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pañóle el Duque de Alba con todos sus debdos fasta Almazan, y el Rey Don Felipe se volvió á Valladolid á donde estaban juntos los tres estados de sus reinos, y lo rescibieron por Rey y Señor como á marido de la Reina Doña Joana nuestra Señora, y les ficieron los juramentos y homenajes que en semejantes autos se suelen facer. Y como á la sazon murieron de pestilencia en Valladolid (*), el Rey se salió á Tudela donde estuvo fasta que se acabaron estas córtes, y se dió manera y órden en la gobernacion de sus reinos. Y de allí por en fin del mes de agosto se fueron á Burgos. En este camino comenzó á parescer en el cielo una cometa, y el Rey preguntó al obispo de Tuy y maestre. . . . su físico (**) ¿qué demostraba aquella cometa ? Respondió que pestilencia ó muerte de Príncipes. Y riéndose el Rey, dijo: Guarde Dios á mi padre y á mí: de lo demas haga lo que fuere servido.

Llegados á Burgos el Rey y la Reina, entraron con grand prosperidad y se aposentaron en la casa del Condestable, el cual les desembarazó su casa; y la Duquesa Doña Joana de Aragon que estaba para parir dentro de las dichas casas, se pasó á otras casas de placer fuera de Burgos, que llaman de la Vega. El Rey y la Reina entraron con grand solemnidad en Burgos debajo su dosel de brocado llevando las varas dél los regidores segund que

(*) No se dice quienes murieron de pestilencia, ni si eran pocos ó muchos, ni qué clase de contagio se padeció entonces en Valladolid. Lo cierto es que á pesar de la salida del Rey, las córtes permanecieron reunidas en dicha ciudad.

(**) En el ms. se lee preguntó al obispo de Tuy maestre. . . . su fisico, dejando en blanco el nombre. Segun el sentido literal pareceria que el obispo de Tuy era médico del Rey; y como esto es improbable, añadimos la particula y antes de maestre, suponiendo que el Rey hizo la pregunta al obispo y á su médico, y que este fué quien respondió.

se acostumbra la primera entrada que los Reyes facen en sus cibdades, con grandes juegos y regocijos delante.

El Rey luego que entró en Valladolid, para se apoderar mas del reino quitó ciertas tenencias, las cuales fueron estas la de Burgos dió á D. Joan Manuel y quitóla á un caballero llamado Andrés de Ribera; y la de Segovia quitó á la Marquesa de Moya, y la dió á D. Joan Manuel; y á Antonio de Fonseca quitó á Plasencia y á Jaen, y ansí mismo las dió á D. Joan Manuel. Y la tenencia de Simancas quitó á Fernando de Vega, señor de Grajal, y la dió á Mosiur de Laxao: y la tenencia de Zamora la quitó á D. Diego Enriquez Conde de Alba, y la dió á Alvaro Perez Osorio y la de Atienza quitó á García de Cotes, y la dió á Musiur de Bere: y la Guardia cerca de Navarra quitó á D. Antonio de Mendoza, y la dió á Musiur de Sistain: y la tenencia de Cartagena quitó al Comendador Ribera, y la dió á D. Diego de Guevara: y la de Málaga dió á D. Alonso de Cárdenas, hijo de Don Pedro Puertocarrero, y la justicia desta cibdad; el cual fué allá so color de corregidor, y como murió el Rey no tuvo lugar de se apoderar de la fortaleza, y quedóse Don Iñigo Manrique con ella. Contadores mayores fueron Don Joan Manuel, y Micer Joan de Lucemburque, señor de Vila, y Joan Velazquez que quedó con la suya. Fizo de su Consejo de estado á D. Joan Manuel, y á Musiur de Vila, y á Garcilaso de la Vega y á Musiur de Bere. Secretarios Pero Jimenez de Castilla, y Alonso Perez y otros, de manera que se mudaron todos los oficios, compañías y tenencias del reino.

Y entendiéndose en esto en Burgos, el Rey se subió cierto dia á comer á la fortaleza de Burgos, que tenia D. Joan Manuel, y despues de haber comido jugó á la pe

lota con D. Joan de Castilla y otros caballeros, y acabado el juego se sintió mal dispuesto y se bajó á palacio, y esa noche tuvo una recia calentura, la cual le fué siempre tanto cresciendo que murió al seteno dia, que fué viernes á veinte y cinco dias del mes de septiembre (1) en lo mejor de su juventud, de edad de veinte y nueve años. Y así acabó la triste jornada deste mundo no con pocas lágrimas y sentimientos de todos los grandes y prelados y caballeros que se fallaron en su córte, cuyas voluntades y ánimos tenia muy ganados mediante su afabilidad y buen tratamiento que les facia. Fué Príncipe muy liberal, magnánimo, esforzado, animoso, de alta estatura, y abultado. Tenia muy gentil rostro, hermosos ojos y tiernos, la dentadura algo estragada, muy blanco rojo (2), las manos por excelencia largas y albas, y las uñas mas lindas que se vieron á persona, y muy diestro en todos los ejercicios de las armas, así con la ballesta como con escopeta. Cabalgaba muy bien á caballo á todas sillas: era muy buen justador: jugaba á todos juegos de pasatiempos, y era mas aficionado á la pelota que á otro ninguno. Era grand montero y cazador de volatería, para las cuales cosas tenia grandes aparejos. Era muy amigo de sus criados y muy afable á todos. Era templado en su comer y beber. A mugeres dábase muy secretamente, y holgábase de tener conversacion á buena parte con ellas porque se holgaba con todo placer y regocijo. Cuando le tomaba algun enojo, luego se le quitaba. Quiso mucho á la Reina: sufríale mucho y encobria todo lo que podia las faltas que della sentia acerca del gobernar. En su andar mostraba sentimiento algunas veces por causa que se le salia

(1) A 25 de setiembre de 1506.

(2) Quizá muy blanco y rojo.

la chueca de la rodilla, la cual él mismo con la mano arrimándose á una pared, la volvia á meter en su lugar. Y así fue Dios servido de quitar á este Príncipe del triunfo é imperio que le habia mostrado al principio dél. Los vanos deste siglo conozcan cuan loca es su esperanza segund Jo profetiza David en el salmo ciento cuarenta y cinco, que dice en nombre de Cristo: no querais confiar en los Príncipes ni en los fijos de los hombres porque no está en ellos la salud, que es la vida perdurable.

Como la Reina vió muerto á este excelente Príncipe su marido, sintiólo tanto que en ninguna manera la podian apartar de su cuerpo, ni consentia que lo llevasen á sepultar, por lo cual fué ordenado de lo abrir y lo embalsamar. Hiciéronse por él muy grandes llantos y muy solemnes osequias en la córte y en todo el reino. Y los caballeros flamencos que habian venido con él, visto que la Reina sentia tanto su pena que no se acordaba dellos, acordaron de volverse á su tierra; y despedidos de la Reina, unos se fueron por mar y otros por tierra, con Musiur de Vila, á quien hizo mucha honra el Rey Don Joan de Navarra, y de allí atravesaron á Francia. La Reina despues de venido el Rey su padre, se retrujo á Tordesillas con el cuerpo del Rey su marido y con su casa, dejando la gobernacion al Rey su padre.

CAPÍTULO X.

De lo que pasó despues de la muerte del Rey acerca de la gobernacion.

Muerto el Rey hobo alguna alteracion entre los grandes, visto que la Reina con el gran sentimiento de la muerte de su marido, ó por otras causas, no entendia ni

se ocupaba en la gobernacion de sus reinos. Para dar órden en esto se juntaron en Torquemada D. fray Francisco Jimenez de Cisneros, cardenal y arzobispo de Toledo, y D. Fadrique Enriquez Almirante de Castilla, y D. Bernaldino de Velasco, Condestable, y D. Pedro Manrique Duque de Nájara, y D. Fadrique de Toledo Duque de Alba, D. Francisco de la Cueva Duque de Alburquerque, D. Diego Pacheco Marqués de Villena y otros graudes, entre los cuales hobo diversas opiniones: y el cardenal, y Duque de Alba, Condestable, Almirante y otros muchos, fueron de parescer que se debia llamar al Rey Don Fernando para que volviese á gobernar conforme al testamento de la Reina Doña Isabel fasta tanto que el Príncipe (1) tuviese edad y viniese en España. D. Pedro Manrique Duque de Nájara, y D. Diego Pacheco Marqués de Villena, y otros, fueron de parescer que el Rey no debia venir á gobernar el reino porque podrian sucederse algunos inconvenientes en perjuicio del Príncipe D. Cárlos. Y al fin contra la voluntad de muchos se ordenó de suplicar al Rey Don Fernando que volviee á gobernar estos reinos, y que fasta tanto que viniese entendiesen en la administracion de la justicia dellos D. fray Francisco Jimenez, cardenal, y D. Alonso de la Fuente Sanz, doctor y obispo de Jaen, presidente del Consejo, y los doctores Carvajal y Oropesa, y licenciados Tello, y Mojica, y Polanco, oidores del Consejo. Y ordenado esto la Reina escribió á su padre suplicándole quisiese volver á gobernar estos reinos, los cuales á la sazon no estuvieron muy pacíficos. Y para la sustentacion de la tierra se juntaron en el Andalucía D. Pero Hernandez de Córdoba, Marqués de

(1) Cárlos V.

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