Imágenes de páginas
PDF
EPUB

dríamos que preparar otras veinte cuartillas, y con sólo citar pasajes y apuntar el número de las páginas donde cada cosa notable se encuentra, las llenaríamos de seguro.

Más fácil nos parece, y más breve y más honroso para el autor y más agradable para los lectores, dar á éstos un consejo tan sencillo como leal:

«Coged el libro y leed la primera página.»

Seguro de que nadie lo dejará sin haber llegado á la última, después de recorrerlas todas ávidamente.

Febrero del 89.

UN ARTISTA

(LUIS TABERNER)

No voy á discutir ni ensalzar los méritos de Luis Taberner.

Y tampoco pretendo suponer inmensa é incontestable su popularidad.

Quede la primera tarea para el crítico analista que diseca y define. Quede la segunda para el revistero trivial, que principiaría este artículo diciendo: «Todo el mundo conoce á Luis Taberner.>>

Yo no afirmo, porque tal vez algunos de mis lectores ni oyeron en su vida el nombre de Taberner.

Y es posible que muchos de los que conservan entre vagos recuerdos el nombre de Taberner, no hayan visto ninguna de sus obras.

Así, pues, creo que sería inútil y pesado para unos y para otros referir be

llezas que se desconocen y exaltar méritos que se ignoran.

La crítica pictórica presupone, ya no en el que la ejerce, sino en quien de su lectura proyecta sacar algún fruto, conocimientos muy especiales que difícilmente se reunen cuando se trata de un público algo numeroso.

Quédale al crítico literario el supremo recurso de acudir al original en que se ocupa cuando agotó los medios de que disponía para conmover con el relato de su emoción, y produce la emoción directa copiando el trozo que para su objeto necesita; pero el que de pintura trata, ni tiene á su disposición una paleta que apunte los colores, ni siquiera un lápiz que reproduzca los contornos, y reduciendo á palabras los matices y las líneas, jamás logra ser claro para quien desconoce la obra ó vive fuera del arte.

Puede usarse, y muchos lo aplican por más expedito, el sistema de los elogios desmesurados y atronadores; pero esto resulta estéril, y no reporta nunca el indispensable convencimiento.

Aun contando con la buena fe del asombrado narrador, que adjetiva sus

emociones sin realzar los motivos que las determinaron, un leyente, medianamente culto no se interesa, ignorando si la obra para él desconocida, produciríale una emoción conducente á tales asombros; porque tratando de arte, no es posible creer á quien afirma las cosas bajo palabra; el honor artístico está en las pruebas.

Por estas razones y otras que discurro y me las callo, creyéndolas inconvenientes después de lo dicho, ni pienso analizar una por una las producciones de Taberner, ni quiero hacer alabanzas desmesuradas, que más bien parecen ridículas contorsiones y bajezas indignas que producto de admiración sensata y noble; y me daré por muy satisfecho (si lo consigo) escribiendo unos apuntes atinados, algunas observaciones precisas que indiquen la manera de ser y existir de un hombre que al arte se consagra y del arte vive.

La primera nota saliente del carácter de Luis Taberner puede precisarse muy bien y en pocas palabras:

Dar al arte la vida entera buscando en el arte la vida.

Esto nos asegura que no tratamos de un iluso ni de un soñador, aunque bien pudiera resultar el artista un filósofo.

Empleóse constantemente desde su niñez en trabajos vulgares, de los que no ilustran, pero dan facilidad, precisión á los dedos y aseguran la vida.

Dibujos de letras, extrañas composiciones, copias ridículas, imágenes veneradas, retratos incomprensibles, cuanto exige al aprendiz en el arte un público inculto que se goza en desear lo ruín, lo chabacano y lo feo, todo fué obra para Luis Taberner, y en todo halló la mísera peseta, siempre apetecida por el pobre artista, y tan pocas veces hallada.

La independencia de su carácter y su espíritu mercantil guiáronle con acierto; á todas horas prefirió cortar las alas á sus ilusiones que recurrir á la disfrazada limosna para defender sus ensueños.

Es digno de renombre un artista que sabe convertirse á tiempo en artesano, si las circunstancias apuran, cuando los más, desvanecidos por engañosa fama, se transforman en miserables mendigos; la resignación del que se humilla defendiendo su ideal parece santa; pero la so

« AnteriorContinuar »