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INTRODUCCION

Una oración inaugural (1) ha servido de cimiento al libro que se ofrece al lector en estas páginas. Páginas que han surgido al calor de sinceros y efusivos entusiasmos, mas que, sin duda, no lograrán evocar ni sugerir intensas emociones. De todas suertes, conste que, al trazar aquéllas, hemos creído vivir en íntima y cordial comunicación con nuestro insigne, austero y nobilísimo compatriota el "maestro Francisco Sánchez el Retórico". Tan sentida ilusión bien merece el personal e insignificante tributo de nuestras líneas...

Y advirtamos ahora, con la prelación que el afecto y la gratitud imponen de consuno, que en la labor aquí realizada, hemos podido contar con el auxilio de desinteresados y muy queridos amigos. Don Amalio Huarte Echenique, D. Ricardo Espinosa Maeso y D. Juan Larrauri nos han indicado rutas, suministrado datos y ofrecido facilidades que, en gran parte, han atenuado los dolorosos efectos de una larga y penosa investigación. Lealmente afirmamos que nuestro reconocimiento por tantas bondades y por una cooperación tan eficaz, es muy sincero y muy hondo. aunque peque de sobrio al traducirse en palabras. No son éstas (cuando van tejidas por torpe pluma) los más plásticos reflejos del sentimiento acendrado.

Cumplido tan grato deber, séanos lícito expresar cómo hemos refundido nuestro primitivo "Ensayo" para componer el presente y qué valor podemos conceder y esperamos se atribuya a este último.

Desde luego, hemos juzgado necesario de todo punto revisar, rectificar y ampliar considerablemente el contenido de nuestra oración inaugural ya citada. Cuantas trayectorias utilizables para alcanzar esa finalidad se han ofrecido

(1) Leída por el que suscribe en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, con ocasión de la solemne apertura del curso académico de 1912 a 1913. (Salamanca, Imprenta y librería de Francisco Núñez, 1912.)

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a nuestra consideración y a nuestro esfuerzo, otras tantas hemos intentado seguir con devoción y diligencia. Además, como la oración inaugural mencionada fué concebida y escrita entre apremios de tiempo agobiadores e ineludibles, hemos procurado que la refundición de esa labor previa madurase en un ambiente de serena calma e ininterrumpido equilibrio, evitando el escollo de entregarnos a inconsideradas precipitaciones e irreflexivas vehemencias. Si de tales previsiones hemos cosechado el obligado fruto, acaso algún modestísimo acierto quepa señalar y recoger en este "Ensayo".

De todos modos, aceptando en la refundición el mismo restringido tema de la oración primitiva, hemos intentado. al duplicar esfuerzos sin ampliar el campo de aplicación de los mismos, dar a éstos el máximum (a nuestra humildad asequible) de su intensidad y de su eficacia. En obligada relación con tales designios, lógico era que nuestra atención preferente se sintiese atraída por la conveniencia de realizar serias, concienzudas y minuciosas investigaciones en el Archivo universitario de esta ciudad (Salamanca). Pensábamos que esas investigaciones nos permitirían recoger y seleccionar mies copiosa de datos, dignos de ser divulgados trazando la silueta profesional y académica de Francisco Sánchez de las Brozas. Así, pues. no extrañará que en testimonios documentales del citado Archivo, se base nuestra narración biográfica, aunque cierta prudente mesura, con el anhelo de obviar dificultades y de salvar errores, nos hayan librado del riesgo de incurrir en exclusivismos siempre peligrosos. Por tal razón, no hemos juzgado improcedente para documentar nuestra refundición biográfica, visitar el Archivo de la Iglesia Catedral de Salamanca, el de Protocolos de la misma ciudad y la Sala de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid. Claro es que con lo hecho, no creemos haber agotado el tema, y que nos prometemos seguir, mientras la ilusión aliente e impulse y las fuerzas no nos abandonen, estudiando e investigando. Labores de la índole de la aquí emprendida, no consienten precipitadas conclusiones. Conste además y por último, que al final de este "Ensayo" biográfico, trazaremos un registro de toda la documentación utilizada para ampliar la oración primitiva, registro que permitirá al lector graduar nuestra diligencia o percatarse de nuestros yerros. Cualquiera de esos dos resultados, será digno del

esfuerzo de todo estudioso, sinceramente convencido del valor de la investigación histórica.

Ahora bien, el "cimiento" y la "obra", ¿ merecerán la pena de arrostrar el tedio de una larga y acaso enojosísima lectura? Es muy probable que no, pero si el leal y anticipado reconocimiento de nuestros posibles yerros impone toda esta reserva, la sincera admiración que nos inspira el Brocense, nos autoriza a rogar al lector que olvide la torpeza del biógrafo para rendir pleitesía y sentido homenaje al insigne biografiado. Que el contenido no pierda quilates por la pobreza del vaso en que se ofrece.

Téngase además en cuenta que es profunda y dolorosamente educador el espectáculo de la formación de un profesional tan ilustre como Sánchez de las Brozas. Todas las incertidumbres, con todas las indudables grandezas del autodidactismo hispano, hallan en el Brocense plásticos, vivos reflejos.

Pero aun prescindiendo de este aspecto, tan dramático y tan interesante, será preciso reconocer que en impresión de conjunto, la figura del humanista extremeño cautiva, seduce. Atraen su noble independencia de juicio, que le aleja del "servum pecus" de los autómatas del pensamiento, su erudición casi inagotable, su genial manera de ver “lo entre las cosas", lo que no alcanzan a percibir miopes del intelecto, que se dan y se tienen por linces. Mas ese encanto que fluye del "científico", se exalta y se acrisola en el "hombre".

En un ambiente de violencias y de insidias, donde significan muy poco o nada los lazos del compañerismo (1);

(1) Para sugerir una idea aproximada de las prácticas "académicas" (?) de la época, a continuación transcribimos el siguiente curioso "Mandamiento del muy Illustre señor don alvaro de venauides Rector desta Vniversidad": Andres de guadalajara notario y secretario desta Vniversidad y Bartholome Sanchez notario Lugartheniente en el dicho officio e a qualquier de vos yo vos mando que notifiqueis a los maestros francisco perez y francisco nuñez Lectores de gramatica en este dicho estudio e a qualquiera dellos-que les hago sauer questoi informado que se tratan muy mal de palabras y se sobornan vnos a otros sus oyentes y discipulos que en todo y por todo guarden y Cumplan en sus Lecturas Los estatutos desta Vniversidad no sobornando ni negociando Los discipulos vno del otro y los otros del otro y no se digan mal sino solamente leyendo sus Liciones quieta e pacificamente etc." (Fecha 30 de Junio de 1579, fol. 89 del Registro de Claustros correspondiente.)

en el fragor de una lucha, en la que la mala fe y la calumnia lanzan de continuo sus envenenados dardos, el Brocense por una sola vez se cree autorizado a acusar. Y acusa como saben y pueden hacerlo los hombres dignos: sin injuriar al acusado, preocupándose, antes que de nada, de probar hasta la saciedad sus imputaciones, pensando acaso más en la tutela de ajenos intereses, que en la defensa de los propios, seriamente comprometidos. En la lucha del maestro Sánchez con el maestro Pérez Ortiz (a ella aludimos), la discreción y la mesura del acusador, hallan un eco de calumniosas imputaciones tan sólo en la persona del acusado. Sabido es que la tonalidad moral del actor, se refleja claramente en la índole de los medios que utiliza.

Porque es lo cierto que aunque constantemente se imputa a Francisco Sánchez su animosidad insidiosa contra Nebrija, no se logra hacer creer a ningún observador imparcial en la exactitud de semejante acusación. De la certidumbre de ésta ofrecería una prueba mediata el acusado mismo, alternando los hiperbólicos elogios, dirigidos a la galería, con las infames asechanzas, meditadas y ejecutadas en la sombra. Y no se conduce así, ciertamente, el insigne humanista: los testimonios documentales (manuscritos e impresos) consienten afirmar que el Brocense sentía por el "arte del Antonio" la obligada y justa estimación, que puede y debe sentirse por los partos del humano ingenio, perfectibles siempre, perfectos nunca. Juicio tan equilibrado (en nuestro humilde concepto, tan exacto), expuesto a plena luz, sin ambages, no consiente suponer la capacidad de la insidia y de la calumnia en el juzgador. Lo contrario pensaríamos si en la hojarasca de elogios no sentidos, quedase margen a la sospecha de insinceridad. Es el respeto a la verdad en el orden científico, el tributo más elocuente que puede rendir el estudioso a la idealidad moral, que da fin y sentido a la existencia entera.

Mas obsérvese también que a los requerimientos de indole ética, no fué nunca sordo nuestro autor. Cree en cierta ocasión no poder cumplir dignamente sus deberes de Regente del Trilingüe, y pone a disposición de la Universidad su cargo, mostrando más escrupulosidad al juzgarse que diligencia sus superiores juzgándole. Tratan de desposeerle en otra ocasión del modesto "ordinario" que del mismo Colegio Trilingüe recibía y nos advierte-sin que su aserto sea contradicho que ha procurado hacer como Regente

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