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Señor, pues sabes bien mi vida y trato
Tu infinita piedad, ¿por qué consiente
Que esté tan afrentado este inocente?
Abre los labios cárdenos al punto

La Imágen, y los ojos mueve, y dice:
Pedro, en qué ofendi yo, que al mundo junto
Tan de veras amé? Qué dije, ó hice?

Para que, como ves, en mi trasunto

El pueblo ingrato asi me martirice,
Aprende á padecer de mi sin culpa,

Que allí está el merecer donde hay disculpa.
La libre fama en ímpetu gallardo

Divulga esta verdad y la presenta,
Y en el pecho legítimo y bastardo
Grande amor y temor el Santo asienta,
No sólo por el término Lombardo
Refiere el caso, mas tambien lo cuenta
En Florencia, en la Marca, y en Flamina,
Y en fin en toda la region Latina.

Su santidad y letras finalmente

Fueron de Italia un celestial trofeo,

Y un grande asombro y freno de la gente
Secuaz del arrogante Maniqueo;
Mostrándose tan sabio, y tan valiente
Contra su confianza y devaneo
Que de oirle nombrar se atemoriza
La miserable turba espantadiza.

Tuvo en Milan un bravo desafio
Con un Obispo hereje de gran fama,
Delante del Cristiano pueblo pio,
Y la turba infernal que le desama,
Era en el tiempo del ardiente estio,
Cuando del sol ofende más la llama,
Y el confiado Obispo á Cristo opuesto
Con arrogante voz le dijo aquesto:
Pedro, si como aqueste pueblo entiende,
Tienes de santidad prenda en el cielo,

Pues ves el bravo ardor que nos ofende
Y lo que reverbera en este suelo,
ΑΙ que todo lo vé, y lo comprehende
Suplícale interponga luego un velo
De una nube entre el sol, y nuestra vista
Que á fuego tan insólito resista.
El Santo respondió: si te reduces
A nuestra Fé Cristiana, soy contento,
Quedó el cristiano pueblo entre dos luces
De aquel dificultoso ofrecimiento;
Y el malo que por estos arcaduces
Entiende conseguir su vano intento
Dá voces al Obispo en viva grita
Que aquel concierto del contrario admita.
El cual con pertinacia Maniquea,
Por no poner en duda el culto vano,
Aunque el bárbaro vulgo más vocea
La oferta excluye del varon Cristiano;
Y por que del Católico desea
Quitar el triste miedo, y del profano
Hereje la soberbia y alegria,
Comienza la oracion sagrada y pia.
De nubes descubierta se mostraba
Del aire claro la Region serena,
Y del rayo solar la fuerza brava
Se via tremolar sobre la arena:
Apenas la oracion ya se acababa,
Cuando el divino acuerdo que lo ordena
Les puso un quitasol, velo, y cortina
De una espléndida nube repentina.
El católico pueblo entona el grito

La vista al rico toldo levantando,
Y la herética turba, con maldito
Semblante, está entre dientes murmurando,
Entre el predestinado, y el prescito
Se comienza la guerra argumentando;
Y al fin saliendo Pedro con victoria

Le dan las gracias, y él á Dios la gloria.
No sólo estos milagros prodigiosos,

Mas otros muchos hizo este gran Santo
Causando á los católicos piadosos
Gran gusto, á los heréticos gran llanto;
Y de Inocencio cuarto, sus famosos
Hechos considerados, viendo cuanto
Con tal valor la Fé resplandecia,
Le hizo Inquisidor de Lombardia.
Dicen que habia de ser Ángel del cielo
Quien este oficio usase acá en la tierra,
Y dar en decretando un alto vuelo,
Por no habitar donde la vida es guerra;
Ángel vestido de corpóreo velo,
Que de Cristo enseñado nunca yerra,
Se pudo intitular este famoso
Sagrado Inquisidor, justo y piadoso.
Sus muchas letras, su valor constante,
Ganar siempre victoria cuando lidia,
Fué causa que el hereje fulminante
Conciba tal furor, desdeño, envidia;
Que determina el pérfido arrogante
Vencido de arrogancia y de perfidia,
Matar á quien procura el bien ajeno,
Tal pena suele dar el malo al bueno.
Siéndole su Martirio revelado,
Propuso predicando: Ya sé cierto
Que está el dinero de mi muerte dado

Al que ha de ejecutarla en un desierto;
Mas venga ya este dia deseado,

Y entienda el mundo, que despues de muerto

He de oprimir mejor los Maniqueos,

Que muriendo Sanson, los Filisteos.

Era Prior de Cumas, y pasando

A su convento de Milan un dia,

Estando ya cercano al trance horrendo
De su mayor contento y alegria:

Con bélico furor salió, y estruendo
De oculta parte en medio de la via,
Un bárbaro cruel, maldito hereje,

Que no hay furia infernal que no le aqueje, Vibra y levanta el rutilante acero,

Y un bravo golpe, y muchos descargando
En la corona sacra el golpe fiero,
Causó la del Martirio venerando:
Y porque alzó la voz el compañero,
Justicia á Dios, y al mundo demandando,
El verdugo sobre él airado arriba,
Y de la voz y el alma el cuerpo priva.
Sirvió entre tanto al Mártir valeroso
De cándido papel su escapulario,
De tinta el rocicler maravilloso
Que sale del sagrado Relicario:
Y de la diestra el índex presuroso
De pluma y de pincel extraordinario,
Y fué lo que escribió, muriendo ledo,
El principio del Símbolo del Credo.
Pues viendo aquel traidor, que aun tiene vida,
Revuelve á él, culpando su desvio,

Y sobre el vale hecho el resto embida,
Quiérelo el Santo con gallardo brio:
Entrale flux de espadas, y vencida
Con ellas esta guerra, y desafio,
Tanto del suelo se levanta el alma
Que al cielo arriba con purpúrea palma.
Esto contó despues distintamente

El mismo matador, que arrepentido
Del grave insulto, y ánimo inclemente

A la Cristiana Fé se ha reducido;

Y como verdadero penitente
Del hábito Domínico vestido,

En él vivió y murió, que á veces Cristo
Gusta de hacer amigo de un malquisto.
Aqueste pues, oh Pedro memorable,

De vuestra vida es un sumario breve,
La voluntad os doy, alta, admirable,
Que la obra no paga lo que debe;
Dadme licencia vos para que hable
Agora de mi Patria, aunque se atreve
Mi pluma en discurrir por otro gusto,
Mas pues Canaria es vuestra todo es justo.

Acabado este Canto entró la Fama,
Con la velocidad, que ilustra el Orbe.
Y de sus lenguas una desatando,
Con que suele decir verdades puras,
(Que la que no las dice aqui, no habla)
Y propuso al Senado desta suerte.
No fuera de propósito he venido,
Congregacion heroica, á vuestro alcázar
Ni lo será mi plàtica, pues toda
Viene á parar en gloria, y alabanza
Del sacro Inquisidor S. Pedro Mártir,
Cuya Festividad hoy se celebra;
Y asi con el respeto, y el decoro,
A vuestra Majestad sacra debido,
Para poder hablar pido licencia.
Holgáronse las ínclitas Virtudes
De ver aquel extraño personaje,
Que cuanto más movible, es más brioso;
Y caminando adquiere nuevas fuerzas,
Vieron sus muchos ojos, lenguas, alas,
Y la sonora trompa con que atruena
Del Orbe los confines, y riendo
De ver su aspecto, y deseando oirla
Le dieron la licencia, y levantando
La fama el claro tono, asi prosigue:
Despues que la inmortal Naturaleza,
Potestad ordinaria del Rey sumo,
Fuerza, y virtud de elementadas cosas
Dió forma y ser á todo lo visible,

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