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Agregóse á esto la nueva de que Luis de Nassau, hermano del príncipe de Orange, con el conde Palatino, se dirigia á pasar el Mosa al frente de seis mil infantes y tres mil caballos, gente nueva reclutada en Alemania, con ánimo de penetrar en Brabante, apoderándose de Maestricht y de Amberes, debiendo incorporárseles el príncipe con otras tantas fuerzas. Escasísimas eran las que en Brabante tenia el comendador mayor para hacer frente á los nuevos invasores, y sin embargo, lejos de caer de ánimo Requesens y de participar del espanto que aquella nueva infundió en los brabantinos, resolvió hacerles rostro y no permitir que pisáran un palmo de aquella tierra. Envió delante á don Bernardino de Mendoza (1) con seis compañías de caballos á Maestricht. Ordenó que le siguiese Sancho Dávila con la infantería: que acudiese don Gonzalo de Bracamonte con la gente que tenia en Holanda, y envió á reclutar y recoger infantes y caballos de Alemania y de los cantones católicos de Suiza. Grandemente correspondieron aquellos capitanes á la confianza y á los deseos del animoso gobernador. En medio de los rigores del invierno y de los hielos que cubrian aquellos rios y lagunas no cesaron de combatir á los enemigos y de disputarles la entrada en el pais flamenco. Y cuando llegó la primavera, hallándose los de Nassau alojados en Moock, pequeña aldea

(1) El autor de los Comentarios veces hemos citado y tendremos de estas guerras, á quien tantas que citar.

del pais de Cleves sobre el mismo Mosa, diéronles una gran batalla, tan hábilmente dirigida por Sancho Dávila, don Bernardino de Mendoza y el italiano Juan Bautista del Monte, y tan bizarramente sostenida por sus soldados, que les mataron mas de dos mil quinientos infantes y quinientos ginetes, sin contar los muchísimos que se ahogaron en los pantanos, balsas y lagunas, llegando apenas á mil los que pudieron salvarse(+).

Lo importante de esta victoria de los españoles fué haber muerto los tres generales del ejército enemigo, el duque Palatino, Luis de Nassau y su hermano Enrique (14 de abril, 1574). Cogiéronse mas de treinta banderas, con todo el bagaje y dinero. Despachó el comendador á Juan Osorio de Ulloa para que viniese á España á traer al rey la nueva de tan glorioso triunfo, que fué una buena compensacion de la pérdida de Middelburg y del desastre de la armada en las aguas de Bergen.

Por desgracia se malogró el fruto que hubiera podido recogerse de tan gran victoria, á causa de haberse amotinado los viejos tercios de los soldados españoles en reclamacion de los atrasos de sus pagas. Esta era la diferencia entre los soldados de otras naciones Ꭹ los de España: que aquellos tenian por costumbre pedir

(4) «Yo mismo ví (dice don >> Bernardino de Mendoza) cami»> nando con un escuadron, mas de >> seiscientos hombres dentro de

>> un pantano, con el agua á lá cin

ta, de suerte que no se salvarian »mil hombres.» Comentarios, libro XI.

tumultuariamente las pagas é insurreccionarse al tiempo de ir á la pelea, los nuestros despues de haber peleado y vencido. Esta sedicion militar fué una de las mas graves que hubo, y al mismo tiempo de las mas ordenadas. Cuando Sancho Dávila los arengó exhortándolos á la subordinacion y á la disciplina, le contestaban entre otras cosas: «¿Pensais que ha de ser lí»cito pedir cada dia las vidas á los soldados, y que los »soldados no han de poder pedir una vez al mes el sus»tento para sus vidas?» Y al quererles predicar un religioso jesuita, le atajaron el discurso diciendo: «Si »antes nos dais el dinero de contado, despues oiremos »muy atentos vuestro sermon; que de buenas palabras »estamos ya cansados: que si pudiera ponerse en una »balanza la sangre que hemos vertido por el rey, y en Dotra la plata que el rey nos debe, de cierto habia de »pesar mas aquella que ésta.» Ellos nombraron su cabo, que llamaban el Electo, segun costumbre; establecieron su forma de gobierno militar, y se dirigieron Amberes, donde no de mala gana les permitió entrar la guarnicion española del castillo, que tambien se rebeló intentando echar de él al gobernador y su teniente, bien que aquel contestó con firmeza que no saldria del castillo con vida. Los tumultuados de fuera, despues de haber desalojado de la plaza las compañías walonas, pregonaron un bando á nombre del Electo, y plantaron una horca para colgar de ella á todo el que se desmandara á cometer hurto ó rapiña, lo cual eje

cutaron con dos delincuentes, y no volvieron á cometerse crímenes de este género.

Ellos ademas erigieron un altar y juraron sobre él la obediencia á su Electo, y no ceder hasta que les fuese pagado el último maravedí; y en este sentido dirigieron al comendador un mensage fuerte y enérgico, amenazando con que de no pagarles arbitrarían cómo cobrarse ellos mismos. Requesens, que necesitaba de aquellas tropas y reconocia la justicia de la reclamacion, por mas lamentable y por mas reprensible que fuese la forma, dióles su palabra de pagarles, y bien acreditó su deseo de cumplirla en el hecho de haber empeñado para ello su bajilla y recámara; pero era tal la estrechez y el ahogo de las arcas reales, que trascurrió cerca de mes y medio antes de acabarles de pagar, y otro tanto duró la sedicion (1).

De todos modos, esta ocurrencia fué un embarazo grande que se interpuso, con harto dolor de Requesens, para entorpecer el progreso de las armas españolas en los Países Bajos y para frustrar las consecuen– cias, que sin duda hubieran sido grandes, de la victoria de Moock. A pesar de todo, y en tanto que podia disponer de los amotinados, no dejó el comendador mayor de activar la guerra cuanto las circunstancias lo permitian, dirigiéndola esta vez á Holanda, para donde mandó volver á Francisco Valdés con la gente que de

(4) Mendoza, Comentarios, li- lib. VIII. bro XII.-Estrada, Guerras, Dec. I.

alli habia sacado, con el encargo de continuar é ir estrechando el sitio de Leyden, comenzado ya en tiempo del duque de Alba, y punto en que se habian fortificado los rebeldes. Ordenó igualmente al gobernador de Harlem que acudiese alli con su caballería por otro lado, y las mismas órdenes expidió á los demas caudillos. Dos eran los objetos que en esto se proponia Requesens: el primero, divertir por aquella parte á los rebeldes para impedir que entráran en Brabante, donde no podia oponérseles mientras no acabára de pagar á los españoles sublevados y pudiera disponer de ellos: el segundo, entretener las fuerzas enemigas en Holanda, para dar lugar á que llegase la armada que de órden de S. M. se aparejaba en Santander con destino á los Paises Bajos, á cargo de Pedro Melendez de Avilés, Adelantado de la Florida ("), la cual, unida á los navíos que aun se conservaban en Holanda y Zelanda, habia de darlés superioridad en aquellos mares, con lo cual solo se podria acabar la guerra.

No favoreció en verdad la fortuna al sucesor del duque de Alba en Flandes. Es cierto que al fin acabó de pagar á costa de sacrificios á los tercios españoles amotinados en Amberes, y que pudo enviarlos á Holanda bajo la direccion de Chiapin Vitelli, y que asi

(4) En el Archivo de Simancas, Estado leg. 156, hemos visto un mazo de papeles relativos á los aprestos de esta armada, con car tas de Melendez, del conde de

Olivares, de don Diego Hurtado y otras personas, que podrian servir bien para una historia particular.

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