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VIDA Y ESCRITOS...

DE

DON FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS,

OBISPO DE CHIAPA.

CAPÍTULO I.

Familia y primeros años de la vida de D. Bartolomé de las Casas y su primer viaje y residencia en las Indias.

Grande es la curiosidad que en estos últimos años se ha despertado en todas las naciones cultas acerca del descubrimiento y conquista del continente americano; pero debe reconocerse y declararse, que por grande que sea no excede á la importancia del asunto; pues si desde que tuvo lugar aquel maravilloso suceso todos la comprendieron, á medida que el tiempo pasa se ve más clara la influencia que ha tenido, y se calcula la que tendrá en la suerte futura de la humanidad, pareciendo probable que el nuevo continente sea el teatro donde se desarrollen las últimas y más interesantes peripecias de la gran epopeya humana.

La extension superficial de aquella parte del mundo; las fuerzas de la naturaleza que allí se ostentan con todo su poder; aquellas montañas cuyos picos son los más elevados del globo; aquellos rios que dilatan su curso por espacio de centenares de leguas, no pudiendo abarcar la vista sus orillas y empujando sus aguas sin mezclarse con las del Océano á enormes distancias de su desembocadura; aquellos lagos que son verdaderos mares interiores de agua dulce; los bosques secula

TOMO I.

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res en que los árboles elevan sus copas hasta las nubes; la inmensa variedad de plantas que suministran los productos más variados y más ricos para el sostenimiento y para el placer de la vida humana; el extraordinario número de animales de todas las familias, géneros y especies; y hasta la circunstancia de desarrollarse y perfeccionarse, en diferentes latitudes de aquel continente, todos los seres en que se manifiesta la vida, que allí no existian y que fueron llevados del antiguo mundo por los descubridores y colonos; todo indica, que aquellas tierras están diputadas para ser el espacio en que los hombres han de alcanzar el último grado de perfeccion y de ventura á que les sea dado llegar en la tierra.

Por estas consideraciones que, vagamente y á veces con lucidez notable, se ocurrieron al entendimiento de los primeros que aportaron á las islas ó al continente americano, aquella region tiene, más que ninguna otra del globo, el mágico poder de exaltar las imaginaciones de los que no la conocen, existiendo una fuerza poderosa que atrae al Nuevo Mundo á los habitantes del antiguo pertenecientes á la raza superior de la humanidad, que está llamada á dar animacion y vida á las inmensas soledades que allí existen, absorbiendo las tribus indígenas ménos aptas para el desarrollo de la civilizacion, y resolviendo al propio tiempo sin inmoralidad, sin violencia y sin sacrificios la pretendida ley que formuló Maltus como conclusion suprema y aterradora de su libro inmortal sobre la poblacion humana del globo terrestre.

Pero si América ofrece estos motivos de curiosidad y tiene esa fuerza de atraccion para todos los pueblos de la familia aryana ó indo-europea, para España los tiene especialísimos, porque, si bien bajo la direccion de un extranjero ilustre, los castellanos fueron los que revelaron al mundo aquella parte suya, antes desconocida; y, sin quitar á Colon un átomo de su inmensa gloria, justo es decir que españoles fueron los que primero proclamaron que aquel orbe era una tierra nueva y distinta de las hasta entónces conocidas; habiendo muerto, como se sabe, el gran Almirante sin que se hubiera

disipado la ilusion que le guió á el maravilloso descubrimiento y que le hacia considerar las islas del Atlántico y las costas á que llegó, como partes del antiguo Oriente, famoso por sus riquezas minerales y por criarse en ellas la ardiente especería.

El hecho portentoso de que vamos hablando, llegó, como sucede siempre con los grandes acontecimientos que son cual las grandes pirámides que marcan el camino de la humanidad en su peregrinacion sobre la tierra, cuando todo estaba dispuesto para que diera en la sucesion de los tiempos los grandes resultados que habia de producir, y que todavía ni siquiera pueden imaginarse.

Tocaba á su término el siglo décimoquinto, y el descubrimiento y estudio de las obras de la civilizacion greco-romana habia enriquecido con nuevos elementos y dado poderosa vida á la cultura europea; las ciencias habian hecho grandes adelantos, si bien las letras y las artes no habian tomado su vuelo definitivo y vivian áun de la imitacion de lo antiguo; la brújula hacia posible que las naves abandonasen las costas de los continentes, aventurándose en los espacios inmensos del mar sin mas guía que los astros, y ya los portugueses habian tenido la gloria de enseñar de un modo práctico á las demas naciones todo lo que se podia esperar de este progreso del arte que inventaron aquellos de quienes dice Horacio que debian tener rodeado el pecho de una triple coraza de bronce; ¡ tan gran corazon se necesitaba para arrojarse á merced de las ondas! La pólvora habia empezado á producir la revolucion más importante de cuantas ha habido en el arte de la guerra, dando á los pueblos cultos una superioridad inmensa sobre los que, por estar fuera de la civilizacion europea, ignoraban su uso. Con tales elementos morales y materiales, la poblacion de Europa, dividida en pequeños grupos y organizada por el feudalismo, empezaba á formar las grandes nacionalidades que áun no han acabado de establecerse, pugnando las que áun no lo han logrado por adquirir sus límites y su constitucion definitiva.

España más que ninguna otra nacion de Europa habia alcanzado por entonces en el órden político todas las ventajas que nacen de tales circunstancias; á un reinado turbulento é ignominioso que postró las fuerzas de Castilla, donde los magnates del reino mantuvieron por muchos años una terrible anarquía; á las convulsiones interiores y á las guerras exteriores, que á duras penas pudo vencer y terminar en su provecho el valeroso D. Juan II de Aragon, con el feliz enlace de su sucesor D. Fernando V y de Doña Isabel, hermana y heredera del - débil Enrique IV, sucedió la union definitiva de ambos reinos, se elevó á su mayor altura la dignidad real por los talentos, las virtudes y, más que todo, por el carácter de aquellos soberanos; la guerra que tuvieron que sostener al principio de su reinado para defender sus derechos contra Doña Juana, empezó á disciplinar las fuerzas militares de Aragon y Castilla, que alcanzaron el mayor grado de perfeccion posible en aquel tiempo en la que sostuvieron contra los moros de Granada, vencidos al fin y expulsados de la península, poniendo término á la lucha ocho veces secular sostenida por los cristianos contra los defensores del islamismo.

Las atenciones y cuidados de la guerra no habian sido parte á que los Reyes abandonasen la proteccion de las letras. y de las ciencias; y la cultura española que venia recibiendo la saludable influencia del Renacimiento desde el siglo décimotercio, por las comunicaciones que siempre mantuvo con las naciones extranjeras, y especialmente con Italia y con Francia, se hizo todavía más eficaz por la iniciativa de los Reyes. Fueron muchos los españoles que en épocas anteriores habian alcanzado el título de doctores parisienses, y algunos tuvieron la honra de ser maestros en aquella escuela insigne; otros, en mayor número, habian cursado en la famosa universidad de Bolonia (madre y dechado de las demas de Europa), singularmente desde que el memorable cardenal de Toledo, Carrillo de Albornoz, restaurador del poder temporal de los Papas, creó el colegio donde perfeccionaron sus estudios tantos españoles que alcanzaron despues grandísima gloria. No contentos con

esto los Reyes católicos, y áun teniendo entre sus servidores inmediatos humanistas tan ilustres como Palencia y Nebrixa, ambos empapados en la cultura italiana por haber empleado muchos años en perfeccionar sus estudios en las famosas escuelas de aquella península, hicieron venir de ella á la nuestra sabios tan insignes como Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Angleria, los cuales, no sólo difundieron entre las clases superiores el saber de aquel tiempo, sino que consagraron sus talentos á inmortalizar las glorias de los españoles, dejando sobre las cosas de su tiempo escritos importantes que son fuentes abundantísimas para el conocimiento de los suce. sos de la época más brillante de nuestra historia.

De tal conjunto de circunstancias resultaba que España era la nacion mejor preparada en aquel tiempo para llevar á cabo la obra inmortal del descubrimiento del Nuevo Mundo, y para introducir y desarrollar en él la cultura cristiana, siendo de notar que, la misma lucha de ocho siglos sostenida con los mahometanos, era motivo de que viviese con más vigor en el corazon de sus hijos la fe de Cristo, alterada quizá en otros pueblos, al parecer más adelantados, por la admiracion que les causaban los prodigios de la civilizacion pagana, descubiertos y vulgarizados despues de un largo olvido.

Por esto la Providencia que guia por los caminos más propios, aunque parezcan los más escondidos y difíciles, las cosas humanas á sus fines y al cumplimiento del bien que es la ley suprema de nuestra especie, no consintió que las ofertas de Colon fuesen admitidas ni por el monarca de Portugal, no obstante ser el Almirante ciudadano de aquel reino, ni por ningun Príncipe de su patria, á pesar de haber brillado y brillar en ella Marco Polo, Toscanelli y los más insignes viajeros y cosmógrafos de aquel tiempo, sino por la inmortal Isabel, arrastrada por la inspiracion divina que le sugería los más altos pensamientos, y que le daba, aunque débil mujer, la decision y energía necesarias para realizarlos. Aquí en Castilla era donde únicamente podia encontrar el gran Colon hombres del temple de alma, del corazon magnánimo, de la fe profunda

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