aquel hombre no era como los demas, pues ponia debajo de los piés lo que los otros hombres tanto precian y estiman, y con tantas ansias y trabajos buscan por mar y por tierra. Con esta buena opinion que ya el Rey tenía del padre, le recibió con grandes muestras de alegría y de amor, haciéndole sentar en una silla cabe sí,

(1) Tambien este nombre, y otros de África é India, se dejan tal cual los pronunciaba y escribia el PADRE RIVADENEIRA.

y honrándole más que á nadie, y ofreciéndole la cantidad de oro, heredades, rentas y bueyes que quisiese. Pero el padre Gonzalo de Silveira le respondió que ninguna cosa de aquellas le hartaba, y que solamente deseaba el bien y eterna felicidad de su ánima. Presentóle despues el padre una rica y hermosa imágen de nuestra Señora, la cual el Rey reverenció con mucha humildad, y puso en una pieza que para esto mandó aderezar, y en ella un altar para que sirviese de oratorio. Despues que el Rey tuvo esta imágen en su casa, la Reina de los ángeles, rodeada de inmensa luz y claridad, y despidiendo un olor suavísimo, le apareció entre sueños las cinco noches siguientes, en la misma forma que representaba la imágen que tenía en su oratorio. Lo cual el mismo Rey contó al padre Gonzalo de Silveira, añadiendo que estaba muy triste y desconsolado, porque él no entendia nada de lo que le decia aquella Reina tan hermosa, cuando de noche le hablaba. A esto respondió el padre que no se maravillase su alteza, porque lo que decia aquella Señora era lenguaje del cielo, el cual no podian entender sino los que obedecian á los mandamientos del Hijo de aquella Reina soberana, porque era Dios y hombre verdadero y Redentor del linaje humano. Finalmente, á los veinticinco dias de su llegada á Manomotapa, con grande aparato bautizó al Rey, poniéndole por nombre Sebastian, y á su madre, que se llamó María, y con su ejemplo, recibieron tambien el santo bautismo casi trescientos de los principales. Y aunque le ofreció el Rey cien bueyes el dia que se bautizó, y despues otras muchas cosas, todas se repartieron á los pobres, comiendo él sólo un poco de mijo cocido y yerbas y fruta silvestre. Estando, pues, todo el pueblo muy edificado y deseoso de imitar á su rey, y recebir la ley de Cristo nuestro Redentor, un cacique moro, gran hechicero, que se llamaba Minguames de Mozambique, con otros moros poderosos y privados del Rey, le persuadieron que el padre Gonzalo de Silveira era gran mago y encantador, y que mataba con ponzoña y enhechizaba, con aquellas palabras que decia en el bautismo, á todos los que le recebian, para que aunque no quisiesen, le amasen, sirviesen y favoreciesen; y que habia venido enviado del virey de la India y de los señores de Sosala, para reconocer el estado y fuerzas de su reino, y solevantar el pueblo contra él y tomársele por fuerza. Con estas y otras semejantes mentiras engañaron al pobre Rey, que era mozo, y á su madre, y le persuadieron que diese la muerte á quien á él le habia dado la vida. Antes que se supiese la determinacion del Rey, que tan en secreto se habia tomado, se la dijo el padre Gonzalo á Antonio Cayado (que era un portugues honrado, que le servia de intérprete). El mismo dia en que se habia de ejecutar la maldad, que fué á los once de Agosto, y la fiesta de santa Susana vírgen y mártir, hizo obra de cincuenta cristianos, y repartió entre ellos algunos pobres vestidos que tenía, y les dió á todos rosarios en que rezasen. A la tarde confesó algu

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