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raza blanca y mixta nacida en el país, á que pertenecian los mismos miembros de la Junta y cuantos habian sido caudillos y principales jefes de la independencia, sino tambien à la raza india de todas las provincias del imperio, puesto que mejicanos solo habian sido en tiempo de los emperadores aztecas, los naturales de la ciudad de Tenochtitlan. No: la nueva nacion mejicana, compuesta de todas las que antes habian sido enemigas de ella, y de los descendientes de españoles, entraba en posesion legítima de su independencia, no para restituír á nadie sus derechos, sino porque tenia derechos propios, legalmente adquiridos, para separarse de la metrópoli, puesto que tetodos los elementos y civilizacion para entrar en el goce de ellos, como tiene todo hijo de emanciparse de sus padres cuando ha llegado á la edad de gobernarse por sí mismo. El país no era de los indios solamente, sino de todos los que habian nacido en el vasto terriSetiembre. torio de la Nueva-España. Si se hubiera tratado de restituir, habria sido preciso dar á cada diversa nacion india el terreno que le habia pertenecido antiguamente, y volver al país, no ya como lo encontró Hernan Cortés, sino como habia estado antes de que los mejicanos sujetasen á los demás pueblos del Anáhuac. Precisamente los hijos de la Nueva-España, descendientes de españoles que formaban el moderno imperio mejicano independiente, diferente en todo, excepto en el nombre, de la nacion que goberno Moctezuma, tenian iguales derechos legítimos al país entero que los mismos indios de las diversas provincias, porque estos no habian sido conquistados, sino aliados de Hernan Cortés para derrocar el imperio az

1821.

teca, expontáneamente en su mayor parte, como tengo manifestado repetidas veces; súbditos de la corona de Castilla. Por no tener presente este hecho histórico que formó la union de las diversas naciones indias con España, se suele incurrir todavía, por algunos escritores, en el error de decir que los dueños legítimos del país son los indios y no los mejicanos de raza blanca que gobiernan el país. No; los dueños son igualmente los de raza blanca que los india sin mezcla, puesaun conservan la que pura to que las antiguas naciones indias se unieron á los españoles para formar una sola nacion, y les eligieron para que gobernasen, porque les veian mas adelantados en civilizacion. Creo que seria de excelentes resultados para la futura tranquilidad de aquel hermoso suelo, hacer comprender á los indios, para que en ningun tiempo pueda nadie hacerles concebir odio contra los mejicanos de raza blanca suscitando una guerra de castas, que unos y otros tienen iguales derechos para regir los destinos de la patria, debiendo preferir para gobernarla los hombres de mas capacidad y virtud. Si los hechos presentados por la historia han de servir de provechosa enseñanza, presente se debe tener que la idea que se les hizo concebir á los indios, de que ellos eran los legítimos dueños del país, dió causa á la conspiracion que se tramó por algunos en 1811, entre las tropas de Morelos, cuyo plan era, como en su lugar tengo referido, matar á todos los blancos, debiendo ser la primera víctima el mismo Morelos. El deber de los gobernantes es prever los males para evitarlos prudentemente. (1)

(1) El escritor que mas ha contribuido á formar en una parte del público

1821. Setiembre.

Causa estrañeza, que hombres verdaderamente ilustrados como eran muchos de los

que componian la junta, no fijasen la atencion en los puntos indicados, y mas estraño aun que «O-Donojú, Bárcena, Monteagudo y demás españoles vocales de la junta, diesen su voto de aprobacion, sin haber hecho algunas observaciones, que sin duda hubieran sido bien admiti

el referido error, sin prever las consecuencias lamentables que puede traer con el tiempo sobre la raza blanca de Méjico, que es el núcleo de la sociedad, como veremos produjo desgraciadamente en la provincia de Yucatan, fué Don Carlos María Bustamante. En casi todos sus escritos le vemos evocar, como en el discurso que hizo con objeto de que lo pronunciase Morelos en la instalacion del congreso de Chilpancingo, los manes de Moctezuma, de Cacamatzin, de Guatemotzin, de Jicotencal y de Calzontzi. Al hablar de la entrada de Iturbide en Méjico al frente del ejército trigarante, dice todavía diez y siete años despues, en 1838, en el Suplemento á los Tres siglos de Méjico: «Las sombras de los antiguos emperadores mejicanos parece que salieron de sus tumbas del real panteon de Chapultepec para preceder al ejército de las libertades de sus nietos, recreándose con su vista, así como los cautivos que en sus mazmorras ven tronzadas de repente sus cadenas por una prepotente y generosa mano ➤ Llamar nietos de Moctezuma á Iturbide, Bravo, Herrera, Bustamante y á los demás jefes que acababan de hacer la independencia, cuando muy pocos eran los que no descendian de españoles, era una de las cosas opuestas á la verdad histórica que podian inventarse. El mismo error existia respecto de la clase de tropa, pues además de componerse, en su mayor parte, de gente blanca, eran de provincias que antes de la llegada de Hernan Cortés, ó habían sido conquistadas por los emperadores mejicanos, ó eran nacionos enemigas de Moctezuma. Por lo que hace á los principales caudillos, así de los que dieron el grito en 1810, como en 1821, habian nacido precisamente en territorio que antes de la ida de los españoles á la América, pertenecian à naciones verdaderamente enemigas del imperio azteca. Iturbide y Morelos eran de la provincia de Michoacan, que formaba la nacion tarasca, una de las mas poderosas, que sostuvo muchas y sangrientas batallas contra los mejicanos en defensa de su indepen→ dencia; y el cura D. Miguel Hidalgo, habia nacido en la provincia de Guanajuato, territorio de la nacion chichimeca, no menos enemiga del imperio azteca.

das, puesto que en todos reinaba el noble deseo de acertar.

En la noche del mismo dia 28, la junta procedió al nombramiento de la Regencia, que quedó compuesta de cinco individuos; pues aunque en el tratado de Córdoba se fijó el número de tres, posteriormente se convino en que fuesen cinco porque se juzgó así mas conveniente. Los nombrados fueron Iturbide, O-Donojú, el canónigo español Bárcena, Velazquez de Leon, ex-secretario del vireinato, y el oidor Yañez. Habiendo caido el nombramiento de presidente de la Regencia tambien en Iturbide, D. José María Fagoaga, miembro de la Junta Gubernativa, á quien vimos oponerse á que se dijera que habia sido elegido presidente de esta por aclamacion, se opuso al nombramiento, diciendo que era incompatible en el sistema liberal, que Iturbide perteneciese á un mismo tiempo á la Junta y á la Regencia. Manifestó con sólidas razones que reunidas en una misma persona las funciones de ambas corporaciones, desapareceria la distincion entre los poderes legislativo y ejecutivo, el primero de los cuales habia de ser ejercido por la Junta y el segundo por la Regencia. La observacion del señor Fagoaga era justa; así es que atendiendo á ella y queriendo guardar á Iturbide las mas distinguidas consideraciones, se adoptó, como temperamento prudente, «que se diese á Iturbide la presidencia, esto es, la preferencia en el lugar, asiento y demás actos honoríficos de ambas corporaciones,» nombrando otro individuo que presidiese la Junta, como en efecto se nombró, recayendo la eleccion en el obispo de Puebla D. José Joaquin Perez. Aunque las observaciones hechas por D. José María Fagoaga fueron dictadas por

la conciencia del deber, sin embargo Iturbide atribuyó su oposicion á un afecto de enemistad personal de que se sintió disgustado, aunque disimuló su sentimiento. A cada uno de los regentes se le asignó un sueldo de diez mil duros anuales, y por distintivo una banda con los colores de las Tres garantías, que bajaba del hombro derecho al costado izquierdo.

La Junta Provisional gubernativa, queriendo dar á Iturbide una prueba solemne del reconocimiento de la nacion entera, que llena de justo entusiasmo le victoreaba por todas partes, y anhelando premiar de una manera digna el distinguido y relevante mérito que habia contraido, le nombró, por aclamacion, generalísimo de las armas de mar y tierra, esto es, generalísimo almirante, declarando que no era incompatible el empleo de presidente de la Regencia con el mando del ejército que debia conservar. Para que el trato que pudiera darse correspondiera á los altos puestos que ocupaba, se le señaló el sueldo de ciento veinte mil duros anuales, debiendo contarse el tiempo desde el 24 de Febrero, en que proclamó el plan de Iguala. Iturbide agradeció aquel rasgo de gratitud; pero dijo que, no considerándose con título ni derecho para percibir el sueldo de los siete meses y cinco dias que correspondian al período transcurrido desde que levantó la bandera de independencia hasta el 28 de Setiembre en que se le nombró generalísimo, renunciaba los setenta y un mil duros que importaba, para que se socorriesen con ellos las necesidades del ejército. Este noble rasgo de generosidad, ordenó la Regencia que se publicase, como se hizo, á fin de que la nacion conociera

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