Imágenes de páginas
PDF
EPUB

do las estremidades, extraídole los ojos con que los vigilaba, y sacádole la lengua con que los reprendía, echaron su corazon á los perros....... No podemos proseguir. (1).

Sobre tres mil españoles perecieron de estas horribles maneras en el espacio de seis dias, por órden y á presencia del feroz Aben Farax. Al fin el reyezuelo Aben Humeya, bien fuese que le repugnáran tales horrores y crueldades, bien que entrára en su cálculo observar otra política, mostróse indignado de ver las sendas y caminos por donde andaba sembrados de cadáveres, y mandó por pregon que no se diera muerte á las mugeres ni á los niños, y que á lo s hombres mismos no se los ejecutára sin formacion de proceso. Creció su indignacion al ver que ni sus amigos personales habian sido perdonados por su bárbaro alguacil mayor, y al llegar al castillò de Laujar (29 de diciembre, 1568), residencia en otro tiempo del desgraciado Boadil, mandó comparecer á Farax, y haciendo mañosamente retirar á sus monfis, y privándole asi del apoyo que pudieran darle aquellos

(4) Mendoza, en el libro I. de su Guerra de Granada da cuenta de estas atrocidades en globo, y solo refiere en particular alguno que otro caso notable. Mármol, mas estenso y minucioso, dedica unos treinta capítulos del libro IV. de su obra á hacer la descripcion topográfica de cada taha, á contar detenidamente la manera y cir

cunstancias del alzamiento de cada una, y á consignar los actos de horrible barbarie que se cometieron en cada pueblo. Crónica escandalosa de los moriscos se podia llamar este libro IV. de la Historia de su rebelion, y de él podia sacarse un cuadro estadístico criminal que repugnaría leer.

verdugos, le intimó que rindiera cuentas de sus robos al tesorero Miguel de Rojas. No era fácil que se pudiera justificar el autor de tantos crímenes, y aunque Aben Humeya no le impuso toda la expiacion que merecia, al menos hizo un bien á la humanidad con inutilizarle quitándole el cargo y mando de alguacil mayor, y trasfiriéndosele á su antagonista Aben Jahuar el Zaguer, tio de Aben Humeya.

Este rey de los moriscos, despues de haberse hecho coronar de nuevo solemnemente en Laujar, publicó un edicto ordenando la insurreccion general de todos los moriscos del reino, pero prohibiendo los asesina tos bajo pena de la vida y de confiscacion de bienes. Nombró un alcaide para cada taha, y volviéndose á Ujijar pasó á correr el valle de Lecrin (30 de diciem bre), que todo hasta el pie de Sierra Nevada estaba por los moriscos, rechazadas de él las avanzadas cristianas. Para acreditarse de verdadero musulman, inmediatamente despues de su coronacion se habia casado con tres mugeres, de familias influyentes, ademas de la que de Granada habia llevado consigo.

Mientras asi se habian ido alzando una tras otra y con poco intervalo de tiempo todas las tahas de la Alpujarra, en Granada, despues de muchas dudas sobre el partido que convendria tomar para sofocar la insurreccion, reunida la audiencia con su presidente don Diego de Deza, propuso uno de sus individuos,

el licenciado Nuñez de Bohorques, consejero que ha bia sido de Castilla y de la Inquisicion, que se hiciera salir veinte leguas tierra adentro de la ciudad á todos los moriscos del Albaicin y de la Vega, donde no pudieran auxiliar á los de la sierra ni con avisos, ni con armas, ni con gente, ni con consejo; la medida parecia bien á todos, pero se tuvo por peligroso ejecutarla, y por prudente suspenderla. Dióse de todo parte al rey, y el marqués de Mondejar ordenó á todos los señores de Andalucía que le acudiesen á la mayor presteza con gente de armas. El presidente de la audiencia por su parte, con noticia de que la rebelion se estendia ya hasta el reino de Murcia, acordó avisar tambien al adelantado de aquel. reino don Luis Fajardo marqués de los Velez, creyendo que su solo nombre llenaría de terror á los moriscos y los haría entrar en razon. Los de la ciudad se presentaron otra vez con su procurador general al presidente Deza, protestando de nuevo no tener parte alguna en el alzamiento, estar prontos á servir al rey con sus haciendas como buenos y honrados, y á observar y cumplir la pragmática de S. M. Pero continuaron las precauciones, la vigilancia y las rondas en Granada, asi como la insurreccion prosiguió estendiéndose por todo el pais comprendido entre Granada, Málaga, Murcia y Almería.

Daban ya harto que hacer los rebeldes moriscos á los capitanes cristianos Diego de Quesada, García

de Villaroel, Diego de Gasca, Ramirez de Haro y otros, en Orgiba, en Tablate, en las Guájaras, en Salobreña, en muchos lugares de la Alpujarra y valle de Lecrin y las cercanías de Almería, cuya ciudad se veia amenazada, mientras Aben Humeya se fortificaba en ja taha de Poqueira, el mas áspero territorio de la comarca insurreccionada. Aunque no abundaban en Granada los recursos para emprender una guerra, porque hombres, dinero, vituallas, todo lo necesitaba el rey para las que estaba sosteniendo en otros paises, la necesidad era urgente, si no se habia de dejar á los moriscos enseñorearse de todo el reino. Y asi, recogiendo el marqués de Mondejar cuantas compañías de infantes y caballos pudo de las ciudades de Loja, Alhama, Alcalá la Real, Antequera, Jaen, y de los lugares de la Vega; dejando el gobierno militar de Granada á cargo de su hijo el conde de Tendilla, emprendió la campaña contra los moriscos sublevados (3 de enero de 1569), con poco mas de dos mil hombres, gente lucida y bien armada, pero nueva y poco hecha á la disciplina, llevando consigo à su yerno don Alonso de Cárdenas, á don Francisco de Mendoza su hijo, á don Luis de Córdoba, á don Alonso de Granada Venegas, don Juan de Villaroel y otros muchos caballeros, y los capitanes de la gente de las ciudades nombradas.

Con este pequeño ejército llegó al lugar del Padul, donde habremos de dejarle por ahora, mientras

damos cuenta de otros sucesos no menos ruidosos que entretanto habian acontecido en la córte (1).

(1) A no dudar, los dos autores de mas crédito y que pueden mejor servir de guia para conocer las causas que prepararon y produjeron este lamentable episodio de la historia de España, el carácter del levantamiento de los moriscos, y los sucesos de la sangrienta guerra que dejamos comenzada, son don Diego Hurtado de Mendoza y Luis del Mármol, ambos contemporáneos y que pudieron ser testigos de los acontecimientos, ambos dotados de claro y recto juicio, de cualidades históricas, de grande erudicion, y colocados en condicion ventajosa por su posicion social para poder escribir con conocimiento y con datos.

Don Diego Hurtado de Mendoza, autor de la Guerra de Granada, vástago de una de las mas nobles y esclarecidas familias del reino, descendiente del célebre marqués de Santillana, y quinto hijo de don Iñigo Lopez de Mendoza, segundo conde de Tendilla, primer marqués de Mondéjar; discípulo del sabio Pedro Mártir de Angleria y del famoso sevillano Montesdoca; versado en los estudios de jurisprudencia y de humanidades, y en las lenguas, latina, griega, arábiga y hebrea, que habia cultivado en Granada, Salamanca, Padua, Roma y Bolonia; distinguido como militar en las guerras de Italia del tiempo del emperador; embajador por Carlos V. en Venecia y en Roma, y uno de los nobles españoles que asistieron en representacion y con poderes del emperador al concilio de Trento, y de los que se opusieron á su traslacion á Bolonia; en cuyos honrosos cargos se señaló por su

energía, su valor, y aun su dureza en defender los derechos y prerogativas de su soberano contra las pretensiones de la córte pontificia; nombrado por Felipe II. para una comision delicada en Aragou; por último, alternativamente desterrado é indultado por el rey á causa de algunos arranques de su genio severo y un tanto impetuoso; poseedor de una preciosa librería que regaló al rey para su biblioteca del Escorial; autor de varias obras literarias graves y festivas, de las cuales unas se han publicado impresas, y otras existen manuscritas en la Biblioteca Nacional: tales son en compendio los títulos del autor de la Guerra de los moriscos de Granada. Muéstrase en ella familiarizado con las escenas que describe y con los sucesos que relata, los cuales se ven por lo tanto marcados con el sello de la verdad. Su estilo es por lo comun vigoroso y brillante, bien que se note demasiado estudio en imitar á los clásicos antiguos, y en especial á Salustio, que parece se propuso por modelo. Es digna de elogio la franqueza con que suele censurar, asi las providencias del gobierno como las operaciones de los generales cristianos, á pesar de haber sido algunos de ellos tan próximos parientes suyos. Sin embargo, su obra se puede considerar mas como un bosquejo que como una verdadera historia de aquel período. Asi poco mas ó menos la juzgan tambien Ticknor en su Historia de la Literatura española, tom. II., y el autor de la Noticia de las obras y autores de historias de sucesos particulares que precede al tomo XXI. de la Biblioteca de autores españoles.

« AnteriorContinuar »