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braciones de la fantasía, alejándose más y más del concepto de la realidad, observación que un pensador ha hecho recientemente en Martinica, donde según él, los mestizos se distinguen por su prodigalidad, locuacidad y deseo de novedades, tanto que sobre ello hay anécdotas chistosas. Pero sin notar que allí hay mucho de la influencia del carácter francés, podemos hacer constar que por el contrario en estas Repúblicas, esa mezcla es la que regularmente ha dado hombres de aliento y peso en las diversas manifestaciones de la vida nacional como muy bien lo observó el Sr. Camacho Roldán.

Y hay quien piense que el clima es otro factor negativo en esta evolución, y quien asegure que bajo los trópicos no puede fundarse nación alguna ordenada y próspera. A esto diremos que precisamente el clima es un un factor favorable. No hay los inconvenientes del frío ni del excesivo calor, y con poco trabajo se obtiene lo que en los climas templados es fruto de ímprobas

labores, circunstancias ambas favora bles al implantamiento de una organización social numerosa y fecunda. Y bueno es recordar que antes de que la civilización se fijase en las regiones templadas, ya en épocas anteriores había florecido en las regiones cálidas, en medio de imperios no igualados hoy, como lo enseña la historia. Y finalmente no debemos olvidar que esa misma civilización europea pasó por fases de desorden é ignorancia, que dejan muy atrás las en que se debaten hoy nuestros países. Ellos en su evolución progresiva pasaron por inconvenientes semejantes; pero el aumento de la población fue creando necesidades é imponiendo el orden. En nosotros ha acontecido que la evolución se ha paralizado por la escasez de habitantes. en inmensos territorios. Herederos de la civilización española del Siglo XVI, con sus ideas de predominio del Estado, de envilecimiento del trabajo material, de orgullo y ambición política, de amor á la guerra como medio de en

cumbramiento, y afectos al lujo y á los estudios abstractos, hemos formado de todo eso, favorecidos por los demás elementos ya apuntados, una especie de atmósfera moral de que no podremos sustraernos si no incorporamos otros factores contrarios suficientemente fuertes para variarla ó modificarla.

No es tampoco cuestión de instituciones, ni de fórmulas de educación, ni de sistemas paliativos, como pretenden algunos. Las instituciones son sí factores de progreso, pero factores de un orden secundario. Sirven para ayudar al espíritu nacional en su desenvolvimiento, ó para restringirlo. Se puede ver que Roma bajo unas mismas instituciones vivía en la libertad ó en el des. potismo, en el orden ó en la desenfrenada licencia. No vivió Francia mejor bajo la primera República que bajo el Imperio. Y así en los demás pueblos. El mal de estos países no se cura con fórmulas abstractas.

Busquemos y determinemos los elementos que han creado nuestra nacio

nalidad, fijemos el valor moral de sus influencias y habremos planteado la cuestion en el terreno apropiado. Leibnitz dijo: "lo presente, producto de lo pasado, engendra á su vez lo futuro." La naturaleza no da saltos, según la expresión de Linneo, y así puede decirse de las sociedades.

CAPITULO II

f

La civilización española

Conocida es la obra de Buckle (History of Civilisation in England) en que estudia también el desenvolvimiento de la civilización española, opuesta, según él, á la expansión de la inteligencia en el campo de las ciencias naturales y encerrada en la fórmu la dogmática de la Iglesia y el Rey.

No hace mucho se publicó en París un libro intitulado L'evolution sociale et politique de l'Espagne, cuyo autor Mr. Ives Guyot, goza de universal reputación por obras notables en que predomina el espíritu científico y liberal de la época que alcanzamos. El distinguido

economista, ex-Ministro de Obras Públicas de Francia, expone en una serie de capítulos, algunos de ellos publicados anteriormente en Le Siècle, las causas de la degeneración actual de nues

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