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rey vive aun.... Sus hijos tienen mas amor á las armas que á las claustros.... ¿Qué s erá, pues? - Lo único que puede motivar este acto ha de ser solo el premio de una hazaña, ó una prueba de generosidad de nuestro Conde....

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¡Oid y callad todos, que los monges van á empezar ya el canto de la fiesta....! Los circunstantes oyen y callan, pero se aumenta su admiracion al empezarse el grave coro, viendo que falta el Rey á la gran fiesta, y que los versos que retumban por el templo, no son cantos de gloria ni alabanza, sino los salmos del olvido y de la penitencia (3).

«¡ Tú eres, oh Señor, mi único amparo en esta tem« pestad que me rodea !....

<< Haz que por este mismo sentimiento mi alma crea mas << en tu clemencia....

<«< Feliz aquel varon que no ha pecado; feliz porque en « su espíritu no hay dolo....

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¡Alabemos á Dios; al varon justo ensalcemos tam« bien !..... Regocijémonos en aquesta alegría con pure

« za....

«Yo he sentido tus saetas en mis carnes; el peso de tu <<< mano en mi cabeza....

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<< Viendo en tu rostro ira, no estoy sano; y,

pequé, la paz no encuentro...

al saber que

<< Llenos estan mis dias de ilusiones, no menos que mi <«<luz; mas la ilusion no es la salud que yo apetezco aho

«<< ra....

<< A vuestros pies humillo mis deseos: sabeis vos porque "yo me lamento....

<< Dadme, oh Dios, la salud que tanto busco; dad mas << fuerza á mi espíritu ante todo....

« Mis dias ya pasaron como el humo; mis huesos se per<«< dieron como el polvo....

« Pretendí vigilar, mas solo he sido como en su albergue «el ave solitaria....

« Han de temblar los reinos á tu nombre, y humillarse «<los reyes á tu gloria....

«Así han de celebrarte los que vengan; así te adorarán

<<< todos los pueblos....

<< Sion anunciará tu grande nombre: Jerusalen lo alaba« rá por todo....

<< Y al ser ya el pueblo uno, de los reyes será deber á << Dios alabar siempre....

<< ¡Alabado sea Dios!.... »

¡Siempre lo sea!.... respondió juntamente con el coro una voz débil, pero majestuosa y grave. Y en el centro del presbiterio apareció á los ojos de la multitud un caballero anciano, abrazado con sus dos hijos y llevando una corona de oro sobre su blanca cabellera.

Al acabarse el último salmo del coro, el caballero imprimió un beso en la frente de sus hijos, dió un cetro a! uno y su corona al otro; se despojó de sus galas y joyas ( que arrimó á los pies del venerable abad); abrazó á su espada por última vez, entregándola luego á uno de sus pajes para que la colgara en los claustros, y se hincó de rodillas humildemente ante el altar sacrosanto.

Entonces avanzó hácia el caballero el abad del monasterio, le ungió con oleo santo, le cubrió la cabeza con una tosca cogulla, y, despues de abrazarle y hacerle volver hácia la puerta para mostrar á todos su venerable rostro, dijo con voz fuerte y como rebosando de alegría. Hoy viene á disfrutar de nuestra paz el que ha dado la paz á sus estados.... Desde hoy pasa á ser hermano nuestro.... el Rey de Barcelona, Suniario....

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LEYENDA V.

La cabeza de Borrell II. · Año 983.

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(Época de Borrell II, cuarto conde soberano. )

¡Cuán tranquila se observa Barcelona!.... ¡Qué oscuro está el palacio de los Reyes!.... ¡Ni el brillo de una espada en las almenas!.... Ni al través de los vidríos un penacho!.... ¡Ni el eco de una lira en los jardines !.... ¡Todo descansa !:... ¡Ni aun el bello canto de las santas doncellas que ensalzan la fe de Suniario y de su hija, ha soltado un acento aquesta noche!.... Todo lo acalla el miedo y lo acobarda la duda que se aumenta mientras dura la ausencia del gran conde soberano (1)...

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Así meditaba el solitario guerrero, lleno de afan y melancolía, al ver la oscuridad de la noche, y que ni una sola estrella le prestaba su luz para poder contemplar el cerco de Almanzor (2). Apoyaba el soldado la cabeza sobre la empuñadura de su espada, que incierto habia clavado entre las piedras del tosco torreon; y con la mano izquierda, que tenia escondida entre los forros de su pesada cota, contaba entre tanto los latidos que le agitaban el pecho.

¡Un pueblo sin su rey, es como un hombre sin ojos ni razon!...... Desde que al pueblo le falta la cabeza, y el arquero no vé sobresalir entre sus filas el casco de su Conde, que cual faro guiaba en las batallas á sus huestes, la ciudad ha perdido la alegría!.... Los nobles callan.... los villanos lloran.... y todos no hacen mas que leer augurios de desgracia y horror en las tinieblas.... ¡ Hasta el cielo se empeña en olvidarnos; pues tapa de sus astros la luz pura!

Interrumpió el pensamiento del soldado una campana que anunciaba ser ya media noche, y á su rumor solo sucedieron tristes suspiros, que hendieron el aire dirigiéndose hacia el cielo. Abrióse en seguida la puerta del torreon, y entró una sombra blanca que fue acercándose al muro, dejándose caer luego abatida en uno de los espacios que forman las almenas.

A pesar de haber llegado media noche, ni una voz de «<¡ Alerta ! » levantaron los centinelas del muro.... Pero la sombra hizo recordar pronto al soldado que la princesa Ludgarda habia prohibido dar el grito de «¡Alerta! » por aquella noche.... ¡Y otras cosas pensó tambien el vigilante al ver la sombra!.... ¡Un vestido blanco cubierto con una rubia cabellera, no podia ser otra cosa á los ojos del soldado, que el blando lienzo con que su señor se enjuga la cabeza cuando vuelve de las batallas!

Al pasar á ser verdad el pensamiento del guerrero, se rasgaron las nubes que cubrían el torreon y apareció una fúljida estrella que reflejó en los húmedos ojos de la bella Condesa. El soldado lleno de admiracion, apartó la espada del muro, levantó la celada que le cubria la frente, y fue acercándose á la almena donde se apoyaba Ludgarda.

¡Ya os conozco, señora!.... ya os conozco. Tan solo mi Condesa y Soberana podria sorprenderme à tales horas... y, á mas.... ninguna dama de la corte dejaria caer con tal descuido una joya, sin ser Reina ó Condesa.....

Y el guerrero alargó la mano por sobre el terraplen, creido de hallar la joya que vió caer......

¡Calla, guerrero, calla !... ¡Los brillantes no brillan en la frente de Ludgarda desde que no se arrima ya á su seno la frente de su esposo tan amado!

-A la luz de una estrella he distinguido el brillo de la joya....

-¡Ah! la estrella era la espada del Hagib que está en el foso;-la joya era el adorno que me envia para mi soledad el hado injusto!!...

Y alargando Ludgarda sus manos llenas de lágrimas sobre las rústicas manos del guerrero, hizo conocer á éste el valor de la joya que habia visto. El soldado ya no cuidó mas de buscar el brillante.

-¡Se acaba con mi llanto mi esperanza...!

-¿Por qué? respondió el guerrero.—Al salir el sol veréis, señora, al vencedor de Ganta abriendo paso por las hileras de este inútil cerco. Entre sus héroes, y entre los pendones de Ruvirans, orlada de laureles, pronto veréis alzarse con la aurora la cabeza de vuestro fiel esposo (3) (4).

-¡Dios lo quiera!... Vigila tú, yo ruego: se esperará mejor así la aurora.... Esperemos, soldado, hasta que salga el sol, hasta que veamos claramente........ la fiel cabeza de Borrell II.

La ciudad sigue triste como cuando marchó su señor: la condesa continúa con su fatal esperanza junto al rudo guerrero, y solo hacen parecer bajo un aspecto diferente aquel triste cuadro, los primeros crepúsculos del sol que empieza á jugar por entre los crispados montes de Favencia (5).

Los muselines han estrechado el cerco confiados en que dentro de la ciudad sigue tranquilo el que pelea en Ganta, y al pié del muro, frente de aquella almena que cubre la rubia cabellera de Ludgarda colgando á fuera como una guirnalda de yerba que el sol secó para adorno de la pared, se ve pasear altivo é insultante el tirano Hagib.-Entre tanto el puñal de la condesa habia caido desde el muro á los piés del sitiador.

-¿Qué pretende esta sombra que me insulta, que perturba mi sueño?.... Mas no importa. Mañana cobraré lo que he perdido, mañana dormiré ya en otro lecho........ Preparad mi caballo, muselines; traed mi cimitarra, que

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