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PROLOGO.

La presente obra ha llegado á ser, por su rareza, una de aquellas curiosidades bibliográficas de que pocos tienen noticia, y cuya reimpresion llena un gran vacío en nuestra literatura antigua. La misma suerte han tenido otras muchas producciones relativas á nuestros descubrimientos marítimos y á las primeras épocas de nuestras colonias, probándose por este medio la historia de un sin número de hechos curiosos y datos interesantes, relativos á una de las páginas mas instructivas y brillantes de los anales de la humanidad.

Si este desprecio de tan copioso tesoro de conocimientos útiles es poco honorífico á nuestro gusto literario y á nuestro amor propio nacional, no es menos digno de censura el olvido en que se sumergen los nombres de los varones ilustres que han contribuido eficazmente con sus trabajos á las glorias de la literatura española. Increible parece que casi todo lo que se sabe de CASTELLANOS es lo poco que de sí mismo habla en sus Elegías; y que, por mas investigaciones que hemos hecho en archivos y bibliotecas, solo hemos hallado mencion de su nombre y de sus obras en la de don Nicolás Antonio, y en los apuntes que Muñoz ha dejado en la Academia de la Historia.

El primero de estos escritores da á entender que CASTELLANOS nació en Tunja; habla de la primera edicion de la primera parte de las Elegías, la cual vió la luz pública en 1589, sin lugar de impresion; se refiere á una cuarta parte, celebrada por don Tomás Tamayo, en su Collectio librorum hispanicorum, y cita la Bibliotheca indica de Antonio Leon, donde se habla de un ejemplar de la segunda parte, que poseyó Luis Tribaldo de Toledo, cronista real de las Indias, de cuyas manos pasó á las de Lorenzo Cocco, secretario de N. Compegio, nuncio apostólico en España.

Las noticias de Muñoz son todavía mas escasas y menos importantes. No se refieren á la persona del autor, sino á ciertas peculiaridades del ejemplar de ellas que Muñoz habia visto. En él hay una nota manuscrita que dice: «Librería de la catedral de Palencia: donada (la obra) por el doctor Pedro Fernandez del Pulgar, natural de Rioseco, penitenciario de dicha iglesia». Al fin de la segunda parte, observa Muñoz que se lee la firma de Miguel de Ondarza Zavala, con su rúbrica, la cual va también al pié de todas las planas. Sin duda, dice Muñoz, este fué el secretario por quien se despachó la licencia para la impresion, á consecuencia de la aprobacion de Ercilla. Por último, Muñoz advierte que falta un plano en el ejemplar susodicho, y es el de la laguna de Venezuela, y que hay otro en la tercera parte, con este título: <Traza corográfica de lo contenido en los tres brazos que cerca de la equinoccial hace la cordillera de las sierras, que se continúan desde el estrecho de Magallanes.>

Por manera que la única biografía que de CASTELLANOS existe, queda reducida á las escasas noticias que de él mismo injiere en su obra. De ellas se colige que siguió desde luego la carrera militar, y que se halló en reñidos encuentros y corrió grandes peligros en las diferentes campañas á que dieron lugar las conquistas de los vastos territorios de que se formó, en tiem

pos muy recientes, la república de Colombia. Después abrazó el estado eclesiástico y obtuvo el beneficio de Tunja, en lo que se llamó entonces nuevo reino de Granada. En una y otra situacion contrajo relaciones íntimas y tuvo frecuente trato con muchos de los hombres mas distinguidos que figuran en aquellas grandiosas hazañas.

Este descuido de los contemporáneos de JUAN DE CASTELLANOS es tanto mas notable, cuanto que su obra está muy lejos de esa trivial medianía que justamente desdeñan los hombres de saber y buen gusto. El autor no quiso elevarse á la altura de la poesía épica; no quiso revestir su narracion con las galas de la fantasía, ni darle esas formas artificiosas que nunca se emplean sino á costa de la verdad. Menos ambicioso que Lucano y Ercilla, solo consagra sus esfuerzos á preservar del olvido hechos notables y circunstancias graves y curiosas. No es un poeta creador: es un historiador escrupuloso, que prefirió la octava rima á la prosa, quizás para recrear con este agradable ejercicio los últimos años de su vida, ó quizás también, porque á ejemplo de Ovidio, quod tentabat dicere versus erat. A esta segunda opinion nos inclinan su facundia inagotable; la increible facilidad de su versificacion, la cual, generalmente correcta y fluida, aunque á veces demasiado trivial y desaliñada, no se detiene en los obstáculos que le ofrecian la exactitud numérica de las fechas, ni los estraordinarios nombres de los indios y de los puntos geográficos de las regiones que habitaban. Las escenas terribles y las graciosas; las batallas mas sangrientas y las caminatas mas difíciles; fiestas lucidas, cultos solemnes, paisajes floridos y voluptuosos, espectáculos naturales, llenos de horrorosa grandiosidad, todo se presta con igual holgura y lijereza al ritmo de este grande y fecundo versificador; para todo encuentra en su imaginacion fértil y variada ritmos sonoros, cortes de verso naturales, consonantes propios y escogidos, y frases, si no eminentemente poéticas, á lo menos elegantes, bien construidas y muy raras veces torcidas de su prosodia, para formar la cadencia legítima y llenar el número requerido.

Sus defectos son los comunes en su siglo; los mismos en que incurrieron los que mas lustre le dieron con sus producciones inmortales: anacronismos insignificantes, ostentacion pedantesca de importuna y mal traida erudicion, ignorancia de las ciencias naturales envueltas todavía en la infancia, inversion no motivada de sucesos, y esa propensión á retruécanos y antitesis que bajo diversas formas se reproduce en todas las épocas literarias, y de que no supieron preservarse los mayores ingenios de la antigüedad.

Mas estas imperfecciones están mas que suficientemente compensadas por algunas dotes, tanto mas gratas á la generacion presente, cuanto mas escasean algunas de ellas en los trabajos literarios de nuestro siglo. Distinguimos entre estas cualidades preciosas la paciencia investigadora que supone la acumulacion de tantos sucesos, el interés dramático de tan estraordinarias virtudes, la exactitud en la descripcion de las localidades, el arte con que escita la curiosidad del lector, graduando diestramente el desarrollo de los incidentes con que la satisface; por último, esa sencillez candorosa que toda la obra respira, reflejo de un alma recta y pura, consagrada al culto de la verdad y ajena de todo lo que pudiera torcerla y ofuscarla.

Prendas de tanto valor y tan justamente apreciadas por los aficionados á la buena lectura, nos autorizan á creer que el público aceptará las Elegías de CASTELLANOS, como uno de los mayores esfuerzos que á costa de grandes dispendios y trabajos ímprobos hemos empleado para desempeñar las condiciones de nuestro programa, y continuar mereciendo la acogida benévola que han merecido los tomos precedentes de nuestra coleccion.

ELEGIAS

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VARONES ILUSTRES DE INDIAS,

COMPUESTAS

POR JUAN DE CASTELLANOS.

DEDICATORIA AL REY DON FELIPE II.

SEÑOR.

Entre las cosas notables, que autores antiguos nos dejaron escritas, hicieron memoria do aquella gran locura de Corebo, cuya cuenta, no estendiéndose á mas número de hasta cinco, presumia contar las ondas del mar y las arenas de sus riberas; y desta misma podria yo ser agora redargüido; pues, en confianza de tan pobre talento como es el de mi ingenio, propuse cantar en versos castellanos la variedad y muchedumbre de cosas acontecidas en las islas y costa de mar del norte destas Indias occidentales, donde yo he gastado lo mas y mejor del discurso de mi vida, presumiendo levantar sus edificios desde los primeros fundamentos, en todos aquellos puertos que conocemos poblados de españoles. Y aun esta osadía fuera tolerable si no me levantara á otro muy mayor atrevimiento, que fué aventurarme á ofrecer y consagrar mis trabajos al felicísimo nombre de vuestra Majestad, en cuyo esclarecido entendimiento naturaleza puso toda aquella perfecion á que sus fuerzas podian estenderse; mas como sea comun uso de los hombres, y costumbre heredada de los primeros buscar escusas á los yerros que cometen, deseo que se me permita que ansimismo (con algunas razones, aunque criadas á los pechos de mi confuso parecer) procure dar mis disculpas, y descargarme de los cargos que acerca desto se me podrian poner. Pues es así que la flojedad y descuido de muchos, que con la elegancia y primor que al sujeto desta obra se debe la pudieran tomar á su cargo, puso sobre mis hombros la pesadumbre deste cuidado, muy mas grave de lo que ellos pueden llevar, no sin consejo y estímulos de amigos, que se dolian de ver hazañas esclarecidas quedarse para siempre encarceladas en las escuridades del olvido, sin haber persona que movida deste justo celo procurase sacallas á luz, para que con la libertad que ellas merecen corrieran por el mundo, y fueran á dar noticia de sí á los deseosos de saber hechos célebres y grandiosos. Pues como ya tuviese escrito el descubrimiento deste Nuevo Mundo, y lo acontecido en las conquistas de las islas, y alguna parte de la costa de tierra firme hasta el mar de Venezuela, parecióme (por ser el volúmen de lo compuesto algo crecido) que seria justo hacer en aquel pasaje pausa, para que desde allí comenzase segunda parte, con intencion de no publicar lo uno sin lo otro, por haber andado ya la mayor parte del camino; y aunque en este propósito habia dado fondo, importunidades de personas á quien debo respeto me hicieron levar las áncoras y salir con solo el trinquete, mandándome cometer esta primera al beneplácito de fortuna, que así en esto como en otras cosas no siempre suele ser apacible ni favorable. Pero revolviendo los ojos del entendimiento á una y otra parte, para buscalle lugar donde la adversa no se atreviese ni pudiese lastimalla, memoria y voluntad me pusieron delante la fortísima coluna y atlante de la religion cristiana, que es vuestra Majestad; debajo de cuya sombra y á cuyos reales piés estos mis trabajos se humillan para poderse valer entre los

T. IV.

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impetuosos vientos de detractores; pues el mayor y mejor salvoconducto que se les puede encaminar es el autoridad de tan potentísimo monarca, que como vicedios en la tierra no se desdeñará de recebir el cornadillo del pobre à vueltas de los preciosos dones que suelen ofrecer los poderosos, ansí como aquel gran Artajerjes que no se desdeñó (pasando el rio Ciro) inclinar su real cabeza, para beber el agua dél en las palmas de Sinetis, pobre y rústico villano. Movióme también á hacer esto, considerar que cosas de Indias, mayormente tan oclusas y olvidadas, á ninguno se debian dedicar ni consagrar sino al señor universal de aquellas tierras, que ansí en oriente como en poniente gozan deste nombre, á cuya grandeza humilísimamente suplico ponga los ojos no en la bajeza del estilo, sino en el sujeto de la obra y voluntad con que yo la ofrezco, para que otros muchos, cuyos ingenios podrian con pluma delicada en estas partes llevar adelante estos principios, se animen y alienten á poner en escrito hechos dignos de ser eternizados, en servicio de vuestra Majestad, cuya real persona y escelsos estados prospere nuestro Señor con perpetuo aumento de su divina gracia y celestial gloria. Amen. JUAN DE CASTellanos.

CENSURA DE AGUSTIN DE ZARATE AL CONSEJO REAL.

Agustin de Zárate, contador de mercedes que he sido de vuestra Alteza, digo, que por los del vuestro muy alto consejo me fué mandado que viese y examinase un libro que ha compuesto Juan Castellanos, beneficiado en la iglesia de Tunja del nuevo reino de Granada, en que trata de los ilustres varones que en compañía de don Cristóbal Colon, y después dél, descubrieron la navegacion del mar del norte, que los autores llaman Atlántico, y conquistaron y redujeron al conocimiento de nuestra santa fe y la corona real de Castilla los indios naturales de tan estendidas insulas como en él conquistaron, que comunmente se nombra el Nuevo Mundo, mandándome que pusiese en la dicha obra la censura que requiriese para imprimirse, en caso que para ello se le diese la licencia que el autor pedia. En cumplimiento de lo cual, yo he leido y pasado todo el dicho libro, y advertido con diligencia si habia en él alguna cosa que requiriese enmienda; y ante todas cosas veo que la materia de que trata, por ser tan deseada, será muy bien recebida en todos estos reinos, especialmente en el Andalucía y lugares maritimos de aquella costa, donde se tiene mas noticia y comercio con las Indias y navegacion dellas. Porque con haber tantos autores que han compuesto libros del descubrimiento y conquista de las provincias del Perú, y de tantos y tan varios sucesos como en ella ha habido, entre los cuales se puede contar la historia que yo compuse tocante a esta materia, y otros que han trabajado en lo que toca à la Nueva España, todos estos libros quebaban defectuosos y sin principio, por no haber habido quien tomase á su cargo declarar cómo y cuándo, y por quién se comenzó á descubrir tanta anchura de mar como hay ansi norte sur, como leste hueste, desde el estrecho de Gibraltar hasta las provincias de la tierra firme donde va á parar, y lo mucho que los siglos presentes, y los que están por venir, deben principalmente á don Cristóbal Colon, por cuya industria y esfuerzo y diligencia, mezclada con infinitos peligros y riesgos de la vida, y de los demás que le siguieron y acompañaron en aquel descubrimiento, se haya navegado un piélago de tanta longitud y latitud con la conquista de tantas insulas que en él hay, y la dificultad y peligro de su persona, con que resistió y confundió a muchos de los suyos que le contradecian, y aun casi resistian el pasar adelante; que algunos dellos debian ser ejercitados en le tras y razones matemáticas, pues se fundaban en autoridades de gravísimos autores, como eran Plinio y Strabon, Tolomeo y Pomponio Mela y otros que refiere y aprueba san Agustin, que afirman no haber habitacion pasada la

línea equinocial. Lo cual Colon contradijo, alegando autoridades que habia leido de autores auténticos, y señaladamente del divino Platon, en el diálogo que intitula Thimeo ó de natura, y en el siguiente á este, que se nombra Atlántico, que en ambos trata largamente de una isla nombrada Atlántica, que se dice haber sido mayor que Asia, y duraba desde las columnas de Hércules hasta la tierra firme, la cual, con una creciente de la mar en un dia y una noche se anego y quedó toda hecha mar, que reteniendo el nombre de cuando fué isla, se llamó mar Atlántico; é yo supe de persona que habia oido al mesmo Colon, que en confianza de esta autoridad de Platon habia empren dido tan nueva y peligrosa conquista. Pero teniendo contra sí autores tan graves, y con ellos á san Agustin y á san Isidoro, se puede tener por cierto, que no se pudo mover Colon á proseguir tan dificil navegacion sin inspiracion ó revelacion divina. En cuya confianza se opuso á tantas dificultades y peligros y costas, por alcanzar cosa tan nunca vista ni oida, antes comunmente contradicha. Pero las particularidades y sucesos tan varios y notables como para conseguir su pretension pasaron, y las hazañas que hicieron, y las victorias que consiguieron, que parecen casi increibles, estaban sepultadas en las tinieblas del olvido, y defraudadas del loor y gloria que merecian los insignes varones que las alcanzaron, sin que sus hijos y descendientes tuviesen dellas noticia, ni con sabellas se encendiesen sus ánimos á imitallas.

El remedio para todos estos daños é inconvinientes halló Juan Castellanos, consumiendo muchos años de su vida en sacar por rastro las verdades de negocios tan antiguos y recónditos y sin luz, con tan inmenso trabajo como se puede considerar, pues escribió primero el discurso desta historia en prosa. Con lo cual la república tuviera entera satisfaccion, conforme à lo que escribe Ciceron, y después dél Cayo Plinio, que aunque las obras de poesía y oratoria no tienen gracia, ni deben ser admitidas sin mucha elocuencia, la historia (dicen) quoquo modo scripta delectat; esto es, de cualquier manera, y en cualquier estilo que se escriba, deleita y agrada; porque mediante esta alcanzan los hombres á saber cosas nuevas, las cuales por natural inclinacion se huelgan oir de boca de un rústico por palabras groseras y sin arte. Pero Castellanos pasó adelante, porque después de haber escrito esta historia en prosa, la tornó á reducir á coplas, y no de las redondillas que comunmente se han usado en nuestra nacion, sino en estilo italiano, que llaman octava rima, por mostrar á costa de mucho trabajo la emi

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