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NACIONES O TRIBUS QUE POBLABAN A CHILE

Todo Chile estaba poblado cuando entraron los españoles: no habia valle, no habia llano, no habia monte que no estuviese lleno de jente. Esta vivia dispersa aquí y allí, bajo de muchos pequeños príncipes o régulos, que en su lengua llamaban ulmenes, y que los españoles han llamado caciques, trayendo esta denominacion de la Isla Española. Así dicen todas las relaciones mas antiguas, hablando de la populacion de el Reino; pero yo dudo mucho de esta grande populacion y sospecho sea una exajeracion para ponderar mas el valor de la nacion española, que con pocos individuos ha podido establecerse entre ellos. La misma division en que ellos vivian puede haber dado motivo a aumentar esta populacion.

Lo cierto es que esta nacion, que ha resistido mas que ninguna de América a reconocer el dominio español y que ha hecho los mayores esfuerzos para sacudir el yugo y para exposeerlos del terreno ocupado, nunca puso gruesísimos ejércitos, los cuales hubiera podido ella levantar y ciertamente hubiera levantado, si el Reino hubiera estado tan poblado como se dice. Era excesivo respecto al corto número de los españoles, pero nunca en aquel grado en que se quiere significar y dar a entender, para de ahí sacar siniestras consecuencias. Muchos han ponderado la populacion para agravar mas la inhumanidad de los conquistadores. Yo acordaré que Chile estaba bien poblado. Confesaré tambien, que esta su poblacion se ha disminuido notablemente, pero añadiré que esta notable disminucion ni ha llegado a exterminio ni ha sido causada por exceso de crueldad en los conquistadores.

Todos suponen que esta nacion era guerrera, aun antes de la entrada de los españoles. Hé aquí una razon que no se compone con la grande populacion que se pretende. La guerra la tenian entre sí, matándose unas parcialidades a las otras. Pónese esta nacion como irreconciliable

con el enemigo, siempre en asechanzas y siempre proyectando venganza. Hé aquí otra razon por que se debe confesar que eran contínuas las guerras que traian unas parcialidades con otras, y por consiguiente, un impedimento sustancialísimo para una grande populacion.

Si se han visto como desaparecer los copiapinos, los coquimbanos, los quillotanos, los mapochinos, los promaucaes, los curis, los cauques, los pencones, esto es, los indios en todo lo que presentemente ocupan los españoles, ha sido, o que se han incorporado con sus vencedores por mutuos matrimonios, o porque, perdido el dominio de sus tierras y mal contentos con la sugecion en que los ponia la jurisdiccion española y los preceptos de la religion cristiana, se han retirado al distrito de sus compatriotas que defendian su libertad. Porque como se verá en la historia de la conquista, que precederá al establecimiento de los españoles en las sobredichas provincias, muy poca sangre se ha derramado en ellas si se hace comparacion con las otras del reino que poseen hasta ahora los araucanos, pues lo sangriento y obstinado de las batallas ha sido en el territorio de éstos.

Esta disminucion tiene tamben, a mi juicio, otra causa mui evidente, que no es el fierro y crueldad de los conquistadores. Esta está en las viruelas que ha introducido la Europa en estas partes. Esta enfermedad no conocida en la América hasta entrados los europeos en ella, hace en los indios tan grande extrago, que se puede afirmar sin miedo de arriesgar la verdad, que de cien naturales atacados de ella, apenas sale bien uno. Sobre lo que debo añadir una reflexion por lo respectivo a las sobredichas provincias, lo que me hace creer que esta enfermedad haya sido una de las causas mas poderosas de esta disminucion, y es que las provincias donde ella está como de asiento, que son las boreales del reino, son puntualmente en las que se nota mayor esta disminucion de los naturales. A esta circunstancia, por ventura, no han reflexionado los que quieren atribuir esta disminucion a las crueldades que han hecho los conquistadores. Yo en la Historia no pasaré en silencio ninguna de cuantas hallo en los manuscritos, y aunque ellas no son pocas, nunca llegan a aquel grado que deben tener para que a estas se deba atribuir, como considerándolas bien, se verá.

Los pocos naturales que quedan de las sobredichas provincia, viven juntos con sus conquistadores, observando una misma religion, esto es, la católica romana, a influjos y cuidados de aquellos y bajo las leyes de la monarquía, en las que por benignidad de nuestros soberanos gozan de diversos privilegios, como tambien en las eclesiásticas, que la piedad de los mismos soberanos para facilitar su reduccion a la fé, les han alcanzado de los papas. Estos están, o separados en sus pueblos y gobernados por sus ulmenes, o bajo el cuidado de algunos beneméritos señores a quienes pagan su tributo y son de ellos asistidos en lo espiritual y temporal. Llevan estos el nombre de indios de encomienda. En el pricipio fueron estos muchos, porque así era necesario para el pasto espiritual de estas gentes. Ahora que todos ellos están reducidos a la fé católica, los mismos señores, teniendo mas gasto que provecho en ellos, los han ido dejando y poniendo en libertad.

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Llegando a este punto no puedo menos que hacer alguna mencion de la cristiana conducta que por mi mismo he visto observada con sus indios encomenderos por don José Puga y Giron, vecino ilustre de la Concepcion. Nada que no sea constante diré, y de lo que voy a decir creo que ninguno podrá condenar estos feudos, sino que tendrá mucho que alabar, la cristiana piedad con que fueron instituidos. Primeramente, antes de salir al trabajo, vienen todos a la capilla u oratorio, donde en presencia de su fiscal, que es siempre uno de los mas instruidos en el dogma, dicen todos el catecismo y todas las oraciones: los dias de fiesta se les hace concurrir a la misa: todos los sábados, antes de retirarse a sus casas, deben hallarse en dicha capilla con sus hijos e hijas, para tomar lecciones de la doctrina cristiana. No satisfecho su celo con esto ni con la explicacion que a tiempo les hace el cura de Chillan, de quien son feligreses, de las obligaciones de nuestra santa religion, lleva los misioneros campestres para que les prediquen el evangelio. Como ha notado que el trato con los españoles introducia en ellos alguna corrupcion de costumbres, ha licenciado de sus servicios a los que tenia en la hacienda, y no ha vuelto a admitir a alguno, para conservarlos en su inocencia; como para lo mismo no quiere se detengan mucho en la ciudad, cuando vienen a ella. Por lo qne toca a lo temporal, viste a todos, dándoles de todo dos mudas al año, empezando desde el mas pequeño hasta el mas decrépito, y de modo que así hombres como mujeres, van decentemente vestidos. Los alimenta pasándoles una abundante provision de carne, trigo, sal, etc. Los cura de sus enfermedades haciendo ir el médico a su hacienda o trayéndolos a la ciudad para que sean curados en su casa. Les tiene dadas tierras para tener algunas bestias; de vacas, cabras, ovejas y caballos para hacer sus sementeras, dándoles aun de los dias de trabajo para esto. Con esto ellos le corresponden con una suma fidelidad, trabajando siempre por él y manifestando lo satisfechos que están de su paterna conducta, regalándolo de aves, frutas y verduras de las mejores que cultivan, siempre que viene a la hacienda. Si de este modo que don José de Puga y Giron trata sus indios y han tratado sus antepasados feudo-encomenderos de la misma encomienda, hubiesen hecho los otros feudoencomenderos, hoy dia, ciertamente, no estuvieran ellos tan disminuidos, ni hubiera por qué dar contra esta bellísima institucion; porque tratados los indios con esta humanidad, se mantuvieran constantes, no menos en la sugecion que en la aficion al feudo-encomendero, como ha sucedido con los de esta encomienda, que presentemente es como la única que hay en el obispado de la Concepcion.

Hay otros indios hácia las fronteras australes, que dividen los españoles de los araucanos, los cuales, abandonada la alianza de estos últimos, se unieron a los españoles en tiempo de don Alonso de Rivera, como se verá en su lugar, y viven al presente bajo su dominio, libres de toda especie de pension y solamente obligados a asistir como auxiliares con sus tropas. El restante de esta nacion, que llega hasta el grado 45, pretende hasta ahora ser libre y querria desposeer a los españoles de lo que han adquirido, moviéndoles la guerra de cuando en cuando.

Estos indios bárbaros (para distinguirlos de aquellos que viven entre los

españoles, de que he acabado de hablar,) se dividen en montañeses y habitantes de los llanos. Los montañeses, que son los chiquillanes, los pequenches y los puelches habitan los valles de la cordillera bajo chozas de cuero de guanaco, que mudan cuando les parece de un sitio a otro, y se alimentan de carne de animales silvestres y presentemente por preferencia de la carne de caballo.

Los chiquillanes se extienden en la parte mas oriental de esta montaña, desde el grado 34 hasta el 34 y medio. Esta tribu poco numerosa es la mas bárbara de todas las chilenas; va cuasi desnuda; su lengua es un idioma chileno muy corrupto y gutural; no se cuida de la agricultura, ni procura hacer provision alguna para casa. Todo su alimento lo saca de las raíces silvestres y de la caza, por cuyo motivo muda frecuentemente de demora. Cuando aquí escasean éstas, va a otro lugar donde con poco trabajo las puede tener.

Los peguenches principian al occidente de los chiquillanes y llegan hasta el grado 31. Están divididos en muchos ulmenatos o dinastías, independientes unas de otras; se visten de lana y en lugar de calzones se envuelven con un pedazo de tela cuadrilonga que ceñida en la cintura pende hasta la rodilla. Estos pueblos son los únicos que de los indios chilenos se sirven de calzado para los piés, contra la costumbre indispensable de sus compatriotas, que siempre van descalzos. Para hacer estos zapatos quitan de las piernas de atras de la vaca o del guanaco el cuero del desgarretadero hacia abajo, todo él entero; de ahí ponen el pié dentro de este cuero fresco para amoldarlo, y cuando se ha secado bien, lo ungen con sebo y lo manejan entre las manos hasta ponerlo suave, lo que llegan a conseguir de modo que queda aun mas suave que si fuese curtido. Se ignora si este uso lo tenian ántes de la entrada de los españoles, haciéndolo de la piel sola de los guanacos o si lo han tomado de éstos. Las armas son la lanza, el sable y las laques. Estos, que siempre llevan a la cintura, son dos piedras redondas, pesadas de cinco a seis libras, cubiertas de cuero y ligadas entre sí con un lazo o cuerda torcida, tambien de cuero, largo cuatro o cinco piés. Cuando quieren servirse de él toman una de las piedras en la mano y volviendo la otra sobre la cabeza para darle mayor impulso, las tiran con gran violencia sobre el enemigo, o a las piernas de su caballo, con el fin de enredarlas, como cuasi siempre sucede. Usanlos tambien en la caza y con ellos cogen los pájaros grandes y los animales silvestres. Estos son los mismos laques que he dicho usan los campesinos chilenos para coger las vicuñas, con solo la diferencia que las piedras no son tan pesadas y que ellos para tirarlas contra las vicuñas doblan por el medio la cuerda, y así aseguran mas el tiro, porque basta que toque al animal un poco de la cuerda para que ella llamando a sí las piedras, éstas con vueltas y revueltas enredan de modo al animal que queda inmoble echado por tierra. Los peguenches son los mas activos, los que emplean mas y mejor el tiempo en hacer, ya cestos, ya platos de madera, ya colchando riendas de cuero de guanaco y otras bagatelas de esta especie; aprovéchanse tambien de la sal que se da en su territorio, comerciando con ella entre los españoles; en suma, son los mas traficantes de los chilenos. Todo este comercio se hace por medio del

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301 cambio, por ejemplo, una carga de sal por una de trigo o de cebada, pero ántes de recibir ellos el trigo por la cebada tienen a remojar sus sacos por lo menos una noche y procuran que vayan bien colmados, cuando la sal que ellos traen es solo por mitad de su capacidad. Las colonias que de estos se han establecido en las campiñas vecinas a las faldas orientales de la cordillera, negociaban con los habitantes de las provincias de Cuyo, y tal vez saqueaban las haciendas y las aldeas pertenecientes a la ciudad de Buenos Aires, y asaltaban las carabañas españolas que iban o venian por motivo de comercio; pero estas colonias despues de una guerra obstinada de diez años, fueron del todo arruinadas y sus habitantes perseguidos hasta dentro de las cor lilleras por los pampas, indios orientales y vagamundos, a quienes tambien habian damnificado. Despues que estoy en Italia oigo decir han vuelto a hacer diversas correrías por las provincias de Cuyo y Pampas, haciendo notables daños en vida, y bienes de los habitantes de dicha provincia y de los viajantes.

Los puelches confinan con los peguenches y se extienden hasta el grado 43; se dividen en orientales y occidentales. Estos últimos habitan en los valles de la cordillera, y aquellos en los llanos que están a levante de esta montaña, los que abandonaron o por la multitud de la gente o por buscar establecimientos mas cómodos, que es lo mas probable. Estos pueblos fueron en el siglo pasado aliados constantes de los Araucanos, y al presente son enteramente unidos a su dominio y forman una de las cuatro grandes partes en que éste se divide.

Los poyas son tambien otra tribu de chilenos montañeses, los cuales se extienden hasta los patagones: van cuasi desnudos y solo una piel de zorro o guanaco, tirada por la espalda, cubre sus carnes. Son vagamundos y cuasi se puede decir que no tienen establecimiento firme. Se alimentan de pájaros y animales que cogen con sus flechas. Entre ellos la poligamia es diversa, porque las mujeres toman por lo menos dos hombres por marido. Hubo entre ellos en un tiempo misioneros, pero habiéndolos muerto, no han querido despues recibir otros.

Los bárbaros habitantes de los llanos, son los guigliches, los juncos y los araucanos. Los guigliches demoran entre el Rio Bueno y el Archipiélago de Chiloé. Los juncos, entre el rio Valdivia y el mismo Archipiélago, sobre las costas del mar. Estas dos tribus, aliadas de los araucanos, son valerosas y muy contrarias a los españoles, a quienes cierran el camino que por tierra conduce a las islas de Chiloé, y siempre se han opuesto a las tentativas que han hecho los españoles para entablar la comunicacion por esta parte con dicho Archipiélago.

Los araucanos confinan al septentrion, con el rio Biobio, que los divide de los españoles; al occidente, con el mar Pacífico; al mediodia, con el rio Valdivia, que los separa de los juncos, y al oriente con los patagones y poyas, de manera que se extienden desde los grados 36 y 41 minutos, hasta cerca del 40. Esta tribu es la mas célebre, no solo de Chile, sino de toda la América, por su valor, por su gobierno militar, y por las cuasi contínuas guerras que ha hecho a los españoles desde el principio de su entrada hasta nuestros dias. Ellos han dado motivo, con sus hechos, a que los mismos españoles hayan celebrado su valor en diversos poe

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