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robusto y sonoro, prueba inequívoca de que habían sido descubiertos, partió de uno de los grupos que rodeaban el alcázar. Beltrán de Pareja y los suyos, que eran los que bajaban, lejos de responder y detenerse, apretaron los caballos sin miedo á despeñarse por terreno tan quebrado y desigual, y á todo correr atravesaron el cordón que formaban los de la villa.

Veloz como el rayo corrió la noticia de que el alcázar de la Reina estaba abandonado. Carmona entera entró en conmoción; y los caballeros y fijos-dalgo que aquella noche no estaban de guardia diéronse prisa á presentarse en su puesto. Reconocida la fortaleza y comprobada la exactitud de la fuga, mientras Fernando de Sanabria salía por la puerta de Marchena en persecución del teniente de Juan de Torres, los alcaldes, regidores y jurados escalaban los muros y entraban en el alcázar, que encontraron desierto. Todavía se oía claro y distinto el galopar de los ginetes de Fernando de Sanabria, cuando ya Luís de Godoy, subido en la torre más alta del alcázar de la Reina, gritaba con toda la fuerza de sus pulmones: «¡Carmona, Carmona, Carmona por el rey D. Alfonso!»

III

Con la huida de Beltrán de Pareja y la toma del alcázar por los alcaldes y regidores, todo autorizaba á creer que Carmona entraría en un período de tranquilidad y sosiego, sin peligro á que los vecinos y moradores volviesen á experimentar los perjuicios y quebrantos que la guerra les ocasionaba en sus personas y haciendas; pero desgraciadamente no sucedieron así las cosas. En efecto; apenas quitado de enmedio el enemigo común, aquellos caballeros y fijos-dalgo tornaron á sus rivalidades y disensiones, si no de una manera ostensible y declarada, lo bastante transparente al menos para mantener á los habitantes de la villa en continua zozobra v alarma.

Bien mirado, el proceder de los ligueros de Carmona era lógico y natural, dada su manera especial de ser y el móvil que los guiaba en todas sus empresas. Lo extraño habría sido que aspirando cada cual á sacar de las circunstancias toda la utilidad posible en provecho propio, y sabiendo que el medio mejor de conseguirlo consistía en anular la influencia y personalidad de sus contrarios, no se hubiesen valido de cuantos recursos tenían á su alcance y podían servirles para el logro de sus deseos. Téngase presente, que antes que súbditos del hermano del rey Enrique y antes que amigos del conde de Arcos,

del duque de Medina-Sidonia ó del marqués de Villena, eran partidarios de su conveniencia y engrandecimiento particular, y que sobre el interés del trono y el de los magnates cuya bandera seguían estaba la realización de sus egoistas aspiraciones. Si ellos hicieron causa común con los rebeldes de Avila, únicamente fué por las ventajas que pensaron obtener para sí, y no porque les preocupase en poco ni en mucho el que la corona se hubiese de dar en definitiva á la princesa D.a Juana ó al infante D. Alfonso. Porque, en último término, ¿qué les importaba que uno u otro hijo de Juan II rigiese los destinos de Castilla? Lo esencial para ellos era hacer su negocio; todo lo demás, como de importancia secundaria, los tenía sin cuidado, y dejaban que otros le diesen la solución que mejor cuadrase á sus designios. Téngase también en cuenta, que la conducta observada por los principales caudillos carmonenses era reflejo fiel de la que seguían en la corte D. Juan Pacheco, D. Juan de Guzmán y D. Juan Ponce de León, quienes á todo trance querían apoderarse de Carmona y trabajaban con verdadero empeño por colocar al frente de la villa capitanes de toda confianza, que en un momento dado supiesen vencer á cualquiera otra parcialidad que les disputase el triunfo; pero comprendiendo que los planes que acariciaban no estaban lo bastante maduros como para llevarlos al terreno de la fuerza, transigían los unos con los otros, en aras de la necesidad, y exhortaban de continuo á sus amigos para que cèdiesen en cuanto les fuera posible y vieran el modo de evitar toda colisión, interin llegaba la hora de reclamar con las armas en la mano la parte de botín que las más elementales reglas de prudencia aconsejaban ceder por el pronto.

Algunos caballeros, con especialidad los más soberbios y levantiscos, se avenían mal con la paciencia y espera que se les quería imponer, máxime cuando, según ellos, era tan fácil disfrutar entre pocos lo que no había precisión de repartir entre muchos; pero la mayoría de sus compañeros, sobre todo, aquellos que experimentaran en cabeza propia los disgustos y contratiempos que ciertas aventuras acarrean y los peligros á que se exponen los no favorecidos por la fortuna, se negaron siempre á consentir en un rompimiento tan inoportuno como fuera de sazón, y lograron obtener, aunque á duras penas, que el orden material no se turbara.

Los que por el camino de la violencia querían buscar el logro de sus ambiciosos proyectos cedieron por fin, adoptaron el sistema de las contemporizaciones y se condujeron con el tacto y la habili dad suficientes para tolerarse y hasta cierto punto desentenderse los unos de los otros. Mientras los carmonenses, dando una prueba de talento y discreción nada comunes en aquellos tiempos, se imponían cierta manera de vivir y evitaban toda escisión y conflicto, el duque y el conde ponían á contribución su valer é influencia cerca del

rey Alfonso, y al cabo de mutuas transacciones concluían por hacer la siguiente distribución de los empleos y oficios de Carmona: Frey Luís de Godoy y Juan González de Calvente, protegidos del marqués de Villena, alcaide del alcázar de la Reina y mayordomo de la villa el primero, y asistente el segundo; Pedro de Sotomayor, antiguo amigo del conde de Arcos, alcalde mayor; y Gómez Méndez de Sotomayor, hechura del duque de Medina-Sidonia, alguacil mayor y alcaide del alcázar de la puerta de Sevilla. Los restantes cargos se cubrieron por partes iguales entre los amigos de D. Juan Ponce de León y D. Juan de Guzmán.

El anterior reparto dejó satisfechos y complacidos á los que ocuparon los primeros lugares; pero grande disgusto produjo, en cambio, entre los jurados y regidores, que sin reserva se quejaban de lo mezquino de la recompensa que les fuera concedida. De acallar estas murmuraciones se encargó el maestre de Calatrava, D. Pedro Girón, expidiendo cédula fechada en Carmona el 16 de enero de 1466, por virtud de la cual se elevó el salario de los alcaldes, regidores y jurados á tres mil, dos mil, y seiscientos maravedís anuales respectivamente. Con el aumento de las quitaciones y la repartición de los bienes confiscados á Diego Delgado y Diego de Villalobos concluyeron las quejas de los descontentos y se disiparon las nubes que iban amontonándose sobre la villa. (Antes de abandonar á Carmona, el maestre de Calatrava se llevó de los fondos de propios doscientos cincuenta mil maravedís, que dijo necesitar para levantar banderas por D. Alfonso, los cuales le fueron entregados por el ya mayordomo Frey Luís de Godoy) (1).

(1) Desde muy remotos tiempos el nombramiento de mayordomo de la villa se hacía en Carmona por elección y suerte. Para ello se reunían los individuos del consejo en cabildo el día de San Juan Bautista de cada un año, y después de elegir en votación secreta dos vecinos por cada una de las collaciones, sorteaban los nombres, y el que salía, aquél era el mayordomo. Esta costumbre se observó hasta fines del reinado de Enrique IV y principios del de los Reyes Católicos, en que los mayordomos Frey Luís de Godoy y Sancho Dávila convirtieron en feudo suyo el dicho cargo, y no sólo lo daban á quien querían, sino que lo proveían por todo el tiempo que convenía á sus intereses personales ó de partido. La explicación de este abuso es bastante sencilla. El mayordomo era el encargado de recaudar y custodiar los caudales de propios, hacer los pagos, &c. y el que disponía del mayordomo ¿cómo no había de poder contar con los fondos que éste administraba?

Al fallecimiento de Sancho Dávila intentaron y hasta consiguieron algunos seguir tan cómodo sistema; pero habiendo reclamado los vecinos y moradores de Carmona, los reyes D. Fernando y D.Isabel expidieron la siguiente cédula, que colocó las cosas en su verdadero lugar: «Don Fernando é Doña Isabel, &c. Bien sabedes como porque á nos fué fecha relación que en los tiempos pasados, antes que el mayordomo Frey Luís de Godoy fuese alcaide de la fortaleza de la dicha villa, se había usado é acostumbrado en ella que el concejo, justicia y regidores de la dicha villa, estando juntos en su regimiento el día de S. Juan de junio de cada un año, tomaban de cada collación della dos vecinos de buenas famas é conciencias é los presentaban en el dicho concejo, é presentados, echaban suertes entre ellos, é que à aquel que cabía la suerte, le proveían de mayordomo de la dicha villa por aquel año, é que es

á

Los medios puestos en práctica por D. Pedro Girón para asegurar el sosiego de Carmona no pudieron ser ni más hábiles ni más acertados. Verdad es que premió á algunos con mayor largueza de la que sus méritos y servicios pedían; pero no menos cierto es también que esta misma generosidad los hizo á todos más prudentes y los detuvo en el camino de los alborotos y escándalos. De resultas de la tolerancia establecida entre los amigos del marqués de Villena y los del duque de Medina-Sidonia y el conde de Arcos el orden más perfecto reinó en la villa durante diez y ocho meses; sin embargo, estaba escrito que el espíritu de la concordia no pudiese habitar mucho tiempo entre aquellos hombres, y una nueva intriga, preparada por los de D. Juan de Guzmán, estuvo á punto de echarlo todo á rodar, amena

tando en tal uso é costumbre desde antiguo tiempo hasta que el dicho mayordomo Frey Luís de Godoy, de fecho é contra derecho, con el mando é poder que en la dicha villa tenía, en quebrantamiento del dicho uso é costumbre, avía proveido del dicho oficio de mayordomo á quien quería, é nombraba, pidiendo los votos para ello, á los regidores desa dicha villa; é que después del dicho mayordomo Frey Luís de Godoy, vos, los dichos regidores, os avíades quedado en el uso é costumbre; é que así mismo, Sancho de Ávila, en el tiempo que fué alcaide de la dicha fortaleza, no consintió que el dicho oficio de mayordomo se diese sino á quien él quería, é porque de aquello venía perjuicio é daño á los vecinos é moradores de la dicha villa, nos ovimos mandado dar nuestras cartas é sobre cartas para vos, para que si así era, guardásedes el dicho uso é costumbre antiguo, é así mismo, ovimos dado sobre ello otras nuestras cartas é sobrecartas, así para Juan de Ulloa, nuestro vasallo é corregidor que agora es en la dicha villa, como para otros nuestros jueces que en ella antes dél fueron, para que se informasen é supiesen la verdad de cómo se avía usado é acostumbrado lo susodicho; é avida, la enviasen ante nos para que nos proveyésemos cerca dello como cumpliese á nuestro servicio é bien é pró común de la dicha villa, como largamente en las dichas nuestras cartas se contenía; sobre lo cual el dicho Juan de Ulloa, nuestro corregidor, haciendo é cumpliendo lo que por la dicha nuestra carta le fué mandado, hizo la dicha pesquisa cerca de lo susodicho é la envió ante nos, la cual por los del nuestro consejo vista, fué acordado que por lo que cumplía á nuestro servicio é á la buena gobernación de la dicha villa, debíamos proveer sobre ello en la forma siguiente, é nos tovímoslo por bien. Porque vos mandamos que agora é de aquí adelante, para siempre jamás, vos los vecinos de cada una de las collaciones de la dicha villa, juntos en vuestros ayuntamientos, según que lo avéis de uso é de costumbre, el domingo antes del día de S. Juan de junio primero que venga, é dende en adelante en cada un año, para siempre jamás, por el dicho día elijades de entre vosotros un ome bueno, llano é abonado é contioso, vecino de la dicha villa, de cada una de las collaciones della, de manera que cuantas collaciones oviere tantos omes sean elegidos; é después de así elegidos é nombradas las dichas personas, los llevedes é presentedes la víspera del dicho día de S. Juan en las casas del cabildo de la dicha villa ante el concejo, justicia, regidores y jurados della, que para esto mandamos que aquel día se junten; é así presentados ante ellos, escriban los nombres de los que así fuesen elegidos é nombrados é presentados ante ellos, cada uno dellos en su papel aparte, é tamaño uno como otro, é doblados los dichos papeles, los echen dentro de un cántaro, é llamen allí un niño, é meta la mano dentro dél é saque el uno de los dichos papeles, é aquel que sacare sea mayordomo por aquel año, é reciban luego dél el juramento é solemnidad que en tal caso de derecho se requiere; lo cual fecho, use del dicho oficio por el dicho año, según las ordenanzas é arancel que le fuere dado, é que desta manera se faga é guarde de aquí adelante en cada un año para siempre jamás. É por esta dicha nuestra carta mandamos &c.— Dada en el real de la vega de Granada, á treinta días del mes de julio, año del nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de mil é cuatrocientos é noventa é un años.»

zando reproducir los antiguos trastornos. Afortunadamente los partidarios de D. Juan Pacheco, en daño de los cuales se aparejaba la revuelta, conocieron el juego y supieron escapar al lazo que se les tendía, cediendo en apariencias ante las pretensiones de sus enemigos, sin por ello perder ninguna de las ventajas adquiridas.

Fué el caso, que el alcaide del alcázar de la Reina y mayordomo mayor, Frey Luís de Godoy, quiso mejorar las condiciones guerreras de la fortaleza que le estaba encomendada é invirtió algunas cantidades en la reparación de ciertas torres y murallas, cuya cuenta presentó más tarde en cabildo, solicitando que el regimiento le permitiese pagar los gastos con los fondos del común. Los del duque de MedinaSidonia, que hacía tiempo deseaban ofrecer la batalla á sus antiguos aliados, encontraron excelente pretexto para la realización de sus planes en el paso dado por Frey Luís de Godoy, y no sólo negaron su asentimiento á la petición del alcaide, diciendo que la villa no tenía necesidad de abonar lo que siempre se había satisfecho de las rentas de la corona, sino que, con deliberado propósito de provocar un conflicto, en el mismo ayuntamiento pidieron por conducto de Juan Gutiérrez que el concejo enviase mandaderos á la corte del rey Alfonso y exigiera de éste promesa formal de que por nada ni por nadie se desprendería nunca del señorío de la villa, siquiera fuese el marqués de Villena quien solicitara la enajenación, apoyando sus pretensiones en supuestos derechos de familia.

El guante estaba arrojado con descaro y atrevimiento sin igual y ninguno de los allí presentes dudó un momento que dejara de ser recogido por los de D. Juan Pacheco. Cuando todos aguardaban ver empeñado un debate en el que la ira sustituyera á la templanza, hé aquí que con profunda sorpresa vieron que tomaba la palabra Frey Luís de Godoy, y con mesurada frase y corteses modos hacía presente que él y sus amigos respetaban las razones expuestas por Juan Gutiérrez, y no sólo renunciaban á que la villa sufragase los dineros gastados en el alcázar de la Reina, sino que, aceptando como suya la proposición del alcalde mayor, exhortaban al concejo para que sin tardanza procediese á la designación de los individuos que habían de marchar cerca del rey Alfonso. Discurso tan conciliador y discreto dejó maravillados y confusos á los adversarios de los Girones, que una vez más se vieron burlados en sus designios. El comendador de Almodóvar, cediendo á sus exigencias, les quitó todo motivo racional de queja y les ganó la partida, obligándolos á buscar mejor pretexto y ocasión más oportuna para buscar querella (1). Juan Gu

(1) Desde muy antiguo gestionaban los Girones para que los reyes les hicieran donación de Carmona. Decían en apoyo de su pretensión, que habiendo sido un caballero de su casa el que al frente de las armas cristianas tomó posesión de Carmona, y su pendón el primero que se tremoló en las fortalezas, con arreglo á las prácticas

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