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tóbal de Frias, uno de los Priores, persona venerable y de gran crédito en su Órden, el cual, despues de informarse de las cosas acaecidas en las Indias, dijo á Las Casas: «Basta, señor, que teneis bien ganado el corazon del señor Cardenal. Aquella misma noche acudió Las Casas á la posada de su señoría reverendisima, que le mandó dar los despachos, y con ellos veinte ducados para el viaje, suma que tomó Las Casas para que no se creyese que los tenia en poco; al dia siguiente salió para Lupiana, siendo muy bien recibido del General de los jerónimos,, quien, en vista de las cartas del Cardenal, dijo que uno de los doce propuestos estaba allí y lo creia á propósito para el cargo, porque era hombre cuerdo, algo teólogo y buen religioso, y tambien robusto para sufrir trabajos. Las Casas le dijo que le mandase venir, y despues de varias humildes reflexiones, el designado se mostró dispuesto á obedecer el mandato de su superior, con lo que Las Casas se contentó y alegró, no de la cara del fraile, porque la tenia de las más feas que hombre tuvo, como dice con gracejo nuestro autor, sino de la religion y virtud que le suponia. Designaron allí además al Prior de la Mejorada, llamado Fray Luis de Figueroa, á quien se escribió que fuese á juntarse en Madrid con Las Casas, los cuales se reunirian en Sevilla con el Prior de San Jerónimo de aquella ciudad, que fué el tercero de los señalados.

Al siguiente dia volvió Las Casas á Madrid en compañía de Fray Bernardino de Manzanedo, y fué á besar las manos al Cardenal y á darle cuenta de cómo habia cumplido sus mandatos, de lo que éste se alegró mucho. Las Casas llevó á su posada á Fray Bernardino, donde lo sustentó de lo suyo y trató de recrearlo cuanto le fué posible. Vino luégo el Prior de la Mejorada y tambien le llevó á su posada.

Los Procuradores que habian enviado los españoles residentes en Indias espiaban las ocasiones en que los dos jerónimos salián de casa, y tanto les dijeron contra el Clérigo que se apoderaron de sus ánimos hasta el punto de que no curaban nada de Las Casas ni trataban de informarse de él acerca

para

del asunto que se les encomendaba; de tal manera estaban ya dispuestos, que yendo un dia á visitar al doctor Palacios Rubios, tanto hablaron en favor de los españoles que éste no pudo ménos de decirles; « á la mi fe, Padres, poca caridad me parece que teneis para tractar este negocio de tanta importancia á que el Rey os envia.» Procuró el Doctor dar noticia de esto á Cisneros, y como le daban prisa los del Consejo Real para que fuese á Berlanga á la mesta que allí se hace por Agosto, fué á ver al Cardenal, á pesar de hallarse muy trabajado de la gota; pero no lo logró, porque tambien éste se encontraba entonces enfermo; convaleció despues de haberse marchado el doctor Palacios, y dió órden para que se hicieran los despachos de Las Casas У de los jerónimos.

Las provisiones ú Ordenanzas que entonces se firmaron se pueden considerar como obra de Las Casas, aunque por ciertos respetos, y sobre todo por no contradecir de frente las opiniones recibidas, no desarrolló completamente las suyas; además, las gestiones de los Procuradores, que tenian en la corte los españoles residentes en las Indias, fueron eficaces para que en los proyectos de Las Casas se suprimiesen algunas cosas favorables á los indios y se añadiesen otras que eran muy contrarias á su libertad y ventura.

Tan universal era por entonces la creencia de que los indios no podian ser libres, á pesar de lo que habia determinado la Reina Católica, que no osaba afirmarlo Las Casas, hasta que un dia, hablando con el cardenal Cisneros en esta materia, y preguntando con qué justicia vivian en aquella opresion los indios, contestando el Cardenal con ímpetu, dijo: «Con ninguna justicia ¿por qué, no son libres? ¿Y quién duda que no sean libres?» Desde entónces Las Casas se atrevió á sostener siempre y en todo lugar que los indios eran libres, y contra razon y justicia lo que con ellos se hacia. No examinaremos ahora esta opinion ni la contraria, porque tendrá más adelante su lugar oportuno esta cuestion, que dió lugar á extensos, solemnes y ruidosos debates, en que tuvo que intervenir el Pontífice, aunque para resolverla indirectamente.

Cierto es, sin embargo, que la Iglesia jamás aprobó las doctrinas contrarias á las que sostenia Las Casas, y de las que fué principal mantenedor, como luégo veremos, Juan Ginés de Sepúlveda, cronista del emperador Cárlos V.

Proveidas las instrucciones que los jerónimos habian de llevar, mandó el Cardenal á Las Casas que fuese con ellos y los informase y aconsejase en todo lo que conviniese al bien de los indios y buen órden de la tierra, para lo cual le mandó dar la siguiente Cédula, que por ser el primer título solemne que obtuvo Las Casas para continuar sus negociaciones en favor de los indios, ha parecido copiarla íntegra:

«La Reina y el Rey.-Bartolomé de las Casas, clérigo, natural de la ciudad de Sevilla, vecino de la isla de Cuba, que es en las Indias: Por cuanto somos informados que hace mucho tiempo que estais en aquellas partes é residiis en ellas, de donde sabeis y teneis experiencia de las cosas de ellas, especial en lo que toca al bien y utilidad de los indios, y sabeis y teneis noticia de la vida y conversacion de ellos por haberlos tractado, y porque cognoscemos que teneis buen celo al servicio de Nuestro Señor, de donde esperamos que lo que vos encargáremos y mandáremos hareis con toda diligencia y cuidado, y mirareis lo que cumple á la salud de las ánimas y cuerpos de los españoles é indios que allá residen; por ende por la presente vos mandamos que paseis á aquellas partes de las dichas Indias, así de las islas Española, Cuba, Sant Juan y Jamaica como Tierra Firme, y aviseis é informeis y deis parecer á los devotos Padres hierónimos, que Nos enviamos á entender en la reformacion de las Indias, y á otras personas que con ellos entendieren en ello, de todas las cosas que tocaren á la libertad, é buen tractamiento é salud de las ánimas y cuerpos de los dichos indios de las dichas Islas y Tierra Firme, y para que nos escribais, é informeis y vengais á informar de todas las cosas que se hicieren y convinieren hacerse en las dichas Islas, y para que en todo hagais lo que conviniere al servicio de Nuestro Señor, que para todo ello vos damos poder complido con todas sus insidencias y depen

y

dencias, emergencias, anexidades y conexidades; y mandamos á nuestro Almirante y Jueces de apelacion ó otras cualesquier Justicias de las dichas Islas é Tierra Firme, que vos guarden y hagan guardar este poder, y contra el tenor y forma dél no vayan ni pasen, ni consientan ir ni pasar en tiempo alguno ni por alguna manera, so pena de la nuestra merced é de 10.000 maravedís á cada uno que lo contrario hiciere. Fecha en Madrid á 17 dias de Setiembre de 1516 años.-F. Cardinalis, Adrianus Ambasiator.-Por mandado de la Reina y del Rey su hijo, nuestros señores, los Gobernadores en su nombre, George de Baracaldo.»

Además de darle este poder, los Gobernadores constituyeron á Las Casas Procurador ó protector universal de todos los indios, con el salario de 100 pesos de oro cada año, que en tónces no era poco, porque aún no se habia aumentado la masa de metales preciosos, como se aumentó despues con la conquista del Perú y de Nueva España y el laboreo de sus minas.

Aunque las provisiones de los jerónimos y de Las Casas estaban despachadas, los del Consejo ponian cada dia impedimentos para refrendar las que habia formado el doctor Palacios Rubios para el licenciado Zuazo, nombrado Juez de residencia de los Jueces y Oficiales de las Indias, temerosos de que se hiciese algun ejemplar castigo en ellos, por ser hechuras suyas y sus agentes en las granjerías que en aquellas tierras disfrutaban. Las Casas dió noticia de lo que ocurria al Cardenal, que como era varon egregio y que ninguno con él se burlaba, envió á llamar al licenciado Zapata, que habia calificado aquellos despachos de exorbitantes, y al doctor Carbajal, y en su presencia les hizo que señalasen los despachos del licenciado Zuazo, y ellos lo hicieron con un rasgo ó contraseña particular en sus rúbricas, para poder decir, cuando el Rey viniese que habian firmado contra su voluntad, porque el Cardenal los habia forzado á ello.

Resuelto el asunto, fué Las Casas á despedirse del Cardenal y á besarle las manos, y en vista de lo que ocurria con los jerónimos, le dijo: «Señor, no quiero llevar escrúpulo de

conciencia sobre mí, pues estoy ante quien soy obligado á avisar, y puede los defectos de lo que se desea remediar; sepa vuestra señoría reverendísima que estos frailes de Sant Hierónimo, en cuyas manos ha puesto la vida y la muerte de aquel orbe lleno de infinitas ánimas, han dado muestras que no han de hacer cosa buena; ántes mucho mal.» Refirió Las Casas las señales de parcialidad que habian dado en favor de los españoles y lo que habia pasado con el doctor Palacios Rubios, por lo que creia que debia enviar para aquel negocio á quienes inspiraran mayor confianza. El Cardenal, oidas estas palabras, quedó como espantado, y al cabo de un rato dijo: ¿Pues de quién lo hemos de fiar? allá vais, mirad por todo.. Con lo cual, besadas las manos y recibida la bendicion del Cardenal, partió Las Casas para Sevilla, donde se reunió con los jerónimos, que se habian marchado ántes á sus conventos para despedirse, acordando que en vez del Prior de Sevilla fuese á las Indias el de San Juan de Ortega de Búrgos.

Los Oficiales de la Casa de la contratacion entendieron con diligencia en el despacho de los jerónimos y de Las Casas, quien procuraba comunicar con ellos, para lo cual quiso ir en la misma nave; pero los frailes lo excusa ron por todas las vías posibles, alegando la mayor comodidad de Las Casas, y finalmente, aunque en distintos barcos se hicieron todos juntos á la vela en el puerto de San Lúcar el dia de San Martin, á 11 de Noviembre, año de 1516. El viaje fué felicísimo é hicieron los navíos escala en San Juan de Puerto-Rico. Por llevar la nave que conducia á Las Casas ciertas mercaderías que habia de desembarcar allí, los jerónimos ni quisieron aguardarle, ni consintieron que pasase al barco en que ellos iban, sino que se adelantaron y en efecto llegaron á la isla Española trece dias antes que Las Casas.

No se movieron los jerónimos á compasion, á pesar de las crueldades que presenciaron, ni por los informes que les dió cierto clérigo que habitaba en las minas de los Arroyos, y que les presentó Las Casas, ántes pusieron en duda su testimonio por lo que les dijo el informante: «¿sabeis Padres

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