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dé armas, en defensa de la dignidad real ultrajada; á vista de lo cual hubieron de levantar el sitio don Enrique y el condestable Dávalos.

Cuando salió el rey de Montalvan iba acompañado de mas de tres mil hombres entre grandes, caballeros, ballesteros y lanceros de las hermandades que habian acudido á libertarle : de manera que la autoridad real recobró por entonces su fuerza, y pudo algun tiempo despues atreverse á prender al infante don Enrique, y perseguir á Dávalos que se fugó, acusados ambos de inteligencia con el rey moro de Granada. Dávalos perdió su dignidad de condestable, que se dió á don Alvaro de Luna (1); y don Enrique fué puesto en libertad por la mediacion de don Alonso V de Aragon, hermano de los infantes.

Don Juan, que por aquel tiempo subió al trono de Navarra como esposo que era de doña Juana, hija del difunto rey Carlos, se unió despues con su hermano don Enrique para quitar la pri

(1) El condestable no fué condenado por el delito de infidelidad que era supuesto, sino por el desacato de haber entrado violentamente en el palacio de Tordesillas, de no haber obedecido al rey cuando le mandó ir á sus estados; por su ida al Espinar con gente de guerra, y por haberse fugado á Valencia en compañía de la infanta doña Catalina, muger de don Enrique.

vanza á don Alvaro de Luna: entraron en esta confederacion los parciales de uno y otro; y formando un bando de los que antes eran dos, dirigieron al rey una peticion para que separase al condestable de su lado y del gobierno. El rey, que no tenia la firmeza necesaria para sostener á su privado, mandó formar un consejo, en el cual se comprometieron estos debates, y salió resuelto que don Alvaro partiese dentro de tres dias de Simancas donde se hallaba la córte, sin ver al rey; que estuviese separado de aquella á 15 leguas de distancia por el tiempo de año y medio, y que fuesen tambien removidos todos los empleados puestos por él en palacio.

El rey hubo de conformarse á pesar suyo con esta decision, y el condestable salió para el lugar de su destierro, de donde no tardó en volver á la córte; porque el profundo sentimiento del rey, y las discordias que entre sí tenian los mismos que le habian perseguido, hacian necesaria su presencia.

La entrada en la corte de don Alvaro fué un dia de triunfo para él, y de estraordinario regocijo para el monarca; pero como los ánimos de sus rivales estaban enconados, era preciso que no tarda. sen en suscitarse nuevas alteraciones. Fomentábanlas los tres infantes don Enrique, don Juan rey de Navarra, y don Pedro; y unido con ellos el

rey de Aragon su hermano, se confederaron todos cuatro para apoderarse del gobierno y disponer á su arbitrio de Castilla; designio altamente injusto é impropio del magnánimo don Alonso V, ilustre por sus hazañas, por su gran capacidad, y la proteccion que dispensó á la industria y á las letras.

Presentóse á luchar con tan poderosos enemigos el condestable don Alvaro de Luna, dando gloriosas muestras de valor, talento y sagacidad. A ejemplo suyo, é impulsado por sus consejos, el rey saliendo de su habitual indolencia, formó un poderoso ejército que entró talando y destruyendo las tierras de Navarra y Aragon: al mismo tiemrevolvia el condestable sus armas contra los infantes don Enrique y don Pedro, que hacian los mayores estragos en Estremadura, y conseguia contra ellos honrosos triunfos.

po

La representacion nacional, indecisa en aquella solemne ocasion, no apoyó á la corona como debia. Reunidas las cortes en Medina del Campo, conferenciaron sobre la determinacion que debia tomar. se respecto á los infantes: unos opinaban que se les tratase con todo el rigor de derecho; otros que se tomase un moderado temperamento, desheredándolos de los estados que en Castilla tenian : los procuradores de las ciudades no quisieron dar su voto en un negocio para el cual se creian obligados

á consultar con sus comitentes. Finalmente, el rey tomó la determinacion por sí, desheredando á los infantes, y repartiendo sus bienes entre los buenos servidores que le sostenian.

Terminaron por entonces aquellos sangrientos debates en una tregua de cinco años pedida por los embajadores de Aragon y Navarra, y concertada entre los tres reyes, en la cual se comprendió tambien á los infantes. Durante ella quisieron señalarse el rey y el condestable, haciendo la guerra á los moros de Granada. Componian el ejército cristiano sobre ochenta mil hombres de guerra, y de ellos hasta diez mil de caballería. El condestable por su destino se encargó del mando, y tomo las disposiciones convenientes para el ataque. Dióse la batalla entre la sierra de Elvira y la ciudad de Granada, quedando enteramente derrotados los moros con pérdida de treinta mil hombres (1).

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Concluidos tan felizmente aquellos hechos de armas, podia gloriarse don Alvaro de haber restituido al trono su autoridad y fuerza, pues que él era el alma de todos los consejos y operaciones.

(1) Estos sucesos y los siguientes hasta la muerte del condestable, estan referidos con variedad en las crónicas de don Juan II y don Alvaro de Luna.

El monarca mismo á pesar de su habitual indolencia, habia hecho heróicos esfuerzos, mostrándose en el campo de batalla digno de la corona que ceñian sus sienes. ¿En qué paró al fin tanta gloria? En una escandalosa guerra civil; drama terrible cuyo sangriento desenlace fué la trágica muerte de don Alvaro de Luna. Veinte años duró esta lucha fatal, interrumpida por algunos pocos de venturosa calma, en que los rencores y combates hicieron lugar á los saraos, festines, torneos y halagüeños cantos de la poesía.

El tiempo restante no ofrece mas que un cuadro de injustas tropelías y calamidades. De parte del trono prisiones y despojos arbitrarios, sin miramiento á las leyes que afianzaban la seguridad real y personal: de parte de los magnates rebelados desmedida ambicion, ansia de mando, ningun amor al bien público, ninguna consideracion á la cabeza del estado. El condestable que era el principal apoyo de la prerogativa real, se degrado tambien con un inmoderado atesoramiento de riquezas, estados y dignidades: hasta la de ayo del príncipe. heredero don Enrique hizo que recayese en él para abandonar luego su educacion, y verle entregado á torpes vicios y vergonzosa ociosidad.

Cogió como era natural un amargo fruto de aquel abandono tan culpable; pues el príncipe ignorante, envilecido y caprichoso, se declaró tam

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