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PARIS.
BAUDRY, LIBRERÍA EUROPEA,

3, QUAI MALAQUAIS, AU PREMIER ÉTAGE,

CERCA DEL PUENTE DES ARTS.

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D. ANTONIO GIL Y ZARATE.

Acontecimientos hay de tan poderosa influencia en la carrera de la vida, que parecen como traidos de intento para servir de escollo á todos los cálculos de la razon, y á là prevision de la prudencia humana. En vano se afana el hombre por llegar á un punto que el porvenir le muestra en lejano término como único objeto de sus desvelos, como premio reservado á sus fatigas. Inútiles sus esfuerzos contra ese oculto poder que le desvia cada vez mas del objeto apetecido, lucha contra él sin fruto, á la manera que el náufrago desventurado apura sus cansadas fuerzas por asir la anhelada playa que desaparece de su vista, rechazado de ella por el ímpetu de las olas.

El dedo magnético del destino atrae á cada uno al punto designado por la providencia, señalándole el curso que ha de llevar en su afanosa carrera. Dudosa la suerte, incierto el porvenir, irresistible el embate de la fortuna próspera ó adversa, ninguno puede confiar en que hará mañana lo que hoy tiene pensado; en que su suerte será mas benigna ó mas desventurada; y ni podrá por lo mismo entregarse á una confianza ciega en la prosperidad presente, ni abandonar su corazon á las excitaciones aflictivas de un porvenir desconsolador modelado por sus actuales padecimientos.

Interrogad á los hombres; preguntad á cada uno si es su destino presente el mismo que imaginaron cuando el primer albor de la razon vino á iluminar su entendimiento? ¡Cuán pocos dirán que sí! ¡Cuán pocos serán los que consultando su propio corazon, no se admiren de entrarse en situacion diametralmente opuesta á la que ni aun en el idealismo de sus propios delirios pudieron imaginar como posible! ¡Y cuántos mas á su vez volverán lastimados sus ojos al tiempo que fué, para dulcificar de algun modo sus pesares con el grato recuerdo de su antigua felicidad!

Esta continua fluctuacion del destino de la especie humana, origen fecundo del placer y del dolor, del bien y del mal que constituyen la ventura ó la desgracia del individuo aislado, nada es en sí misma respecto de esa masa inmensa de seres que llamamos sociedad, cuyos intereses, las mas veces contrapuestos á los individuales, hallan por lo comun su incremento en aquello mismo que labrà la desventura de un hombre, de una familia entera.

A esa continua fluctuacion, á esa versatilidad inconcebible de la suerte humana, son debidos en gran parte multitud de fenómenos no menos sorprendentes que ventajosos á las ciencias, á las artes, à la literatura, al comercio, á la industria. La acción de esa movilidad de la fortuna, desenvuelve en los hombres facultades adormecidas, designios anteriormente no meditados; y un nuevo ser, una nueva vida, cuya realidad es tambien un fenómeno para el mismo que los experimenta, vienen á reemplazar un ser y una vida dudosos en sus propensiones, equívocos en sus fines; porque no siempre es dado á cada individuo conocer perfectamente su vocacion ni el verdadero objeto á que debe dirigir sus conatos.

No pequeña parte de lo que acabamos de decir puede aplicarse al distinguido escritor,

objeto especial de estos desaliñados renglones. En ellos se verán trazados los principales sucesos de su vida en cuanto basten para ofrecer, no un retrato perfecto, sino un bosquejo que presente los principales caracteres del individuo como hombre social y como literato. Y en ellos se verá al propio tiempo la irresistible fuerza de ese destino que nos conduce á su antojo por donde los cálculos de la prevision humana no habían descubierto senda practicable.

Al pié de la nevada sierra que señala los límites de ambas Castillas, existe el pueblo de San Lorenzo del Escorial, humilde, pero envanecido con razon por contener en su recinto uno de los monumentos mas celebrados en la historia moderna de las artes; obra de la piedad y del orgullo de Felipe II, memoria perpetua de la famosa batalla de San Quintin. Hallabase alli el año 1793 la compañia cómica llamada de los sitios, y como individuo de ella el señor Bernardo Gil, actor muy estimable despues en los teatros de esta corte, cuando su esposa la señora Antonia Zárate, mas celebrada por su hermosura que por su mérito escénico, dió á luz un niño el dia 1o de diciembre. No bien salido de la niñez y despues de haber estudiado rudimentos de latinidad con un preceptor de Madrid, su padre le envió á concluir su educacion à un colegio establecido en Passy, á las inmediaciones de París. Alli, despues de hacerse dueño del idioma de su nueva patria, comenzó á dar pruebas positivas de su ventajosa disposicion para los estudios, y en particular para la poesía; causando no poca admiracion á los franceses el fenómeno singular de que un español hiciese mejores versos que ellos en un idioma para él enteramente nuevo. Si en esta confesion ingenua del señor Gil pretendiese alguno descubrir los estímulos de la lisonja propia, desechará muy pronto semejante idea al oirle confesar igualmente que aquella circunstancia provenia de haber casi olvidado el castellano, y ser entonces la lengua francesa el único idioma que hablaba. Aludiendo á su olvido de la lengua patria, le hemos oido referir una anécdota bastante chistosa, pero que nuestra pluma no acertará á trasladar al papel con la sencillez y candor tan propios del carácter del señor Gil. Entró en el colegio de Passy un maestro que tenía pretensiones de saber algo de castellano quiso un dia que el joven español, en vez de escribir la composicion en francés, lo hiciese en su lengua nativa. Dióle por asunto la descripcion de un baile; y hablando de una persona que á él asistia, pintaba su traje, entre cuyos componentes entraba el calzon corto, de rigurosa etiqueta en aquel tiempo. No hubo de agradar al maestro la palabra calzon, por parecerie de baja estirpe, y quiso que la sustituyese por otra de mas elevada alcurnia.

Apurado el joven con este precepto, acudió á consultar con el único libro en castellano que algunas veces leia para no olvidar enteramente su lengua: este libro contenia las novelas de Cervantes. Acababa de leer y aun de traducir al francés la de Rinconele y Cortadillo, habiendo llamado mucho su atencion la palabra saragüelles citada por Cervantes, como parte del traje de Monipodio. Nuestro jóven traductor, sin tener la menor idea de su forma ni de la clase de personas que los llevan, si bien concebia ser una cosa destinada á cubrir los muslos, y prendado por otra parte del sonido de aquella palabra, la puso en lugar de calzon corto, para formar el traje de un elegante en baile; y tanto el maestro como el discípulo, quedaron sumamente satisfechos de tan feliz hallazgo.

La aplicacion y progresos del señor Gil le hacian sobresalir entre sus compañeros de colegio; circunstancia que segun asegura él mismo, acompaña comunmente á los españoles educados en aquellos establecimientos, respecto de los jóvenes del propio país. Observacion digna de tenerse en cuenta cuando sea oportuno hacer uso de ella en otra clase de escritos.

Concluida su educacion en 1811, regresó á España el señor Gil, y hubo de dedicarse desde luego á recordar el idioma patrio que casi habia echado en olvido. En este tiempo tuvimos el gusto de contraer nuestras primeras relaciones amistosas, con motivo de ser condiscípulos en la cátedra de física experimental de San Isidro de esta corte, que con tan general aplauso desempeñaba el célebre don Antonio Gutierrez.

La época de la juventud, la época mas memorable en las páginas de la historia del hombre, ese período risueño de la vida, que abriendo las puertas á un porvenir lisonjero, colmado de placeres y de esperanzas, es para el hombre sensible y pensador la estación de los amores y del estudio; esa época, en fin, en que el cálculo sobre lo futuro se estrecha y se refunde en la pasion por lo presente, llegó á dar nueva vida y movimiento á la viva imaginacion del señor Gil, y llegó tambien á dar principio á la volubilidad de la fortuna y al quebradizo fundamento sobre que estriban por lo comun todos nuestros juicios.

Las ciencias físico-matemáticas absorbian por entonces toda la atencion del señor Gil, porque con razon veia en ellas el inmenso campo abierto al entendimiento humano, dentro de los límites á que le redujo el supremo Hacedor del universo. Así, pues, lleno de esa idea grandiosa, y acaso con el designio de librar su fortuna en el estudio y profesion de aquellas ciencias sublimes, se entregó con ardor á ellas; y para adquirir su apetecida perfeccion, renunció en 1813 un pequeño empleo obtenido en la secretaría del ayuntamiento de Madrid, que desempeñó muy pocos meses, aviniéndose mal con una clase de ocupa

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