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Mas á pesar de aquellas públicas demostraciones, observábase harto á las claras el disgusto con que los flamencos festejaban como vencedor al que tan recientemente habia enviado al patíbulo á sus magnates. Subió de punto la indignacion y el odio de los flamencos con un rasgo de orgullo del duque. De los cañones cogidos á Luis de Nassau se mandó hacer una estátua para colocarla en el castillo de Amberes. La estátua apuntaba con el brazo derecho a la ciudad, y hollaba otras dos con varios emblemas, que dieron en decir que simbolizaban la nobleza y el pueblo (). Bramaban con esto los de Flandes; y en la misma España, en la córte del rey se murmuraba

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calabacillas y escudillas de palo, la nobleza.

Las dos máscaras significan que las llevaban los que presentaron la requesta, y siéndoles quitadas, fueron conoscidos.

Las biçaças (alforjas) con las calabacillas y escudillas de palo á las orejas, significan el nombre de Gües (Gueux) que tomaron.

Los libros y serpientes que salen de las biçaças, la mala doctrina y el veneno que sembraron.

Las heridas del brazo y del muslo, significan que la heregía va de rota, mal herida.

El estar el duque del todo armado, sino el brazo derecho, significa la parte armada, cómo venció y echó del pais a los malos: y el brazo desarmado y tendido, llama á los buenos á paz y concordia.

Remitida á S. M. en carta de Diego Gonzalez Gante.-Archivo de Simancas, Estado, leg. 558.

la vida ostentosa del duque; su antiguo competidor Ruy Gomez de Silva, príncipe de Eboli, se mofaba del título de Fidelísimo ministro, que entre otros se habia hecho poner el duque en la inscripcion de la estátua, haciendo valer el de Eboli la circunstancia de que mientras el de Alba se erigia estátuas á sí propio, el monarca mismo habia tenido la modestia de no permitir que se pusiesen su busto y sus armas á las puertas de las ciudades de Milan. Al mismo Felipe disgustó aquel rasgo de presuncion, y de todo ello llegó á apercibirse el de Alba.

Mas lo que acabó de incomodar á los de Flandes fué el gravoso impuesto que estableció de una décima por todos los bienes muebles que vendiesen, una vigésima por la venta de los inmuebles, y una centésima una vez por todo. Cierto que de España no era fácil sacar recursos, teniendo ella harto á que atender con el levantamiento de los moriscos; mas no por eso dejaron los Estados de Flandes de representar con energía contra la exaccion de la décima, como ruinosa del comercio, de la industria y del tráfico. «Nada sin embargo ase recababa, dice el jesuita historiador de estas guer«ras, de quien estaba armado, vencedor, sin cuidado «de enemigo alguno, y á quien por eso obedecerian «mas fácilmente los flamencos (1).>>

Vino grandemente al rey de Francia la termina

(1) Estrada, Guerras de Flandes, Dec. I., lib. VII.

cion de esta guerra, pues ardiendo en su reino la tercera de los hugonotes, logró que el duque de Alba por órden de Felipe II. le enviára un auxilio de tres mil infantes y dos mil caballos al mando del conde de Mansfeld, que en verdad le hizo allá un servicio importante ganando á los hereges la batalla de Moncontour, bien que á costa de una grave herida que recibió el de Mansfeld, de cuyas resultas quedó manco del brazo derecho.

Pero otra complicacion surgió en este tiempo para Felipe II. y el de Alba por la parte de Inglaterra. Un navío y cuatro fragatas vizcainas que conducian una buena suma de dinero á Flandes destinada á las pagas de aquel ejército, aportaron llevados del temporal en las costas inglesas. La reina Isabel, que ya habia dado hartas pruebas de su enemistad á Felipe II., tomó aquel dinero, so pretesto de creer que era de asentistas genoveses, sin que sirvieran á rescatarlo las reclamaciones del embajador de España y del capitan de la flotilla española. Noticiosos Felipe II. y el de Alba de este suceso, hicieron embargar en España y en Flandes todos los navíos y mercaderías de los súbditos ingleses, y aun arrestar las personas mismas. La reina de Inglaterra hizo lo propio con las naves y los hombres de España y de Flandes que existian en su reino, y era una guerra sin armas, destructora del comercio de los tres estados. Enviaron con este motivo el rey don Felipe y el de Alba diversas embajadas

haciendo fuertes reclamaciones. Mas la reina Isabel no soltaba el dinero, fiada en que España tenia harto que hacer con la guerra de los moriscos, y en lo que por la parte de Alemania amenazaba otra vez contra Flandes. Hubo, no obstante, de venir á partido, ofreciendo devolver mas adelante aquella suma, de que entonces necesitaba, con sus correspondientes intereses. Con esto los embajadores, calculando que de enconarse mas este asunto habia de parar en guerra, y de pronto saldria perjudicado el comercio de España y de Flandes, porque habian visto apresadas en los puertos de Inglaterra hasta ochenta y una naves flamencas y españolas, aconsejaron al de Alba que debia mirarse este negocio como puramente mercantil У de hacienda. Penetrado por otra parte el duque de que un rompimiento con Inglaterra en la situacion en que se encontraban los Paises Bajos podia ser peligroso, espuso tambien al rey que convendria contemporizar y sacar el mejor partido que se pudiera por medio de negociaciones (1).

La falta de aquel dinero obligó al de Alba á apre

(1) En los legajos de Estado, 544 y 542 del Archivo de Simancas, se hallan varias cartas sobre este asunto, del embajador español en Londres, don Gueran de Espés, que había reemplazado á don Guzman de Silva, escritas al duque de Alba y á S. M., del duque al rey, y sus contestaciones.-Mr. Gachard, en la Correspondencia

de Felipe II., tom. II., cita una relacion del suceso, sacada de un MS. de la biblioteca del Escorial.

Refiérenlo tambien Mendoza, Estrada y Cabrera, en sus obras respectivas.-Estrada cita una memoria sobre aquella controversia, trabajada por Rafael Barberini, uno de los enviados á Inglaterra y presentada al duque de Alba.

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tar mas á los de Flandes con exacciones, que ellos resistian lo posible, fundados en la escasez y penuria de los pueblos, llegando uno á decirle, «que si él imitaba » á Temistocles trayendo para sacar dinero dos diosas, » la Persuasion y la Violencia, ellos le opondrian otras >>dos diosas no menos grandes, la Pobreza y la Impo»sibilidad.» No eran estas razones bastante poderosas para ablandar al virey, el cual prometia á su soberano sacar dinero para indemnizarle de los gastos de la guerra, y amenazaba á las ciudades que no le aprontasen con quitarles sus privilegios, como lo hizo en efecto con algunas, poniendo miedo á todas. Varias de ellas enviaron sus diputados á España pidiendo se las relevase al menos de la décima.

En este tiempo el emperador Maximiliano, á solicitud de los príncipes de Alemania, no cesaba de recomendar á Felipe II. que templára su rigor en los castigos de los protestantes flamencos, y de enviar comisionados especiales al duque de Alba, exhortándole á que fuera mas moderado y tolerante en su gobierno, y á hacer bajo razonables condiciones un tratado de pacificacion y reconciliacion con el príncipe de Orange. Habia además enviado al efecto su hermano el archiduque Cárlos á España con instrucciones para el rey en el propio sentido, asegurándole que en ello no se proponia la menor cosa contra Dios, contra la religion ó contra su autoridad, sino el mejor servicio de sus reinos y estados. Contestaba Feli

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