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CAPÍTULO XVI.

Como el Rey y la Reina se volvieron de Sevilla para Granada á entender en acabar de tornar cristianos á los moros.

Estando el Rey y la Reina este año en Sevilla (1), vino á su córte Don Joan Rey de Navarra, y fuéle hecho buen rescibimiento, é hízole el Rey muchas mercedes y buen tratamiento, y redujeron á su servicio al Condestable de Navarra. Y pasada la cuaresma y Pascuas de Resurreccion y Espíritu Santo, el Rey y la Reina se vinieron para Granada (2) á entender en acabar de hacer cristianos á todos los moros del reino. En la cual cibdad entraron por el mes de junio, y de camino sucedieron ciertas calenturas al Príncipe D. Miguel, hijo de la Reina Princesa y del Rey Don Manuel de Portugal, y crecieron en tanto que murió dellas por en fin del mes de jullio deste año (*) siendo de edad de tres años. Lleváronlo á sepultar al monesterio de Sant Francisco del Alhambra el cardenal D. Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de Sevilla, y el obispo de Osma, y D. Diego Pacheco, Marqués de Vi llena, y D. Iñigo Lopez de Mendoza, Conde de Tendilla, y otros grandes y prelados que allí se hallaron á la sazon.

Pasadas las fiestas de Gante, el Archiduque se vino á Bruselas donde estaba lo mas ordinario del tiempo por los montes y otros aparejos que habia en aquella villa para caza de sabuesos y lebreles. Y estando en esta villa por el mes de agosto le llegó correo en once dias de Granada, despachado por Joan Velez de Guevara, trinchante del

(1) Año 1500.

(2) Por junio del mismo año.

(*) Segun Zurita murió en Granada á 20 de julio de 1500 en edad de veinte y dos meses.

Archiduquesa, haciéndole saber la muerte del Príncipe D. Miguel, que era la sucesion del reino del Archiduquesa. Este correo no llevó cartas del Rey ni de la Reina porque no se lo hizo saber Joan Velez de Guevara. Los Archiduques se holgaron de esta nueva como era razon. Y despues desto el Rey y la Reina enviaron á Flandes á D. Joan de Fonseca obispo de Córdoba, á hacer saber á la Archiduquesa su hija como la sucesion de sus reinos le venia de derecho por muerte de su sobrino, y que era necesario que ella y el Archiduque su marido viniesen en España á los jurar por Príncipes. Los Archiduques respondierou que se aderezarian y vernian lo mas presto que pudiesen.

Sabida la nueva de la muerte del Príncipe D. Miguel, todos los Reyes y Señores cristianos, y muchos Grandes de España, enviaron sus embajadores á los Archiduques á los visitar y dar la buena sucesion de los reinos de España, y el siguiente año el Papa Alejandro envió la rosa que sacó el tercero domingo de cuaresma, en señal de amor y amistad, al Archiduque, el cual la rescibió con mucha veneracion. A la sazon el Rey y la Reina teniendo concertados casamientos de las Infantas sus hijas, Doña María con el Rey D. Manuel de Portogal, y Doña Catalina con el Príncipe de Gales heredero del Rey Enrico de Inglaterra, acordaron de traer en efecto (1); y víspera del nascimiento de nuestra Señora que es por el mes de setiembre (2), el Rey y la Reina se abajaron del Alham~ bra para la iglesia mayor á oir vísperas, y con ellos las

(1) Es decir: acordaron de llevarlo á efecto.

(2) Seria antes supuesto que la Reina Católica iba á entender en el casamiento de su hija Doña María, que se verificó en el mes de agosto.

Infantas y Reina de Nápoles, y acabadas vísperas los em bajadores de los Príncipes dichos por virtud de los poderes que tenian, en nombre del Rey de Portogal se desposó su embajador con la Infanta Doña María (*), y el de Inglaterra con la Infanta Doña Catalina (**) por mano de D. Fernando de Talavera arzobispo de Granada. Hecho este auto el Rey y la Reina se quedaron aquella noche en la posada del arzobispo, y otro dia por la tarde se volvieron al Alhambra. Y pasados cuatro ó seis dias las Infantas salieron de Granada para sus maridos, y el Rey y la Reina fueron con ellas hasta Santafé donde se despidieron dellas y volvieron á Granada. De Santafé fueron juntas las Infantas fasta Alcalá la Real donde se despidieron. La Infanta Doña María fué la vuelta de Portugal, acompañada del cardenal D. Diego Hurtado de Mendoza, y de D. Diego Pacheco Marques de Villena, y de D. Alonso Fernandez Señor de la casa de Aguilar, y Puertocarrero Señor de Palma, los cuales fueron con la Infanta fasta la raya de Portugal donde vino el Rey Don Manuel con muchos caballeros y prelados, y se casó con la Infanta y consumió matrimonio. La Infanta Doña Catalina fué la vuelta de Laredo, acompañada del arzobispo de Santiago, y D. Gutierre de Cárdenas comendador mayor de Leon, y D. Diego Fernandez de Córdoba Conde de Cabra, y su madre la Condesa Doña María de Mendoza, hija de Don

() Este desposorio se verificó en Granada á 24 de agosto de 1500 con D. Alvaro de Portugal, como procurador del Rey Don Manuel. Doña Maria se puso en camino para Portugal en 1.o de

octubre del mismo año.

(*) A pesar de que aquí se da á entender que el matrimonio de Doña Catalina se verificó el mismo año que el de Doña María, parece que aquel no se efectuó hasta 1501. Quizá se hizo el desposorio en Granada en 1500, y se ratificó en Inglaterra el año siguiente.

Diego Hurtado Duque del Infantadgo, y D. Anton de Rojas obispo de Mallorca, y otros caballeros y prelados. Y llegados á Laredo, la Infanta se embarcó, acompañada de los ya dichos, salvo el comendador mayor, y aportaron á Inglaterra á donde se hicieron las bodas con el Príncipe de Gales en el año siguiente.

En esta sazon estando el Rey y la Reina en Granada, ciertos negros y malhechores visto que les mandaron tornar cristianos, alborotaron toda la sierra de Filabres que es cerca de Baza, por el mes de setiembre, y los moros de las alcarías desta tierra se hicieron fuertes en un lugar principal della llamado Belefigue. Avisados desto el Rey y la Reina, mandaron á D. Diego Fernandez alcaide de los donceles, que con la gente de sus guardas y la de su casa, y tierra de Córdoba, fuese sobre Belefigue. Y el alcaide lo hizo así y cercó este pueblo, y los moros se fortalecieron y pusieron en defensa, de manera que fué necesario traer mucha artillería y dalles muy recio combate; mas lo que derribahan los tiros de dia de la cerca, con mucha diligencia lo reparaban de noche los moros, de manera que á la mañana los cristianos hallaban muy reparado todo lo que habian derribado. Y visto por el alcaide el poco remedio que tenia en el artillería, y que el tiempo era recio por ser en el medio del invierno, estaba en mucho aprieto, y no sabiendo qué manera tener, fué avisado que les podia minar el algibe del agua que tenian, y que no habia otra en el pueblo. Mandólo poner por obra, y tuvo tan buen suceso que en espacio de una semana le sacaron toda el agua que habia en el algibe; y estando los moros determinados á se entregar como se vieron sin agua, sucedió que nevó tanto que pensaron que les bastara el agua de la nieve para muchos dias, y fallá

ronse burlados porque no tuvieron agua para ocho dias; y hablaron en concierto, y vino para ello Fernando de Zafra en nombre del Rey; mas no les quisieron otorgar otro partido mas que rescebillos á la merced del Rey.

Estuvieron sobre este lugar mas de tres meses del invierno: rescibió mucho daño la gente del ejército de los frios y nieves: murieron muchas gentes dello, y otros perdieron pies y manos de frio. El alcaide de los donceles por mandado del Rey hizo pesquisa de los causadores deste alboroto, y de los mas culpados que fueron hasta doscientos, mandó echar de la torre abajo de la mezquita deste lugar de donde se hicieron pedazos. Los demas fueron perdonados.

CAPÍTULO XVII.

De como se rebelaron los moros de tierra de Ronda, y de otras cosas que en este año pasaron.

En el principio de los mill y quinientos y un años de Cristo, los moros que á la sazon estaban en Alfabaral y serranía de Ronda, haciéndoseles grave cosa tornarse cristianos, se rebelaron é hiciéronse fuertes en un alto monte desta tierra, llamado Sierra Bermeja. El Rey y la Reina avisados desto mandaron á D. Alonso Hernandez Señor de la casa de Aguilar, y á D. Joan Tellez Giron Conde de Ureña, que con la gente de sus tierras y las cibdades de Sevilla y Córdoba y otros pueblos, y Señores del Andalucía, fuesen sobre estos moros. El Conde y Don Alonso juntaron su ejército y se fueron la vuelta de Ronda, y despues atravesaron á su serranía. Y avisados los moros dello, se recogieron en el monte ya dicho que es-taba sobre la mar. Atravesada la serranía que es tierra muy áspera, D. Alonso y el Conde asentaron su Real al

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