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pareció el oro y plata; que decian y afirman que no hay mazegual que esté sin aquellas cintas; estando peleando con ellos, dió otro escuadron de mas de mil indios en el fardaje, que estaba ya desta parte del rio, y como los de caballo salieron á ellos, echarónse al rio, matando algunos dellos, que, segun pareció, no pensaban que se podia escapar hombre de nosotros, ni cosa de lo que traimos, tan bien lo tenian hordenado; yo segui el alcance mas de una legua, y torné á recojer mi gente y amigos, para dar gracias á Dios de la bictoria que el Espíritu Santo havia sido servido de nos dar, por ser suya la conquista y nombre, en pago del pequeño servicio que aquel dia le abiamos hecho atribuyéndosela; y no fué tan á nuestro salbo la bictoria, que no quedaron heridos cinqüenta caballos, de los cuales son muertos seis, pienso que algunos por no ser bien curados, y á mi cupieron dos, y hago saber á Vuestra Magestad que balen á cuatrocientos pesos de minas y mas, y por esto hago mincion dellos; al alcalde hirieron en el rostro de un mal flechazo, y al capitan Oñate por una cadera, que le entró bien; al capitan de mi guarda en una espalda, y al capitan del artillería le pasaron el brazo, y á un escudero le dieron por la cara un mal flechazo y otro por la ingle pasándole las armas, y á otro pasaron las manos, y á otro una pierna con una lanza y á otro asimismo hirieron; á los demas no nos faltaron flechazos, aunque sin daño; de indios amigos, murieron hasta diez ó doce, y algunos dellos de lanzadas de cristianos, por no conocellos, y otros fueron heridos, y entre ellos Tapia, indio, señor de Méjico, fué herido de un flechazo por la boca del estómago; ha placido á Dios que todos estén sanos, aunque se temia de alguna yerba, porque haviamos topado seña

les y insinias della, y porque de sus curas se tubo mucho cuidado, antes que en otra cosa entendiese, despues de aver llegado á un lugar que estaba cerca del rio, fué en curarlos, donde otro dia se hizo una procesion con un Te Deum laudamus, dando gracias a Dios por la merced y bictoria que nos havia dado en la birtud de Vuestra Magestad, que en berdad la tengo por grande, segun lo poco que yo merezco; y á lo que todos dicen, nunca bieron indios acometer á gente de caballo, sin ser acometidos, como estos lo hicieron; pasada la Pascua, acordé de benir á un lugar que se dice Sila, dos leguas de allí, donde decian que havia gente, y no la hallé, aunque binieron algunos de paz á traer comida.

Otro dia me bine á pasar otro rio grande, que por nombre puse el rio de la Trinidad, y á sentar real aquí donde estoy, que se llama Omitlan y es la cabecera de toda esta provincia, y á esperar la gente que venia de Méjico, y porque la gente y caballos heridos se curasen, donde siempre han venido algunos de los naturales á traer comida, de que es muy abundante toda la tierra, y lleba tres veces en el año maiz y muchos frutales, y hay mucho pescado; está diez leguas de la mar, la tierra es demasiado calurosa, y los rios están llenos de caimanes, que son lagartos de agua, y hay muchos alacranes que son muy ponzoñosos; desde aquí embié algunos de caballo á Tepiq, á meter la gente que esperaba, y el sábado despues del Corpus-Christi, cuya fiesta celebramos con harta agua, aunque la teníamos mas bien aparejada, tanto cuanto en la ciudad de Méjico hacerse pudiera, binieron los que esperaba.

Aquí se â hecho una iglesia muy buena, que se llama de Santi Espíritus, y puesto dos cruces, una delante

della y otra al rio; partirme hé, con la ayuda de Dios, dentro de cuatro ó cinco dias, aunque las aguas son entradas y bien récio, y bienen rios de mar á mar, donde en este se me han ya ahogado dos españoles, el uno de caballo y otro de pié, y ay muchos por estas provincias; iré á la provincia de Astatlan, que dicen que es cosa muy grande y de mucha gente que me espera de guerra, que está de aquí tres jornadas, y de allí, mediante su gracia, iré en busca de la amazonas que me dicen están diez jornadas; unos dicen que havitan dentro de la mar, y otros que están en una parte de un brazo de mar y que son ricas y temidas de los havitadores de la tierra, por dioses; son mas blancas que estas otras, traen arcos y flechas y rodelas, comunícanse cierto tiempo del año con los vecinos, y lo que nace, si es baron, dicen que lo matan, y guardan las mugeres; ay muchas poblaciones y grandes hasta llegar á ellas; desde allí, mediante la voluntad de Dios, entraré la tierra adentro hácia la mar del Norte, y otros embiaré por la costa del Sur adelante á descubrir lo que mas hay, de donde daré abiso á Vuestra Magestad de las mercedes que Dios en su nombre me hiciere; y á Vuestra Magestad suplico, con aquella humildad que basallo y siervo debe á su Señor, que reciba estos pequeños servicios por tales, pues se hacen con toda limpieza y fée, que nunca faltará hasta la muerte en mí; y así crea Vuestra Magestad que tales han sido mis obras todo el tiempo que en Panuco y en la Nueva España he estado, y cotejándolas con las de aquellos que han querido informar por sus pasiones y intereses, hallará que son muy limpias y merecedoras de la merced que Vuestra Magestad me hiciere; y porque es ajeno desta relacion lo que podria decir, dejallo

hé para en otra carta que á Vuestra Magestad escribo, la cual suplico sea servido leer, sin oir por relacion, con todas las demas que siempre escribiere. En Omitlan, en la provincia de Mechuacan, de la Mayor España, á ocho de Julio de 530.-Nuño de Guzman.

CARTA DE DIEGO DE OCAÑA A LOS OFICIALES REALES DE LA CONTRATACION DE SEVILLA, AVISÁNDOLES LA SALIDA DE HERNAN CORTÉS CONTRA CRISTÓBAL DOLID Á HIGUERAS, Y OTRAS COSAS, EN DESDORO DEL BUEN NOMBRE DE CORTÉS. (31 de Agosto de 1526). (1)

Magníficos señores.-El deseo que tengo de servir á mi Rey, me hace escribir á Vuesas Mercedes en tiempo que beó muchos peligros aparejados á los que escriben, pues no solamente aquí se toman y abren las cartas que los ombres enbian, pero aun lo que tienen escrito en sus casas para Su Magestad; y para hacer esto, esfuerzame una cosa, que, pues he bibido 60 años, los que mal me quisieren hacer no me pueden quitar larga vida, y que tambien es loado el que muere bien, como reprehendido el que bibe mal: é yo beo, señores, engañarse los ombres en esta tierra y sacar algunos que deben bogar en sercicio de su Rey, porque los ricos y el oro tienen tanto poder, que ciegan los corazones y atapan los oydos, y hacen hablar á unos y enmudecer á otros; y porque allá irán cartas desta calidad, no quise en tal tiempo dejar de escribir á Vuestras Mercedes, pues me conocen y desean

(1) Archivo de Indias. Patronato, Est. 2.o Caj. 2.o

el servicio de Su Magestad, y en lo que dijere, no saldré un paso de lo que he visto y sé que pasa en verdad: yo, señores, vine aquí por el mes de Junio del año pasado, con estos oficios de escribano público y de la governa cion, y hallé que Hernan Cortés hera ydo á las Higueras contra Cristóbal Dolíd, y ví discordes á estos cuatro oficiales de Su Magestad, sobre el cargo de tenientes de governador, porque lo havian seydo el Tesorero y Contador, y á la sazon lo eran el Factor y Veedor, con los cuales usé mis oficios; en este tiempo salieron de aquí el Tesorero y Contador, diciendo que á llebar el oro á Su Magestad, y yban, entre ellos y sus amigos y criados, catorce de caballo, armados, y sus mozos, y otros cinco becinos armados, á pié; díjose que se yban á juntar con Francisco de las Casas, que llegava de las Higueras y estava veinte leguas de aquí, para que entrase con bara y quitase la juridicion á los dichos Factor y Veedor; y porque el oro de Su Magestad quedava en esta ciudad y se obo informacion de lo dicho, fué tras ellos el Veedor con gente, y hallólos caminando á media noche, y fueron traidos presos y puestos los que lo merecian en sus casas y los otros en la cárcel; y hallóse por la informacion que un mozo del Tesorero y otro del Contador fueron luego á dar mandado á Francisco de las Casas, y los mozos así lo confesaron; desterraron desde la cárcel cinco hombres de los que yban con ellos, y mandaron sacar al Tesorero y Contador los caballos y armas que en sus casas tenian, porque Francisco de las Casas benia; el cual benido, la noche que entró, díjose que el Tesorero tenia mucha gente armada en su casa, para se juntar con él y que tomase la justicia y prendiese al Factor y Veedor que tenian; dióse mandamiento para el alguacil mayor para

la

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