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bios, hombres como Alfonso Salmeron, como fray Bartolomé de Carranza, como fray Alfonso de Castro, como los dos Sotos, fray Domingo y fray Pedro, como fray Melchor Cano, como los hermanos Covarrubias, don Diego y don Antonio, como Antonio Agustin, como Benito Arias Montano, y otros doctos y esclarecidos varones, cuyos escritos llenos de sabiduría admiraron entonces, se veneran boy y se respetarán siempre. Los monarcas españoles fueron los que promovieron é impulsaron mas el concilio de Trento, los prelados, teólogos y canonistas españoles los que resplandecieron mas en aquella veneranda asamblea religiosa.

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CAPITULO VI.

FLANDES.

ORIGEN Y CAUSAS DE LA REBELION.

De 1559 à 1567.

Conducta de Felipe II. en los Paises Bajos.-Causas del disgusto de los flamencos. El carácter del rey.-Su preferencia hácia los españoles. La creacion de nuevos obispados.-La Inquisicion.-Los edictos imperiales.-La permanencia de las tropas españolas. La privanza de Granvela.-La ambicion y el resentimiento de los nobles. -Quejas contra Granvela.-Odio que le tenian los flamencos.-Primeros síntomas de sedicion.-Teson del rey en proteger al cardenal.-Comportamiento de la duquesa de Parma, regente.-Primera venida de Montigny á España.-Resultado de su mision.-Planes de rebelion en Flandes.-Peticion al rey contra Granvela.-Dilaciones de Felipe en proveer á lo de Flandes.-Consulta al duque de Alba, y su respuesta.-Sale Granvela de los Paises Bajos: alegría de los nobles y del pueblo.-Rigor inquisitorial: oposicion del pais: disturbios.-Resistense á recibir los decretos del concilio de Trento: insistencia del rey.-Venida de Egmont á Madrid.-Respuesta que lleva del monarca.-Disposiciones de Felipe II. contra las instrucciones dadas á Egmont.-Resistencia de los flamencos á admitir la Inquisicion y los edictos.-Tenacidad del rey.-Conflictos de la princesa regente.-Confederacion de los nobles contra la Inquisicion.El compromiso de Breda.-Peticion de los confederados á la gobernadora.-Respuesta de la princesa.-Notable distintivo de los coligados. Segunda venida de Montigny á España.-Entretiénele el

rey sin responder á su comision.-Situacion crítica de Flandes.Doble y artera política del rey.-Estalla la revolucion religiosa en los Paises Bajos.-Tumultos: profanacion, saqueo y destruccion de templos. Luchas sangrientas entre católicos y hereges.-El príncipe de Orange, y los condes de Egmont, Horn, Aremberg, Mansfeld, Berghes y otros.-Nuevos disturbios y desmanes.-Apremiantes reclamaciones de la princesa regente al rey, y respuestas dilatorias y ambiguas de Felipe.-Grandes dimensiones que va tomando la revolucion.-El rey ofrece ir á Flandes.—Planes de los confederados.-Determina Felipe II. subyugarlos con las armas.-Nombra al duque de Alba general del ejército que ha de enviar á Flandes.

Vamos á tratar con todo el desapasionamiento, con toda la severa imparcialidad de que el magisterio histórico debe estar siempre revestido, de la famosa rebelion y levantamiento de los Paises Bajos, que comenzó en los primeros años del reinado de Felipe II., de las largas, porfiadas y sangrientas guerras que le siguieron, que asolaron y devastaron aquel desgraciado pais, que convirtieron sus ricas ciudades en lastimosas ruinas, sus bellos campos en vasto cementerio de hombres, que consumieron á España sus hijos, su sangre y sus tesoros, que asombraron al mundo por su valor, la constancia y el teson de que es capaz un pueblo que se levanta en defensa de sus antiguas leyes y de la libertad de que se intenta despojarle. Diremos solamente en este capítulo lo que por la parte de Flandes acontecia en este período y durante el tiempo que hemos visto á Felipe II. ocupado en los asuntos interiores de España, en el castigo de los lu

teranos españoles, en las solemnidades de su tercer matrimonio, en las empresas navales de la costa de Africa, en el socorro de Malta, en la intervencion en los distúrbios religiosos de Francia, y en los grandes negocios y deliberaciones del concilio de Trento.

Cuando Felipe II. partió de los Paises Bajos para volver á España (setiembre, 1559), pareció haber olvidado (y atiéndanlo bien los que nieguen la elocuente y provechosa enseñanza de los ejemplos históricos), pareció, decimos, haber olvidado lo que cuarenta y dos años antes habia acontecido en España cuando su padre Cárlos partió de este reino para el imperio aleman. Circundado de flamencos habia venido Carlos de Flandes; flameucos y no españoles eran los que constituian su consejo; flamenco hablaba él y no español; á flamencos y no á españoles dió los primeros empleos y las mas altas dignidades cclesiásticas de Castilla; tropas flamencas habia traido consigo; á Flandes iba el dinero de España; sin ningun acatamiento habia mirado las leyes, las antiguas costumbres y libertades españolas; sin consideracionhabia alterado el órden y lugar de celebrar Córtes; un regente flamenco habia dejado á su partida de Castilla; y apenas abandonó las playas españolas, el pundonor nacionl resentido estalló en las alteraciones y revueltas que en otro lugar hemos contado, y que estuvieron á punto de costarle las coronas de estos reinos: él tuvo la fortuna y el reino la desgracia de aho

gar en sangre aquel movimiento popular, pereciendo en patíbulos los defensores mas exaltados de las libertades castellanas.

En muy semejantes circunstancias á las de Cárlos al salir de Castilla se habia hallado su hijo Felipe al dejar á Flandes. Su conducta tuvo muchos puntos de parecido, y las consecuencias fueron no menos desastrosas. Nunca habia agradado á los flamencos el carácter taciturno y tétrico de Felipe II.; disgustábales que ni hablara su lengua, ni mostrára deseos de aprenderla y hablarla: ofendíales que sus consejeros fueran todos españoles, españolas sus costumbres у españoles todos los hombres de su privanza. Aquel apego y cariño de Felipe á las cosas de España, cualidad sin duda muy recomendable para los españoles, era capital defecto para los flamencos; achaque de quien abarca bajo su dominacion reinos y estados de hábitos y costumbres diferentes, sin genio para acomodarse á las de cada uno de ellos. Y tanto menos soportable se les hacia á los de Flandes el desdeñoso y desabrido trato que recibian de Felipe, cuanto que estaban acostumbrados á cierta preferencia con que los habia mirado siempre el emperador, como nacido y criado entre ellos, al genio espansivo de Cárlos, y á aquella política acomodaticia que la necesidad le habia enseñado, y con que procuraba hacerse aleman con los alemanes, italiano con los italianos y flamenco con los flamencos.

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