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Tranquila la Aquitania de sus guerras, fácil hubiera sido dar nueva vida á las artes; pero, cansados sus hijos, ni un canto saben entonar para saludar á la Septimania en su renacimiento, prefiriendo solo hacer vida de cazador por los bosques del Pirineo.

-¿A dónde vais, cantores, sin la lira? ¿á dónde vais buscando los senderos que ha cubierto la sangre de un ejército?

—La esperanza nos guia: abridnos paso.

De todas partes por donde soplan vientos, acuden trovadores para revelar la tradicion sobre que se funda la ventura de un guerrero predestinado, que ha de salvar el desgraciado país. A él buscan los trovadores inspirados, á él buscan los guerreros favorecidos para marchar tras su bandera hácia aquellos valles deliciosos, pero esclavos, donde se ha de crear un reino que sea tan feliz como el que hay en la otra parte de aquellos montes que separan el país de las Galias, del conocido por el nombre de Marca de España.

Una sombra blanca entre la espesura de estos bosques, solo puede ser la tienda solitaria del Capitan Otgero, mas sobre de ella no hay bandera ni escudo que revele el país á que pertenece el que la habita. Solo se ve caida en un rincon, junto á la entrada, una rota divisa que parece ser una águila imperial.................... Al verla es cuando los trovadores empiezan á cantar; sin soltar la espada, y solo al compás de su ardiente corazon.

-Salud al que ha de dar nombre y ventura con su nombre al país desgraciado (7).

-Salud á la vision de nuestros sueños, al que grabará el nombre de su fama en los muros excelsos de Faven-cia (8).

-Salud al que da fuego á nuestros pechos para cantar la historia de su cuna.

-Salud al que pulsando, en vez de lira, la espada vengadora de su patria, sabe excitar de libertad un canto.

-Salud, salud al héroe de Aquitania, á Otgero Catalon, al que Favencia prepara una corona y quizá un trono........... ¡ah Favencia! ¡ah Favencia!........

-¡Sí! ¡ah Favencia!...

Las cumbres, los valles, los bosques, todo, todo prolongó el eco que dispertaba el mútuo saludo de los troxadores y del guerrero, cuyo nombre llevaba de cumbre en cumbre una atrevida ráfaga, que extendia su fuerza hácia los valles de la Marca, y esparcia por todo el olor que siempre exhala hacia los cielos el hermoso y perenne Canigó (9).

Tras el grito de « ¡Favencia!», que arroja desde su tienda el intrépido Otgero, descuelga el héroe su férrea trompa y esparce un sonido, cuya fuerza es interpretada al punto por dó quiera. Al instante, todos los que estaban frente la tienda de Otgero, doblaron las rodillas, rindieron las espadas, levantaron la vista al cielo y entonaron en coro: «¡La voluntad de Dios sea cumplida! »

Nueve veces ha sonado la trompa del confiado guerrero y nueve trompas han respondido á su son como por eco; pero no es eco, no, lo que responde: la nieve y el frio no pueden nunca dar ecos de fuego.

Fácilmente conoce Otgero la respuesta, cuando, al través de la arbɔleda, empieza á distinguir lanzas, escudos y armados caballeros.

-¡La fama os guie siempre, capitanes: - exclama Catalon con impaciencia.—Levantad ante todo las viseras: vuestros rostros darán aliento al mio!

-Salud, salud al héroe que buscamos! ¡ salud á Catalon, á nuestro guia!..

-¡Salud á todos, fieles capitanes; á Moncada, á Pinós, á Mataplana, á Aleman, á Anglesola, á Cervellon, á Ileril,

á Ribelles, á Cervera; á los nueve barones de mas fa-ma!.... (10)

Apenas se han reconocido el jefe y los capitanes, vuelve á sonar Otgero ŝu trompa; los nueve sonidos se repiten, y á poco, de todos los valles y rincones abortan gritos de guerra, trotes de caballos y rumores de armas y de trompas que van acercándose al lugar donde Otgero espera para arrojarse cuanto antes à aquel valle delicioso que ha salvado ya en sus sueños.

-¡ Fe y libertad! ¡Guerra al infiel!

-¡Sí! ¡guerra!

-¡Fe y libertad! ¡ Viva Favencia!...
—¡Viva!....

Y á este grito se arrojan por nueve puntos diferentes los barones al nuevo y desgraciado país que han jurado libertar. Pronto aparecen cuadrillas de soldados que van reforzando los ejércitos, y, apenas han dejado el Pirineo los héroes y su jefe, que ya se cuentan á millares los conquistadores de Favencia, á donde penetran, para formar una nueva patria de felicidad y nobleza, y para dar un nombre al país conquistado que recuerde siempre las hazañas empezadas en aquellos montes que separan el país de las Galias, del conocido por el nombre de Marca de España.

Los trovadores que siguieron á Otgero Catalon, no hallaron luego mejor premio á su trabajo, que cambiar la espada por la lira.

LEYENDA II.

Carlo-Magno en Gerona.

Año 778.

Epoca de la dominacion árabe en Barcelona)

El ejército de Francos y Catalaunos duerme fatigado al pié de los muros que coronan las tropas de Mahomet. Todos los que descansan al sereno no tienen mas sueño ó ilusion que el deseo de la próxima venganza y el recuerdo de la cruda batalla que les ha hecho bajar de la sierra de Rams, donde se habian acampado el dia anterior. Solo Carlo-Magno reposa tranquilo en su tienda, con el dulce sueño que el cielo le envia, presentándole la victoria que ha de alcanzar en aquel llano (1).

—Duerme, duerme, orgulloso caballero;—dice Mahomet, que vigila desde el muro.—Ya puedes reforzarte descansando, que los mios no ceden ni partidos, pues no lemen tus lanzas ni tus cruces. Hoy llegarán de Córdoba mas huestes, y mañana el Espanto de la Europa se humillará á los pies de mi caballo. Para tí no hay ya cielo ni esperanza: tu cruz es para mi menor que nada (2).

El gran rey sigue durmiendo junto á su gran caballo negro que aun muestra las clines salpicadas con la sangre y la espuma de que se cubriera en Rams. El campamento sigue quieto tambien, y solo se levanta una vez al dia para comer unas cuantas yerbas y pan, volviendo á dormir despues, para hallarse así mas ágil cuando el cielo disponga la batalla; sin embargo, ni un soldado cierra los ojos én tal caso que no haya abierto los oidos para escuchar antes las palabras que el Emperador dirige entonces á sus huestes (3).

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- Esperad y sufrid, que Dios nos guia. Creed que el alto cielo nos ayuda, y que con nuestra cruz se vence todo. Pues sin verla en el cielo no la temo: - responde á gritos el confiado moro. - Para tí no hay ya cielo ni esperanza, y es tu cruz para mí menos que nada.

A pesar del coraje que infunden las palabras del moro en el pecho de Cárlos, este no se decide á pelear, porque ve que falta pan á sus soldados, que no acuden los condes feudatarios en su ayuda, ni espanta ya la cruz á los infieles, que son diez por cada uno de los suyos. En tal estado no queda mas recurso que la oracion : quizá por ella logrará desalojar el Emperador á los infieles de Gerona, antes que el sol desaparezca.

<«< Señor, vos que en el centro de la noche habeis pintado « hermosa y esplendente una aurora de gloria ante mis «< ojos; que habeis rodeado el lecho donde lloro con el << verde laurel de la victoria; que habeis mostrado en sue« ños á mi ejército vuestra divina cruz bella y triunfante; « mostradme ahora la verdad que buscan mis ojos con mi << pecho y con mi mente. ¡Señor, misericordia! haced que << pueda dar alimento y gloria á mis soldados, que acudan «< á mi ayuda mis amigos y ante la cruz se humillen mis «< contrarios.... ¡Cambiad en verdad mi felíz sueño!»>

El ejército cristiano vuelve á descansar tranquilo sobre el campo; los guerreros abren á veces los ojos durante la vela, con el recuerdo de sus hijos y de sus hogares; pero pronto se desvanece tal idea á la sombra de la venganza próxima, que vuelve á cerrarle los ojos y á despertarles el corazon. La venganza borra hasta la ternura, y, en tal estado, el guerrero que es padre forma solo sus placeres con los objetos que le rodean; la tierra y el escudo son la cama, la espada la única esposa con quien duerme abrazado, el cielo el único techo de su albergue, el ejército la única familia que le acompaña, y el fuego de la venganza el único hogar donde se calienta el pecho recordando las glorias ya pasadas.

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