Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPÍTULO SÉPTIMO.

CONQUISTA DE LA PALMA.

El conocimiento de una localidad, bajo sus múltiples aspectos, y el estudio de investigacion de los sitios donde ocurrieron hechos que la historia nos revela, nos ponen en camino seguro para la autenticidad de los acontecimientos de que ha sido teatro esa misma localidad.

Por nuestra parte hemos procurado ese procedimiento, único que nos presenta en cierto modo abierto el libro del pasado, para poner en claro esos acontecimientos, y descartar errores en que han incurrido los mismos cronitas, y cuyos errores no sabemos á que móvil pudieron obedecer,

Es la isla de la Palma una de las joyas preciadas que forman el rico aderezo de las Canarias, constituyendo su flora la más hermosa esmeralda, y recordando sus bosques aquellas virgenes selvas, que dieron nombre y fama á las antiguas Afortunadas; aunque desgraciadamente tambien allí se hace ya sentir el seco golpe del hacha aso adora, que ha convertido en jirones el rico manto de lozana y risueña verdura que antes vestia estas hoy desnudas peñas.

Ya hemos descrito su situacion geogáfica, hemos presen tado su estado sociológico en la historia, y nos hemos antropológicamente ocupado de su raza; y esta es la isla que Alonso Fernandez de Lugo quiso conquistar antes que la de Tenerife.

Hallábase dividida, segun ya se ha dicho, en varios Estados indepedientes, entre cuyos Estados habianse suscitado cuestiones que dieron lugar á guerras sangrientas, lo cual hace desde luego rechazar el epíteto de cobardes, que algunos historiadores, con marcada ligereza, han querido dar á aquellos indígenas, sin fundamento alguno para ello. Antes por el contrario, datos tenemos sobrados para conceptuarles como pundonorosos, valientes y aguerridos, y á no haber fiado en la palabra y promesas de Alonso Fernandez de Lugo, grandes sacrificios hubiera costado la conquista de la isla, porque Tanausú, el Doramas de aquellos naturales, de espíritu fuerte como las rocas de su reino de Eceró, apoyado en el cariño de sus súbditos y en el valor de los muchos que se le habian asociado, por no haber acep❤ tado la rendicion de sus jefes, hubiera podido resistir largo tiempo, y hacer dudosa la victoria por parte de los españoles.

No honra á Fernandez de Lugo la conducta observada con los nobles y leales aborígenes de la isla de la Palma; y esa misma conducta que fué la observada por todos los conquistadores y aventureros de entonces, ha dado lugar á ágrias censuras por parte de los escritores de hoy, que no tienen en cuenta el espiritu de la época y el predominio de ciertas ideas en las ambiciones de conquista. De todos mo. dos, no habrá nadie que elogiar pueda el engaño, la falsía y la traicion; ni las conquistas hechas con tales armas, deben llamarse conquistas.

Pero siguiendo el método de nuestro relato, oigamos lo que respecto á la conquista de la isla de la Palma escriben historiadores y cronistas: veamos sus divergencias y sus errores, á veces inconcebibles, aceptando desde luego el he cho de que Alonso Fernandez de Lugo tuvo que venir di·

rectamente desde Cádiz á la Gran-Canaria con sus dos buques, á objeto de reforzar su gente, proporcionarse elementos, y ponerse en relaciones con aquellas personas que pudiesen favorecerle en sus proyectos.

Por ésto, no es posible en modo alguno aceptar la afirmacion de Gomez Escudero, referente á que la conquista de Tenerife fué antes que la de la Palma. «Intentó Lugo >>con menos gente, dice (1), pasar á conquistar la Palma »juzgando que por menor isla, fuese de menos fuerza; y así »mandó que los navios que estaban en Santa Cruz luego »fuesen á el Puerto de Garachico, onde se embarcó con su »gente y navegó vuelta de la Palma: Saltaron en tierra es>>cuadronando el ejército subió á onde habia mucha gente >palmera que se admiró de ver la gente cristiana con tales »galas de plumas, armas y demas caballos con jinetes de »lanza, y queriendo resistirse á los primeros encuentros se »empezaron á aflojar por haber entendido por la lengua el >>>buen tratamiento que de parte de los cristianos se les pro>>metió, y así se entregaron, gracias á Dios, sin haber cos>>tado esta conquista ningun derramamiento de sangre to. dos fueron cristianos.

«El Sr. D. Alonso de Lugo alzó bandera por España; >>nombró justicias y oficiales y quedando todos pacíficos se >volvió á Tenerife y fué bien recibido, y hecho fiestas por >>las victorias que Dios les habia dado: Diose aviso de ello á sus Altezas hicieronle merced de Gobernador de las dos >> con título de Adelantado, fué bien querido y amado de >>todos.>>

Más pobre es aún Andrés Bernaldez, en sus conceptos, cuando escribe (2): «La cual tomó y se obligó con la ayuda de »Dios de la conquistar y ganar á su costa y espensas, con con>>dicion que las cabalgadas y despojos que dello oviese fue»sen para él, para el gasto de la gente; y conquistóla el año >>de 1493 años, é ovo de ella la victoria, é ganóla, é ovo de »cabalgada é despojos mil é ducientas ánimas varones é

(1) Gomez Escudero: M. S. cit. cap. XVI, p. 41.

(2) Andrés Bernaldez: op. cit. T. II, cap. OXXXII, p. 84.

»mujeres, chicos y grandes, é veinte mil cabezas de ganados cabruno é ovejuno, y dió la isla desempeñada á Sus >>Altezas.>>

Pero quien más llama nuestra atencion es el P. Espino. sa, que habiendo escrito su obra en 1595, casi á raiz de la conquista, dice (1): «Y vino á la isla de Gran-Canaria, donde levantando bandera, se le juntaron muchos soldados así de los españoles y conquistadores, como de los naturales Canarios, como fueron, Guadarteme, Maninidra, Gonzalo Mendez Castellano, Pedro Mayor, Pedro de Cruas, >Ybone de Armas, Juan Dara, que por su nombre anti»guo llamaban Dutindana, Juan Pascual, con otros mu»chos, y dió sobre la Isla de la Palma, la qual con brevedad »(por la cobardia de los Palmeses) fué conquistada, dexan»do alguna gente en ella que la poblasen dió la vuelta con próspero suceso á la Gran Canaria.>>

Abreu Galindo, si bien relata algunos tristes acontecimientos y funestos accidentes ocurridos durante la conquista, dá muestras de imparcialidad y de reconocida justicia, al exponer que algunos Reyes, al frente de sus súbditos dieron pruebas de gran valor y energia, defendiendo su patria (2).

Nadie podrá tildarnos de que nos domine ningun sentimiento de repulsion, ni de antipatia, hácia determinados historiadores, porque lamentamos, como no podemos menos de lamentar, descuidos imperdonables que no tienen excusa, y que revelan falta de atencion y esmero, cayendo en errores, cuyo origen no es posible adivinar. Prueba de ello, lo que escribió D. Juan Nuñez de la Peña, al tratar de la dicha conquista de la isla de la Palma (3): «En el mismo »año de mil cuatrocientos y noventa y tres salió el general »D. Alonso Fernandez de Lugo con su armada de la isla de »Canaria, á la isla de la Palma, en donde llegó con buen »viaje; saltó á tierra con la noble soldadesca y asentó su

(1) Espinosa: op. cit. Lib. III, cap. IV, p. 57.

(2) Abreu Galindo: op. cit. Lib. III, caps. VII, VIII, y IX; ps. 183 y sigs.

(3) Nuñez de la Peña: op. cit. Lib. I, cap. XII, p. 105.

>>real cerca del Puerto. Los palmeses dieron la nueva á su >>Rey, el cual mandó, que todos sus vasallos se juntasen en >su palacio, enviando mensajeros por toda la isla, apelli>>dáronse todos, y al siguiente dia se hallaron con el Rey bárbaro más de cuatro mil naturales; caminó el Rey con »sus vasallos á encontrar los españoles, llegaron á su vista, »hicieron alto, y asentaron su Real poco menos de un cuar»to de legua, apartado del español; el Rey pidió consejo á sus »nobles, si darian la embestida; respondiéronle, que no la »>diesen, hasta que los españoles la comenzasen, que eran >>los que venian á pelear, que ellos en su tierra estaban. El >>General no se determinaba á dar la batalla por ver eran >>muchos los contrarios; pidió á Dios la victoria, puso en sus >>manos divinas aquella faccion: puso por intercesora á la »soberana Reyna de los Angeles Ntra. Señora, y por inter>>cesor al glorioso Arcángel S. Miguel que era su devoto, >>prometiéndole, si la conquistase, intitular la isla con su >>nombre; hizo una devota oracion en aquel dia; de una y >>otra parte estuvieron aguardándose unos por los otros; al >>otro dia, el general D. Alonso envió un embajador, que la >>lengua de la Palma sabia, al Rey, que le dijese, que le ha>>cia saber como su llegada á aquella isla habia sido á ha»cer paces con él y sus vasallos, y á pedirle obedeciesen á >>los católicos reyes D. Fernando, y D.a Isabel de Castilla y Leon, etc. y que profesasen la fé de Jesucristo, que era la »verdadera, que la ley en que ellos vivian era errada, y que >>de no quererlo así hacer, tendria con ellos guerra, y pro>>curaria á todos destruir, sin dejar ninguno con vida; y pues si algunos quedaran con vida, serian esclavos, y ser»virian á los cristianos; que escojiese lo que mejor le pare»reciera, de lo que le mandaba á decir, y que fuese con bre>>vedad la respuesta. Recibió el Rey la embajada, y respon»dióle, que en lo que le pedia de las paces, era contento, »>que aunque allí se habia juntado con sus vasallos no era »>para pelear, si sólo para defenderse; y que en lo segundo, >>que bien conocia que los reyes de España, á quien pedia >>obedeciese, eran más poderosos que él, que él les obedeTOMO III-39.

« AnteriorContinuar »