menudamente todo el suceso: con esta declaracion, el juez pasó á reconocer una accesoria que el mismo Triñanes tenia arrendada en la calle de la Canoa, bajo cuyo entarimado se encontró el cadáver sin cabeza y la ropa del occiso. Haciendo entonces à Tomason el cargo que le resultaba por la declaracion de Triñanes, persistió todavía en su negativa, pero lleno de horror con la presentacion que el juez le hizo de la ropa ensangrentada de Casabal, confesó de acuerdo con lo referido por Triñanes. Ambos acusaron de complicidad á D. Cristóbal Ontañon, mas no pudo este ser aprehendido por haberse puesto en salvo luego que supo la prision de Tomason, y aunque sospechando que se habria retirado á Toluca, por ser hermano del prior del Cármen de aquella ciudad, se mandó en su busca al activo teniente de corte D. Antonio Acuña, no se pudo descubrir el lugar de su ocultacion, habiéndolo puesto el prior en un sepulcro de la iglesia de su convento; sobre el que pasó Acuña sin sospecharlo.

Por la declaracion de los reos, resultó que habian pensado los tres cómplices asaltar á los pasageros en los caminos, pero que pareciéndoles esto difícil, habian resuelto hacer los mismos asaltos dentro de la ciudad, y la primera casa que para ello designaron fué, la vinatería de la esquina de la calle de San Pedro y San Pablo, perteneciente á D. Fermin Ugarte, á la que se dirigieron por tres noches consecutivas, buscando ocasion de matar y robar á Ugarte; mas habiéndoseles frustrado, determinaron hacer el robo en la casa de Casabal, á quien suponian adinerado, facilitándoles este intento la circunstancia de ser Casabal amigo de Tomason y de Ontañon, con lo que po

dian estos franquear la entrada en ausencia de Casabal, y matando á la cocinera y á una niña de ocho ó diez años que ésta tenia, podrian llevarse cuanto hubiese, sin riesgo de ser conocidos. Abandonaron sin embargo este proyecto para efectuarlo de otra manera, matando á Casabal, prevalecidos siempre de la amistad que con él tenian, para hacer despues el robo quitándole las llaves de sus cofres.

Para ejecutarlo, Triñanes y Ontañon esperaron el 11 de Octubre en la accesoria de la calle de la Canoa, que era de Triñanes, habiéndose provisto de aguardiente, pan y queso: Tomason condujo á Casabal por aquel paraje poco despues de medio dia, y saliendo á la puerta Triñanes, convidó á ambos á entrar á tomar un trago: Tomason fingió resistirlo para dar lugar á que Triñanes hiciera mayor instancia, y cediendo Casabal entraron todos y comenzaron á beber. Triñanes entonces presentó á Casabal, que estaba sentado sobre la cama con la mesa delante, unas piezas de ropa, proponiéndoselas en venta, y mientras veia un tápalo que habia extendido Triñanes delante de él, repentinamente se echó éste sobre Casabal envolviéndole la cabeza con el tápalo; Tomason le echó al cuello una cuerda ensebada, mientras Ontañon cerró la puerta, y haciendo Tomason caer al suelo al desgaciado Casabal, acabó de quitarle la vida con tres patadas en la cabeza, la que le cortó con la punta de la lanza y presentó á sus compañeros como trofeo de su triunfo. Fueron entonces con las llaves á la habitacion de Casabal, en cuyo baul solo encontraron 75 pesos que dividieron por iguales partes, cuya cantidad unida á 4 pesos dos reales

que

Casabal llevaba en el bolsillo, hace 79 2, que fué todo el fruto de tan atroz crímen, pues el reloj, baston y otros efectos de Casabal, los rompieron y echaron en las atarjeas para no ser descubiertos. Vueltos á la accesoria trataron de quemar el cadáver con dos sacos de carbon,

pero el humo que salia atrajo gente creyendo fuese incen

dio, y aun ocurrió una patrulla, que Triñanes tuvo dificultad en impedir que entrase, engañando al cabo con diversos pretextos, habiendo hecho antes cesar el humo. Entonces ocultaron el cadáver bajo el piso de la accesoria, y en la madrugada del dia siguiente fueron á tirar la cabeza, envuelta en un faldon de la casaca del occiso, á la acequia de Tlatlauyo, en el barrio de la Palma.

la sa

Descubiertos los asesinos, fueron condenados por la del crímen á la pena de horca Tomason y Triñanes, la que se ejecutó el 24 de Noviembre, y se dice que la mujer del último, asistió á ver ahorcar á su marido, lo que se hace muy creible, por el asesinato no menos atroz que muchos años despues cometieron ella misma y su hija en Tacubaya, en la persona del jóven Reyes. Ontañon logró salir del país disfrazado con el hábito de carmelita, y permaneció, segun se dijo despues, en la Habana, sin haber sido perseguido. El alcalde de corte Mansilla adquirió mucho crédito de actividad y severidad, por lo que se le dió una toga en la audiencia de Méjico. El extracto de la causa, se publicó en el alcance al Noticioso del mismo dia 24 de Noviembre en que se ejecutó la sentencia, y de este periódico se ha sacado esta noticia, ampliándola Don Lúcas Alaman con las que le dió uno de los abogados que tuvieron parte en la instruccion del proceso.

lo

En el año de 1819, fué asesinado en una casa de la Alcaicería D. José María Terán, contador ordenador de primera clase del tribunal de cuentas. El cadáver se encontró en una acequia de la calzada de Guadalupe, sin casaca ó chaqueta, con una herida penetrante en el corazon, pero sin faltarle el reloj ni el dinero que tenia en el bolsillo, que hizo sospechar que esta muerte habia sido cosa de fracmasonería ó venganza particular. Aunque no se pudo descubrir nada acerca de este crímen y sus autores por el alcalde de corte Heredia, encargado de la formacion de la causa, se llegó á saber que por motivos privados habia sido asesinado Terán, estando durmiendo, despues de un almuerzo que se le dió con este objeto, y aun se tuvo entendido que el asesino habia sido otro empleado del mismo tribunal, que por sus relaciones logró impedir todos los medios de averiguar los hechos.

Poco tiempo despues, se encontró muerto en una accesoria de la calle de Santa Isabel, de las que llaman de taza y plato, en los bajos del hospital de Terceros, á Don Mariano Perez y Acal, oficial mayor y contador interino de la aduana de Méjico. Tampoco se descubrió quienes habian sido los asesinos, aunque se presumió haber sido por robarlo.