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A éstas siguen las Confesiones (fólio 714), las cuales no cita en la portada, y cuyo libro dice así: 3.o « Confesiones del glorioso Doctor de la Iglesia San Agustin. Traduzidas de Latin en Castellano, por el padre Pedro de Ribadeneyra, de la Compañía de Jesus.»>

Llevan una carta á doña Estefanía Manrique y de Castilla, con fecha en Madrid, año 1596, que puede verse igualmente en el Epistolario.

Termina, finalmente, esta tercera parte y el libro con el 4.° « Manual de oraciones para el uso y aprovechamiento de la gente devota, escrito por el padre Pedro de Ribadeneyra, de la Compañía de Jesus.»

Lleva éste, como los otros, su carta dedicatoria á doña Ana Manrique, condesa de Puñonrostro, con fecha tambien de Madrid, de 1604, y que, por tanto, se publicaba en aquella edicion por primera vez. La carta puede verse igualmente en el Epistolario.

Échase, pues, de ver que esta tercera parte, por ser de obras casi todas traducidas, no alcanza en mérito é importancia á las dos anteriores.

Con todo, de este último libro, titulado Manual de oraciones, único original de esta tercera parte, se han hecho várias ediciones aparte. Reimprimióse en 1607, más adelante en Zaragoza, en 1651, y en este siglo se hizo tambien otra reimpresion en un tomo en 8.o, en Madrid, año 1835, imprenta de don Eusebio Aguado.

Los otros tres tratados hay que buscarlos en las ediciones completas.

Resta sólo, para completar el catálogo de las numerosas obras de este escritor, dar una rápida noticia de las que publicó en latin.

Fué la primera de éstas la Vida de san Ignacio (Vita P. Ignatii de Loiola), impresa en el extranjero, como luego se dirá, y de la cual se hicieron várias ediciones en España: una, en 1583, en casa de Gomez, en un volúmen en 8.o, como tambien la de 1584. Siguió á éstas la de 1586, tambien en 8.o, Matriti, ap. viduam Gometii. Hay otra en 12.o, impresa en Colonia Agrip., ap. Birckman, en 1602, y no debe omitirse la ya muy curiosa y rara de casa de Sanchez, en Madrid, año 1622, que está en latin y castellano. Precede la latina, la cual concluye á la página 123, en la cual se lee en letras gruesas: Matriti, apud Ludovicum Sanctium, 1622.

Continúa luégo, despues de una copla ascética, que nada tiene que ver con el libro, la advertencia siguiente: «Al piadoso y Christiano Lector: Auiendo nosotros, con el fauor de Dios, escrito la vida de todos los santos de que reza en su Breuiario la Iglesia, y añadido á nuestro Flos Sanctorum este tomo de las vidas», etc. Se ve, pues, que esta vida en latin no es la primera que escribió, sino otra posterior y con el objeto que aquí dice, en la cual refirió los milagros del Santo, autentizados para su beatificacion y canonizacion; milagros que habia omitido en su narracion primera.

Este libro es muy raro; hay un ejemplar de él en la biblioteca del ministerio de Fomento. Principia con estas palabras: «El glorioso patriarca San Ignacio, y fundador y Padre de la Compañía de Jesus », etc., bien distintas de las que contiene la Vida que luego se dará en este volúmen, en cuyo preámbulo se hallarán tambien más noticias acerca de las primeras ediciones latinas de la Vida de San Ignacio, de su importancia, y de los grandes elogios que ha merecido.

La última obra de RIVADENEIRA, y con que cerró su serie de trabajos literarios, fué la célebre Bibliografía de escritores jesuitas. Publicóse en un tomo en 8.o, el año 1608, por primera vez, con este epígrafe: Illustrium scriptorum Societatis Jesu catalogus, etc. Antuerpia, Joan Moretus, 1608. Este trabajo de RIVADENEIRA fué la base de la célebre Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesus, que continuaron Alegambe y otros jesuitas.

RIVADENEIRA cierra la marcha de todos estos escritores del primer siglo de la Compañía, declarándose á sí mismo el último y el ménos digno de todos los hijos de ella; da noticias de las obras ya citadas, y ademas del cuaderno de Vidas de los santos toledanos (Officia propria sanctorum Ecclesia toletana).

Declara al mismo tiempo que estaba escribiendo la Historia de la Asistencia de España, que comprendia las provincias de Toledo, Castilla, Aragon, Andalucía, Méjico, Perú, Paraguay y las Filipinas; tarea que se veia precisado á desempeñar por obediencia, á pesar de sus ochenta años, por mandato del General, que se la habia encargado expresamente.

§ III.

¿Debe ser contado RIVADENEIRA entre los clásicos españoles?

Si la informacion de clásico se hiciese como la de nobleza, la ejecutoria de RIVADENEIRA la hubiera hecho fray Luis de Granada; y á la verdad, ¿quién más competente en la materia que nuestro clásico Granada? Escribiendo éste á RIVADENEIRA desde Lisboa, en 1584, para darle las gracias por el libro de la Vida de san Ignacio, que le habia remitido, le dice con su acostumbrado candor y franqueza:

«Vuestra paternidad me ha ganado por la mano, porque deseaba escribirle y darle las gracias por >> este libro, que los padres de aquí me habian dado, como á hijo antiguo que saben ser yo de la Com»pañía; el cual he leido, y agora torno á leer la quinta parte, maravillado de la vida y heroicas y >> admirables virtudes de aquel nuevo espejo de virtud y prudencia, que en nuestros tiempos envió >> Dios al mundo para salud de infinitas almas. A todos mis amigos, sin recelo de lisonja, he dicho lo >> que siento deste libro, y es, que en esta nuestra lengua no he visto hasta hoy libro escrito con >> mayor prudencia, y mayor elocuencia, y mayor muestra de espíritu y dotrina en la historia, y >> mayor temperamento en alabar su instituto, sin perjuicio de todas las órdenes, ántes con grande loa >> de todas ellas y de sus institutos, y más discretas y concluyentes razones para defender y aprobar >> los suyos, de cuantos hay en semejantes ó desemejantes materias escritos. Y ha propuesto vuestra >> paternidad á todos los hijos de la Compañía un perfetísimo dechado de todas las virtudes del padre » della, que ellos trabajarán siempre por imitar, y nuestro Señor pagará à vuestra paternidad el >> fruto deste trabajo, y el beneficio perpétuo que en esto hace á todos sus hermanos, presentes y ve>>nideros. Y fué cosa muy conveniente hacer vuestra paternidad esto en este tiempo, donde da testi>> monio de muchas cosas, como testigo de vista, y otras que pasó con el padre, y hace más verda>> dera su historia, pues se escribió en tiempo de tantos testigos de vista, donde no era lícito des>>viarse un cabello del hilo de la verdad. Por aquí tengo entendido ser verdad lo que dijo Quintilia>>no que la elocuencia era virtud y parte de la prudencia, por ser ella prudencia dicendi. Sea nues>>tro Señor bendito, que guió á vuestra paternidad en esta derrota, por camino tan derecho, que sin >> envidia alabó su órden, y sin querella engrandeció las otras. El cual more siempre en la muy reli>>giosa alma de vuestra paternidad con abundancia de su gracia.»

En la carta de 13 de Agosto de 1588, en que tambien le da gracias por la remision del libro del Cisma de Inglaterra, concluye diciendo el mismo fray Luis: «Del estilo no digo nada, porque se nació con V. P., y ese auia yo menester para saber alabar esta obra.» (1)

Se dirá quizá que éstas son frases de cortesía y buena crianza, elogios de esos que solian poner los aprobadores de oficio en las pomposas declamaciones que, con el título de censuras, daban á veces á los libros algunos amigos, que al efecto se buscaban, y que convertian la censura en juego de compadres. Pero ni fray Luis de Granada era hombre de tales tratos, ni en su franqueza austera y sencilla solia gastar tales hipérboles, ni la carta dirigida podia tener tal objeto, siendo breve, confidencial y no destinada á la publicidad, sino á una expansion del corazon.

Pero, prescindiendo de la irrecusable autoridad de Granada, si prescindir de ella fuera posible en esta materia, veamos qué es lo que constituye propiamente al escritor clásico, y si reune RIVADENEIRA estas relevantes dotes. Constituyen al clásico, en mi juicio :

1.o Por razon del tiempo, el haber escrito en el siglo de oro de una literatura.

2.o Por la educacion é instruccion, el haberlas tenido esmeradas, hecho buenos y sólidos estudios, haber viajado y conocido al mundo en buenas sociedades.

3.o Por el talento, el ser de buen juicio y recto criterio.

4. Por el estilo y el lenguaje, el poseer bien el idioma del país y áun algunas otras lenguas vivas y sábias; hablarlo con pureza y correccion, sin mezcla ni abuso de palabras bajas, guardando siempre buena entonacion, dignidad, gravedad y decoro.

(1) Véase íntegra á la página 177 de este tomo,

5. Por la moralidad, el haber sido hombre de probidad y honradez, pues aunque hoy no se quiere convenir en ello, un pícaro nunca enseñará bien sino á otros de su ralea, y destruirá con su ejemplo lo que edificare con la palabra, y deslizará errores y malas doctrinas en sus escritos sin advertirlo él mismo. Ovidio fué inmoral, y con todo es un clásico; pero yo creo, con perdon de los señores racionalistas, que entre un cristiano y un pagano debe haber diferencia.

6. Por la aceptacion, que haya gozado celebridad, no sólo dentro, sino áun fuera de su país; que sus obras hayan sido aplaudidas y de ellas se hayan hecho numerosas ediciones; que haya merecido elogios de personas sábias y competentes, y que áun algunos de sus libros hayan sido populares y conocidos en el país donde se escribe, no solamente por los sabios, sino tambien por la generalidad de personas de la clase media, contribuyendo estos escritos á su ilustracion y cultura.

Quizá á muchos les parecerá excesivo este conjunto de cualidades para reputar á un escritor como clásico, y en verdad que algunas pudieran omitirse; pero en el caso presente hallamos que RIVADENEIRA las reune todas, como aparece de su vida y de la serie de sus escritos en los dos párrafos anteriores.

Floreció RIVADENEIRA en el siglo de oro de nuestra literatura clásica, y en el mejor período de aquel siglo; fué coetáneo y amigo de fray Luis de Granada, y en muchas cosas coincidió con Cervántes, de quien fué igualmente coetáneo y en ciertas vicisitudes parecido. Veinte años de edad tenía RIVADENEIRA más que Cervantes (1527-1547); pero aquél vivió más años que éste; de modo que entre sus fallecimientos medió solamente el espacio de cinco años (1611-1616). Fué RIVADENEIRA paje del cardenal Farnesio, Cervantes de Aquaviva; el uno toledano, el otro de Alcalá de Henares, y por tanto, castellanos ambos y de la misma provincia; traviesos eran ambos de muchachos, y más marcada la inclinacion de RIVADENEIRA á las armas; con todo, las compañías en que militaron fueron bien distintas. Ambos ruaron las calles de ciudades populosas de Italia y poseian bien aquel rico y dulce idioma, que tanto contribuyó á suavizar el nuestro. La erudicion de RIVADENEIRA era superior á la de Cervantes; poscia más idiomas que éste, pues hablaba el frances, el aleman y el inglés, ademas del latin, del griego, y algo de hebreo; en cambio Cervantes sabía el árabe y suplia con su imaginacion lo que le faltaba de instruccion. De RIVADENEIRA no se sabe que hiciese versos buenos ni malos.

El año 1583 aparece La Galatea de Cervantes, su primera obra, y por aquel mismo tiempo publica RIVADENEIRA la Vida de san Ignacio, su primer libro en castellano, y en España.

En 1605 publica Cervantes el Quijote; en el mismo año publica RIVADENEIRA su último libro, el Manual de oraciones, en la edicion completa de sus obras, que hizo aquel año. Pero la posicion de ambos era bien distinta : el uno tenía que mendigar el favor de los poderosos; el otro, viviendo alejado de ellos y huyendo de su amistad y sus favores, podia hablarles con la energía, y casi dureza, con que hablaba RIVADENEIRA al cardenal Quiroga, á los señores de la córte y áun al general mismo de la Compañía, á quien decia verdades muy secas acerca de las cosas dignas de reforma, tal cual en su mente y en su conciencia las comprendia, y áun á Felipe II, disuadiéndole de la conquista de Portugal.

Con respecto á Granada, el PADRE RIVADENEIRA le excede en algunas cosas y le iguala en otras. La educacion de éste era superior á la de aquél; era tambien más conocedor del mundo: por eso en RIVADENEIRA no se hallan las expresiones vulgares, y áun á veces bajas, en que hacia incurrir á Granada su educacion plebeya y el poco conocimiento y trato de la sociedad culta y escogida. En cambio en éste se revela más el carácter meridional, hay en él mayor afluencia y verbosidad, más abundancia de imágenes, más inspiracion y poesía, más impetuosidad y viveza.

Con todo, al tomar la pluma RIVADENEIRA para escribir de mística y ascética, se asimila de tal manera á Granada en su hermoso Tratado de la Tribulacion, que al comparar cualquier trozo de este libro con otro de la Guía de pecadores, será difícil distinguir uno de otro; contribuyendo á ello el hipérbaton latino y los giros ciceronianos, á que eran aficionados uno y otro, á fuer de latinos y oradores quintilianescos.

RIVADENEIRA es más polígrafo que Granada: escribe de historia, biografía, bibliografía, política, ascética y mística, y bajo este concepto, su literatura es más variada que la de aquél.

Resta considerarle bajo el aspecto de su criterio. En este concepto era tambien RIVADEneira superior á Granada, y de ello dió pruebas en la cuestion de los éxtasis y llagas de la célebre priora de la Assumpta, en Lisboa, la cual logró sorprender la buena fe y atraerse al anciano y candoroso Granada, pero no al padre RivadenEIRA. Saliendo éste de la iglesia de Atocha, con su lego, amanuense

b

y compañero, el hermano Lopez, vió que se anunciaba un papel acerca de los favores divinos y mílagrosas llagas de aquella monja portuguesa, cuyos portentos eran narrados en la córte con asombro. Encargó RIVADENEIRA al buen lego que comprára uno de aquellos papeles y lo guardase para más adelante, previendo el funesto desenlace de aquella mal urdida farsa, y diciendo palabras que han quedado en proverbio: Llagas tan manoseadas, áun cuando fuesen verdaderas, merecerian que Dios las quitase.

Se acusa á RIVADENEIRA de poco crítico en las narraciones de su Flos Sanctorum, en las cuales da mucho á la parte legendaria y portentosa de la vida de los santos. Preciso es entrar despacio en este terreno y mirar dónde se pone el pié. En esta clase de narraciones piadosas, para el escéptico y el racionalista todo es legendario. La crítica de ciertas gentes en estas materias es muy sencilla; se reduce á negarlo todo á carga cerrada, y en lugar de aducir pruebas, responder con burlas y negativas absolutas.

Pero esto no es una regla de criterio: tan mal crítico es el que niega lo que no debe negar, como el que cree lo que no debiera creer.

Supuesto este precedente, al escribir RIVADENEIRA su Flos Sanctorum, habia de escribir con el criterio católico, no con el volteriano, que entonces ni áun era soñado, cuanto ménos conocido; pues los protestantes mismos no negaban los milagros ni el principio sobrenatural ó suprasensible, como dicen los escolásticos modernos en su bárbara y estridente jerga. Tampoco podia usar un criterio superior al de su siglo. Áun no se habian principiado á escribir las grandes obras de crítica, emprendidas poco despues por Bolando, Tillemont y otros varios. Es verdad que ya por entonces Sismond, tambien jesuita, y otros habian empezado á demoler las preocupaciones y ficciones amontonadas en la edad media; pero éstos escribian para los sabios y eruditos, y RIVADENEIRA iba á escribir una obra popular, á la altura de la capacidad del pueblo español; obra para fomentar la piedad, no para atenuarla ni disminuirla. Querer que entonces escribiese RIVADENEIRA como doscientos años despues escribia Villanueva, es querer un anacronismo. La crítica, como todas las cosas del saber humano, tiene su progresion lenta y gradual, y cuando el reloj de la crítica marcaba las diez de la mañana faltaban dos horas para llegar al mediodia.

Lo único que se podia exigir á RIVADENEIRA era que no aumentase fábulas á fábulas y ficciones á ficciones, como se estaba haciendo entónces en España, y quizá á su mismo lado y por los inventores de los falsos cronicones. En este particular fué una fortuna que RIVADENEIRA no cayese en el lazo que se tendia entónces à la piadosa credulidad de nuestros mayores, y ántes al contrario, las vidas de los santos, tal cual las escribió RIVADENEIRA, representan las creencias de los españoles con todo el fondo de piedad y sencillez que tenian á fines del gran siglo XVI, ántes que los embaidores del siguiente las embadurnáran con apócrifos y estupendos milagros, ó dieran carta de naturaleza en España á todos los santos que no tenian patria conocida.

S IV.

Idea de esta coleccion.

Apurado andaba un dia buscando un ejemplar del Tratado del Príncipe Cristiano para evacuar una cita. En dos bibliotecas pedí el libro, y en ambas escuché el terrible ¡no hay! Y con todo, lo habia; pues ambos índices anunciaban la edicion de 1605, en que está comprendido aquel tratado; pero ni los empleados en la biblioteca ni yo teniamos bastante conocimiento de aquella edicion. En un arranque de mal humor, dije para mí: «¡Por qué este don Manuel Rivadeneyra no habrá pensado en darnos las obras de su homónimo!» Por aquellos mismos dias adquirí y leí con mucho gusto la interesante biografía escrita por el P. J. M. Prat, Histoire du Père Ribadeneyra, disciple de Saint Ignace, par le P. J. M. Prat, de la Compagnie de Jesus; Paris, ap. Victor Palmé, 1862.

La primera vez que vi á don Manuel Rivadeneyra, pocos dias despues, le manifesté la conveniencia de dar cabida en la BIBLIOTECA á las obras de RIVADENEIRA. Accedió á ello; neguéme á ser yo quien hiciera este tomo, teniendo otras muchas ocupaciones: hablé á dos ó tres literatos, muy competentes para este trabajo, y se excusaron ó negaron á ejecutarlo. ¡Qué remedio! ¿habia de dejar morir el pensamiento que yo mismo habia engendrado?

El dar todas las obras de RIVADENEIRA en la BIBLIOTECA era imposible; se necesitarian para ello cuatro tomos, sin contar los latinos. La edicion de las obras, hecha en 1605, necesitaria dos tomos, y en otro no cabrian el Flos Sanctorum y los tratados inéditos. Preciso fué elegir lo más selecto y variado, con un plan que diese unidad á todo el libro. A este fin pareció lo mejor dar la Vida de san Ignacio, como primero y principal libro de RIVADENEIRA, y con esto el origen de la Compañía de Jesus, ensalzada por unos hasta las nubes, y deprimida por otros hasta arrastrarla por el cieno, pero reconocida por todos como altamente importante. La Vida de Lainez señala el desarrollo de esta institucion, y se hubiera completado éste áun más si hubiera sido posible dar cabida á la interesante Vida de san Francisco de Borja.

El Cisma de Inglaterra presenta ya más anchos horizontes, y las luchas del catolicismo con el protestantismo, en las cuales tan viva parte principiaba ya entónces á tener el naciente instituto de la Compañía.

Marca luego el Tratado del Príncipe Cristiano las reglas de conducta que señalaba á los gobiernos católicos la política verdaderamente cristiana de aquel tiempo, completando el pensamiento el Tratado de las Tribulaciones, para considerar las causas é importancias de éstas en el órden público y privado.

De este modo hay trabazon y enlace entre todos estos diferentes tratados, y la amena variedad que resulta de la diferencia de materias biográficas, históricas, políticas y ascéticas.

El preámbulo de cada uno de estos tratados y diferentes libros manifestará las cualidades, importancia, aceptacion y ediciones de cada uno de ellos.

Quizá más adelante, y á la vuelta de algunos años, á la BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES conviniera dar otro tomo de RIVADENEIRA, en que tuviesen colocacion la Vida de san Francisco de Borja, la Canonizacion de san Ignacio, y las fiestas que hubo en Madrid con este motivo; las fundaciones de los colegios de Madrid, Toledo, Alcalá y otros puntos; las biografias de las dos piadosas señoras arriba citadas, el Tratado del gobierno de la Compañía, los tres diálogos sobre las persecuciones, las Confesiones, acerca de su propia vida, escritas por el mismo RIVADENEIRA, y la Vida de éste, redactada por el hermano Lopez, su secretario y confidente, con curiosos é importantes documentos, de que sacarian no poco fruto los literatos y personas eruditas.

El tomo segundo sería tan agradable é importante como este primero; la reunion de todos estos materiales, inéditos en su mayor parte y apénas conocidos, no será trabajo fácil.

Con este tomo primero se ha satisfecho una necesidad; el segundo sería de una gran utilidad. Al concluir estos párrafos preliminares, he creido deber consignar esta última observacion, no solamente para los literatos, que quieran ó puedan hacerlo, sino tambien para el editor de esta importante BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES, si acaso más adelante don Manuel Rivadeneyra quisiera hacer este segundo obsequio á la buena memoria de su homónimo de apellido el PADRE PEDRO RIVADENEIRA.

VICENTE DE LA FUENTE,

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