Nuevas cartas americanasLibrería de Fernando Fé, 1890 - 295 páginas |
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Página 19
... Tenemos , pues , á ustedes ateos , imaginando que lo son á pesar suyo , porque en el concepto del Dios de los creyentes no cabe el concepto que , según la ciencia , tienen ustedes ó presumen tener de las cosas todas . El conflicto entre ...
... Tenemos , pues , á ustedes ateos , imaginando que lo son á pesar suyo , porque en el concepto del Dios de los creyentes no cabe el concepto que , según la ciencia , tienen ustedes ó presumen tener de las cosas todas . El conflicto entre ...
Página 27
... Tenemos , pues , que el deber no nace empíri- camente y por experiencia , sino que se impone con imperio y graba sus irrevocables preceptos en la conciencia por buril penetrante y con in- deleble escritura . Imposible parece que ...
... Tenemos , pues , que el deber no nace empíri- camente y por experiencia , sino que se impone con imperio y graba sus irrevocables preceptos en la conciencia por buril penetrante y con in- deleble escritura . Imposible parece que ...
Página 31
... tenemos en las ma- temáticas guía infalible , pero sólo en lo que se refiere á la cantidad , al más y al menos . Y como por desgracia no hay matemáticas de la calidad ( sobre todo para los que niegan la metafísica ) , la experiencia y ...
... tenemos en las ma- temáticas guía infalible , pero sólo en lo que se refiere á la cantidad , al más y al menos . Y como por desgracia no hay matemáticas de la calidad ( sobre todo para los que niegan la metafísica ) , la experiencia y ...
Página 160
... tenemos noticia de que ninguno haya llegado al extremo del autor de estos versos . » > Mucha culpa de semejante disparatar la tie- ne , según usted , « el prurito de mostrarse des- contento de la propia suerte , de lamentarse de males ...
... tenemos noticia de que ninguno haya llegado al extremo del autor de estos versos . » > Mucha culpa de semejante disparatar la tie- ne , según usted , « el prurito de mostrarse des- contento de la propia suerte , de lamentarse de males ...
Página 211
Juan Valera. Aquí , en España , tenemos un libro muy di- vertido que retrata fiel y cándidamente , en mi sentir , lo que era el Paraguay bajo la presiden- cia ó dominio del primer López . Si en España hubiese más afición á la lectura ...
Juan Valera. Aquí , en España , tenemos un libro muy di- vertido que retrata fiel y cándidamente , en mi sentir , lo que era el Paraguay bajo la presiden- cia ó dominio del primer López . Si en España hubiese más afición á la lectura ...
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Términos y frases comunes
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Pasajes populares
Página 208 - La codicia en las manos de la suerte Se arroja al mar; la ira á las espadas, Y la ambición se ríe de la muerte: ¿Y no serán siquiera tan osadas Las opuestas acciones, si las miro De más ilustres genios ayudadas?
Página 116 - ¿Queréis matar al extranjero? Entonces, Seguid a Yamandú. Yo sé matarlo, como al gato bravo De los bosques del Hum. Los cráneos de los pálidos» guerreros Al indio servirán Para beber la chicha de algarrobas Y el jugo del palmar. Sus rayos no me ofenden ; en su sangre Se hundirán nuestros pies ; Sus cabelleras, en las lanzas nuestras, El viento ha de mover. Vírgenes blancas, que en los ojos tienen Hermosa claridad, Encenderán, en nuestros libres valles, Nuestro salvaje hogar.
Página 134 - Si mi pluma tuviese don de lágrimas, yo escribiría un libro titulado "EL INDIO
Página 110 - Era así como tú ... blanca y hermosa; era así ... como tú, miraba con tus ojos, y en tu vida puso su luz; yo la vi, sobre el cerro de las sombras, pálida y sin color; el indio niño no besó a su madre.
Página 69 - El año que tú faltas, La flor de sus seibos, Como cansada de esperar tus sienes, Cuelga sus ramos de carmín marchitos. Por la tersa corriente, Risueños y furtivos, Como sueltas guirnaldas, no navegan Los verdes camalotes florecidos. Sólo inclinan los sauces Su ramaje sombrío, Y las aves, más tristes, en sus copas Gimiendo tejen los ocultos nidos.
Página 114 - No puede imaginarse aquelarre más espantoso que la escena real y vivida que el poeta ofrece á nuestros ojos. Ha muerto el cacique supremo de los charrúas, y éstos celebran los funerales. El sueño frío se entró por las venas del viejo cacique, y en balde los médicos le chuparon el vientre para arrancar el dardo que causaba su mal. Muerto ya, le preparan para el último viaje, embijándole horriblemente la cara con jugo de urucú, para que asuste á Añang y á Macachera y á los genios del...
Página 109 - Él se detuvo, sin alzar la frente, Cual llamado a lo lejos; Cual si la voz tardara largo espacio En ir, desde el oído, al pensamiento. Y allí fijo quedó, como tocado Por un conjuro; trémulo, Como el corcel que, en su carrera, escucha El bramido del tigre en el desierto. Así como una piedra, Al fondo del abismo descendiendo, Despierta temerosas resonancias...
Página 107 - De vuelta don Gonzalo de una excursión guerrera, trae a varios prisioneros charrúas. Entre ellos viene Tabaré. Tabaré ve a Blanca. Las raras emociones que, al verla, agitan su pecho, están descritas con tal sutileza, con arte tan delicado, que se comprende y se admira su vaga intensidad. Su idealismo parece real, naturalista y vivido. Se diría que todo el elemento materno de hombre civilizado que 'había en el espíritu de Tabaré, surge, a la vista de Blanca, desde el tenebroso fondo de su...
Página 102 - Prescindiendo de novelas como las de Cooper, y de descripciones en prosa , en libros científicos y en relaciones de viajes, yo creía que, en poesía versificada, concisa por fuerza y en que no caben menudencias analíticas, los brasileños tenían hasta ahora la primacía en sentir y en expresar la hermosura y la grandeza de las escenas naturales del Nuevo Mundo. Leído Tabaré , me parece que Juan Zorrilla compite con ellos y los vence.
Página 114 - Y los duros lagartos, al sentirlo, hacia sus cuevas corren, y asoman las cabezas puntiagudas, y el largo cuerpo sin calor encogen. Y las ranas se callan un instante mientras pasa, y sus voces, como largos quejidos, a su espalda cuando ha pasado, nuevamente se oyen. Y los nocturnos pájaros lo siguen en negras procesiones : el chajá dando saltos por el suelo, chirriando esos murciélagos enormes, que, como manchas de la misma sombra, la oscuridad recorren, persiguiendo los átomos o huyendo, atolondrados,...