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Y dirigiéndose al concurso, y en especial á las señoras, prosiguió diciendo: Mañana habrá torneo: las empresas y premios que se den allí á los héroes solo han de ser las flores que las damas llevan hoy por adorno en mi palacio. Tan solo alcanzará premio el que cumpla sin faltar ni en un punto á la ley de armas (2).

La Corte siguió en palacio alegrando á su señor; las damas procuraron salvar sus flores para la próxima fiesta y la conversacion fue tomando ya otro giro desde entonces, versando solo acerca de la novedad del gran torneo.

El dia despues de la corte apareció ya la gran plaza con la tela y la estacada, con el catafalco para los jueces y el lugar privilegiado para el Rey ó su lugarteniente. El gentío fue ocupando las galerías, mientras la comitiva daba vueltas por fuera de la estacada, al son de los atabales y de las trompetas, de las cajas, de los pífanos y de la música de los ministriles, que seguian detrás con la librea de la Diputacion. Luego entraron á la plaza los dos maestres de campo y con ellos los padrinos, seguidos del andador que llevaba el azafate vacío, por ser otros los premios que en aquella fiesta se debian dar; luego entró el estandarte real, que se colocó sobre el catafalco de los jueces, y luego los mantenedores solos, que eran en número de doscientos, cien por parte, de quienes eran cabos de cuadrilla Gisperto de Castellnou y el caballero Rocaberti.

Colocados ya todos por su órden, y entregado por el lancero el baston al maestre de campo, y las lanzas á los mantenedores, estos saludaron al tribunal y á las damas, y, hecha la señal por el juez y despues de leida la pragmática, pasaron á dar las tres carreras de costumbre, cambiando caballo en cada una, y se abrió paso á los aventureros.

El primer aventurero que entró, dió la vuelta y saludó tan solo á los jueces, por lo que algunos deducian si seria una muy alta persona; pero quedaban al mismo tiempo en duda, al ver que su traje no era muy lujoso, y observaba estrictamente lo que las leyes de torneo prescribian, á sa

ber; usar solo faldar de tela sencilla y de bocací, pero sin nada de oro, á no ser el pincel, con la cimera de cadarzo y sin paramentos en el caballo (3).

El aventurero señaló por dama suya á la que lo era en amor de Castellnou y, otorgado su permiso, se presentó á los jueces para que le señalasen mantenedor.

Aquí empezó el torneo.

El aventurero peleó casi con toda la cuadrilla de Castellnou y fue inmenso el aplauso que recibió de las galerías, no solo por su valor y destreza, sí que además por no haber faltado ni un punto á las leyes del torneo.

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gritaba Porque cumplió con todo exactamente.... un síndico en alta voz,* pues dió las cuchilladas fuertes y altas, jugó limpio el bordon, salvó el caballo, fue mejor en tropel y en invencion, rompió lanzas en calvas y en mas número del espaldar abajo; en la palestra no usó de agujetas ó tirillas, sacó entero el roquete y ni una pieza perdió de la armadura; siempre fuerte, las grevas conservó y el guardabrazo; no empleó doble fuerza para un golpe, ni le saltó la lanza de la cuja, ni hizo embarrenar lanza, ni.... (4).

Aquí el arrogante aventurero indicó que cesara de hablar el síndico, para recibir cuanto antes el premio de su esfuerzo. Calló el síndico, la dama de Castellnou dejó caer desde la galería la rosa que el dia antes llevaba en el palacio del Rey, y parándola ó recibiéndola con el escudo el guerrero, se la colocó por un momento al lado del corazon, y se quitó el casco en seguida para que los de la plaza le conocieran.

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¡Es el rey don Alfonso! gritó admirado Castellnou. Sí: el mismo, respondió satisfecho el Rey. — Ya ves como sus planes siempre surten, y si son bien cumplidos sus mandatos.... Ahora, yo te mandɔ en pena, go, que mañana te cases con tu dama, pues solo me dió el premio por despique.

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Y devolviendo la rosa á Gisperto de Castellnou, volvió los ojos Alfonso, para recibir una mirada de contento y gratitud que le dirigia la dama, y salió de la plaza, triunfante y aplaudido, siguiéndole la música y el estandarte, como señal cierta de que habia finido ya el torneo (5).

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(Siglo XIV. Época del reinado de Jaime II, el Justo, de Aragon. }

Despues de haber seguido todos sus castillos y tierras, y de esperar, durante su visita, al enviado de la Orden, que estaba en las fronteras de Francia, mandó por último el comendador Bartolomé de Belvis que los demás hermanos y criados que le seguian se dispusieran para volverse cuanto antes al castillo de Monzon, del que era castellano y de donde habia salido para recoger los feudos y diezmos de sus tenencias.

Vale mas esperarle en casa propia; dijo Belvis al montar á caballo; si bien que todo el mundo es nuestra casa.... Extraño que así tarde nuestro síndico.... Tanto habrán aumentado nuestras rentas que costará su cobro.... Pero, ni eso; pues por mas que se doblen de año en año, nadie retarda el pago al enviado de la Orden del Temple tan temida, tan rica, y á la par tan envidiada.

Y soltando la brida á su corcel, se despidió Belvis de su hospedador y tomó el camino de Monzon, llevando en su compañía unos cuantos frailes de su estima, y unas cuantas cargas de moneda y tesoros que custodiaban los armijeros y servidores.

Iban siguiendo el camino con tal compostura y gravedad, que aun del mas altivo hubieran recibido un saludo, sino por el respeto que infundian sus aspectos, al menos por el que causaban las cajas que los armijeros guardaban en las acémilas.

Al entrar en un valle de los mas llanos y cómodos para un paseo solitario, sombreado por árboles, animado por riachuelos y enramadas, y algo mas cultivado que los otros por estar junto á un convento, divisaron los viajeros un grupo de dos hombres que iban con hábitos talares y cogullas. Al verlos el Comendador, levantó con gallardía la mano para hacerles un respetuoso saludo cuando estuvieran mas cerca. Y en efecto se acercaron: el Comendador y los frailes saludaron, pero los de las cogullas en vez de responder al saludo, volvieron la cara al otro lado y pasaron de largo.

Al salir del valle, y en camino algo mas escabroso, encontraron los viajeros á un solitario peregrino con su bordon y su perro, y cargado de reliquias y escapularios, que venia, al parecer, de besar el pie al santo Pontífice. Cuando se vieron cara á cara los que iban y el que venia, se miraron mutuamente; el Comendador saludó al último con afabilidad, pero el peregrino en vez de responder al saludo, cerró los ojos por un momento, se santiguó y pasó de largo.

Mas adelante, en un ancho camino y ya cerca del castillo de Monzon, el Comendador sintió galopar á sus espaldas un grupo de caballeros, entre los cuales habia algun noble y varios hermanos de otra Orden religiosa. El Comendador tomó la derecha del camino para cederles el paso y saludarles tambien, cuando una insultante voz gritó :

– A la izquierda, Templarios; la derecha es para los que van en mayor número.

El Comendador pasó con humildad á la otra parte del camino y bajó la lanza, saludando con respeto y cortesía

al grupo, por haber visto que en él iban nobles; pero el grupo, en vez de responder á su saludo, prorumpió en una carcajada, se lanzó á escape por la derecha del camino, y pasó de largo (1).

Llegó por último la comitiva del Comendador al castillo de Monzon, y con no poca esperanza, por haber observado al acercarse que, desde el homenaje, gritaba el síndico con grande ahinco, indicando á los viajeros que apresurasen el paso. Arrimó el comendador y los suyos las caballerías al cabalgador, y, apenas pusieron pié á tierra, cuando se les presenta el síndico, abrazándoles á todos, llorando con profusion, y casi sin fuerza para articular una palabra (2).

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- ¡Ya no hay Templarios!! — exclamó por último el entristecido hermano.

-¡Cómo!... ¡oh! ¡ imposible!...-respondió Belvis, lleno de admiracion. — No pueden extinguirse nunca á menos, que entre un rebaño fiel exista un lobo (3).

-El Papa ya ha enviado comisiones desde Poitiers en contra de la Orden.... En Francia, el rey Felipe ha puesto presos á todos los hermanos, y en un dia se deben extinguir en toda Europa.... ¡ Vos no sabeis el horroroso crímen de que el mismo maestre Jaime Mola, nos acusa ante el Papa!

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-¡Cielos santos!! - El Comendador quedó mudo y pensativo, al oir la relacion que fue prosiguiendo el hermano síndico, y, así que le explicó este el crímen que se les imputaba, horrorizóse Belvis y hasta perdió las fuerzas; pero se las hizo recobrar de nuevo el ardor que sintió al escuchar el plan que habia contra ellos, y que debia llevar á cabo por aquella parte el veguer de Osona y el sobrejuntero de Huesca, de cuyos ejércitos se oyeron en aquel mismo instante las trompas, y cuyo sonido, que se percibia de cada vez mas cerca, indicaba que se dirigian al castillo.

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«¡Arriba el puente!»-gritó resuelto el Comendador

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