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CAPÍTULO PRIMERO.

CRISTOBAL .COLÓN

El conocimiento de las islas Canarias, su estudio y su conquista, vinieron en cierto modo á dilatar los horizontes del mundo, y la imaginación ambiciosa y amante siempre de lo desconocido; se esforzaba en descubrir los límites de esos inmensos mares que se extendian hácia el Occidente, originándose encontradas opiniones por parte de los unos, fundadas dudas por parte de los otros, y lastimosa indiferencia por parte de los más; segun pudo así notarse en la célebre asamblea de Salamanca, al discutir Colon con los sabios de aquel tiempo su teoría sobre la existencia probable de un mundo desconocido.

Y la idea de buscar la India por el Occidente alentada por la ambición del oro, fué tomando incremento hasta el punto de que hubo aventureros que se lanzaron en arriesgadas expediciones, siendo los primeros los españoles y los portugueses; pero como aquellos tenían ya en su poder las Canarias y la parte del Africa fronteriza al Archipelago, no era extraño que cuantos se ocupaban de náutica, fuesen á

la Península en busca de medios para explotar sus conoci. mientos: y aun en las mismas islas se hacian relatos de atrevidas navegaciones llenas de episodios fabulosos y fántásticos, que excitaban el espíritu, y daban cuerpo al deseo de aventuradas empresas en busca de tierras desconocidas. No corresponde á la índole de estos Estudios tratar cuestiones ajenas á nuestras islas, pues entonces cada hecho y cada personaje nos desviarian de nuestro objeto, entrando en divagaciones en cierto modo inoportunas; pero si fijaremos nuestra atención en todo cuanto á las islas haya venido, ó de ellas haya salido para realizar un fin. Por ello no consideramos del caso hacer la biografia de Colon, nj menos analizar los trabajos, peripecias y contrariedades que el ilustre navegante tuvo que vencer con la más gloriosa constancia.

Como del conocimiento del archipiélago Canario partió la idea de buscar la India por el Occidente, hemos procurado hacer investigaciones sobre la estancia de Colon en la isla de la Gran Canaria, y muy especialmente en la de la Gomera donde residió por algun tiempo, pero desgraciadamente solo hemos encontrado desengaños; pues aun aquellos que, como el Dr. Hoefer, se han dedicado á escribir la historia de Colon, creyendo estar en posesión de auténticas noticias, se han equivocado lastimosamente; puesto que al consignar la arribada de Colon, dice (1): El 9 de Agosto por la noche »arribó á la Gomera y á la isla de Tenerife, donde la Pinta »>fué reparada. Los barcos estuvieron cerca de un mes (has»ta el 6 de Septiembre) en las Canarias: los tripulantes fue»ron frecuentemente alarmados à la vista de torrentes de »llamas vomitadas por el volcan de Tenerife. El Almirante >>los tranquilizaba citándoles el Etna y otros volcanes co»nocidos. >>

*

(1)«Le 9 août, au soir on aborda á la Gomera et à l'ile de Ténériffe, où la Pinta fut réparée. Les bâtiments s'arrêtérent prés d'un mois jusqu'au 6 septembre) aux Canaries: les matelots prirent souvent l'alarme a la vue des torrents de flammes vomis par le volcan de Ténériffe. >L'amiral les rassura en leur citant l'Etna et d'autres volcans connus — Dr. Hoefer: Nouvelle biographie générale, publiée par Firmin Didot Frères

Resulta de éste relato un gravisimo error; puesto que en 1492, no se hallaba conquistada la isla de Tenerife, y no era posible ser alli reparada la nave; pues nadie podia arribar á aquellas playas, sin ser atacado por los indígenas. Y estos errores palmarios, en contradicción con el mismo Diario de navegación del célebre marino, hacen dudar de la realidad del relato.

Aparte de ésto, preciso es no olvidar, pues atañc á la historia de las Canarias, la idea de que Colon, al determinarse á emprender el viaje de su descubrimiento, y al impetrar de los Reyes Católicos su protección, tenia ya certeza y seguridad en su dicho y dei resultado de su expedición; pues habiendo muerto en la Gomera, y en la misma casa que Colon habitaba, el piloto Sanchez de Guelva, cuyo barco habia sido llevado á largas distancias por los temporales, resultaba de su libro de derrota, que habia encontrado tierras cuya situación más ó menos acertadamente señalaba; y Colon, como hombre de cálculo y entendido en la navegación, fija su idea en buscar la India por el Occidente, se sirvió de los apuntes de Sanchez de Guelva, emprendiendo y arrostrando su viaje con cierta relativa seguridad.

Y que bien pudo Sanchez de Guelva haber sido empujado por las corrientes y por los temporales, y, corriendo a lo largo, haber encontrado tierra, nada tiene de extraño, cuando Gumilla, en el siglo pasado, nos refiere el siguiente hecho: (1) «En la ciudad de San José de Oruña, Capital de el Go>>bierno de la Trinidad de Barlovento, sita á doce leguas de «las bocas de Orinoco, oí de boca de aquellos vecinos, (que >>aunque son pocos, son muy honrados) que pocos años an»tes (me lixeron el año, pero no me acuerdo: cuando me refi>>rieron esto fué el año de 1731, por Diciembre) había llega>>do á su Puerto un Barco de Tenerife de Canarias, cargado de vino, y en él cinco, ó seis hombres macilentos, y fla>>cos, que con pan, y vianda para cuatro dias, de Tenerife >>atravesaban á otra Isla de las mismas Canarias; y que

(1) P. Joseph Gumilla, de la Comp. de Jesús, Misionero, etc. etc. El Orinoco Ilustrado, Madrid, año de MDCCXLV. Tom. II cap. VI, p. 50. TOмо III.-50.

»arrebatado el Barco de un levante furioso, se vieron obli»gados á dejarse llevar de la furia del mar, y del viento >>varios dias, hasta que se les acabaron aquellos cortos basti»>mentos, que habian prevenido; y en fin, mal contentos, con >>solo vino, que les servia de bebida, y segun los Fisícos, »>no de nutrimiento: Quia vinum non nutrit, sed prestat nu»tritionem. Cuando yá flacos, y desfallecidos esperaban la muerte por horas, quizo Dios, que descubrieron tierra, que »fué la Isla de la Trinidad de Barlovento, que hace frente »á muchas bocas del Rio Orinoco; y dando repetidas gracias »á Dios, llegaron, y dieron fondo en el Puerto, que llaman »España, con grande admiración, asi de los Soldados, co>mo de aquellos vecinos, y de los de la Ciudad de Oruña, »que no dista mucho, y concurrieron á ver la novedad. Que »este tránsito fuese casualidad, y no estudio de aque »llos pocos Isleños, fuera de su declaración, y el testimonio >>evidente de sus cuerpos casi difuntos al rigor de la hambre, se evidenció con el Pasaporte y Guia de la Aduana >>Real de Tenerife, que demarcaba su viaje á la Isla de la »Palma, ú de la Goméra, que pertenecen á las Canarias. >>Esto asi asentado, (y para mi realmente indubitable) ¿quién »podrá negar, que lo que sucedió en nuestros dias, no su>>cediese en los tiempos, y siglos pasados? y más atestiguan. »dolo Autores clásicos, como luego veremos? Ni hay repug»nancia, en que de las Costas de España, Africa, y otras, >>despues de la confusion de las lenguas, y separación de »>aquellas gentes, fuesen arrebatados de los vientos muchos »Barcos, en varios tiempos, hácia el Poniente, al modo que »le sucedió al referido Barco Canarino; porque no es crei»ble, que los descendientes de Noé, á quienes tocó poblar »dichas Costas Occidentales, olvidasen las reglas de cons>>truir embarcaciones, que Dios enseñó al Santo Patriarca. »Verdad es, que en aquellos tiempos solo navegaban sin »perder la tierra de vista, por no estar descubierto el uso de »la aguja; pero todavia cabe, que desde semejante altura >>arrebate un levante los Barcos, con tal fuerza, que no pue»dan arribar, y s› vean precisados á entregarse al golfo: co

>>mo le sucedió al mencionado Barco, cuyo suceso referí ca>>sualmente en Roma delante de sugetos eruditos, y le apre»ciaron mucho, especialmente un Maestro de Escritura, que »me pidió la relación firmada de mi mano, como se la dí, aun>>que mi firma redunde toda su autoridad en lo cierto y >>notorio dei hecho sucedido, segun, y como arriba dije. Con >>el acaecimiento del Barco Canarino, se robora la opi »nion, y la aventura de los Phenices, que escribe Diodoro »Siculo, que es muy parecida, y casi uniforme con la de los »Canarinos: (a) unos y otros fueron arrebatados, y casual »el tránsito á la America. (b) Monsieur Ter robora esta mis»ma sentencia, y la confirma con el Navio de los Vizcaynos, »>que arrebatados de furioscs vientos, y mares, en el siglo >>>decimo quinto, despues de avistar las tierras Occidentales, >> arrebatado de vientos contrarios, vino á dar á las Islas de la Madera, en donde casualmente se hallaba Christobal Co»lón, el cual, de las ideas, que tenia concebidas, y de lo que »oyó al Piloto Vizcayno, se resolvió ultimamente ȧ su primer viaje, y descubrimiento de la América. Ni hay »aquí por qué negarle á Monsieur Neblot la fé, que »se le debe en la relación, que cita de la fuerza con »>que los vientos se llevaron á los Pescadores Bretones en el »año de 1504, á las Costas de la Canada, que hoy se llama »Nueva Francia; porque habiendo dado cuenta á su Rey >>Cristianisimo del caso, y descubrimiento, dió su Magestad las providencias para el nuevo entable. El Padre Acosta >>(c) tiene esta opinión por probable, y por muy factible. No »se le ocultó al Gran Padre de la Iglesia San Agustin la posibilidad de estos sucesos; y así, en el lib. 16 de Civitate »Dei. cap. 6. (a) los dió por factibles; y aún dá á entender, »que este modo de poblar el Género Humano las tierras »transmarinas, es incapaz de ponerse en duda.

(a) «Diodoro Siculo lib. 6, cap. 7. Cum Africae littora legerent, Dingentibus ventorum procellis, ad longinquos, in Occeano, tractus. fuisse abreptos tandem:ad insulam pervenisse ingentis magnitudinis. (b) Tom. 5. Histor. Univers. fol, 503, y 505.

(c) Lib. I. cap. 20.

(d) Lib. 16. de Civitate Dei, cap. 6 ibi: Homines, multiplicato Genere Humano, ad Insulas inhabitandas navigio transire potuisse, quis ambigat?

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