Romancero castellano: ó Colección de antiguos romances populares de los españoles, Volumen2

Portada
Georges-Bernard Depping, Antonio Alcalá Galiano, Ferdinand Wolf
F. A. Brockhaus, 1844 - 482 páginas
 

Páginas seleccionadas

Otras ediciones - Ver todas

Términos y frases comunes

Pasajes populares

Página 403 - Amarrado al duro banco de una galera turquesca, ambas manos en el remo y ambos ojos en la tierra, un forzado de Dragut en la playa de Marbella se quejaba al ronco son del remo y de la cadena: "¡Oh sagrado mar de España, famosa playa serena, teatro donde se han hecho cien mil navales tragedias!
Página 7 - Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera Lanzarote cuando de Bretaña vino; con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos.
Página 414 - Si tú quisieses, señora, yo sería tu servidor» «Vete de ahí, enemigo, malo, falso, engañador, que ni poso en ramo verde, ni en prado que tenga flor ; que si el agua hallo clara, turbia la bebía yo ; que no quiero haber marido, porque hijos no haya, no ; no quiero placer con ellos, ni menos consolación.
Página 206 - Esa palabra, la niña, no era sino traición: ¿cuyo es aquel caballo que allá bajo relinchó? — Señor, era de mi padre, y envióoslo para vos. — ¿Cuyas son aquellas armas que están en el corredor?
Página 267 - Allí respondiera el moro. Bien oiréis lo que decía : — Yo te la diré, señor, aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva ; siendo yo niño y muchacho, mi madre me lo decía : que mentira no dijese, que era grande villanía ; por tanto pregunta, rey, que la verdad te diría.
Página 110 - Por su lengua difamada me mandó el rey desterrar, y he pasado a causa de esto mucha sed, calor y hambre, trayendo los pies descalzos, las uñas corriendo sangre. A la triste madre tuya por testigo puedo dar, que te parió en una fuente sin tener en que te echar. Yo triste quité mi sayo para haber de cobijarte; ella me dijo llorando por te ver tan mal pasar: — Tomes este niño, conde, y lléveslo a cristianar; llamédesle Montesinos, Montesinos le llamad.
Página 123 - Por el rastro de la sangre Que Durandarte dejaba Caminaba Montesinos Por una áspera montaña , A la hora que camina , Aun no era bien de mañana , Las campanas de París Tocan la señal del alba. Como viene de la guerra Trae las armas destrozadas , Solo en la mano derecha Trae un pedazo de lanza De...
Página 453 - ... me porto y sustento. Yo os lo diré en brevedad, porque la historia es bien breve, y el daros gusto se os debe con toda puntualidad. Salido el sol por oriente, de rayos acompañado, me dan un huevo pasado por agua, blando y caliente, con dos tragos del que suelo llamar yo néctar divino, ya quien otros llaman vino porque nos vino del cielo.
Página 267 - ¡Altos son y relucían! — El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita, los otros los Alixares, labrados a maravilla. El moro que los labraba cien doblas ganaba al día, y el día que no los labra, otras tantas se perdía. El otro es Generalife, huerta que par no tenía, el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.
Página 205 - Helo, helo por do viene el infante vengador, caballero a la gineta en un caballo corredor, su manto revuelto al brazo, demudada la color, y en la su mano derecha un venablo cortador. Con la punta del venablo sacarían un arador.

Información bibliográfica