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cipacion en la muerte de Algaba; pero habiendo ocurrido éste en queja á SS. AA. fué confirmado en su empleo.

En la data que Pedro de Vera se adjudicó, á la derecha del Guiniguada, construyó un gran molino azucarero movido por el agua, y se levantó la iglesia de Santo Domingo, y más tarde el magnífico convento de la Órden. Esta data comprendia toda la vega de San José.

A la izquierda del mismo Guiniguada se hallaba la data del alferez de caballeria Alonso Jaimez de Sotomayor, donde se construyó otro gran molino azucarero movido por caballos. Allí se levantó el convento y la iglesia de San Francisco.

A Juan Siberio, el heredero de Miguel Mujica, con objeto de ir arruando la poblacion de Las Palmas, le dieron tierras y aguas en Tenoya, en permuta de la casa y huerta que ocupaba el sitio donde está hoy la Catedral y Plaza de Santa Ana.

A Tomas Rodriguez de Palencia le señalaron grandes datas en Arúcas y Barranco de Guadalupe, con mucha agua, y allí construyó grandes ingenios, además de los cuatro que poseia en Tirajana y llanos de Sardina, al sur de la isla.

A su hermano Alonso Rodriguez de Palencia le conce dieron las grandes datas de Telde, donde fabricó tres ingeǹios: dos en el barranco del Perro, y otro fuera de la ciudad, en el barrio de los Llanos; en cuyo barrio levantó la ermita de San Gregorio. La casa y uno de los ingenios del barranco del Perro pertenecieron luego á un vecino de Lanzarote, llamado Gonzalo de Jaraquemada; el otro fué de Cristóbal Garcia del Castillo que era natural de Moguer, lugar del Condado del mismo nombre: y el de los Llanos lo compró Francisco Matos, que era portugués.

No se sabe si estas adquisiciones posteriores fueron despues del fallecimiento de su primitivo dueño, ó si Alonso Rodriguez de Palencia se desprendió en vida de todas sus propiedades, reduciéndolas á metálico.

Fué uno de los más favorecidos el capitan Alonso Fer-
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nandez de Lugo, que, por virtud del repartimiento, se vió dueño de la Casa fuerte ó Castillo del Agaete, con inmensas extensiones de tierras y gran abundancia de agua; y si bien estableció en aquella comarca numerosos ingenios, formando productivos cortijos, todas estas propiedades las vendió luego á un genovés llamado Francisco de Palomares, con objeto de emprender la conquista de la isla de Tenerife. Esta propiedades pasaron despues á Zayas de Arellano.

En Gáldar se establecieron unos italianos llamados So. pranis y Cairasco, y de Lanzarote vinieron igualmente á establecerse alli, Aguilar, Verde, Betancor, Cabrera, y otros varios.

En fin, no sólo españoles, sino franceses, genoveses, é italianos, fijaron su residencia en la Gran Canaria; pues en aquellos tiempos de empresas y aventuras, considera ban la tierra conquistada como verdadera isla Afortunada, y un rico filon que explotar.

Conócense hasta ahora muchas de esas fincas con los nombres de sus primitivos poseedores; y hay localidades que conservan su característica denominación, como el pueblo del Ingenio por haber radicado allí fábricas de azúcar, existiendo tambien fincas en distintas jurisdicciones de igual nombre; asi como en el término de Arúcas radica la llamada de los Trapiches, por análoga circunstancia.

Todos esos repartimientos se hicieron en virtud de los respectivos títulos de propiedad, quedando los principales favorecidos contentos y satisfechos. Así lo dice Gomez Escudero (1): «mandó á cada uno sus títulos de tierras y here>>damientos, segun habian servido, y vístolos por ellos, todos >>>fueron muy contentos con sus tierras y aguas, particular>>mente los que habian servido sin sueldo, los cuales todos »se quedaron avecindados en esta isla; poniendo á sus he >>redamientos sus nombres, aunque fuese á un risco muy »pequeño.

(1) Gomez Escudero. M. S. cit cap. XV, p. 36.

Entretanto, el obispo Don Juan de Frias trabajaba con celo incansable en su evangélica mision, y el general Vera, de acuerdo con el mismo, y fundado en la Real Cédula que hemos trasuntado, procedió á nombrar el Regimiento para el buen gobierno y administracion del territorio, cuyos nombres consigna Viera y Clavijo (1) expresando: «que los »nombres de los primeros fundadores de un pueblo no deben borrarse jamás de la memoria.»>

Abreu Galindo, de donde los copia Viera y Clavijo, dice: (2) «El Gobernador para el buen gobierno de la isla, nom>>bró doce personas nobles por regidores conforme á la pro»vision de SS. AA., que fueron: Pedro Garcia de Santo >>Domingo, Fernando de Prado, Diego de Zorita, Fernando »de Torquemada, Francisco de Espinosa, Martín de Esca. >>lante, Alonso Jaimez de Sotomayor, alferez mayor de la >>conquista, Pedro de Burgos, Juan Siverio, Juan Malfuen»te, Juan de Mayorga y Diego Miguel; que todos fueron >>>conquistadores, y nombró por Escribano de cabildo, que fué el primero, á Gonzalo de Burgos, y por Escribano público y del crimen, á Gonzalo Diaz de Valderas. Hizo fiel >ejecutor de la villa Real de Las Palmas á Juan de Peñalo»>sa; y hizo Jurados á Gonzalo Diaz de Valderas, que era >>Escribano público, y á Rodrigo de la Fuente. Y el primer »alguacil mayor que en esta isla hubo fué Juan Mayor, por >>merced que de ello le hicieron los Católicos Reyes, cuando »>fué por lengua á Castilla con el Guanarteme de Gáldar »Don Fernando. Fué pregonero un maestre Juan Francés, »que servia de trompeta á los de á caballo, y de esta ma>>nera quedó.»

Desde que terminó la conquista, el propio Pedro de Vera resolvió licenciar las tropas; pues los soldados y oficiales que no tenian más fortuna que el arcabuz, la lanza, el chuzo y la espada, desde que se encontraron propietarios, se resistieron á servir, por considerar terminado el tiempo de su empeño; viéndose Vera obligado á formar un cuerpo de

(1) Viera y Clavijo. T. II, p. 96.

(2) Abreu Galindo, op. cit. Lib. II, cap. XVI, p. 153.

milicias con Canarios, á los cuales uniformó y equipó, armándolos y disciplinándolos; y como viese que no sólo ha cian con gusto el servicio, sino, al parecer, con orgullo, comprendió desde luego que con su nueva gente podria irse à cualquier parte, como valientes y denodados guerreros; arrancando desde entonces, ó como si dijeramos de este primer plantel, las milicias de Canarias, que tanto brillo y gloria han dado á nuestras islas.

En aquella época principió la serie de privilegios y distinciones para esta isla de Gran Canaria que constituia preciado floron para la Corona de Castilla, escribiendo con sobrada razon el Licenciado Don Bartolomé Martinez de Escobar, que «ninguna ciudad, villa, ni pueblo de las islas »puede ostentar en derecho, ni en los tiempos inmediatos á >>la conquista, ni en los posteriores y recientes hasta el dia, tantas gracias remuneratorias, con tantas ampliaciones y >>exenciones hasta darlas el carácter de perpetuidad. (1).»

É indudablemente fué esta isla como la hija primogéni ta de España, primera pilastra cimentada en los abismos del Océano para levantar el puente que muy pronto habria de enlazar á la Metrópoli con otros mundos desconocidos; por eso ha merecido siempre atencion principal entre todas las demás, como centro de donde han partido en el Archipiélago los destellos de la civilizacion. Y animados todos del espíritu de gobierno y muy especialmente el Prelado D. Juan de Frias y los demás Sacerdotes de la Diócesis, pensaron trasladar á la Gran-Canaria la Catedral de San Mar cial de Rubicon, á objeto de darle debida importancia, persuadidos de que la religion debe ser siempre fundamento y base inquebrantable de todo órden social.

Principió por eso el Prelado, procurando principal atencion á la educacion de la niñez; y desde luego colocó muchos niños canarios en casa de personas de virtud para que les instruyesen. Y «considerando luego lo afable de su gen

(1) Lic. D. Bartolomé Martinez de Escobar: La Gran-Canaria; Compilacion de los derechos y titulos que esta isla posee como capital de las siete á que dá nombre; y su ciudad litoral, el Real de Las Palmas. 1855, p. 38.

»te, lo pingüe de sus tierras, lo ameno de sus prados, lo fres»co de sus aguas, lo multiplicado de sus ganados, y lo apa»cible, hermoso y deleitable de sus verdes montañas, ane»gado en las glorias de estos Campos Elíseos, le pareció con mucha madurez bien acordado el asistir en ellos, fundando Catedral, y trasladando su esposa la Iglesia, desde lo »árido y solitario de los desiertos de Rubicon, á lo florido y alegre del Real de Las Palmas» (1). «Y como nada autoriza »más un establecimiento de conquistadores cristianos, que »hacen servir la política á la religion, como la magnificen »cia de los templos, la gerarquia eclesiástica y el decoro del »culto; pensó desde luego el Ilustrisimo Don Juan de Frias »poner en mayor auge su Silla Episcopal trasladando la ca»tedral de San Marcial de Rubicon de Lanzarote á la nueva » Iglesia de Santa Ana en la Gran Canaria (2).»

No abandonó esta idea el Prelado, y con objeto de hacer todo debidamente arreglado y ajustado á ley, y persuadido de que la idea era aceptada por todos, obtuvo informes favorables del general Vera y demas autoridades; y en compañia de varios Prebendados de la Catedral de San Marcial de Rubicon y de personas notables, embarcáronse para Sevilla á fin de obtener de los Reyes la deseada traslacion.

Comprendieron los Reyes desde luego la conveniencia de ello, toda vez que el estado precario de la Catedral de Rubicon en una isla pequeña y de Señorio, y sin recursos para su sostenimiento con el esplendor que se requeria, reclamaba su traslación, y al efecto ocurrieron haciéndolo presente á S. S. Inocencio VIII, quien, comprendiendo lo justo, importante y conveniente de la traslacion, expidió el Breve autorizándola, y sometiendo el órden, regimen y gobierno á la Metropolitana de Sevilla de que era sufragánea.

Cuando llegó el Breve de S. S, hallábase en Sevilla el Rey D. Fernando, y dispuso que inmediatamente se celebráse un Cabildo para fijar la constitución del clero Catedral, y modo de provision. Y en efecto tuvo lugar dicho Ca

(1) Fray José de Sosa, op. cit. Lib. II, cap. IV, (2) Viera y Clavijo, op. cit. T. II, p. 98.

p. 123.

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