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con licencia de mis Prelados y de vuestra señoría, volvérsela á proponer al Cacique, y espero en nuestro Señor, de tener muy buen suceso, y de traerle rendido y sujeto á los piés de vuestra señoría, ó por lo ménos acabar con él algun medio para que cesen tantos males como esta Isla padece por su causa diez años há.» Pareció bien al Presidente esta resolucion, y Las Casas, no sólo la consultó con sus Prelados, sino que les pidió por obediencia aquel servicio de Dios, y de la patria para mayor satisfaccion y confianza; con lo cual se entró por las asperezas de los montes, por donde andaba Don Enrique, y encontrándose con sus espías ninguna molestia le causaron, recordando estos sin duda el disgusto que tuvo por los malos tratamientos que dieron á Fray Remigio; y, diciéndole que esperase en un lugar señalado, avisaron al Cacique, quien acudió gozoso, y oyó de buena gana la embajada de paz que le traia Las Casas, que le encareció tambien la conveniencia de que se redujese, demostrándole que al cabo no prevalece. ría contra los españoles. Por fin vino en ello D. Enrique, dando palabra, y entregando prendas bajo la condicion de que le darian seguro de la vida á él y á los suyos, y que les dejarian vivir pacíficamente en sus pueblos. Volvió Las Casas con tan buenas nuevas á Santo Domingo, y fué recibido como ellas merecian; porque pacificado D. Enrique, era fácil reducir á otros dos caciques, llamados Ciguayo el uno y el otro Tamayo, que se habian alzado tambien ; pero más crueles, habian cometido muertes y robos, siendo su alzamiento una afrenta para los españoles y para la Audiencia.

Para confirmar las ofertas de Las Casas, se determinó enviar embajador al Cacique, y fué elegido para este encargo un Fulano de San Miguel, natural de Ledesma y vecino del Bonao; tan antiguo en la Isla, que habia ido en el segundo viaje del Almirante viejo. Este tal, para añadir autoridad á su persona, por desconfianza ó por otras causas, juntó un escuadron de ciento cincuenta hombres, con los que salió de la ciudad de Santo Domingo para ir en busca de D. Enrique, quien tenia aviso de la embajada por Las Casas, así que no se

alteró al saber que le buscaba gente de guerra; pero se hizo esperar, obligando á los españoles á que anduviesen muchos dias por aquellas sierras, hasta que supo que estaban tan hambrientos y cansados, que no hubieran podido ofenderle aunque quisieran. Entónces buscó sitio apropósito para la entrevista con San Miguel, y eligió una peña tajada con dos puntas que no distaban un tiro de piedra, pero que estaban divididas por un abismo de más de quinientos estados; puesto en una de las puntas el Cacique y San Miguel en otra, despues de pedirse treguas y seguro para hablarse, propuso el castellano su embajada, confirmando las promesas de Las Casas. El Cacique se mostró dispuesto á aceptar las paces, y convino en que para acabarlas se juntarian cierto dia en un lugar señalado de la costa. Para acudir á la cita, desplegó San Miguel un gran aparato militar, y para no partir con nadie la gloria del resultado que esperaba, se resistió á llevar consigo al Padre Las Casas, segun le aconsejaban los más prudentes. El Cacique, que habia prevenido grandes regalos para festejar á los españoles, y que tenia dispuesto, para devolverlo el oro que años antes habia cogido á unos castellanos, que procedentes de Tierra-firme, habian aportado á las costas de la Española en que él dominaba, se retrajo de asistir, alegando hallarse indispuesto, temeroso de algun engaño; sin embargo entregó el oro como se habia pactado, y los bastimentos que para regalar á los españoles tenia prevenidos, y estos se embarcaron la vuelta de Santo Domingo, donde se supo con pena lo ocurrido, y se reconvino á San Miguel por su proceder, aunque confiaron en la buena disposicion de D. Enrique, y en que Las Casas acabaria felizmente el asunto. Difiriéronse, sin embargo, de dia en dia las diligencias para que tuviera nueva entrevista con el Cacique, que no se celebró sino mucho más tarde, porque nuevos y graves sucesos volvieron á Las Casas á la vida activa, resucitando, como él mismo dice, con sorpresa y disgusto de los que le creian muerto, para oponerse á sus intentos con mayores brios, aunque no con más felices resultados.

Aunque la relacion de estos acontecimientos, hecha por Remesal, no ha sido hasta ahora confirmada por ningun documento, asegura éste, que los halló entre los papeles de la Audiencia de Guatemala, y como no hay motivo alguno para dudar de su veracidad, comprobada en todo cuanto refiere de la vida de Las Casas, no se nos alcanzan las reglas de crítica en que se fundó el Sr. Quintana para calificar de fabuloso un suceso, cuya verosimilitud es, por otra parte grandísima; que el cacique de Barruco se alzó por aquel tiempo contra los castellanos en la isla Española, se ha comprobado por todos los historiadores, y por documentos fehacientes, y como testigo presencial de muchos de los sucesos, los cuenta Las Casas en los capítulos CXXV, y siguientes de su Historia general, casi con las mismas palabras que los refiere Remesal, quien habiendo disfrutado el manuscrito de esta obra, es seguro que lo copió de ella, aunque sin fijar de un modo preciso la fecha del alzamiento de Enriquillo, que debió ocurrir, segun Las Casas, hácia 1520, y si bien éste no dice que interviniera en los tratos que mediaron primero con el Cacique rebelado, bien claro da á en tender que fué él quien alcanzó su total reduccion en la época en que Remesal la señala, como luego veremos: pues refiriendo lo que sucedió con el capitan San Miguel, de quien hemos hablado, dice Las Casas «Llegado el Capitan y los suyos, preguntó por Enrique, respondiéronle los ocho lo que Enrique les habia mandado; quedó harto pesante de su indiscrecion el Capitan (ó no la conoció quizá), por no haber hallado á Enrique, porque tenia por cierto, y no se engañaba, que allí la pendencia y escándalo, y miedo de la Isla se acababa, puesto que, aunque no se acabó del todo, al ménos suspendióse hasta despues, que como placiendo á Dios en el libro siguiente se dirá, por cierta ocasion del todo fué acabado. Esta ocasión es la que refiere más adelante Remesal, como se verá adelante, y tuvo lugar en la década de 1520 á 1530, que es el espacio que, segun el sistema que seguia Las Casas en su Historia general, habia de comprender su libro cuarto, el cual, aunque hasta el presente

no ha parecido, de seguro le dejó escrito, pues no puede ménos de referirse á él Remesal, cuando dice que Las Casas contó en su Historia general los grandes trabajos que pasó en la navegacion que hizo el año de 1533 de Nicaragua al Perú, que no pudo tener cumplido efecto porque le obligaron los temporales á volver de arribada al punto de salida, y como Las Casas vivió hasta 1566, y segun varias indicaciones escribió el libro tercero de esta obra en 1561, debe tenerse por sin duda que escribió más de lo que hasta hoy conocemos de ella.

CAPÍTULO VIII.

Vuelve Las Casas á España, retorna á las Indias, sucesos que se relacionan con su vida hasta 1540.

Pocos rastros quedan del viaje que segun Remesal hizo el Padre Las Casas de la isla Española á Castilla en 1530, pero no hallo razon alguna para ponerlo en duda, ántes es necesario contar con él para que resulte el número de los que hizo durante su vida, segun el mismo Las Casas indica en algunos pasajes de sus obras; la ocasion del de 1530, dados sus sentimientos y sus antecedentes de diversa índole no puede ser más natural ni de mayor eficacia, pues, áun cuando su entrada en la religion de Santo Domingo y la ocasion que la determinó, pudieran entenderse como una renuncia del cargo que habia tomado de defensor de los indios, y aunque en efecto tales fueran en los primeros años de su profesion los propósitos que abrigara, la fuerza de sus convicciones y la vehemencia de su carácter se sobrepusieron á su pasajera resolucion, y encontrándose en una Órden que habia defendido siempre la libertad de los indios y sido la primera que alzó la voz en su favor, debió creerse más obligado que nunca á proseguir sus diligencias; porque, si ántes contaba sólo para el buen éxito con la energía de su voluntad, ahora tenia en su apoyo una Órden monástica, tan considerada y poderosa como lo era en aquel tiempo en España la de Santo Domingo, creada por uno de sus más ilustres hijos.

La ocasion á que se hace referencia, fué el descubrimiento y conquista del imperio de los Incas, que por aquel tiempo llevaron á cabo dos Capitanes ilustres, aunque desgraciados por sus propias faltas, que no han oscurecido, sin embargo,

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