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ces yo tambien convendré desde luego en que el vocabulario con que arguyo incluye error insufrible.

De este modo quiere Dios se disuelvan semejantes injustas calumnias. Salazar de Mendoza no es mucho que hablase así. La fuerza misma del dolor que poseia su corazon le hizo explicarse como se explicó. La amargura con que escuchaba las buenas resultas de la empresa de D. Enrique y los suyos, y las que tan adversas experimentaron sus ascendientes en la parcialidad de D. Pedro, le obligó á prorumpir en tan fatales dicterios, manifestando con ellos un vehemente deseo de que se fuesen borrando aquellas sensibles noticias, aunque eso fuese á costa de echar negros tiznes sobre la fama y honor del que las eternizó en sus escritos. El testigo interesado en la causa por rara casualidad hará rectas deposiciones. Con mucha razon le excluye el derecho de testificar en ella, contemplándole sobornado de su propio interés. Si los causantes del autor hubiesen seguido á D. Enrique, así como siguieron á D. Pedro; Ayala habria sido un evangelista, este Rey un feroz, y aquel un santo bajado del cielo. O ya que no ángel, á lo menos todo se le habria disimulado, si con Dios Padre hubiese dejado á Juan Sanchez de Salazar y Salcedo el empleo de Prestamero mayor de Vizcaya que habia ó usurpado, ó gozado en tiempo de su amo el Rey D. Pedro; y no hubiese pensado D. Enrique en oprimir (como era justo) aquellos sangrientos bandos de Vizcaya, enviando á derribar los treinta y siete castillos que sola la familia de los Salazares tenia por allá armados de punta en blanco para sostenerlos con no poca inquietud de la provincia, perjuicio de la Corona y opresion de sus naturales, que enredados en aquellas enemistades civiles, ni podian sosegar, ni

contribuir con los servicios correspondientes de guerra

y paz.

Esta especie no divulgada hasta ahora era la que daba tanta guerra al afligido descendiente de esos caballeros. La privacion de la prestamería y la ruina de las casas fuertes hicieron tan odioso el nombre de Enrique II para el Dr. Salazar de Mendoza, que como amante de buenos y poderosos antepasados no podia sobrellevar con indiferencia la mengua de rentas y alianzas que estos experimentaron en su exaltacion al trono castellano. No es invencion mia. El P. Fr. Juan de Salazar, conventual del monasterio de Nájera, é igual descendiente de aquellos Señores la dejó escrita en la historia de aquel Real monasterio, que hoy permanece manuscrita ex su archivo. En el cap. 25, hablando de Lope García de Salazar, cuarto del nombre, que floreció en el reinado del Señor Don Alonso el XI, de su entierro en Santa María de Valpuesta, y de los hijos que tuvo, dice "fué uno de ellos Juan San<«< chez de Salcedo, que sirvió, mientras le duró la vida, <«< muy bien en toda ocasion al Rey D. Pedro; el cual por sus grandes servicios le confirmó el título de Prestamero << mayor de Vizcaya; que tuvo Lope García de Salazar su « padre: y despues que faltó su hermano Juan Lope de << Salazar, Señor de San Pelayo, que habia tomado á car«go, luego que murió Lope García de Salazar su padre, « las guerras y diferencias que habia entre esta familia y <«< la de Velasco; fué caudillo de esta Casa y sustentó la <«< honra y preeminencia de ella contra los Velascos y sus <«< adherentes hasta que murió por los años de 1365 que « fué poco antes de la muerte del Rey D. Pedro; con que « hubo la mudanza que luego se dirá en las cosas. Si << bien tuvo Juan Sanchez de Salazar y Salcedo los tres

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hijos varones poco ha referidos, al tiempo de su muer«te solo le quedó un Diego Lopez de Salcedo, niño de << tres años.. Crióle Juan Hurtado de Mendo

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Señor de Fontecha, su tio, hermano de su madre; <«< el cual como tutor suyo, y por ser Diego Lopez de tan « poca edad, obtuvo del Rey en su cabeza la prestamería << mayor de Vizcaya, que hasta hoy ha permanecido en su « Casa y linaje, que son los condes de Orgáz y Señores <«< de Fontecha. Habiendo, pues, muerto Juan Sanchez de « Salazar cabeza de su linaje, dejando solo un hijo varon << de tan tierna edad, como se ha dicho, y sucediendo <«< casi al mismo tiempo la muerte del Rey D. Pedro de quien fue muy favorecido, y quedando por ella apode<< rado del reino de Castilla su hermano el Rey D. Enri<< que, el Segundo, cuyas partes siguió Pedro Fernandez « de Velasco, en oposicion de la Casa de Salazar, que siguió siempre las del Rey D. Pedro, hijo legítimo del Rey « D. Alonso XI. Viéndose D. Pedro Fernandez de Velas<«< co favorecido del Rey D. Enrique, deseoso de tomar «< venganza y satisfaccion de los de Salazar, de quienes su <«< Casa y pasados habian recibido tantos oprobios y de<«< nuestos, aprovechándose de la ocasion, y del brazo y «< poder del Rey D. Enrique, fué con mucha gente de «< guerra á Vizcaya y Montañas, donde hizo derribar <<< treinta y siete palacios y casas fuertes del linaje de Sa<< lazar, etc."

«

Este autor con todo lo que procura dorar la casa, por ser tambien pariente é interesado, deja no obstante. suficientes vestigios para que se comprenda cuanto hubo en el asunto. Lope García de Salazar, que era de la misma parentela y liñaje, y escribia su Bienandanza, genealogías y bandos, por los años 1464, contesta en lo mismo;

y añade que dicho su causante Lope García de Salazar, (el que floreció en tiempo de D. Alonso el XI) además de los hijos legítimos, tuvo otros ciento y veinte bastardos: " y de estos ciento y veinte hijos é hijas, que él « ovo bastardos, fueron los mas desterrados en la muerte « del Rey D. Pedro; porque ellos venian con él, y los de « Velasco con el Rey D. Enrique que le mató, y derri« bándoles Pero Fernandez de Velasco treinta y siete <<< Casas fuertes que habian en Castilla la Vieja, los echó << de toda ella y fueron esparcidos por todo el reino." Otras buenas cosas habia puesto Lope García en el principio de su linaje, que si Salazar de Mendoza las hubiese extractado como las que estaban en la cercanía, no habria degenerado de este su causante en la ingenuidad.

Averiguase, pues, que si escribió con tanta acrimonia contra la fe literaria del Canciller de Castilla, y contra la buena determinacion del pueblo en haber trasladado el cetro de poder de quien no le estimaba á las sienes de quien le merecia, no fué por otra cosa que por durarle aun atravesada la espina de que á resultas de estas disposiciones las 37 casas fuertes vinieron á tierra, la prestamería al conde de Orgaz, y los 120 hijos bastardos á sufrir la pena de una perpetua dispersion. Pero no se aflija; que pues la hizo quien celaba la paz del reino, que Dios puso en sus manos, debemos presumir que no seria injusta. Aquí quisiera yo llamar á junta general á todos aquellos críticos superficiales y violentos que suelen tener prontas orejas á creer cuanto llega opinado con novedad. En este ejemplar tienen un buen desengaño de los engaños con que se exponen á cargar aquellos pobres de espíritu, que en cuanto llega la nueva opinion, el sistema raro, el concepto recien nacido en trage dis

frazado de descubrimiento estudioso, están puntuales á recibirle con los brazos abiertos, á darle entrada en los senos de su credulidad, á franquearle todas las puertas del ánimo, y en fin á hospedarle en lo mas alto de su consentimiento. Por lo que respeta á Salazar de Mendoza ha querido Dios conservarnos estas memorias (con que él sin duda no contaria) para que hoy apurásemos el motivo que tuvo para una sentencia tan precipitada. Y se ha descubierto que secretamente andaba interesado en la causa. Yo aseguro que si igualmente se pudiesen apurar las conexiones, los intereses todos, los objetos, los motivos que hubo en el primer intrusor de la noticia de la historia de D. Juan de Castro en los manuscritos del arcediano de Palencia, ó en el arcediano mismo; en el historiador de Toledo, Francisco de Pisa y los demás que tan gustosos han conspirado en adelante contra los créditos del cronista D. Pedro Lopez de Ayala, no dejarian de resultar contagiados de los mismos secretos y afectos que el Dr. Salazar de Mendoza. Pero suelen decir que para muestra basta un boton, así como un desengaño para escarmiento. Quien habló en el asunto como Evangelista, fué sin duda ese insigne hombre, que á la mitad de este siglo cuidaba de nuestra precaucion desde lo mas retirado de España. "¿Quién puede (1) (dice), << comprehender todos los afectos que hay en un histo<< riador que no conoce, ni ha tratado? ¿Quién puede determimar á cuantos objetos se extienden ó su amor, ό « su odio? Aun en los hechos que parecen mas remotos, «ó de su afecto, ó de su interés, puede tener parte ó su << conveniencia, ó su inclinacion. Mienten á veces los his

(1) Feijóo, Teat. erit, disc. 8, núm. 32, tom. 4, pág. 182.

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