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sí, señor, cierto, cierto; por Dios, que es gran cosa, cosa grande es.»> Besadas las manos al Obispo, y creyéndole ya aplacado, Las Casas fué á ver al cardenal Adriano, á quien conocia desde que, siendo embajador de D. Cárlos, gobernó el reino en compañía de Cisneros. Era el nuevo Cardenal muy partidario de que las Indias se poblasen por la manera que Las Casas proponia, y sabido cómo llevaba su empresa, le dijo, en latin como solia: vere vos tribuitis aliud regnum Regi; pero no de aquel modo, sino por las armas y por el heróico esfuerzo de los españoles, dieron al Rey, por aquellos dias, no uno, sino dos grandes reinos, que mejor pudieran llamarse Imperios, Cortés y Pizarro, cuya gloria no deslustran las acusaciones de Las Casas, pues su celo evangélico le hacia concebir un proyecto de dominacion en América irrealizable, dada la naturaleza humana; bueno seria que la civilizacion se propagase por la palabra de los misioneros y por la pluma de los filósofos, pero hasta ahora resulta que la espada ha sido siempre su más eficaz instrumento.

Terminadas las Córtes de Aragon, y con propósito de visitar el principado de Cataluña, marchó el Rey á Barcelona, donde entró el 15 de Febrero de 1519. Asentada allí la corte, y establecidos los Consejos y demas dependencias del Estado, siguió Las Casas tratando en el asunto de la poblacion de las Indias, y como supo que los jerónimos habian dispuesto la venta de las granjas ó haciendas que poseia el Rey en la Española, y una de las ventajas que se ofrecian á los pobladores era dárselas graciosamente, hizo una peticion al Consejo de Indias para que, durante un año, se mantuviesen los labradores á costa de la Hacienda real, porque sabia Las Casas que sin esto perecerian todos ántes de sacar provecho de su trabajo. El obispo Fonseca, que, á pesar de las diligencias que habia hecho el Clérigo para ganarse su voluntad, seguia siéndole tan contrario como siempre, al oir la peticion de Las Casas, le dijo: «De esa manera más gastará el Rey con esos labradores que en una armada de 20.000 hombres.» Habia entendido el Obispo en hacer varias armadas bajo el reinado

TOMO I.

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anterior, y por eso observa Las Casas que era más experimentado en este asunto que en decir misas de pontifical», y en efecto, Fonseca, segun todo lo que de él se sabe, era mucho más político que Prelado. Las Casas, que era tan colérico como el Obispo, le contestó: «Pues señor, ¿parece á vueseñoría que será bien, despues de muertos los indios, que sea yo cabestro de la muerte de los cristianos? Pues yo no lo seré. Con esta respuesta quiso dar á entender al Obispo, que él habia sido causa de la muerte de los indios, y el Obispo, que no era bobo, lo debió de entender así, pues se lo dijo "no sin sonsonete».

Como siempre, estaba entonces el Erario en gran escasez y se andaba procurando encontrar 400 ducados para que Las Casas fuera á sacar los labradores; pero se resistió á marchar mientras no se acordara la peticion que á su favor habia hecho; buscaron quién fuese en su lugar, y sabido por Las Casas escribió á los pueblos para que no se moviesen sino yendo él, desengañándoles y diciéndoles que cualquier otro que fuese á sacarlos los llevaria á la muerte. Con ésto fué cayendo este asunto, habiendo ocurrido por entónces otros gravísimos que absorbian toda la atencion del Monarca y de su corte. Ya habia sido elegido Don Cárlos rey de romanos, lo cual le designaba como futuro Emperador; el rey de Francia, Francisco I, aspiraba tambien á serlo, y en aquellos dias se recibió la noticia de la muerte de Maximiliano, abuelo de Don Cárlos y poseedor de tan suprema jerarquía.

CAPÍTULO V.

Proyecto de dominacion pacifica en Tierra Firme y sucesos que con él se relacionan hasta la salida de Las Casas para su ejecucion en 1521.

Conociendo Las Casas que el mayor obstáculo con que tropezaba para conseguir la libertad de los indios y para que se les comunicase por medios pacíficos la fe, estribaba en los gastos que con sus planes se imponian á la Real hacienda, y deseoso de vencerlos imaginó un proyecto que, á su parecer, conciliaba los intereses temporales del Rey con los fines religiosos y caritativos, que eran su principal objeto; trazado su plan, no lo presentó al Consejo de Indias, donde sabia que habia de ser rechazado, sino que lo comunicó á los flamencos, de quien seguia siendo cada vez más favorecido. Las Casas, al escribir su Historia, cuarenta años despues de concebido aquel plan, y no obstante su estrepitoso y lamentable desenlace, habla de él con el amor de padre; pero juzgado hoy, con la imparcialidad que el tiempo transcurrido y otras muchas circunstancias engendran, no es posible desconocer que aquel proyecto, lo mismo que los anteriores, imaginados con los más sanos propósitos, tenia el mayor de los inconvenientes; conviene á saber, el de estar trazado con absoluto desconocimiento de la naturaleza humana y de las leyes que rigen en esa lucha de pueblos y de razas que no puede ménos de entablarse para que nuestra especie logre en la vida terrena la perfeccion y felicidad de que es susceptible; lucha las más veces sangrienta, y cuyas peripecias forman el tejido de la historia.

Las Casas en todo su proceder se nos presenta como los modernos utopistas que, fundándose en las aparentes injus

ticias de la actual organizacion de los pueblos, crean arbitrariamente nuevas formas para la constitucion de las sociedades, sin tener en cuenta que la realidad se funda siempre en la esencia misma de las cosas, y que, áun en la esfera del espíritu en que obra la libertad, no son posibles cambios arbitriarios, sino modificaciones lentas en armonía con la ley: suprema que preside á la vida de la humanidad, cuya realizacion, libre en los medios, no es, sin embargo, ni puede ser obra de la arbitrariedad, ni se subordina nunca al capricho de una voluntad individual y meramente subjetiva, en lo cual, como en todo, la religion y la ciencia están en completo acuerdo; pues como sabemos por la fe, la Providencia divina no empece la libertad humana; y como aseveran las escuelas filosóficas modernas, la ley que preside á la vida del espíritu no contraría, ni mucho menos impide, las determinaciones de la voluntad de los individuos; pero todas ellas, en su conjunto y en sus resultados, no sólo han de ser conformes á la suprema direccion de la Providencia, ó lo que es equivalente á la ley general del espíritu, sino que realizan y ejecutan los preceptos absolutos de aquella voluntad omnipotente y de esta ley absoluta.

Como el proyecto de dominacion pacífica concebido por Las Casas fué desde luego materia de controversia, y en él se han ocupado todos los historiadores de América, desde Gonzalo Fernandez de Oviedo, que lo criticó acerbamente, empleando contra aquel proyecto hasta las armas invencibles del ridículo; fuerza es darlo aquí á conocer, siquiera en resúmen, porque hasta que no ha visto la luz pública la Historia general del mismo Las Casas no se sabian sus pormenores; la exposicion prolija de este proyecto ocupa los capítulos CXXXI y CXXXII de la citada obra, bastando á nuestro objeto poner aquí lo sustancial de su contenido.

Las Casas se proponia buscar cincuenta hombres que, deseosos de hacer á los indios el bien incomparable de su conversion, quisieran al mismo tiempo entrar en una empresa que prometia considerable lucro; cada uno de ellos habia de con

tribuir con 200 ducados, pues Las Casas creia que con 10.000 bastaria para los gastos de este negocio. Estos cincuenta hombres, para diferenciarse de los demas españoles que tantos daños habian hecho á los indios, habian de ir vestidos de paño blanco con cruces rojas en los pechos, parecidas á las de la órden de Calatrava, pero añadidos algunos adornos que la hacian más vistosa.

Para la realizacion de su proyecto pedia Las Casas mil leguas de costa, desde cien leguas más arriba de Pária siguiendo hacia abajo la orilla del mar hasta donde acabasen las mil leguas, y sin límite alguno tierra adentro; ofrecia en cambio de tal concesion 15.000 ducados de renta, dentro de los tres primeros años, á contar desde la entrada de la expedicion en la tierra.concedida, y despues cada año otros 15.000, hasta el sexto inclusive; desde el sétimo hasta el décimo 30.000 ducados, y desde el undécimo en adelante 60.000; ofreció además, que á los cinco años habia de tener fundados tres pueblos de á cincuenta vecinos españoles, con sus fortalezas en que se pudiesen defender de los indios si venian á combatirlos.

En cambio de estas ofertas pedia para sus cincuenta compañeros, la dozaba parte de las rentas del Rey, desde que éste empezase á percibir los 15.000 ducados, y que los hiciese á todos caballeros de espuelas doradas; además, el Rey habia de solicitar del Papa breve para que Las Casas pudiese sacar voluntarios, doce frailes de Santo Domingo y San Francisco, que fuesen con él á predicar y á enseñar á los indios.

Con tales medios se proponia Las Casas entrar de paz en el territorio concedido, atraerse á los indios por medio de blanduras y regalos, trocar con ellos los rescates por su oro y perlas, y ya pacíficos y confiados, irles enseñando la fe, reduciéndolos al gremio de la Iglesia católica. En el terreno en que fuese sentando su dominacion pacífica admitiria á poblar los españoles que tuviese por conveniente, pues la base del proyecto era que no pudieran aportar á las costas que se le

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