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SEÑOR:

El profundo amor y respeto que me inspira la institución monárquica, mis convicciones católicas y la admiración que siento por la nativa independencia española, me alentaron á escribir estas páginas.

Contrastaba la pequeñez de su autor con la grandiosidad del asunto; pero habiéndole otorgado el ofrecido lauro la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el trabajo se hizo más digno de la gran idea que lo inspiró, y de que pudiera ofrecerse á V. M., con la esperanza de que le concediera el prestigio de su augusto nombre.

V. M., que representa un reinado de paz y de tolerancia, no muy frecuente en esta tierra, tan grande en glorias como en desventuras, ha colmado mis deseos aceptando esta dedicatoria. Permitame V. M. consignar, que mi gratitud será tan duradera como mi lealtad, y que todas mis aspiraciones quedan satisfechas, con que el nombre de V. M. sea la primera palabra que se lea en la primer obra que se escribe acerca del gobierno de la nación española.

Madrid 1. de Agosto de 1885.

SEÑOR:

Á L. R. P. DE V. M.

MANUEL DANVILA.

CONSIDERACIONES PRELIMINARES.

INDICACIONES GENERALES

SOBRE LA MODERNA TENDENCIA DE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA (1).

La vida de la Humanidad ofrece al hombre pensador una prueba constante del progreso de las ciencias, reflejado en el derecho, siempre ansioso de perfeccionamiento y buscando traba josamente esa unidad anhelada por todos los pueblos y á la cual se camina con fuerza irresistible. Producto de la razón y del libre albedrío, está retratado en la historia con sus distintos y variados matices; pero, como idea, pertenece á la ciencia, y como hecho, á las instituciones sociales.

Las ciencias sociales, en su innegable adelantamiento, contribuyen á aumentar la cultura general, sometiendo á público examen las doctrinas más transcendentales, y buscando en la idea jurídica del Estado, la clave segura para constituir lo que atrevidamente se apellida el derecho moderno. No basta ya el conocimiento de los hechos, que es lo accidental en el orden de la naturaleza, ni la prescripción de la ley, que es lo esencial, satisface á la ciencia moderna, ávida de investigar la razón y las causas de todos los acontecimientos que constituyen el humano progreso. Primero los hechos de detalle, que son el objeto habitual de la estadística; después la historia, limitada á reseñar hechos y á procurar datos más o menos exagerados; más tarde, la filosofía de la historia, buscando las causas de los hechos que la forman; y recientemente la etiología histórica, entendiendo por tal el análisis y la discusión de las causas ó del encadena

miento de las que han contribuído á producir los sucesos cuyo cuadro ofrece la historia, demuestran las exigencias de la crítica moderna, que no se satisface con relaciones apasionadas é inverosímiles, sino que aspira á reconstituir nuestra historia nacional, por medio del examen de las instituciones fundamentales de la sociedad española.

Verdaderamente las condiciones de la sociedad cambian lentamente en el curso de los siglos, en virtud de causas íntimas y generales que se descubren á través de todos los incidentes de la historia, ó por razón de bruscos sacudimientos á que se da el nombre de revoluciones determinadas por causas locales ó accidentales. Unas veces, estos movimientos comienzan y terminan sin modificar esencialmente el estado social, como el Asia musulmana ofrece repetidos ejemplos después del establecimiento del islamismo. Otras, cuando las revoluciones remueven las sociedades á bastante profundidad, la fisonomía y los resultados de semejantes perturbaciones constituyen una época y señalan las fases, por las cuales, la civilización ó el estado social han llegado en su marcha lenta y secular bajo el influjo de las causas que calificamos de regulares, porque son simples, y cuya simplicidad misma demuestra, que afectan á los principios ó á la esencia de las cosas.

La idea de la verdadera naturaleza de la historia no puede concebirse sin la distinción de lo necesario y lo fortuito, de lo esencial y lo accidental. Los registros de los sacerdotes de la antigüedad ó de los monjes de los tiempos bárbaros, en que inscribían todos los hechos que reputaban maravillosos, no pudieron constituir esa larga peregrinación que se llama historia, porque aquellos hechos eran independientes, sin relación de la causa al efecto, y producto del azar ó de la casualidad. Los descubrimientos en las ciencias pueden sucederse indiferentemente sin orden ni regularidad, y entonces tendrán sus anales, sin contar con su historia, porque la superioridad de ésta sobre aquélla, consiste en ofrecer un hilo conductor, á favor del cual se descubren ciertas tendencias generales, que no excluyen los caprichos de la casualidad ni los accidentes del detalle, por lo

mismo que son el resultado de la naturaleza de las cosas en lo que tienen de esencial y permanente.

La historia política, lo mismo que la historia de las lenguas, de las religiones, de las artes y de las instituciones civiles, difiere de la historia de las ciencias en un punto importante. En éstas, todo lo que es esencial, independientemente de la constitución y de las invenciones del espíritu humano, no puede subsistir indefinidamente. Lo mejor, fundado en la naturaleza de las cosas, debe concluir para ser conocido y someterse á una evidencia irresistible. Y por el contrario, en el orden de los hechos políticos y sociales, como en el de los hechos naturales, lo que debe su origen á circunstancias fortuitas, puede alcanzar caracteres de subsistencia, como si se tratase de un hecho inmutable por su esencia y ajeno al poder del hombre.

La filosofía busca la razón de las cosas; la etiología histórica consiste en la investigación, estudio y discusión de las causas cuyo encadenamiento compone la trama histórica. Por ello puede afirmarse, con mayor exactitud, que la etiología ó la filosofía de la historia se inspiran más en la razón de los acontecimientos que en la causa de los sucesos. La idea de causa implica la de acción, de una fuerza dotada de energía propia; y lo que la crítica histórica debe evidenciar, son las resistencias pasivas, las condiciones de estructura y de forma que en el transcurso de los tiempos prevalecen sobre las causas propiamente dichas, sobre aquellas que intervienen, según el grado de actividad que le es propio, en la producción de cada acontecimiento en particular.

Mas no debe confundirse la etiología histórica, que para nosotros constituye la filosofía de la historia, con la historia de la civilización, ni con la historia general del género humano, ó mejor dicho, de la humanidad. La civilización comprende una historia y una etiología histórica, como las religiones, las instituciones civiles, la filosofía, las artes, las ciencias, el comercio y la industria, porque la civilización lo comprende todo. Su historia ofrece más especialmente ciertas remembranzas con la historia de la ciencia, entre las cuales hay un fondo común de

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