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Junio dia de San Cristóbal de 1495: el Dr. Marin de Cubas señala la conquista el domingo 26 de Julio por lamañana, dia de Ntra. Sra. Sta. Ana, año de 1495. Espinosa en la Natividad del mismo año, Andres Binaldez, en el año de 1496, Porlier el 9 de Septiembre del mismo año; el poeta Viana ape nas se ocupó del asunto: y con Nuñez de la Peña, que, como hemos visto, consigna el 29 de Septiembre de 1496, se hallan de acuerdo, Castillo; Viera y Clavijo; Millares, y Serra Fernandez de Moratin.

Indudablemente merece Nuñez de la Peña entero crédito en este particular, dada la ilación de los sucesos, por más que no comprendamos el error del concienzudo historiador Dr. Marin de Cubas, al retrotraer sucesos de determinada fecha confundiendo, qui zás, el dia de la terminación de la conquista con el de la fundación de la Ciudad de San Cristóbal de la Laguna.

Sobre el estado en que quedó la isla de Tenerife, despues de la conquista, trasuntaremos lo que dice el P. Espinosa (1): «Desde este día acobardaron los naturales, y los nuestros «conocieron ser ya la tierra suya, y recogiéndose algunos »días en el Realejo, aguardaron el designio del enemigo, y >>viendo que no acudia en esquadron formado como solia »embió el gobernador y capitanes, algunos caballos y hom >>bres ligeros á correr el campo, los quales volviendo al Real »y trayendo algunos prisioneros consigo, dixeron que ya no »avia mas que temer porque en la batalla passada avian »puesto los naturales su buena ó mala fortuna, y assi esta>>ban de paz, y tambien porque no avia casi gente, ni la ha>>llavan con quien pelear, por morirse todos de una pesti>>lencial enfermedad, y assi los hallaban de ciento en ciento >>muertos y comidos de perros. Estos perros eran unos za »tos, ó gozques pequeños, que ll. maban Cancha, que los naturales criavan, y como por la enfermedad se descuidavan »de darles de comer hallando carniza de cuerpos muertos, »tanto se encarnizaron en ellos, que acometian à los bivos y »los acabavan, y assi tenian por remedio de su desventura (1) Espinosa: op. cit. lib. III, cap. IX, p. 73.

>>los naturales dormir sobre los árboles quando caminavan, >>por miedo de los perros. Fué tan grande la mortandad que »uvo, que casi quedó la isla despoblada, aviendo mas de quince mil personas en ella: y assi à su salvo podian los >>españoles correrla sin mucha resistencia. Con odo aques»to, estuvieron tres años en subjetarla, ganarla y apazi»guarla: y tardáran muchos mas, si la peste no fuera, por »ser la gente della belicosa, temosa, y escaldada.»>

TERCERA ÉPOCA

DESDE LA CONQUISTA HASTA EL DESTRONAMIENTO
DE ISABEL II.

PRELIMINAR

Quizás haya parecido demasiado extensa la segunda época de nuestros Estudios; pero en el deseo de presentar todo cuanto sobre la conquista de las islas Canarias se ha escrito, nos hemos amparado, no sólo de la historia y de la ciencia, sino tambien de la leyenda y de la tradición; único modo de dar completa y detallada información para obtener con más acertado criterio, juicio exacto de los pasados acontecimientos.

Ya se habrá visto que no nos hemos dejado llevar por nuestra sola inspiración, ni por impresiones del momento; y conocida y confesada la insuficiencia de nuestras fuerzas, cuando se nos han presentado dificultades imposibles de vencer por anacronismos y contradicciones entre los propios cronistas, nos hemos concretado á hacer exposición de

esas mismas dificultades, exponiendo nuestro dictámen, con apoyo de aquellos historiadores que nos han parecido estar más en lo cierto, por razon de su crédito y por la autentici dad de documentos que hemos tenido ocasión de cotejar.

Si bien existe algo de armonia ó de correlación en el conjunto histórico de todas las islas, cada una de ellas tiene su historia peculiar, su especial fisonomía, por razon de su constitución y gobierno; puesto que las de Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro constituian verdaderos féudos, mientras eran realengas las de Gran Canaria, Palma y Tenerife, y por lo mismo, no podian tener todas igual régimen político. Los habitantes de aquellas, si bien podian dirigirse á la Corona en súplica de sus justas pretensiones, tropezaban con dificultades que no siempre podian vencer, porque los Señores no se mostraban conformes, estimando que con ello se mermaba su prerogativa feudal, viéndose con frecuencia obligados á reclamar del Trono los fueros concedidos, bajo cuyo amparo estaban constituidos. En cambio los habitantes de las islas realengas tenian el privilegio de ocurrir directamente al Rey por si, ó por medio de sus Cabildos, y hasta enviaban Diputados con plenos poderes á hacer exposición al Soberano de sus deseos. Esto acontecia en el órden político y administrativo, pues en cuanto al cclesiástico, todos se hallaban subordinados al Diocesano; lo mismo que en la administración de justícia al Real acuerdo ó Audiencia; en lo militar al General que enviaba ei Rey, y en cuanto á la tributación del impuesto, se observaba igual régimen que en la Península, puesto que se hallaba reducido al pago de los diezmos y primicias.

No obstante de que existian estas autoridades superiores que radicaban en la Ciudad del Real de Las Palmas de Gran Canaria, como capital, á quienes todas las demas islas prestaban obediencia, se observaba en cada una de ellas, cierta autonomía ó independencia en cuanto á su régimen y gobierno interiores.

Sin embargo, es preciso hacer notar que aunque era Ca. pital de todas las islas,la de Gran-Canaria, residencia de las

autoridades administrativa, judicial, militar y eclesiástica, cada una de ellas tenía su población, capital de la isla y residencia de las autoridades subordinadas, como lo era Teguise en la de Lanzarote; Betancuria en la de Fuerteventura; Las Palmas en la de Gran-Canaria; la Laguna en la de Tenerife; Santa Cruz en la de la Palma; San Sebastian en la de la Gomera; y Valverde en la del Hierro.

Dada esta constitución gubernamental, y el órden así establecido, vamos á seguir nuestra tarea desenvolviendo el cuadro de los acontecimientos sucesivos, sin extrañar, por causa de la separación del territorio y de la dificultad de comunicaciones en aquela época, que mientras en una isla se sucedían grandes perturbaciones que no traspasaban log límites de sus playas, en otras se disfrutaba de una paz Octaviana. Así es que todo lo que ha pasado en los grandes Estados y en las grandes sociedades, ha pasado tambien,aunque en menor escala, en estas pequeñas islas del Atlántico porque por muy limitada que sea la ley que rige al hombre y que es inherente á su organismo, como lo es la fuerza en el mundo físico y la idea en el mundo moral, nace siem⚫ pre de esta antítesis, como consecuencia ineludible, la lucha. Y como que la ley es igual para todos, la misma fuerza mueve al inmenso cetáceo, que al diminuto micrezoario

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