Y si el gobernador no se rigiera, Cuando se vieron en aquel aprieto, Por gente fanfarrona forastera Que siempre lo trajeron inquieto, Tengo yo para mí que se hiciera De parte de los nuestros buen efeto, Porque su voluntad y su desino Siempre fué de salilles al camino.
Y la gente vecina que se halla Con él, de caballeros y peones, Aunque faltos de bronces y de malla, Tenian estas mismas intenciones, Deseosísimos de la batalla
Fuera de la ciudad con los ladrones, Con ser en número siete doblados Y venir todos ellos bien armados.
Viendo pues ya perdida su bandera. Por no dar largas à peor estado, Su gente trabajó sacalio fuera Con importunidad mas que por grado, Llevando gente que menuda era, Segun pudo furor arrebatado, Do Gonzalo Feruandez guió el freno Haciendo lo que debe cualquier bueno. También Rodrigo Lopez á caballo Con esta voluntad iba corriendo, Con valor que podríamos contallo Versos mas abundantes estendiendo ; Mas una bala pudo derriballo Con estampida de furor horrendo, Privándolo de luz y del consuelo Que le dieron los hados en el suelo. Digo que dellos fué favorecido En dalle generosa compañía, Pues aqueste bidalgo fué marido De aquella hermosísima María Que tiene de Aguilar por apellido; La cual, con el valor que convenia, Escedió con bondad su hermosura Después y antes desta desventura.
Nuño de Castro, por cuya prudencia Pudiera la victoria ser habida, Viendo su parecer y su sentencia Ser del gobernador mal admitida, La gran tristeza le causó dolencia Y en pocos dias le quitó la vida Al varon de virtudes relicario Y para paz y guerra necesario.
Todos lloraron el acabamiento; Mas su doña Francisca de Padilla Mostró tan entrañable sentimiento Que movia las piedras á mancilla; La cual le hizo tal enterramiento Que se puede contar por maravilla : Llorábalo cualquier menesteroso Por ser dellos amparo generoso.
Señoreóse pues de Cartagena La gente cudiciosa del pirata; Hallaronla de muchas cosas llena, Pero pocas preseas de oro y plata: Y su victoria no fué tan sin pena Que pudiesen tenella por barata, Pues de los empuyados y sangrientos Sus muertos pasarian de trescientos.
Y aun el don Juan salió de una lanzada El molledo derecho traspasado, De que después fué nueva divulgada Que por la mar dió fin à su cuidado: Hüida pues la gentes mas granada, Y el pueblo mucha parte del quemado, Prendieron por alli gentes imbeles Y no sé cuántos indios infieles.
Y adonde Juan de Bustos residia Los hizo recoger el enemigo, Y aquí reside Beatriz García Que fué del número de los que digo: La cual, como persona que lo via Es de lo que pasó no mal testigo, Demás de que me consta claramente, Porque yo me hallé cuasi presente.
A las personas pues encarceladas La gente desta perfida canalla Juraba de les dar de puñaladas Si no se componian en la talla, O si las otras gentes retiradas Segundaban à dalles la batalla; Y que del pueblo quemarán el resto Si no les daban el rescate presto.
Hízose cerca desto mensajero, Y allí se fortalecen entre tanto; Corrió la diligencia del tercero Que pretendió librallos del espanto; Al fin les dieron copia de dinero, Pero yo no sabré deciros cuánto, Mas de que se partieron con provecho Y el pueblo que lo dió quedó deshecho. Traian estos cierto sacerdote
Llamado don Martin, el cual trompieza En no sé qué pasion con Martin Cote, Que hizo disparar broncina pieza, Cuya bala le dió por el cocote Quitando de los hombros la cabeza; Decian ser por yerro, mas no yerra El golpe, pues que dió con él en lierra. Mostraron un fingido sentimiento, Y á causa de ser hombre señalado Hicieron singular enterramiento En lo mas alto del lugar sagrado; Mas don Juan de Simancas al asiento Vuelto, de donde estaba retirado, Mandó sacallo de la sepultura Y cubrir el cadáver con basura. Habíanos venido por prelado Dos años antes deste luterano, Y renunció después el obispado, En el cual doce años tuvo mano; Y en España después de renunciado Acabó cordobés arcediano : Fue antes fray Hierónimo Beteta, Mas acá poco tiempo se quïeta.
Pues sin ver la ciudad de Cartagena Do tenia su catedral escuela,
O no le pareciendo tierra buena, O porque de la carga se recela, En viendo de las Indias el arena Se volvió desde el Cabo de la Vela: Ansi que, después dél, Simancas vino, Clérigo singular y hombre benino.
El don Juan de Simancas apartado Del gobierno desta catedral silla, Don fray Luis Zapata fué nombrado, Caballero notorio de Castilla; Mas por ser para él corto cuidado, Antes de se partir para regilla, Dignidad de arzobispo le fué dada En este nuevo reino de Granada.
Salida pues la robadora plaga Y mal de la francesa pestilencia De Cartagena con forzosa paga, Bajo luego desta real audiencia El oidor Melchior Perez de Arteaga A visitar aquella pertenencia, Tasar los indios y poner concierto En las cosas tocantes á aquel puerto. Negocios proveyó bien necesarios; Y al bárbaro que nada se vestia Usar hizo de nuestros vestuarios, Y en ellos permanecen hoy en día: Quemó gran cuantidad de santuarios Desterrando bestial idolatría; Persiguió por la mar ciertos piratas Que salteaban barcos y fragatas.
Deseaba hacer algun buen lance Por quitar á los tractos mal embargo; Mas ellos temerosos deste trance' Hicieron sus navíos á lo largo, Y ansi no les pudieron dar alcance; Al fin los dias que duró su cargo Quedó con opinion entre la gente De singular juez y de valiente.
Estando de la suerte que discierno Las cosas que lo son en importancia, De que hace mencion este cuaderno, Dejando la menuda circunstancia, Al Juan de Bustos dieron el gobierno De Panamá por ser de mas substancia, Y su teniente Salazar, letrado, Quedó para regir aquel estado.
Al cual vino poder para que haga Cargos, tomando luego residencia Al dicho Melchior Perez de Arteaga, A quien por su valor y suficiencia Le dió su Majestad honrosa paga, Y mis manos tuvieron la sentencia Impresa, de la cual quedó con fruto De jüez en sus cargos incorruto.
Después aqueste noble caballero, Cuyas partes por brevedad abscondo, El hábito tomó del santo clero, Teniendo por mejor el sacro pondo; Y agora por la via que refiero Me dicen ser abad del Burgo Fondo, Y aunque es gran dignidad do permanece, Es cifra de lo mucho que merece.
Al Juan de Bustos pues á nuevo cargo Lo lleva la fortuna que lo adula Con esperanzas de provecho largo Que los humanos pechos estimula, Adonde concluyó con fin amargo Precipitado de su propria mula; Y ansi damos remates á su historia Con suplicar á Dios le dẻ su gloria.
Varon fué grave, de gentil aspeto, Alto, con miembros bien proporcionados, Y aunque yo lo tenia por discreto, Algunos términos tuvo pesados, Pues no guardó decoro ni respeto A los eclesiásticos prelados;
Y los hombres que fueren desta suerte Pocas veces beredan buena muerte.
Después que con tal coce de fortuna Al Bustos sepultó fatal arena, Aquel buen Anton Dávalos de Luna Vino para regir á Cartagena: Varon que fué de generosa cuna, Persona de virtud no menos llena, Y cuyas principales aficiones Eran armas, alardes y escuadrones.
Y ansí para defensa de aquel puerto, Mil veces infestado de cosarios, Hizo poner las cosas en concierto, Buscar caballos y pertrechos varios, Hizo trincheas como bien esperto En partes y lugares necesarios, Nombrando proveedor que visitase Las armas, y las viese y alistase.
De noche por la playa sus espías, Atalaya de dia que reguarde, Instruyendo bisoñas compañías Por levantar al ánimo cobarde : Ordenó que de quince en quince dias Hiciese cada capitán alarde, Y de tres en tres meses se muñesen Para que todos juntos lo hiciesen.
Como buen capitán y buen vasallo En estos ejercicios se recrea, Y domingos y fiestas á caballo A los que son jinetes acarea, Porque mejor supiesen meneallo Al tiempo que viniesen á pelea; Pero su bondad fué de poca dura Por acaballa cierta calentura.
Era del hábito de Santiago, De las Españas defensor y guarda; Estraño fué de sensual halago Que varoniles pechos acobarda; Su fama buena se le da por pago, Indigna de tener historia tarda: Mas si de luz gozare su escriptura Podrá sacallo de la sepultura.
Aqueste caballero fallecido, Cuya muerte no fué sin sentimiento, Para la defension deste partido Fué luego por cabildo y regimiento Don Alonso de Vargas elegido, Hasta venir escelso mandamiento; El cual llevó como varon bastante Guerreros ejercicios adelante.
Al mas dormido hace que dispierte, Al mas imbele singular atleta, Y como capitán que bien advierte A cuán pesado yugo se subyeta, Mandó que se hiciese cierto fuerte En la parte que llaman la Caleta, Adaptado lugar y conviniente Para se defender de mala gente.
Con gran solicitud y diligencia Estas cosas y otras ordenando, Vino por provisiones del audiencia Don Lope de Orozco con el mando; Hizo como tres meses asistencia, Las cosas de gobierno regulando Por cuasi que venir á las igualas Por gobernador Martin de las Alas.
El cual á Santa Marta gobernaba Entonces, y en aquella serranía Porque poco caudal interesaba, Aquesta se le dió por mejoría,
En guarda de la cual siempre se daba Tan buena maña cuanto convenia, Sino que vivió poco, y entre tanto A los cosarios puso gran espanto.
Juan Acle pudo ser testigo desto, Inglés cosario, cuya gran pujanza Por la costa barrió lo mas compuesto Sin se les oponer guerrera lanza; Mas Martin de las Alas mostró gesto Siempre de vencedora confianza, Aunque de Santa Marta vino nueva De la terrible potestad que lleva.
Mas el dicho con brios singulares Puso furor á temerosos pechos, Y reparó los cómodos lugares Con posibles defensas y pertrechos, Fortaleciendo por entrambos mares Los fuertes para tal ocasion hechos; Y con la diligencia que cumplia No paraba de noche ni de dia.
Congregó del terreno circunstante Españoles é indios comarcanos, A los cuales habló con tal semblante, Que deseaban ver los luteranos, Pareciéndoles, viéndolo delante, Tener ya las victorias en las manos: Todos los españoles son docientos, Y los bárbaros como cuatrocientos. Arcabuceros eran los cincuenta, No con sobrada pólvora ni balas; Destos como caudillo tiene cuenta Su buen hijo Gregorio de las Alas; Rige caballos que serán sesenta Pedro de Barros, no con ganas malas ; El maese de campo fué Mendoza, Ambos insignes en edad mas moza. Sembraron muchas puyas por la playa, Untadas con venenos pestilentes, Porque cuando contraria gente vaya Por ella, sin les ser allí patentes, En paga de sus maleficios haya Muerte con miserables accidentes; Puso de mar á mar como cadena Enhiestas pipas llenas del arena.
Tractadas otras cosas en consejo, Segun necesidad encaminaba, Al tiempo que la imagen del cangrejo El resplandor febeo visitaba, El juvenil hervor y frio viejo Manos á la labor aparejaba, Por julio de sesenta y cinco cuando Las naos se venian acercando.
Once potentes, gavia sobre gavia, Bien poblado de tiros cada lado, Manifestando robadora rabia, Con banderas de blanco y colorado, No llegan con temor ni con ignavia Al paraje que tienen deseado: Una lancha delante con la sonda Para dalles camino de mar fonda.
El Alas con la gente mas guerrera Moviólas á la playa para vellos, Do la lancha de paz puso bandera Viniéndole derecha para ellos; Hácense señas que se salga fuera Por no querer oillos ni creellos: Vista su voluntad al descubierto Determinó de se bajar al puerto.
Mas para no dejallos sin espantos, Soltaron dos horrisonos cañones; Tiéndense por el mar fumosos mantos, Suenan por alto los fogosos sones; Respóndenles acá con otros tantos Porque sepan que tienen municiones; Y estos dos, que con mas no se hallaron, En el muelle y caleta se soltaron.
Y fué la diligencia de tal arte, Que con la gran presteza se podia Imaginar que tiene cada parte Para se defender artillería; Al puerto llegó pues el estandarte De la facinerosa compañía: Los de tierra van por las riberas, Puestas en buen concierto sus hileras.
En avanguardia llevan los flecheros, Indios feroces y etíopes diestros, Que muchos dellos son buenos arqueros, Y en la batalla los peones nuestros : En retaguardia van los caballeros Acaudillados todos por maestros, Francisco de Caravajal entrellos Que como diestro puede componellos. Caminan las hileras bien digestas Por aquella marítima ribera;
Mas paran do las puyas tienen puestas, Por no tener tan ancha la carrera; Allí se afirman con las armas prestas, Y para poner orden mas entera Enviaron dos hombres á caballo Al punto para mas señoreallo.
Mandándoles que vean cuerdamente Qué hacen los ladrones ancleados, Y vengan con el paso diligente
Si ven desembarcar hombres armados; Y retrajéronse del sol ardiente
A fin de se hallar mas alentados:
Fueron pues donde están las naves todas Hierónimo Rodriguez, Juan de Rodas.
Yendo los dos con paso presuroso, Toparon al remate del camino Un portugués llamado Juan Cardoso, En varias lenguas hombre peregrino ; Dijoles traer cartas del famoso Juan Acle, general, varon benino, Para el gobernador à quien queria Dar aquellos recaudos que traia.
Eran aquestos dos personas mancas De cautelas que pérfidos intentan, Y por les parecer razones francas Estas y muchas mas que no se cuentan, Al Cardoso tomaron á las ancas Y al Martin de las Alas lo presentan, El cual, como lo vido de sus ojos, Disimular no pudo los enojos.
Mandó prender á los que lo trajeron Con intencion de les torcer los cuellos, Porque de sus mandados escedieron Cuando menos cumplia salir dellos; Pero personas graves acudieron
Que con grande hervor ruegan por ellos, Y ansi se quebrantaron las pasiones Con tenellos diez dias en prisiones.
Entró también Cardoso con su ruego Importunándole que se reporte, Con gran retórica diciendo luego : «Señor, de ningun mal yo soy consorte, Ministro soy de paz y de sosiego, Que vengo para dar algun buen corte; Luego me volveré, y antes que parta Tened por bien leer aquesta carta. »
El gobernador pues aunque severo, Como varon ornado de prudencia, Mandó dar de comer al mensajero, Sirviéndole con grau magnificencia: Salió para hablar con el guerrero Mendoza, so color de la licencia Que por aquella parte se demanda Para contractos de una y otra banda.
Mas fué para decir que proveyese Con diligencia lo que convenia Hacer, cuando Cardoso se partiese Con la respuesta desto que pedia, Porque de las defensas entendiese Mas posibilidad de la que habia; Y luego con las cartas en la mano Volvió para hablar al lusitano.
Era lo que la carta contenia, Encarecer que á todas las naciones Derecho natural les permitia Comunicarse por contractaciones, Y que copia de buena mercancía Traian en aquellos galeones; Que celebrasen ferias y contratos, Pues sus precios serian bien baratos.
Y esto que no debian rebusallo, Principalmente con Ingalaterra, Pues él de nuestro rey era vasallo Como los moradores de su tierra, Y el tracto no podian estorballo Por derecho de leyes ni de guerra; Y otras razones en la carta dijo Que no refiero por no ser prolijo.
El Martin de las Alas al maldito Pirata respondió razon abierta, Y no queriendo dalla por escrito A sus contractos le cerró la puerta, Y al portugués le dijo que el conflito Seria la contractacion mas cierta, Maudándole que luego se partiese Y con ningun mensaje le viniese.
Mas quitóse del cuello la cadena Que pesaba cien pesos de oro fino, Y al portugués la puso por ser buena, Que el don agradeció como convino; Y ansi sin tantear á Cartagena Lo vuelven á meter en el camino, En un caballo bien enjaezado De veinte de caballo rodeado.
Cincuenta arcabuceros desta gente Salva hacen al tiempo que camina; Luego pasaban abscondidamente A hacer otro tanto en cada esquina, Y cada vez en parte diferente, Segun quien los ordena determina; Y ansí por industriosos mandamientos Cincuenta parecieron ser docientos.
Gregorio de las Alas con licencia Del padre, lo llevó hasta las naves; Volvióse después desta diligencia, Al tiempo que las chirladoras aves Por faltar apollinea presencia Cesaban de sus cánticos suaves; Y luego por las partes convinientes Pusieron centinelas diligentes.
En cada cuarto son de los vecinos Veinte con sus caballos bien armados, Puestos donde se juntan los caminos, Que son lugares mas ocasionados, Atalayando términos marinos Por partes que divisan ambos lados Del istmos, acia donde los ladrones Tenian sus potentes galeones,
De los fuertes ninguno quedó solo,
Y con el principal tenia cuenta El capitán llamado Diego Polo, Hombre cabal para cualquier afrenta : En tanto pues que claridad de Apolo A los mortales ojos se presenta, En todos los lugares del estancia Se tuvo la posible vigilancia.
Cuando ya por las ondas de Oceano Luz clara perfilaba los celajes, Vieron segunda vez al lusitano Cercano de sus puestos y parajes; Mas por ninguna via le dan mano Para llevar al pueblo sus mensajes, Diciendo que procure la hüida Si no quiere perder allí la vida.
Oidas las razones por Cardoso, Que fueron dichas con soberbios brios, Pareciéndole mal mucho reposo, Y no cumplir allí pasos tardíos, Temblando de temor y disgustoso, Se volvió luego para los navíos, Y al Juan Acle le dió razon estensa De cuán prestos están á su defensa. Entendidas por él aquellas graves Palabras, sin temor de la batalla, Mas acia la ciudad llegó las naves Con intenciones de bombardealla; A dos cañones apretó las llaves, Que pasaron por cima sin tocalla, Porque en aquel lugar quel agua cierra La mar está mas alta que la tierra.
Aquesto visto por aquel buen Diego Polo, que pusilánimos anima, A las dos piezas gruesas puso fuego Que también le pasaron por encima, Y al mal pirata fueron como ruego Para que sus propósitos reprima, Porque no viendo las respuestas tardas Tuvieron gran silencio sus bombardas. Visto por el Juan Acle que tenia Competidor terrible y animoso, Quisolos engañar por otra via Si le valiera lance cauteloso; Para lo cual un bergantin envía A disculparse con aquel Cardoso, Diciendo que sin orden de cabezas Soltaron artilleros las dos piezas.
Como viesen venir el bergantino Con pacífica seña que traia, Con otro le salieron al camino Para reconocer lo que queria : Oyeron la disculpa del malino, Y que tan solamente pretendia Vendelles cien esclavos de Etiopia, De los cuales traia buena copia.
Mandaronle que luego se tornase, Con amenaza ya de voz airada, Y no le consintieron que llegase A tierra para dar el embajada, Diciendo que de cuanto demandase Ellos habian de salir á nada, Demás de que tenian de la casta De esclavos tanta copia que les basta.
En efecto, Cardoso determina Volverse viendo términos tan bravos; Y entendido por la gente vecina Cómo los convidaban con esclavos, Picaron en aquella golosina,
A lo menos los hombres mas ignavos; Mas Martin de las Alas les advierte Hablándoles à todos desta suerte : «Aunque de la bondad de los presentes Estoy en gran manera satisfecho, Algunos sin mirar inconvinientes Al honor anteponen el provecho, Creyendo recebillo destas gentes Sin Dios, sin ley, sin rey, y cuyo pecho Nunca jamás aclara lo que siente, Sino razon del hecho diferente.
» Cualquier ladron es de verdad estraño Y en falsedades hace gran instancia; Sus tractos y contractos son engaño, Y cuando pone cebo de ganancia, Será para haceros mayor daño, Aunque vivais con mucha vigilancia Por ordenar mejor un maleficio El hombre que lo tiene por oficio.
Y aquestos, so color de tracto blando, Quieren con sus engaños y cautelas Poco á poco venírsenos entrando Y descuidar las guardas y las velas, Entradas y salidas tanteando, La municion, la gente, las tutelas, Y al descuido menor en breves puntos El golpe y el amago llegan juntos.
»Es esta la mas cierta mercancía Con que suelen cazar al mas esperto; Y ansi no cumple por ninguna via Dalles resquicio ni rincon abierto; Porque quien de ladrones se confia Su perdicion y daño tiene cierto, Y con aquellos pensamientos vanos El se toma la muerte con sus manos.
> Cuanto por parte mia se dispensa, Paréceme no ser mal proveido, Y por esta razon el ladron piensa Estar el pueblo bien apercebido, Y que confía bien de su defensa Como no le salimos á partido; Pero para salir con su interese, Otra cosa seria si lo viese.
>Otra razon también nos encamina, Demás de las ya dichas importantes, Y es que la ley humana y la divina Prohiben los contractos semejantes, Por ser herejes de opinion malina, Cuyos errores son exorbitantes, Fuera de lo que manda fe cristiana Y la Iglesia católica romana.
» Y ansí por ser intolerable yerro, Notoria perdicion y disparate, Para siempre jamás la puerta cierro A que deste negocio se me trate, So pena de prision y de destierro, Y á mi razon con esto doy remate : Que hagais, pues que va mas que dineros, Aquello que debeis à caballeros.>>
Dijo, y el capitán Mendoza luego, Como viese la prática propuesta Encaminada para su sosiego,
Y lo demas ser falta manifiesta, Por todos ellos y de comun ruego Tomó la mano para la respuesta, Diciéndole : «Señor, estos varones Están en esas mismas opiniones.
Y si algunos ajenos de maldades No tenian cautelas entendidas, Bien informados de vuestras verdades Prestos están al riesgo de sus vidas, Pues por vuestro querer y voluntades Todas las nuestras han de ser medidas; Porque falto será de entendimiento Quien tuviere contrario sentimiento. >
El buen gobernador destas razones Y muchas otras recibió contento; Y ansí debajo destas intenciones Se despidieron del ayuntamiento; Anduvo visitando municiones Con el docto prïor de aquel convento, Fray Pedro Mártir, hombre de gobierno Y después provincial en este reino.
El cual, en estos lances bien instruto Y en otros importantes menesteres, Hizo con su consejo harto fruto Por tener acertados pareceres; Al fin Juan Acle no fué resoluto En les acometer con sus poderes, Antes por ocho dias cada dia Con nuevas invenciones les salia.
Vacas, puercos y agua les demanda, Si no, que tenderá su mano luenga Con grandes amenazas de su banda; Y los nuestros también dicen que venga, Porque no hallará la suya blanda, Aunque trescientos años se detenga; Y si mal le viniere no se queje, Pues siempre le requieren que los deje. Viendo que nada se le concedia Y el mal aliño para buen pillaje, Determinó salir de la bahia A lo largo haciendo su viaje; Y en la isla Carex cuando partia, Agua buscando por aquel paraje, Antes de se volver á los navíos Quemaron de un estancia los bubios.
Quedaron libres desta pestilencia Los nuestros por mostrarse tan constantes. ¡Oh cuánto vale siempre la prudencia Para negociaciones importantes, Las industrias, ardides y esperiencia En las necesidades semejantes, Y el ser á los gobiernos proveidos Los que por su valor son conocidos!
Durante pues aqueste torbellino De guerra que les fué poco molesta, En la morada de cualquier vecino Hallaban los soldados mesa puesta, Con muy buenas viandas, pan y vino, Y liberalidad á todos presta: Negocio por allí bien necesario, Por no les prometer otro salario.
El Juan Acle se fué con su compaña, Ganancias y caudal en la capilla, Y por la costa de la Nueva-España Encontró con armada de Castilla, Do no pudo por fuerza ni por maña Ser poderoso para resistilla;
De manera que por aquellos puertos Huyo él, y los suyos fueron muertos.
Mas Martin de las Alas no se olvida De su solicitud y diligencia En tener la ciudad bien proveida; Pero poco después le dio dolencia De calenturas con que desta vida Con gran dolor de todos hizo absencia Para poder gozar la sempiterna, La cual le dé quien todo lo gobierna. AMEN.
A ia muerte de Francisco Bahamon de Lugo, quinto gobernador de Cartagena.
EN UN SOLO CANTO. Después que ya paró la dura parca En Martin de las Alas fatal huso, En tanto que venia del monarca Nombrado sucesor para tal uso, La gente principal desta comarca En elegir gobernador se puso:
Y en estos nombramientos y elecciones Habia diferentes opiniones.
Una parcialidad destas acuerda Alvaro de Mendoza ser decente; Otros nombran al licenciado Cerda, Que del gobernador era teniente; Otros no quieren quel cabildo pierda Aquello que les era concerniente; Y en estas banderizas discusiones Hubo también rencillas y prisiones.
Y al tiempo que tenian los disgustos Dispusicion de mas vivas centellas, Gobernaba Pero Fernandez Bustos A Santa Marta, do le dan querellas; El cual, guiado por deseos justos, Determinó de ir a componellas; Y ansi luego con términos discretos Pacíficos quedaron y quietos.
Y como ya tenian esperiencia De la nobleza deste caballero, Enviaron á la real audiencia A que le den el cargo mensajero, Al cual lo proveyó con diligencia El doctor Andrés Diaz del Venero, A la sazon en ella presidente, Teniéndolo por hombre suficiente.
Y ansí, venidas estas posiciones, La ciudad adornó con obras varias: Ensanchó muelles, hizo torreones, Fuentes y muchas cosas necesarias, Que por no dilatar estos ringlones En esta relacion pongo sumarias ; Pues presto diré dél en su carrera Lo que nunca jamás decir quisiera.
Seria pues el año de setenta Del nacimiento del Verbo divino, Con el millar y medio desta cuenta, Cuando salió del término marino, Porque con real carta que presenta Francisco Bahamon de Lugo vino Para que del gobierno cargo tenga Y en él la vigilancia que convenga. En este nuevo reino fué soldado, Que porque yo lo ví lo certifico, Y en Italia, segun soy informado, Y en otras partes mas que no publico; Después en estas Indias le fue dado Gobierno de San Juan de Puerto-Rico, Donde justa razon será que cuente Una cosa que hizo de valiente.
La era de sesenta y cinco años, En un hato que llaman el Coamo, Andando visitando los rebaños De cuadrillas que tienen allí amo; Oyendo los caribes hacer daños, Acudió, como dicen, al reclamo, Procurando hacer algun buen lance Si acaso les pudiese dar alcance.
Supo ser ochocientos la cuadrilla, Y que para manjares de la mesa, Después de saltear á Guadianilla, Llevaban número de gente presa Demás de los despojos de la villa; De lo cual en el ánimo le pesa, Mayormente que desde aquella estancia Habia veinte leguas de distancia.
Gente buscó que por allí se aloja, A causa de faltar pueblo cercano, Pero muy poca halla que recoja, Pues solamente vienen á la mano Un Tello de Monroy, dicho Pantoja ; Y Rodrigo Ramirez, escribano; Gaspar Lorenzo y un Diego García, Joan Diaz de Santana, de quien fia;
Otros dos españoles estancieros Que recogió de los cercanos hatos, Ÿ de los que servian de vaqueros Menos de doce negros y mulatos : Hacen adargas de vacunos cueros, En que no se gastaron largos ratos, En caballos y yeguas muy lijeras, Y en vez de lanzas dejarretaderas.
Y como ya tuviesen cierta fama Que los caribes iban navegando A la boca del rio de Guayama, Las estancias y hatos rancheando, Entregados à la vorace llama, Allí los estuvieron esperando En los espesos montes encubiertos, Hasta que ya llegasen á los puertos. Pusieron en un árbor atalaya, Cubiertos todos en lugar sombrío, Y costeando la marina playa, Vieron venir el bárbaro gentío, El cual, sin que mas adelante vaya, Se meten por la boca de aquel rio Con sus barcas de remos ó piraguas, Y allí surgieron en las dulces aguas.
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