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dor en todos aquellos países. Para demostrar el fruto de su predicacion con pruebas que deslumbrasen por su evidencia, quiso Las Casas llevar consigo al cacique D. Juan, y no le fué difícil persuadirle de que, cuando viera á los españoles en la ciudad, hallaria que no eran tan feroces ni tan malos como se los figuraba. Previno el Cacique para ir con mayor autoridad en su viaje gran acompañamiento; pero Las Casas hizo que lo moderase, para que el tumulto no diera ocasion á desmanes que malograsen su propósito; y avisando á Guatemala su intento, el Padre Ladrada agrandó el monasterio de Santo Domingo con ranchos ó bohíos para alojar á los huéspedes que esperaba, proveyéndose además de maíz y de los bastimentos. necesarios.

Llegado Las Casas á Santiago con el Cacique y sus indios, no aguardó el Obispo á que fuesen á visitarle, sino que se adelantó y fué en persona á dar la bienvenida á los recien llegados, que posaban en el convento. Como sabia la lengua comun de Guatemala, habló en ella con el Cacique, no sólo de cosas generales sino de las tocantes á la fe, y le halló en ella más instruido de lo que pensaba, notando el buen entendimiento y la gravedad y madurez de juicio del indio; y para que por sí apreciase estas cualidades rogó al Adelantado que fuese allá, y tanto se complació del buen natural y varonil aspecto del Cacique, que para mostrar su contento se quitó el sombrero de tafetan encarnado que llevaba y se lo puso al indio en la cabeza, no sin que le murmuraran su accion algunos españoles, pero quedando con ella el Cacique muy honrado y gozoso.

Para festejarle resolvieron mostrarle la ciudad, y con el fin de que viese cuanto bueno habia en ella, el Obispo y el Adelantado mandaron que tuvieran á la vista en las tiendas de los mercaderes lo más rico y vistoso que en ellas hubiese, ya fueran telas, ya alhajas de plata ó de otro género, con encargo de que, si el Cacique mostraba deseos de algo, se lo ofreciesen y rogasen con ello, poniendo su precio á cuenta del Obispo. Dispuestas así las cosas, sacaron á D. Juan por la ciu

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dad, entre el Obispo y el Adelantado, y todo lo miró el Cacique con una gravedad y reposo, como si hubiera nacido en Búrgos, y aunque le ofrecieron y rogaron con varias cosas, ninguna quiso tomar; sólo admitió una imágen de la Vírgen María, que llamó particularmente su atencion, y sobre la cual preguntó al Obispo, que le dió de ella las mismas noticias que le habian dado los frailes, cuando le habian hablado en su tierra de la Madre de Cristo, recibió la imágen con gran reverencia, encargando á un indio principal de su acompañamiento, que la llevase con cuidado y con veneracion suma.

Festejado de esta suerte y con presentes de cosas de Castilla, que alcanzaron á todos los de su acompañamiento, se volvió el Cacique á sus tierras, en compañía del Padre Fray Rodrigo de Ladrada y de Las Casas, el cual tenia el propósito de penetrar más en el interior, llegando á Coban, país montañoso y áspero y poblado de gente méuos conocida que los otros indios; sucedióle bien la jornada, para lo cual sirvieron mucho ciertos Caciques de los lugares vecinos á Rabinal, llamados D. Miguel y D. Pedro. Como las cosas presentaban tan buen aspecto, los Padres determinaron permanecer en aquellas tierras de Tuzulutlan y Coban para acabar la pacífica conversion de los indios, pero fueron llamados por sus hermanos de Guatemala, donde llegaron por Mayo del año de 1538.

El objeto de aquel llamamiento fué oir al señor Obispo, quien, cuando tuvo reunidos á los Padres, les manifestó que en vista de la gran necesidad que habia de ministros de la religion, se determinaba á enviar por ellos á Castilla, y queria que fuesen de las órdenes de Santo Domingo y San Francisco, para lo cual habia juntado algunos dineros y aplicado á este fin otros que tenia en poder de Juan Galbarro, vecino de Sevilla, y que para el mejor acierto les encargaba que dentro de dos ó tres dias le diese cada uno su parecer sobre el asunto.

Preparados espiritualmente confirieron entre sí los Padres, y hallaron que ninguno era más propio para esta jornada que

el Padre Las Casas, que habia pasado muchas veces la mar y sabia bien el modo de negociar en la corte; el Obispo, que no deseaba otra cosa, aprobó la eleccion, y á poco se puso en camino Las Casas con el Padre Fray Rodrigo de Ladrada provisto de los recursos que para el viaje y desempeño de su encargo les habia suministrado el Sr. Obispo, yendo por las tierras de Tuzulutlan para despedirse del cacique D. Juan, que sintió mucho aquella ausencia, si bien quedó consolado con la esperanza de su próxima vuelta.

Los Padres Las Casas y Ladrada llegaron á Méjico, donde se habia de celebrar Capítulo general de la Órden, y entre otros asuntos se trató en él de su ida á España y del envio á Guatemala de nuevos frailes para continuar durante su ausencia los trabajos comenzados; ambas cosas ofrecieron dificultad, pero al fin se resolvieron como deseaba el Sr. Marroquin; el Padre Las Casas obtuvo la aprobacion del Capítulo para venir á España, y dejándole la eleccion de compañeros señaló á los Padres Ladrada y Cancer, por lo que fué designado Vicario para Guatemala el Padre Angulo 1.

1 Véase el Apéndice núm. 6.

CAPÍTULO IX.

Viaje de Las Casas de América á España á fines de 1539, y sucesos ocurridos durante su permanencia en la Península hasta que consagrado Obispo de Chiapa va á hacerse cargo de su diócesi.

Pocas noticias hay de este viaje de Las Casas; pero es de suponer que de Méjico viniera con sus compañeros á Veracruz, y que de allí dirigiera su rumbo á Sevilla á fines del año de 1539. Á poco de su llegada á España se ven evidentes señales de la eficacia con que negociaba á favor de los indios, en especial de los de Guatemala, pues con fecha en Madrid, á 9 de Enero de 1540, se dió una cédula real, dirigida al Gobernador y Obispo de la provincia de Guatemala para que ante todo se cuidara de la enseñanza y conversion de los esclavos que poseian los vecinos; obtuvo además confirmacion régia del pacto que habia hecho con el gobernador Maldonado para que no entrasen en las provincias de Tuzulutlan y Coban más españoles que los que los Padres permitiesen durante cinco años, é hizo que á nombre de S. M. se escribiese á los Caciques que habian favorecido la predicacion y establecimiento de la fe en aquellas comarcas; alcanzando otras muchas provisiones encaminadas todas al bien de los indios y á su conversion por medios pacíficos y conformes con la doctrina del Evangelio, ratificándose lo mandado en varias anteriores por la que con fecha 17 de Octubre de este año de 1540 firmó el cardenal García de Loaisa, arzobispo de Sevilla, y refrendó el secretario Francisco de los Cobos, la cual va dirigida al Presidente y Oidores de la Audiencia y Chancillería real de Méjico, á los que se encarga el castigo de los que infrinjan lo mandado en las cédulas de que arriba se habla.

Hallábase, sin embargo, ausente de España el Emperador, y Las Casas, impaciente por tratar con la cesárea Majestad los asuntos de las Indias, por lo cual le dirigió, con fecha 15 de Diciembre del año de 1540, la curiosa carta que se inserta en los Apéndices 1, en la cual, para descargo de su conciencia, pide á S. M. que dé órden al provincial de Castilla que le mande esperar su vuelta en esta provincia. Pasó, sin embargo, á Sevilla, donde se hallaba procurando con su eficacia y celo acostumbrado cumplir los encargos que tenia del obispo Don Francisco Marroquin, y ya tenia reunidos los frailes que habian de ir á la diócesi de Guatemala para la predicacion y enseñanza, cuando, sin duda á consecuencia de la carta de que se ha hecho mencion, recibió órden del cardenal D. Fray García de Loaisa para que no saliese por entonces de España, porque su presencia era necesaria á ciertos fines de que se hablará luégo. Como se creyó que la detencion seria corta, se resolvió que no marchasen por entonces los frailes de Santo Domingo, y no mediando las mismas razones respecto á los de San Francisco, se dispuso el viaje de estos abundantemente provistos de bastimentos, ropas y libros y cuanto habian menester, costeado todo con los caudales que el señor obispo Marroquin tenia depositados en Sevilla á cargo de su correspondiente Galbarro. Determinóse que volviera con ellos el Padre Fray Luis Cancer para que fuese portador de las cédulas que se habian alcanzado y empezasen desde luego á cumplirse; y porque la principal era la que servia de muro y defensa á los indios traidos de paz, para que no entrasen españoles en sus tierras á molestarlos, pareció al Padre Las Casas que, como en ella se mandaba, debia publicarse en aquella ciudad de Sevilla, y ántes de la partida del Padre Cancer y de los franciscos, el viernes 21 de Enero del año de 41, á las diez del dia, en las gradas de la iglesia mayor se publicó á voz de pregonero, por ante Escribano, en medio de la muchedumbre de gentes de todas las naciones que en aquella hora

1 Véase el Apéndice núm. 7.

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