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»ron de los canarios contrarios mas de cien hombres, é den»de á quince dias tomaron los christianos de noche á Ventan»gay; é los de Telde viendo que no se podian amparar ni de>>fender, diéronse à partido á Pedro de Vera, con su Guar>>dateme, diciendo, que querian ser christianos é los dejasen »libres, é ansi los recibieron, é bautizolos el Obispo de Cana»rias D. Juan de Frias; è Pedro de Vera, diciendo que fue>>sen con él en las carabelas á facer cabalgada é correr á Te»nerife para ganar para los vestir, con este engaño debajo >>de tilla en las Carabelas los envió á España, é los trajeron »á Cádiz, é á el Puerto, é dende á Sevilla el año de 1483 años, cerca de San Juan de Junio, Fué Alonso de Lugo en esta »conquista capitan, al cual los canarios querian mucho, por»que con mucho amor los trataba e conquistaba; era media. »nero muchas veces entre ellos é Pedro de Vera, en las pa»ces, é treguas é conciertos. Y si de la manera susodicha >>Pedro de Vera, no sacara los isleños de aquella isla con »aquel engaño, fuera gran maravilla poderlos sojuzgar, que >>habia entre ellos seiscientos hombres de pelea, grandes é muy lijeros, y braceros y esforzados, é muy feroces, é te»nian en lugares muy fuertes, tierra é pasos para se poder »defender. Quedaron estonce en Canarias las mujeres todas »é la gente menuda, las cuales despues las enviaron en Cas»tilla, y les dieron casa en Sevilla, y toda la parcialidad del >>rey de Telde vino á Sevilla, y fueron allí vecinos á la puer»ta de Mihojar; é muchos se mudaron donde quisieron li»><bremente, y muchos se finaron que los probó la tierra, y >>despues los volvieron por su grado en las islas en la mis›ma Gran Canaria, desque estaba poblada de gente de Cas»tilla, los que quedaron; y muchos llevaron á la conquista »de Tenerife, donde murieron azás de ellos. É así el Rey »D. Fernando é la Reina Doña Isabel conquistaron é gana»ron la Gran Canaria.>>

No se halla de acuerdo el Padre Abreu Galindo (1), y sin embargo, todos los escritores siguen á este historiador

(1) Abreu Galindo: op. cit. Lib. II, cap. XXIII, p. 144.

por creer que existe en su relacion mayores rasgos de verdad. La descripcion que hace de los acontecimientos que se sucedieron despues de la venida de D. Fernando Guanarteme, nos ofrece, con históricos detalles, las peripecias de los belicosos encuentros que tuvieron lugar en este apartado rincon del mundo, demostrándonos el valor y el heroismo de una raza la más noble y generosa de que nos dá ejemplo la historia de la humanidad.

Provisto el general Vera de los nuevos refuerzos enviados por los Reyes Católicos, y viendo que D. Fernando Guanarteme era un elemento valioso para reducir á la sumision á los Canarios rebeldes, alimentaba grandes deseos de salir á campaña, confiando en la facilidad de su conquista, al ver los muchos indígenas que venian á saludar á aquel, quien les hacia elocuente narracion de cuanto habia visto; de su juramento prestado al Guanarteme de España, y lo conveniente que á todos seria la reduccion, sin dar lugar á derramamientos de sangre, visto el inmenso poderio de aquella gran nacion.

Participando el propio D. Fernando Guanarteme de igual confianza que el general Pedro de Vera, manifestó á éste la conveniencia de pasar con Juan Mayor á su reino de Gáldar para conferenciar con los que habian sido sus súbditos y aliados; y puestos en marcha encontraron gran número de Canarios que les siguieron á las encumbradas tierras, donde se habian refugiado las principales fuerzas acaudilladas por el valiente Tajaste y por el hijo del Guanarteme de Telde que aspiraba á ser rey de toda la isla.

Arengóles D. Fernando Guanarteme, exhortóles á la sumision; hízoles ver con súplicas elocuentes que nada tendrian que temer respecto á sus fueros y libertades que conservarian sin menoscabo; pero sus exhortaciones, razonamientos y súplicas de nada valieron; pues si bien algunos se avinieron á seguirle, todos los demas se mantuvieron firmes, resistiéndose denodadamente, relatando las crueldades, falsias y traiciones de los cristianos, y prefiriendo morir an tes que someterse al vergonzoso yugo. Procuraron desper

tar en el Guanarteme D. Fernando el amor á su patria, recordándole sus antiguas tradiciones y su anterior poderío, sus afecciones de sangre, instándole á que se quedase con ellos y le aclamarian por rey y soberano de toda la isla, demostrándole que tenían medios sobrados para defenderse y quedar victoriosos, arrojando ignominiosamente de Canaria á los invasores sus mortales enemigos.

Comprendiendo D. Fernando Guanarteme que serían inútiles cuantos medios emplease para convencerles, se volvió al Real acompañado de Juan Mayor, haciendo presente al General Vera lo inútil de su tentativa, y que sería baldío cuanto en igual sentido se intentara de nuevo, dado el carácter firme y sostenido de los indígenas.

Entonces Pedro de Vera de decide á emprender sostenida campaña contra los insulares; apresta sus tropas, deja una fuerte guarnición en el Real, y emprende marcha, estableciendo su sitio en Bentayga, donde se había refugiado gran fuerza de indígenas. Era su intento hacerlos rendir obligados por el hambre; pero al cabo de quince días, cuando les creía próximos á entregarse, se informó que aún tenian víveres para tres meses, y levantó el sitio despues de haber sufrido una baja de ocho muertos y de gran número de heridos causados por los Canarios desde sus trincheras, à solo el simulacro de algun asalto.

Dirigiéronse los sitiadores á las comarcas de Tirajana y Acayro, apresando bastante ganado; y siguiendo hácia Titana, donde se habian hecho fuertes los indígenas, pudieron sorprenderles, gracias al conocimiento que de aquellos lugares tenian los súbditos que acompañaban al Guanarteme; y atacándoles à mansalva, toman la fortaleza matando á veinte y cinco Canarios, y apoderándose de todas las provisiones que allí habian reunido.

Animados con esta ventaja los españoles, principian una batida sin tregua, asolándolo todo, sin dar á nadie cuartel; pero apenas los Canarios tuvieron noticia de que habian abandonado á Titana, vuelven á apoderarse de aquella ventajosa posicion, donde se hacen fuertes, extremando toda

medida de precaucion, mientras otros se refujian en Amodar, alto cerro casi inexpugnable, en cuya cima nacia un caudaloso manantial de agua.

Ordena Vera el sitio de una manera perfectamente estratégica, y despues de estudiar la posicion del enemigo, comprendiendo la posibilidad del ataque y de la victoria, dá órden para el asalto, penetrando entre las huestes canarias, matando á muchos de ellos sin darles cuartel y sin respetar sexo, condición, ni edad; á vista de lo cual, consigna la crónica que dos valerosas mujeres, en presencia de semejante proceder, y prefiriendo la muerte á la esclavitud, se arrojaron, en su desesperación, desde la inmensa altura de Tirma, quedando estrelladas en las profundidades de los peñascosos barrancos. Llámase aquel punto el Risco de las mujeres.

Siguieron los españoles adelante embriagados con el éxito favorable de aquel ataque, y marchan sobre Fataga, otro de los sitios más inexpugnables, donde los canarios se habian acantonado; y sedientos de ambicion y sangre, atacan aquella altura con fiero denuedo, hacen una escandalosa matanza en los infelices isleños, y proclaman su victoria, al ver desmandados y fugitivos á los pocos que habian conseguido escapar de su zaña.

Viendo los canarios que era imposible contrarestar la fuerza de los invasores; que de dia en dia desaparecian sus principales jefes, que carecian de provisiones, y que en vano clamaban al Cielo; fueron víctimas del desaliento, y determinaron seguir el consejo de D. Fernando Guanarteme, siendo el primero de los que tal determinacion tomaron, el Faycan de Gáldar, tio del propio D. Fernando, anciano ya, pero de mucho prestigio entre los suyos.

No pudo, sin embargo, el valeroso Tajaste, avenirse á lo que consideraba un rasgo de deshonrosa cobardia, y comprendiendo que el Faycan se hallaba decidido á reforzar con sus gentes las huestes del enemigo, le calificó de cobarde y de traidor, y ciego y desesperado, con amargo dolor en el alma, se dirige al borde de un profundo y escabroso pre

cipicio, y clamando á Dios con los gritos de ¡Atis-tirma! ¡Atis-tirma! se lanzó á los horrores del mar desde aquella inmensa altura de Ansite.

El Faycan entonces, firme en su propósito de entregarse á sus enemigos, se pasó, con gran número de los suyos, al campo de los cristianos, é inmediatamente fué bautizado, segun procuraba hacer siempre Pedro de Vera, poniéndole por nombre Juan Delgado, por llamarse así el que le sirvió de padrino.

Con este nuevo refuerzo, Pedro de Vera y los suyos continuaron su batida tierra adentro, hasta llegar á Ajódar, lugar escogido por los insulares como última trinchera.

El jefe español y D. Fernando Guanarteme se habian puesto de acuerdo para atacar aquella fortaleza por dos lados simultaneamente; pero Moxica, sin esperar órdenes, apenas se vió al pié de la montaña, deseoso de comenzar el ataque y creyendo fácil el triunfo, emprende la marcha cuesta arriba con sus vizcainos; y más y más animados al ver que los Canarios no presentan resistencia, avanzan denodados; pero al llegar á un sitio que ofrecia la más dificil posicion para los suyos, porque ni les era posible bajar, ni subir, sin inminente peligro, se ven de repente acosados por los indígenas que se presentan en tropel, y en medio de gritos y silbos principian á arrojar tal infinidad de piedras y peñascos sobre ellos, que les arrollan, y ven correr sus cuerpos con los peñascos confundidos en medio de verdaderos torrentes de sangre, sin amparo ni refugio.

Muere el jefe Miguel de Moxica, y todos hubieran perecido, á no haber sido por el auxilio inesperado de D. Fernando Guanarteme que se apresuró á cubrirles la retirada, consiguiendo poner en salvo á los pocos vizcainos que quedaron de aquella sangrienta refriega.

En vista de la catástrofe, Pedro de Vera se vió obligado á abandonar á Ajódar, retirándose á Gáldar para dar sepultura á los muertos y curar á los heridos; no sin dejar le informasen de lo que entre los canarios ocupara adoptar sus medidas.

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TOMO III-19.

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