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se irrita al momento que conoce que le enga-afirmamos una percepcion, atribuyéndole la ñan? Y el jóven, y el hombre hecho, ¡con qué verdad, el error, la insuficiencia y la oscuridad. pasion no se lanzan al estudio y á los peligros Ahora bien: cada uno de estos caractéres sude una esperiencia tal vez arriesgada, por en- pone el ejercicio de nuestra funcion como sanchar un poco mas el horizonte de los cono- críticos. Se objeta á esto que nosotros desemcimientos humanos! Los que dudais del amor peñamos el triple papel de observadores, juedel alma bácia la verdad, ved los trasportes ces y censores, con facultades puramente subdel que la descubre! Cierto es que el amor à jetivas, mientras que la verdad es esencialla verdad se ve combatido por otros sentimien-mente objetiva. Pero á esto tenemos dos cosas tos y por otras pasiones: cierto es que odiamos la verdad que nos humilla y nos perjudica, y amamos el error que nos conviene y que engaña á los otros en provecho nuestro. Pero como puede conocerse claramente, aqui es el vicio el que nos hace abjurar de nuestras inelinaciones naturales, y sabido es que el vicio es una aberracion de la naturaleza y del buen sentido.

que observar: 1." que la verdad, siendo como es, la conformidad de nuestras ideas, es á la vez objetiva y subjetiva, es la idea que el sugeto que piensa se forma del objeto sobre que piensa. Ademas, si hay en la verdad un elemento objetivo y otro subjetivo, y es posible que en nuestra subjetividad no se apodere del objeto completamente ó lo altere al percibirlo, eso no es lo probable. De que pudiéramos corTenemos ademas, como hemos indicado, rer este riesgo, no se debe inferir que lo corel medio de descubrir y de poner á prueba remos siempre. ¿Con qué objeto, sino, el Sula verdad. En efecto, ese amor, esa pasion premo Creador, que nos ha puesto en el munprovidencial que esperimentamos hácia ella no do y en relacion con él, nos habria espuesto á es ni estéril, ni ciego: nosotros estamos forma- una continua decepcion? Nosotros sabemos, dos á la vez para buscarla y para acercarnos á por el contrario, que en el estado normal, la ella. El organismo de nuestro cuerpo nos lo inteligencia humana distingue lo que es objeatestigua, asi como la disposicion de nuestra tivo de lo que es subjetivo, puesto que conoalma. Todas nuestras facultades intelectuales cemos perfectamente otro estado del alma en tienen por objeto el conocer, y todas nuestras que no se verifica esta distincion. Este estado facultades morales y físicas están al servicio es la enageuacion mental, enfermedad moral de nuestras facultades intelectuales. Nuestros ó física, en que la razon no distingue lo que sentidos, ¿qué hacen, sino trasmitir los hechos hay de objetivo y de subjetivo en el pensaal entendimiento? Y sin embargo, todos nues-miento. Es preciso, pues, convenir en que en tros sentidos, aunque pertenecen al cuerpo por el estado normal del entendimiento humano sus órganos, no son sino medios de que el al-hay conformidad entre nuestras ideas y su obma se sirve para ponerse en relacion con los jeto, es decir, que hay verdad. objetos esteriores. Ademas, por encima de este Conviene, sin embargo, no engañarse sobre entendimiento, que es el conjunto de las fa- la naturaleza y carácter de esta verdad. Noscultades intelectuales, tenemos una facultad otros decimos que hay conformidad entre el mas alta, la razon, que se eleva desde las no-objeto y los ideas; pero no que hay identidad. ciones mas o menos particulares hasta las concepciones universales: y sobre esta razon, á que equivocadamente se llama la facultad suprema, tenemos aun otra, esa alta comprension, esa especie de adivinacion, si asi pode-el mos espresarnos, que entrevee las cosas aun euando la razon se declare incompetente para conocer de ellas.

Y no es esto solo: juntamente con esta facultad de que hemos hablado, cuyo origen divino se manifiesta perceptiblemente y que reconoce en la Divinidad su principio y su fin, tenemos otros medios especiales para discernir la verdad en todas las cosas y distinguirla del error de una manera cierta. Esto se niega por algunos: se dice que nuestros sentidos nos engañan; pero nosotros podemos fiscalizarlos los unos con los otros, y casi siempre nos es posible perfeccionar su juego y su actividad. En todos los casos, nosotros somos dueños de ellos, si queremos, y ellos no lo son de nosotros. Ellos no tienen voluntad, al paso que la nuestra es soberana. Ellos no pueden engañarse por completo, toda vez que no piensan: nosotros somos los que juzgamos, y los que

Nuestras ideas no son los objetos mismos, sino imágenes de ellos, y estas imágenes son puramente intelectuales. Permiten, sin embargo, como las demas copias, uno comparacion con original ó sea una verilicacion que nos atestigue la semejanza ó desemejanza.

Hemos dicho que estamos formados para conocer la verdad y para cerciorarnos de ella. Hemos añadido asimismo, y repetimos aqui, que estamos hechos, aun mas especialmente para profesarla, esto es, para ser verídicos. La veracidad es á la vez el hábito y el deber de decir la verdad, y estamos obligados á hacerlo precisamente, porque hemos nacido para conocer la verdad. Esto es evidente, porque nuestro destino moral como hombres, como miembros de la sociedad humana, y nuestro destino social, descansan precisamente sobre lo verdadero. El orden moral de los imperios, como el órden moral del mundo, tienen por fundamento la verdad. Destruida esta ley, ya no hay en el universo órden alguno, humano ni divino. Desde el momento en que el error sustituye à la verdad, ya en el terreno religioso, ya en el terreno social, el hombre y la so

ciedad están perdidos. Sin duda que la verdad con el silencio mas inviolable, como los seya sea moral, ya social, sufre á cada paso mil cretos de la confesion, los de Estado, las conderogaciones, que no impiden que este órden fidencias de la amistad, sino todas las que hay subsista; pero es preciso tener en cuenta en interés en ocultar. Bajo la guia de estos prinprimer lugar que la escepcion no puede pre- cipios, no solamente el hombre del mundo se valecer contra la regla general, y en segundo, permite un lenguaje ambiguo y disimulado, que un órden cualquiera no es un estado nor- sino que el hombre del foro se hace pagar el mal, y por último, que precisamente la ma- arte de disimular la verdad y aun de negarla á yor parte de los males que afligen á los indi-sabiendas delante de la justicia; delito moral viduos en la sociedad, provienen de las nu- y social que en la antigüedad, es decir, en la merosas infracciones que sufre la ley de la infancia de la civilizacion, hubiera hecho arverdad. rojar á un ciudadano del pais ignominiosamenEs, pues, obligatorio decir la verdad, co-te, asi como el hombre de estado oculta la malmo lo es el buscarla, y esta obligacion es versacion de la fortuna pública, no solo con absoluta, y no es susceptible de modificacion los estratagemas de la reticencia, sino con el ni de interrupcion alguna. Para esto, basta pro-arte de agrupar las cifras, ó bien guarda del fesar la verdad sinceramente, sin que nos crea- conocimiento del público los despachos que le mos en la obligacion de saberla, asi como comprometen y que debieran ser conocidos. cuando se trata de buscarla, basta hacerlo con | Se ve, pues, que de la máxima de que «no torectitud y sin que nos creamos por eso forza-das las verdades son para dichas, » esplotada dos á encontrarla. Puede uno ser veridico sin por las sutilezas de la razon y por la laxitud ser verdadero, puesto que puede ignorar lo de la conciencia, puede resultar una moral verdadero, y sin embargo, le es permitido de- perniciosa. Esta moral no hubiera causado cir lo que piensa, aun cuando esté en el error. asombro en Esparta, que autorizaba y enseEs ademas permitido respetar, hasta cierto ñaba el arte de mentir: no hubiera rebelado punto en ciertas cosas los errores de los de- contra ella á los Temistocles y á los Alcibiamas, y esto sucede siempre que el combatir des de Atenas; pero tambien los Aristides y un error traeria mayores males que el tolerar-los Sócrates la hubieran rechazado en su patria lo. Pero comunicar á sabiendas el error es aun á riesgo de desagradar. mentir, y la mentira es la mas torpe violacion del órden moral y la mas baja degradacion de la dignidad humana.

En las costumbres de los antiguos, costumbres en que habia clases aun en aquellos paises en que no habia castas, ciertas categorías Se ha dicho por algunos que el error pro- de ciudadanos estaban mas estrictamente oblipalado á sabiendas, pero que no causa daño, gados á decir la verdad. Eran estos los princino es una verdadera mentira. Esta asercion es pes y sus lugartenientes, los sacerdotes, los un arma de dos filos que se vuelve contra los jueces y los filósofos. Por otra parte se permimismos que se sirvieron de ella. Hay casos en tia la ficcion y un poco de infidelidad en el que se dice lo que no es cierto con la intencion culto de la verdad á los poetas, á los fabulistas, de salvar el honor ó la vida de uno de nues-á los viageros, á los historiadores y á los nartros semejantes, como cuando un asesino bus-radores de todo género. Respecto á este últica su victima refugiada en nuestra casa; pero mo punto, las costumbres no han cambiado en si la pureza de la conciencia puede modificar nada, puesto que nuestra sociedad tiene tantos lo dicho anteriormente respecto á la falta de medios como cualquiera otra para alterar la verdad, téngase en cuenta que las sutilezas verdad. Véanse sino esos cuentos y romances del entendimiento no constituyen nunca mo- que han hecho tantos progresos: véanse esas ralidad, y no se pierda de vista que la inteli-mil y una invenciones que se deben al genio gencia arma á cada paso mil lazos contra la de la industria y de la especulacion. En lo que conciencia. De que en algunos casos se pueda nuestra sociedad ofrece alteracion respecto á prescindir de la verdad, no se debe deducir la antigua, es en lo primero: ahí está en abocomo regla general que todo error que no lleno de nuestro dicho esa ciencia moderna de va intencion de dañar, deja de ser mentira. producir por medio de falsedades atestiguaSemejante consecuencia es una violacion ma- das oficialmente, elevaciones y caidas, fortunifiesta de la mas clara de las verdades. nas y ruinas; y el criminal empleo que el juego de nuestras instituciones politicas hace del arte de trasmitir ideas y noticias á una nacion entera.

Se dice siguiendo á un adagio vulgar, otra cosa que es todavía mas peligrosa que la que acabamos de indicar, á saber, que «no todas las verdades son para dichas.» Con este principio se forina una moral aun mas cómoda que con el primero: porque con él se concede el beneficio del silencio, no solo á todos aquellos casos en que lo exige un interés sagrado y respetable, sino á todos los en que media un interés de cualquier género; y no solo se callan esas verdades que deben estar selladas

Por fortuna, si bien este sistema podria producir graves males en una sociedad virgen, no sucede asi con las naciones de hoy dia, donde el remedio se encuentra al lado del mal, y en realidad puede decirse que solo son engañados los que quieren serlo. Por otra parte, cualquiera que sea la alteracion sobrevenida á nuestras costumbres, hay un progreso verda→

dero en el amor de la verdad, en su conoci-res diversos y sus atributos se manifiestan á miento y en la obligacion de profesarla. Tal los sentidos, á la razon ó á la conciencia. Hay es este progreso, que en dos cuestiones gra- verdades. cuyos elementos son suministrados ves se han obrado cambios completos en nues-por los efectos ó manifestaciones del estado tras ideas, en nuestras instituciones y en nues-natural de los seres; otras por las necesidades, tras costumbres. La antigüedad habia creido los sentimientos, las relaciones que nos ligan generalmente que para enseñar la verdad y pa- con nuestros semejantes; creemos otras por ra manifestarla á los hombres, convenia ve- los hechos que nos ofrecen los objetos sensilarla, y en efecto, la velaron de todos modos bles ó por los que descubrimos en nosotros por medio de los mitos, los símbolos, los em- con la observacion. Las verdades de la primeblemas, las tradiciones y mil otras ceremo- ra especie son fisicas; las de la segunda monias. Cuando Sócrates la manifestó, no comple- rales y las de la tercera intelectuales: á estas tamente al desnudo, sino algo descubierta, pagó últimas las llamamos matemáticas cuando las su osadía con la vida. Aristóteles, que habia formamos por abstraccion de las propiedades tenido la imprudencia de decir: Amicus Plato, de la magnitud material, y filosóficas si las esamicus Socrates, sed magis amica veritas, tablecemos por reflexion de los elementos, de hubiera corrido la misma suerte si no se hubie-los modos, de las condiciones íntimas del ser ra refugiado á la isla de Eubea. Pues bien: en pensador. Todas las verdades pueden reducirnuestro siglo, por el contrario, queremos la se á estas cuatro clases: fisicas, como comverdad sin velo, y basta que un hombre pre-prendidas en los hechos de la naturaleza estertenda encubrirla, para que se pierda. Hay mas: na; morales, como dependientes de la naturala antigüedad no enseñaba esta verdad, aun ve- leza individual y social del hombre; matemálada sino á ciertas clases de la sociedad, y nos-ticas, como fundadas en las ideas abstractas otros la damos á conocer á todos. Esto es un de número y estension; filosóficas, produciconsiderable adelanto, un progreso real y efec-das por la reflexion sobre los sentimientos, tivo, aunque otros sentimientos y otras influen-ideas, actos y facultades del hombre individual cias se opongan á que la verdad brille, como y social. debiera, con todo su esplendor.

La primera instruccion que recibimos de No hemos hablado de la verdad en el ter- la naturaleza es la de la existencia de las coreno religioso, porque en este particular no sas; la segunda la de nuestra propia existenhay cuestion: la verdad en este sentido es una, cia; la oposicion ó el antagonismo de ambas única, esclusiva y absoluta. Ella no se encuen-existencias hace brotar por un lado los fenótra fuera de la religion cristiana. Aqui vendria menos del mundo esterior, y por otro los del bien tocar con este motivo la cuestion de tole-mundo interior; sin embargo, este encierra rancia; pero lo hemos hecho en el artículo otros fenómenos que le son propios y se desde este nombre y escusamos reproducir lo que prenden ante la conciencia por el antagonismo en él hemos dicho. Por lo demas, el que la del pensamiento interno y reflejado, y del penverdad religiosa, revelada por Dios desde el samiento dirigido al esterior. Toda verdad es principio de los siglos y confirmada por Jesu- producto de uno u otro antagonismo, y tiene cristo, es la única, y es la fuente de toda luz por consiguiente una parte representativa ó y de todo bien, no es necesario encarecerlo: subjetiva, implicitamente encerrada en el seny esto tiene aplicacion, lo mismo en el terre-timiento que la acompaña. Esta segunda parte no estrictamente religioso, que en la aplicacion de la religion à todas las cosas sociales. Yo soy el camino, la verdad y la vida», dijo el Redentor de los hombres, aquel que no puede engañarse ni engañarnos.

Si se quiere ver algo de la verdad considerada en este sentido, léanse los articulos DOGMA, FE Y RELIGION.

VERDADES. (Filosofia.) No conocemos las cosas mas que por las relaciones que tienen con nosotros mismos: su existencia absoluta, su naturaleza intima, no se hallan al alcance de nuestras facultades. Ser y conocer son dos términos distintos, pero tan correlativos, que no podriamos concebir la existencia sin el conocimiento, ni reciprocamente el conocimiento sin la existencia. Aunque inferimos, pues, la existencia absoluta de los seres del conocimiento que de ellos tenemos, no es la existencia misma la que puede constituir la base de la verdad y de las diferentes verdades; son los modos ó relaciones por las cuales los se2242 BIBLIOTECA POPULAR.

es la fé que concedemos al testimonio de nuestras facultades, fundada en la que tenemos de la veracidad. Hay en todos los idiomas términos para espresar los diferentes grados de asentimiento que el alma concede á las formas mas o menos encubiertas bajo las cuales procura aparecer la verdad: llamamos verosimilitud ó probabilidad á una presuncion debida á ciertos motivos para creer; opinion, á una presuncion fundada en mas motivos para creer que para no creer; duda, á una suspension de juicio entre motivos contrarios é iguales; persuasion, á una adhesion formada por nuestras disposiciones internas mas que por las circunstancias propias del objeto que tenemos en cuenta; conviccion, á una adhesion plena sobre motivos firmes é incontrastables; certidumbre, á una creencia no combatida por motivo alguno; evidencia, á una percepcion inmediata de la verdad por el simple concurso de las ideas. Todos estos términos espresan los diferentes grados de creencia que la fuerza de T. XXXIV. 6

Jos motivos produce en nosotros, y nos ense-rado con la nuestra, y cuyo criterio ha sido ñan que respecto de los conocimientos relativos al uso de la vida, la verdad no existe mas que en los juicios que formamos.

buscado en nuestros medios naturales de conocer. Muchos han distinguido dos órdenes de verdades: las contingentes ó probables, que son los hechos del mundo esterno, y las necesarias, que son los hechos ó concepciones de pendientes de nuestra constitucion intelectual.

separan esencialmente esos dos órdenes; los epicúreos, los materialistas, los discípulos de Locke no miran como necesarias mas que las verdades nominales, es decir, las que se for

Platon, Descartes, Leibnitz no las admiten -ino por la autoridad de principios que ninguna de nuestras facultades puede alcanzar.

Los juicios que formamos inmediatamente, que no han sido precedidos de otros, se llaman principios de sentido comun ó primeras verdades: tales son aquellos en virtud de los cua-Aristóteles, los estóicos, los discípulos de Reid, les juzgamos las cualidades de los cuerpos, las impresiones que recibimos, las ideas que les debemos, las primeras asociaciones, las inducciones, los raciocinios que deducimos, las nociones de movimiento, tiempo, espacio, uni-man de ideas abstractas fijadas por nombres; dad, número, causa y efecto; las facultades del alma, las nociones intelectuales ó morales que nos sugiere la conciencia, y por último, las reglas y procedimientos por medio de los cuales No creyendo poder legitimar la razon sino ordenamos comunmente nuestros pensamien- separándola de la esperiencia, privan á la cientos y nuestras acciones. Los escépticos y pir-cia de su verdadero y único apoyo y la segrerónicos, sin admitir estos primeros principios gan de la conciencia; separan, pues, el sugecomo verdades se sometian á ellos y los admi- to pensador del objeto pensado, y asi queda tian como juicios prácticos: los primeros con aniquilada toda verdad, toda realidad. Kant resel nombre de apariencias y los segundos con tablece por fortuna la union indisoluble de la el de impresiones naturales ó afecciones. Tc-esperiencia y de la ciencia; manifesta lo que nian que suponer como el vulgo la veracidad esta cebe á aquella, pero queriendo investigar de las facultades, pero no intentaban demostrar-los títulos que tienen para nuestra confianza, la; sosteniendo, por el contrario, la vanidad de y creyendo poder considerar por separado lo los juicios especulativos y la insuficiencia del que deben al sugeto pensador y al objeto pensaber, decian que los dogmáticos no estaban sado, atribuye al primero formas de concepbastante persuadidos de la ilusion de los sen- cion y de juicio que cree propias á su esentidos y de la flaqueza de la razon, y que si cia, sin pensar que no le era dado considerarexistia un signo ó criterio de la verdad, ese cri-la sustancialmente, y que la forma subjetiva terio, para ser conocido, necesitaria demos-de nuestras concepciones y de nuestros juicios tracion, esta demostracion á su vez un nuevo está de tal manera asociada á su forma objeticriterio, este segundo criterio otra demostra- va, que la abstraccion de una seria la destruccion, y asi hasta el infinito, sin llegar jamás á cion de ambas. El método nos permite en verun término que por sí mismo nos hiciera co dad y aun nos prescribe descomponer y divinocer la verdad. Los dogmáticos querian ba-dir en partes un todo metafísico sometido á llar una esplicacion de la fé popular, unas ve-nuestras investigaciones y considerar cada ces en la naturaleza de la sensacion, otras en una de esas partes en sí misma por abstracla del juicio abstracto formado por el entendi- |cion, pero con la condicion de que la analisis miento, en las inducciones de la razon ó en respete las verdades primeras, las nociones los modos de la conciencia. Epicuro colocaba el del sentido comun, que son de suyo indescarácter de la verdad ó su criterio en la con- componibles, y como dice Pascal, indefinibles. formidad del objeto con el testimonio de los Los sucesores de Kant, mas apegados aun al sentidos; Aristóteles y Zenon en la conformi- modo subjetivo, han creido hacer salir de las dad del conocimiento con el objeto conocido; profundidades del yo la sintesis de los dos Hobbes, el P. Buffier, de Tracy, en una exacta principios, como si encontrar en el yo los dos aplicacion de nombres, que se verifica cuando elementos constitutivos de la existencia no fueel atributo de una proposicion está comprendi-ra crearla. La sintesis del yo y del no-yo no se do en el sugeto; Gasendi en la conveniencia forma; la hallamos hecha; reside en la corre del atributo con el sugeto; Descartes y Malle-lacion instituida por la naturaleza entre nuèsbranche en la evidencia; Locke en la conjun- tras facultades y la existencia de las cosas, ó rion ó separacion de signos, segun concorda- los modos de su existencia. Esta correlacion es ban ó discordaban las cosas entre si; Leibnitz tal que no somos libres de prestar ó no prestar en la falta de toda contradiccion; Condillac en aquiescencia á la realidad de los objetos conJa identidad del atributo y del sugeto; Kant en venientemente atestiguada, y á las verdades Ja conformidad del juicio con lo que se ha sen- que sus modos nos descubren. Si la existencia tido para las verdades empíricas, y en la con-absoluta y las relativas emanasen por un acto formidad del juicio con ciertos principios independientes de la esperiencia, para las verdades del entendimiento puro ó verdades trascendentales: todos generalmente han concebido la verdad como un modo de existencia compa-I do real.

libre, del seno del ser inteligente, no imperarian sobre nuestra creencia, ó si la dominasen, solo seria como seres intelectuales formados por abstraccion, que no ocupan sitio en el mun

Acabamos de fjar la naturaleza y las con- | chos y pensamientos. En fisica, consideramos diciones de las verdades primeras, las cuales con especialidad la causa cuando nos ocupa.. nos conducen å las vulgares y á las científicas. mos del movimiento, y atendemos al principio Las verdades vulgares que denominamos tam cuando estudiamos la relacion de los hechos, bien verdades de simple conocimiento, son su subordinacion, su esplicacion ó su reduclas que adquirimos por la aplicacion continua cion de unos á otros. En matemáticas, no tede los principios de sentido comun. Son he-nemos causas que investigar y si tan solo chos que llegan fortuitamente á nuestro cono- principios que establecer, los cuales son relacimiento, y cuya reproduccion es accidental é ciones abstractas fijadas y determinadas por incierta, hasta que poniéndola á nuestro al- signos. La parte práctica de la moral considera cance y disposicion, la hacemos necesaria. To- las acciones en su causa que es la voluntad do el mundo observa que un cuerpo pesa mé- observada en la conciencia; la parte especulanos en el agua que en el aire. Si nos atene- tiva llega hasta el principio intelectual que im. mos a este primer hecho, solo obtendremos pone á ntiestras acciones el objeto á que deuna verdad aislada, estéril y frívola; si el he- ben propender. La filosofía reconoce la oposicho se generaliza, lograremos una ley de la cion de las causas naturales y de las morales naturaleza que comprenderá una infinidad de y busca una esplicacion al principio de las cosas particu.ares, llevándonos á la balanza bi- otras ciencias por principios emanados de un drostática y á la evaluacion de los pesos espe- órden superior. Buffon no concede la realidad cificos. Hemos visto que un hombre en un ac- mas que á las verdades físicas, cuya esencia ceso de cólera, hiere ó pega á otro, y que des- consiste en una serie de hechos semejantes ó pues se arrepiente de ello. Esta observacion en una sucesion ó repeticion frecuente de los transitoria y sin trabazon solo es un hecho mismos hechos. La niega á las verdades matevulgar sin consecuencia; pero si de él dedumáticas, por no ser mas que definiciones y cimos que eso es comun á todos los hombres, suposiciones arbitrarias y á las verdades moque en la efervescencia de las pasiones se mues- rales que siendo en parte reales y en parte ariran sordos à la razon, y no son dueños de sus bitrarias, no tienen por objeto y fin mas que actos, tendremos una verdad moral que nos conveniencias y probabilidades. No podemos conducirá á otra verdad de jurisprudencia, á participar de esa opinion: las verdades matesaber: que no debemos imputar á un hombre máticas se fundan en definiciones ó suposiciocon la misma severidad que si se tratase de un nes, es verdad; pero estas tienen por objeto acto ejecutado á sangre fria, una accion re- los límites de la estension que nada tienen de prensible cometida en el arrebato de la pasion. arbitrario, ó nociones ligadas con la constit"Observamos sin cesar que el sonido de un cuer-cion de nuestra mente, no con menos fuerza po que no tenemos á la vista ó el olor que recibimos de sus emanaciones, nos recuerdan su color ó su figura. Esta verdad es la guia de nuestros juicios de hábito; pero recibe una aplicacion mas alta, se convierte en verdad filosófica, en principio de educacion, cuando al generalizarla descubrimos que las percepcio-beremos deducir de esto que hay mas realidad nes de los sentidos se corresponden, se asocian y sirven mútuamente de recuerdos con tal naturalidad que se suplen y sustituyen frecuentemente unas con otras. Entonces descubrimos un manantial fecundo de inducciones aplicables al perfeccionamiento de los sentidos y que llega a ser la base de la instruccion de los sordo-mudos y ciegos. Una verdad vulgar se trasforma en verdad científica, cuando la reflexion se apodera de ella y le da una aplicacion; puede llegar á serlo tambien cuando se enlaza con una teoría. En todos los casos, esta trasformacion solo es obtenida por el raciocinio y la induccion. Vamos á examinar con mas especialidad el carácter de la verdad en las ciencias que son géneros respecto de otras.

Suponiendo que toda verdad es la sintesis del sugeto pensador que quiere y siente con el mundo esterior ó interior, las verdades de ciencia se distinguen por dos caractéres: por el de causa, que hallamos en nosotros y fuera de nosotros, y por el de principio que coordina y subordina á la unidad un conjunto de he

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que lo están las cualidades reales con la organizacion de los sentidos que las perciben. La física considera las dimensiones de la estension de los cuerpos, la mente tiene la facultad de considerarlas fuera de los cuerpos. Hay pues, una vista corporal y otra espiritual. ¿De

en los objetos de la una que en los de la otra? Si, cuando por realidad solo se entiende lo que entra en el dominio de nuestros sentidos; pero si la realidad significa existencia, hay tanta realidad en una línea y en un teorema de geometría como en una linea y en un compuesto materiales, y hay ademas inmutabilidad y necesidad, puesto que me es dado concebir los objetos físicos bajo distintas formas, y no puedo concebir los objetos intelectuales de otro modo que me los presenta la inteligencia. Lo arbitrario no existe, pues, en las concepciones que mi mente forma necesariamente, sino en los efectos que creo dependientes de una voluntad libre en sus actos.

Las verdades morales, dice Buffon, son en parte reales y en parte arbitrarias: reales, porque sin duda terminan en actos físicos; arbitrarias, porque se fundan en los juicios de la razon. ¿Pero cómo pueden ser arbitrarios estos juicios? Es verdad que distinguimos juicios morales de dos especies, de hecho ó de deber, de observancia ó precepto, y que los primeros for

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