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cial, ora fuese de la misma república de Carmona, ora del emperador Augusto, se hallaba autorizado con la potestad quatuorviral, que aquí era la suprema, para todo lo que fuese necesario para las fiestas: públicas que Carmona preparaba á Lucio César para cuando pasase por ella, de lo cual no llegó el caso.

Los caballeros romanos existentes y avecindados en Carmona, habiendo precedido decreto de los decuriones ó regidores, adornaron este monumento, habiendo destinado doscientos áureos para el gasto de este adorno.

Por el encargo de mandar y presidir las fiestas públicas que se preparaban á Lucio César podemos averiguar la fecha de este monumento. Pues se expresa tal encargo en la piedra, claro está que este príncipe aún no había muerto, ó no había llegado á Carmona la noticia de su muerte. Este príncipe falleció en Marsella, viniendo á España, el dia 20 de Agosto del año 755 de Roma, en que comenzó la XXV potestad tribunicia de Augusto, año 32 de su imperio, y en que fueron cónsules Publio Vinicio y Publio Alfeno Varo: conque si Cristo nació el año siguiente de 757 de Roma, en que fueron cónsules Cayo Sensio Saturnino, por la segunda vez, y Lucio Elio Cato, murió Lucio César cerca de veintiocho meses antes de la venida de nuestro Redentor; y siendo natural que antes de su muerte se pusiese este monumento, viene á ser éste á lo menos dos años y medio anterior á esta célebre época: antigüedad que es muy honrosa para este pueblo, especialmente cuando por esta piedra consta que ya en aquel tiempo tenía Carmona pontifice, augur, quatuorviros, en vez de duumviros, anfiteatro y caballeros romanos avecindados en ella.

Antes de apartarme de éste, no dejo de observar que este magistrado era de la familia Junia, de que fue Junio Bruto, homicida de César; pero si nos hacemos cargo de cuánto la adulación dominaba en aquellos tiempos, podremos asegurar que era de rama diversa; á lo menos no parece creible que eligiesen para festejar á Augusto en la persona de Lucio César un pariente del asesino de su padre, ni una persona que por su parentesco recordase al más fuerte vindicador de la libertad de la república, cuando se trataba de cortejar al que se suponía heredero de sus opresores» (1).

(1) Mucho se ha censurado á D. Cándido María Trigueros por haber dicho, fundándose en el texto de la inscripción de Lucio Junio Rufo, que en Carmona existió anfiteatro. Este es uno de los principales motivos en que sus enemigos se apoyan para calificarlo de ignorante é inventor de cosas que jamás han sido. Pues bien; durante el invierno de 1885 los Sres. D. Juan Fernández López y Mr. George Edward Bónsor han descubierto á espaldas de la calle Atarazanilla un anfiteatro, que es á la vez teatro y circo. Tiene este monumento una gran entrada cortada en la roca en forma de rampa, de cuatro metros de ancho por treinta y siete de largo y con una

Por último, el año de 1868 se descubrió la necrópolis romana, monumento el más importante de los encontrados hasta el día, y que por el número de sepulcros familiares que contiene y el lujo con que están decorados demuestra mejor que todo otro razonamiento el mucho vecindario de la ciudad y la grande riqueza y civilización de sus moradores.

IV

La necrópolis romana de Carmona mide un kilómetro cuadrado de extensión próximanente, y con arreglo á lo dispuesto en la ley de las XII Tablas está situada en las afueras de la ciudad (1). Empieza en el campo Real, sigue por el final de las calles Sevilla y Enmedio, comprende algo de la huerta del extinguido convento de San Francisco, y dando la vuelta por el lavadero de Juan Manta, parte inferior del sitio llamado el Quemadero, y cercado de olivar de D.a Carmen Osuna, concluye detrás de la Cantera Chica, en el camino público conocido por la Corredera. No se vaya á creer que todo el kilómetro descrito está materialmente sembrado de sepulcros; éstos, si bien alcanzan los límites asignados, se encuentran diseminados al estilo de Roma, y ya forman calles paralelas á las vías públicas y particulares, ya constituyen grupos ó círculos alrededor de los monumentos de importancia que por aquellos lugares debieron existir, teatro, circo, foro., etc.

A imitación de la de Roma, la necrópolis que nos ocupa tiene campo de Marte y campo Esquilino. El primero, destinado á enterramiento de los ricos y poderosos, se compone del campo Real y

inclinación de seis á nueve grados: debió servir para el paso de los carros y de la caballería. El eje mayor de la arena, esto es, el espacio comprendido entre dos puntos extremos del podio, alcanza 53 metros 60 centímetros y el menor 35 metros 60 centímetros. Han encontrado también corredores ó precinciones, y en algunos de ellos nichos, que todo autoriza á creer debieron alojar los vasos destinados á mejorar las condiciones acústicas del edificio Sobre el primer meniano han visto hasta seis gradas, las cuales les han servido para calcular el número de 30 que tenía la cávea. En un luminoso informe que Mr. George Edward Bónsor ha dirigido á la Academia de la Historia, prueba con abundancia de datos que este monumento fué al par que teatro, circo y anfiteatro.

Véase, pues, á lo que ha quedado reducida una de las más graves acusaciones formuladas contra el beneficiado de San Bartolomé de Carmona. El tiempo y la casualidad han venido á demostrar que D. Cándido María Trigueros tenía razón al interpretar la lápida de Lucio Junio Rufo. ¿Qué dirán ahora sus enemigos? ¿Y quién Babe si el dia menos pensado no sucederá lo mismo con la célebre lápida de Ceres? (1) La ley de las XII Tablas prohibía el enterramiento de los cadáveres dentro de la ciudad: «Hominem mortuum in urbe ne sepelito neve urito. (Cicerón, de lege II, 23.)

la gran porción de terreno que hay desde el camino de la Corredera y la Cantera Chica hasta el cercado de Simón, y el segundo, generalinente reservado para los pobres, cae hacia el lavadero de Juan Manta y predios colindantes á la huerta de San Francisco. Las razones que nos asisten para colocar el campo Esquilino al extremo Norte de la necrópolis son bastante poderosas, por más que no estén basadas en pruebas de esas que alejan todo motivo de duda ó sospecha, por ejemplo, si se hubiera encontrado algún trozo de la columna de que nos habla Horacio (1). ¿Cómo explicar, si no, el extraño contraste de que mientras por los otros sitios se encuentran en abundancia sepulcros familiares, en el lavadero é inmediaciones de la huerta de San Francisco sólo se descubren sepulturas de gente pobre, consistentes de ordinario en un hoyo abierto en la roca, y dentro de él una ánfora de barro conteniendo las cenizas del muerto? Las mismas tumbas de familia. que por allí se han registrado son elocuente testimonio de que aquel lugar era el elegido para que los desheredados de la fortuna durmieran el sueño eterno. Tienen estas tumbas el techo bajo en demasía; la cámara funeraria reducida y pequeña; las paredes y bóvedas sin alicatados ni molduras, y ni por casualidad se han visto pinturas en ninguna de ellas. Pero si lo expuesto no fuera suficiente á justificar la división que hemos hecho de la necrópolis, ahí tenemos el fragmento de inscripción hallado á la puerta del Mausoleo Circular, de cuya lectura parece desprenderse que el Municipio levantó el monumento á sus expensas y en terreno propio ó del común. Siendo esto así, ¿para qué prueba mejor de que el campo Esquilino debió estar en el lavadero de Manta y sus alrededores? (2).

Asombro y admiración causa, en verdad, el número de sepulturas y tumbas de familia que encierra el campo de Marte. (En el Esquilino se ha trabajado poco hasta la fecha en atención al exiguo resultado de las excavaciones.) Las sepulturas registradas pasan de ciento, y entre ellas las hay de todas las épocas, es decir, de antes y después de la cremación. Las de los primeros y últimos tiempos, esto es, las que guardan cuerpos que no han sido incinerados (3), son por extremo sencillas y en nada se diferencian de las de hoy: consisten en

(1) A un extremo del campo destinado para sepulturas públicas había una columna de piedra en que estaba escrito cuánto tenía de longitud este campo paralelamente al camino real (iu fronte) y en la dirección de los campos (in agro vel-um), y además, qué clase de personas se enterraban en él. (Hor., od. 3.a)

(2) Véanse más adelante la explicación del Mausoleo y de la lápida.

(3) La costumbre de quemar los cadáveres no se hizo general entre los romanos hasta los últimos tiempos de la república Sila fué el primero que quemaron de la rama patricia de la familia Cornelia, y se cree que él mismo lo mandó para evitar que hiciesen con su cadáver lo que habían hecho con el de Mario, que lo desenterraron y lo tiraron por varias partes (Cicerón, de lege II, 22.) La costumbre de quemar se abandonó poco a poco desde que apareció el cristianismo, y á fines del siglo IV se había perdido enteramente. (Macrob., VII, 7.)

una fosa de dos metros de largo y cincuenta ó sesenta centímetros de profundidad, rellena de cal y tierra para la más pronta descomposición del cadáver. Las del periodo de la cremación son bastante más complicadas, y bien merecen el que nos detengamos algo en su descripción y estudio. Constan de una doble excavación hecha en la roca, la inferior mucho más estrecha y corta que la superior, y separadas ambas por un poyo, sobre el que descansan las tejas ó sillares que protegen á las cenizas del contacto de la tierra. Las tejas (tegulæ) son siempre en número de ocho: seis están colocadas en el sentido de la longitud del bustum y las dos restantes en dirección transversal. Finalmente, cerrando el vértice del doble plano inclinado que forman, hay cuatro ó cinco canales pequeñas (imbrices), muy parecidas á las tejas moriscas de hoy. En el fondo de la sepultura ó bustum, y cubiertas por esta especie de bóveda, se encuentran las cenizas, de entre las cuales es común sacar espejos, estilos, ungüentarios, vasos de libaciones, platos con restos de comida, y lucernas (1). De estas últimas, sobre todo, se ha extraido cantidad grande y muy variada. Son de barro cocido y con figuras de relieve sobre la tapa. Por lo general representan animales, el gallo, el toro, el perro, el pavo real y el caballo alado; pero también las hay con divinidades mitológicas, asuntos eróticos, bustuarios, etc.

No todas las sepulturas están cubiertas con tejas y sillares; las hay también cuya techumbre es de una fábrica especial. Se reducen á un corte hecho en la roca, y en el centro, ocultando las cenizas, medio cilindro de rosca de ladrillo, herméticamente cerrado, y de dos metros de largo por cincuenta centímetros de alto. El aspecto que estas sepulturas ofrecen, una vez limpia la parte superior, es por demás severo é imponente, y sin saber por qué, quizá por la misma sencillez y majestad del conjunto, es indescriptible la impresión que en el ánimo produce esta especie de arca de piedra. De nosotros podemos decir, que aun no hemos podido lograr que la presencia de las tales sepulturas nos sea indiferente; por el contrario, siempre sentimos profunda emoción cuando una de ellas surge á nuestra vista.

De propósito hemos dejado para lo último la descripción de una sepultura, sola en su clase, que fué encontrada en el cercado de olivar de D.a Carmen Osuna por los años de 1874 á 1876. Se componía de

(1) Refiere Juvenal que los romanos ponían en las sepulturas ciertas ofrendas, que por lo regular eran habas, lechugas, huevos y otros alimentos, porque creían que los espíritus venían á comerlos para mantenerse. De esta costumbre provino la expresión Cana Feralis.

Que Juvenal contó la verdad, ha podido comprobarse en la necrópolis romana de Carmona. En efecto; de una sepultura, descubierta en 1879 en el campo de Simón, salió un plato, dentro del cual había un par de huevos de gallina, y en las tierras de Javier Montero, cerca de la Cantera Chica, se han registrado sepulturas, de las cuales salieron platos y tazas con huesecillos de conejos y de aves.

una fosa común, centro de un circulo perfecto, al extremo de cuyos radios había hasta ocho pequeñas excavaciones, conteniendo cada cual su correspondiente urna cineraria. Registrada la fosa, resultó que el cadáver en ella enterrado no había sufrido la cremación, mientras que lo contrario ocurría con los restos guardados en las urnas. Otra particularidad: dentro de algunas de éstas se hallaron ungüentarios; en el fondo de aquélla los huesos, y nada más que los huesos. En balde se ha trabajado por descubrir nuevas sepulturas de este género. Todo inútil; no ha sido posible hallar segundo ejemplar (1).

V

Si grande es el número de sepulturas registradas en el campo de Marte, mucho mayor lo es el de las tumbas de familia que en el mismo existen. Baste decir que hasta la fecha (Diciembre de 1884) van deslindadas y vistas doscientas veintiseis. Tal vez habrá quien encuentre exagerada la cifra y la tache de inverosimil. No lo esperamos; pero si así fuese, facil le será salir de dudas, al que las tenga, viniendo y contándolas sobre el terreno.

Las tumbas de familia, como más atrás hemos dicho, no están diseminadas á la casualidad, sino que forman grupos ó calles, según fueran vías o edificios los que tuvieron cerca. En las tierras del camро de Prepusa, por ejemplo, se encuentran alineadas á uno y otro lado de la vía Augusta (2); en el campo de los Olivos describen circu

(1) Mr. George Edward Bonsor cree que esta sepultura es de las más antiguas de la necrópolis. Según dicho señor, la fosa central debió pertenecer á algún caballero romano, muerto durante el gobierno de la República, época en que, por no haber aceptado la cremación los nobles y patricios, sólo iban á la pira los cadáveres de los esclavos y libertos, cuyas cenizas son, seguramente, las que están en las urnas de alrededor.

(2) En el campo de Prepusa se ha encontrado un camino cortado en el alcor y perfectamente labrado en su fondo y bordes. Tiene de ancho cuatro metros setenta y cinco centímetros, y al pie de uno y otro borde, desde la parte posterior de los molinos de la Corredera al final de la Cantera Chica, trozo explorado, se le han contado veintidos sepulcros. ¿Sería este camino una vía privada ó senda, destinada al servicio especial de la necrópolis? Creemos que nó, porque acabando los enterramientos en la encrucijada que hay á la conclusión de la huerta de Cabello, aquél va más allá, y siempre en dirección de Sevilla. (Lo hemos podido seguir hasta las inmediaciones de la finca llamada Marbella.) Nosotros entendemos que el camino en cuestión es el que todos los autores designan con el nombre especial de via Militar de Augusto. Y lo creemos así por varias razones: primera, porque la anchura de cuatro metros y setenta y cinco centímetros, que el camino tiene, es próximamente igual á la de cuatro metros y cincuenta y siete centímetros, reconocida á la célebre via Appia; segunda, porque en ningún otro sitio de los inmediatos á Carmona se encuentran vestigios de haber existido la vía Militar; tercera, porque á la margen derecha del camino de

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