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Si pudieran reunirse en el patíbulo, donde ha de ser quemada la inocente esposa, todas las lágrimas que el pueblo derrama por ella, ya estaria apagada la inmensa hoguera que Enrique ha mandado encender y ahogado el verdugo, pues tan grande es el llanto de los buenos.

Si se juntara el calor que en todos los pechos hace nacer la rabia y la desesperacion que se siente contra los traidores cortesanos, seria suficiente para abrasar con él á los infames acusadores que, impávidos y alegres, se pasean por la plaza, confiando en que no habrá ya defensor; burlándose de la debilidad del Rey; y gozándose en los suspiros de la Reina que llora atada al pié de la hoguera.

Pero bueno es que hablen, que lloren y que maldigan los buenos: así despues será mayor su alegría. — Bueno es que confien, que rian y que gozen los malos: así será despues mas crudo su castigo.

¡Qué triste es contar las horas, cuando se espera la muerte!.... ¡Cuán negro ha de ser un juicio presidido por la noche! He aquí lo que piensa la infeliz Reina en su soledad.

Ya solo faltan tres horas para gozarse los malvados en su triunfo, y luego habrá concluido el mes que faltaba para dar fin al año. Despues de estas tres horas, se acabará la aurora de otro dia, de otro dia, que será el último y mas nuevo á los ojos de la real Princesa, dia de verdad amarga y de cruel desengaño. La luz de tal dia, solo servirá de velo á los ojos; y para crear la vista en el corazon. Su luz será como el reflejo de la hacha del verdugo; sus bellezas herirán la vista cual si fuese con un puñal de oro que, por su mismo esmalte y hermosura, hiere y envenena al mismo tiempo.

¡Ya empieza á llorar el pueblo! El rey se desespera, los cortesanos rien, los soldados y sayones vijilan insensibles....

¡Oid!

-¡ Silencio !... ¡Ya sonó otra hora! Solo fal

tan dos horas para acabarse el mes!

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Los graves jueces se acercan á la plaza, y el pueblo los recibe sin hablar. El verdugo se adelanta.... Aquí empiezan á confundirse los buenos, creyendo que el cielo no oye sus plegarias....

¡Silencio!.. ¡Otra hora!... ¡ Solo una hora falta para empezarse el dia que se espera!

No hay ya un corazon que resista, y el horror lo cubre todo. La cabeza de la Reina cae débil y abatida sobre su blanco pecho, y el verdugo levanta el acha con que se ha de encender la vasta hoguera. Cuatro veces ha de dar el reloj su triste señal; y al sonar la campana por la cuarta vez, entonces, el verdugo bajará el brazo, para encender la hoguera.... ¡ Ya suena la campana!,... Todos cuentan las horas.

-¡Uno......!!! ¡Dos......!!!

¡Alto!... Aun no se cumple el plazo. Para hacer la defensa queda un dia, ahora solo se ha cumplido el año.

Un inesperado caballero, armado todo, y guiado por el juglar de la Emperatriz, es el que ha aparecido ante la barra. De su boca ha salido la voz de «¡alto!» antes de dar la tercera señal la gran campana; su voz es la que ha hecho temblar el brazo del verdugo; su aliento es el que ha infundido una agradable frescura en los quemados corazones de los buenos; sus ojos son los que han deslumbrado á los acusadores cortesanos; su lanza, en fin, es el único fuego que ha reflejado en los ojos de la Emperatriz, como un verdadero sol, al partir el guerrero con gallardía el suelo de la estacada.

-Salud al defensor de la inocencia : al que hace olvidar el mal pasado y desafía el porvenir dudoso.

Fijado ya en la plaza el gran guerrero, solo espera que los jueces den permiso. Los dos acusadores que mantienen el campo, permanecen en otro estremo ante la hoguera; pero su mano tiembla y su corazon palpita.

-¡Si vencerá el guerrero!... No temamos, que el héroe llega muerto de fatiga.... Solo sudor y polvo hay en sus

armas.

El guerrero callado y sin moverse de su puesto, ha separado la mano del extremo de la lanza, donde se apoyaba, y la ha extendido ante los jueces, para denotar que cumplirá cual caballero y observará las condiciones de aquel campo.

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- No temamos, - repiten los acusadores que el caballero es solo, y los mantenedores somos dos. La fuerza de su brazo no es bastante para dar dos heridas sucesivas. Podrá un mantenedor morir acaso, pero el otro sin duda ha de matar.

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-Hoy se ha cumplido el plazo, dicen los jueces. Empiece el juicio. - Avance el defensor.

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Valor, cam

-¡Pues, al campo! - responde el caballero.

-¡Al campo! —¡ Ea! ¡Ea! ¡ Valor! - grita la multitud.

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-¡Ay!! Nada pudo decir el primer acusador: las palabras que intentara soltar le salieron por la herida. -Ya he vencido: dice el caballero para sí.

el otro.

-¡ Perdon!

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Venga

exclama el segundo calumniador. Reina es pura..... la emperatriz Matilde es inocente....

La

El cobarde mantenedor no habia tenido espíritu ni tiempo para levantar el brazo.

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—¡Viva la emperatriz!... Que viva el héroe, y se levante el campo; pero antes que castige el guerrero al cortesano; -gritaba la multitud.

-No temamos,

-

murmuraba el vencido; atroz es el

delito; pero el héroe es noble y generoso.

La seguridad en que se creia el vencido fue inútil, pues los gritos de la multitud anunciaron bien pronto un castigo mayor.

-¡Campo.... campo!....

-

gritaban á la vez el vencido,

los jueces, la víctima y el pueblo. ¡Campo.... campo!... El guerrero se ha afianzado de nuevo, y con la lanza en ristre ha arremetido. Ya mira á la alta hoguera, ya á la víctima, ya al verdugo, ya á los vencidos acusadores....

-¡Atras todo!... Argolla, barra, hoguera, cortesanos, todo lo ha confundido con su lanza. Ya salta por la arena un palpitante brazo de un vencido, ya se mezcla con la chispeante hacha del verdugo una esmaltada insignia, ya queda enclavado el cuerpo de un caballo contra algun duro hierro del patíbulo, ya se mezcla la sangre con la tierra, ya se observa tan pronto todo en masa, como salta en pedazos cuanto el jinete topa.... ya todo se confunde ante el concurso, todo.... menos la emperatriz, que queda salva y libre por mano del guerrero.

- ¿Qué falta ahora, pues?... - dicen los jueces levantando la voz. Si nada falta, conozcamos al héroe que ha triunfado. Que se alce la visera y dé su nombre.

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El conde Berenguer de Barcelona.

-Pues; ¡gloria á Barcelona!... ¡ Gloria al Conde!...

grita el pueblo, saludando al impávido Conde.

-Gloria al Cielo y á Dios: á la justicia que al año de este plazo añadió un dia.

LEYENDA XII.

La Zuda de Tortosa, y el robo de doña Mahalta (1). — 1148.

(Época de Ramon Berenguer IV, el Santo, duodécimo conde soberay luego rey de Aragon.)

no,

Un dia del mes de setiembre, y en la hora mas triste de la tarde, galopaba por las orillas del Ebro un jóven caba

llero, cubierto de ricas y brillantes armaduras. Tanto por el escudo que pendia de su arzon, como por su porte y vestidura, cualquiera le hubiera creido señor catalan, y no de los menos ricos del país; pero la direccion que tomaba, el ir solitario por aquellos caminos, cuando todos los nobles estaban ocupados con el Rey en una empresa, y el ver que su mano en vez de empuñar la lanza, que llevaba caida, se afanaba solo en apretar contra su corazon las manos de una mujer que ocupaba la grupa, hicieron tomar al tal caballero por extraño en aquellas tierras.

La noble señora, que le ceñia con sus brazos, no tenia mas cuidado que enjugarse, de vez en cuando, las lágri– mas que manaban de sus ojos. El caballero, en medio de su afan y de su misterioso silencio, besaba las manos de la señora, cuando observaba en ellas alguna lágrima detenida; y á los continuos suspiros y preguntas que ella le dirigia, para saber el lugar á donde se encaminaban á tal hora, solo daba el resuelto caballero una respuesta, que era á la par corta, seca y misteriosa.

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¿Qué te ha hecho salir de tu castillo, tan resuelto y callado?

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¿Pues si es por Barcelona, como antes fuisteis á Caștellfollit? ¿Quieres acaso mudar de tierras ?... Dí; responde, amado.... ¿Qué castillo prefieres (2)?

- Barcelona.

¿Pues, bien; á dónde vamos?... ¡No te paras!... ¿no ves ya que la noche se adelanta ?... Deseo reposar, y no sé.... Dime: ¿qué ciudad hay mas cerca?

Barcelona.

- Si respondes así, me desesperas....

Sufre y calla, que el corazon me bulle, y solo ha de hallar calma en Barcelona.

Las palabras de la señora han hecho meditar al caballero, así como las respuestas misteriosas de este han infundide mayores dudas en el corazon de la señora. Pero el

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