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hacía entre los canarios, lo cual era causa de que la isla no estuviese aún conquistada, ni apaciguada; que su soberbia y mal hacer eran causa de que los naturales se hubiesen retirado á los puntos más inaccesibles de la isla, haciendo desde sus guaridas cruda guerra al campamento: que el general usurpaba no sólo la jurisdicción temporal, sino la espiritual; que quería la conquista para provecho exclusivo suyo, ordenando que ninguna determinación se tomase sin su órden expresa; que intentó ir à Lanzarote á castigar en la persona de Herrera los desafueros cometidos por su mal proceder, faltando así à las órdenes terminantes de sus Altezas; en una palabra se le acumuló toda clase de cargos en un capítulo de severa acusación, resaltando en todo esto la más refinada inquina de la clerical hipocresía, la incapacidad y debilidad de un Gobernador, y,según dice Gomez Escudero: (1) «con toda la prisa posible lo embarcaron en el navío »>que había venido sin los bastimentos.>>

Aquel mismo buque que debió haber ido pertrechado de viveres para alimentar la guarnición del Real, que pudo haber ido á Lanzarote á castigar un mal vasallo, únicamente sirvió para llevar prisionero, cargado de hierros, victima de una falsa acusación, al héroe de la batalla del Guiniguada y al vencedor de las tropas del célebre virey de Indias, Almeyda.

Este hecho y los demás que tendré ocasión de relatar prueban lo mismo que con justisima razón dice el arcediano. Sr. Viera y Clavijo (2): «Cuando lee la historia un ánimo «poseido de humanidad, casi no se ejercita en otra cosa que >>en escandalizarse de los hombres.»

Preso y desterrado Rejon de la isla, principiaron Algaba y el Dean á ordenar correrias por el interior, con el principal objeto de apresar víveres para sostenimiento del Real, y aunque era Jaimez de Sotomayor el encargado de dirigirlas, y á pesar de ser valiente y entendido, notábase la falta de Rejon á quien los canarios temian, y conocedores de

(1) Gomez Escudero: M. S. cit. cap. VII, p. 17.
(2) Viera y Clavijo: op. cit. t. II, lib. VII, § XXI, p. 44.

su ausencia, presentábanse con inusitado atrevimiento hasta las murallas del campamento, en numerosas cuadrillas y provocativas amenazas.

La fuerza de las circunstancias obligaba á los españoles á internarse, pero siempre con las debidas precauciones; y en una de las expediciones á Satautejo, tuvieron que sostener rudo combate,á objeto solo de tomar algunas cabras,consiguiendo capturar seis canarios de quienes adquirieron debidos ínformes sobre el estado del interior de la isla. Alentados por las noticias, emprendieron otra expedición á Moya,y llegaron al término de su viaje cansados y fatigados por un sol ardiente, sin encontrar, ni ver a nadie; pero apenas habian tomado algun descanso y apagado la ardiente sed que les devoraba, fueron sorprendidos por el Guanarteme de Gáldar y su numerosa hueste, sosteniendo rudo combate, y viéndose obligados á retroceder con el ganado que encontraron al paso. Mas cuando se creian ya libres de todo evento, y volvían satisfechos al Real, sáleles al encuentro,en los llanos de Tamaraceyte, el afamado Doramas, «cau>>dillo de valientes camaradas, quien, según Marín de Cu>>bas (1), peleó con mucho empeño; matónos cinco caballos »y algunos cristianos y mal heridos á otros: los de la presa >>dieron á huir á las carreras, que no dejaron atrás sola una >>cabra y llegaron al Real, y á no ser de los soldados más >>>fuertes y de valor, hubiera sido peor esta salida que las »demás y de más peligro.»>

Entretanto llegó Rejón á España, se presentó á sus Altezas, dió sus descargos de viva voz, y expuso con tanta convicción y claridad cual era el estado de la conquista, y las necesidades de los españoles en Canaria, y todo cuanto había ocurrido con Herrera, que no sólo fué oido con gran atención, sino que se vió colmado de beneficios, según relata el mismo Gomez Escudero (2) que así lo consigna: «Dió>>sele por libre de todo lo contra él fulminado,y nuevas pro

(1) Dr. Marin de Cubas: M. S. cit. lib. II, cap. III, p. 100. (2) Gomez Escudero: M. S. cit. cap. VII, p. 17.

»>visiones y mercedes de fiel servidor de la Corona Real y >>conquistador y digno de mayores cargos, y mandóle vol>>viese á proseguir la conquista de Canaria y la acabase como la había comenzado, dándole sus provisiones para »ello tocante á el Real servicio y navios aprestados de todo >> lo necesario de bastimentos y gente y dió la vuelta de Ca

>>naria.>>

Al dar los Reyes católicos por libre à Rejón, concediéronle, como se vé, poderes ámplios para que continuase la conquista,y apresuróse por ello á volver á Canaria acompañado del célebre pesquisidor Estéban Pérez Cubitos, nombrado Alcalde mayor por sus Altezas.

Arribaron al Puerto de las Isletas el 2 de Mayo de 1480 por la noche, sin que el buque que los conducía fuese visto de los de tierra, y á favor de una hermosa luna,desembarca Rejón con treinta hombres valientes y de toda su confianza, ordenando que el barco se retirase para que al amanecer no fuese descubierto por los vigias. Dirígense al campamento y apresúranse á darse á conocer á los primeros centinelas encargándoles silencio el más profundo, consiguiendo de este modo penetrar en el campamento sin ser vistos, ocultándose en la casa de su escudero Pedro Hernandez, alcaide nombrado por el mismo Rejón de la torre del Real, cuya casa se hallaba situada en la misma Plaza de San Anton, junto á la de Jaizme de Sotomayor, y cuyo alcaide le era afecto, y recibió, al verle, grandísimo placer.

Al amanecer del siguiente día 3 de Mayo,cuando se celebraba en la iglesia con gran pompa y solemnidad la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, oficiando el Dean Bermudez, y en el mismo instante en que entonaba el Sanctus, penetra en el sagrado recinto Juan Rejón con los suyos, perturbando con su inesperada presencia la solemnidad del acto: «onde fué grande el bullicio que todos tuvieron,» dice Gomez Escudero (1). Y el Dr. Marín de Cubas escribe (2):

(1) Gomez Escudero: M. S. cit. cap. VIII, p. 18.

(2) Dr. Marin de Cubas: M. S. cit. lib. II, cap. IV, p. 103.

«Muy descuidados de semejante caso, entrò en la iglesia »>Juan Rejón con su guarda á la puerta, y habiéndose arro»>dillado, dió una risada muy grande, donde en la iglesia se >>levantó un grande bullicio hasta acabar la misa, que pren>>dió al gobernador Algaba y puso en hierros, el cual no >>acertó á hablar palabra, y al Dean, que salió de la sacris>>tía tartamudeando, temblándole manos y piés, le prendió »y el ser sacedote le valió la vida.»

No sé como calificar éste, que puede llamarse, golpe de estado; pero al ver que se intentaba resistencia por parte de Algaba y del Deán, y que se promovia tumulto y se pedía favor en nombre del Rey; sacó Rejón una Real Cédula que puso en manos del Alcalde mayor Esteban Pérez Cubitos, quien la besó y la puso sobre su cabeza en señal de acatamiento, disponiendo su lectura á voz de pregonero en la Plaza pública.

He aquí el contexto de esa Real Cédula, que sirvió de pretexto al terrible proceso y al sangriento drama de que fué víctima el débil Gobernador Algaba:

«Nos Don Fernando y Doña Isabel, por la Gracia de Dios. >>Reyes de Castilla, León y Aragón, habiendo visto un pro>>ceso que nuestro Gobernador de Canaria, Pedro de la Algaba, hizo y fulminó contra Don Juan Rejón nuestro Capi>>tán de la conquista de ella, fallamos que lo contra él inten»tado, no hubo lugar, y lo restituimos en su honor y buena »fama, y le damos por libre, y le mandamos que vuelva á la >>dicha isla de Gran Canaria y acabe su conquista como le >>estaba encargada, y para ello y para lo demás á nuestro >>>servicio tocante, le damos poder y facultad.»

Después del arresto de Algaba, se instruyó el sumario, recibiéndose testigos en gran número que depusieron contra el acusado, declarando que sostenia relaciones con la Corte de Portugal, con la que había pactado la venta de las islas de Canaria, habiendo ya recibido regalos y dinero por cuenta de esta traición.

Tramitóse apresuradamente el proceso bajo el impulso de la venganza, y no muy en conformidad con la severidad

de la justicia, y fué condenado el Gobernador Pedro de la Algaba à morir degollado, pregonándose inmediatamente la sentencia en el Real. «Mandó (1) hacer cadalso en la Plaza »de San Antón, y con tambores y atabales y á voz de pre»>gonero le quitaron la cabeza, pregonando su delito por >>traidor á la Corona Real, y á. el Dean mandó llevar á Lan»zarote porque no perturbase la gente que era muy parcial »y amiga de alteraciones.>>

La muerte de Pedro del Algaba que, según Andrés Bernaldez, era compadre de Rejon, es uno de esos tristísimos accidentes que vemos repetir con frecuencia en un período en que se desarrollan la ambición, la intriga y la sed de mando, correspondiendo al Dean Bermudez la mayor parte de culpa en esas maquinaciones, que fueron secundadas por Algaba, más bien por la debilidad de carácter, que por malas intenciones.

La muerte de éste no podia menos de producir desagradable impresión que llegó á acentuarse más y más ante la versión que fué tomando cuerpo,de que la Real Cédula no era auténtica, que los testigos que habian depuesto en la causa lo hicieron sobornados y amenazados por Rejón, y asi lo expresa el mismo Gomez Escudero (2), amigo y admirador de Juan Rejón al relatar este acontecimiento; «Mucho hablaron de la >>brevedad de la venida de España de Juan Rejon, del que »>se dijo que la Cédula Real fué falsa, que los testigos contra >>el Gobernador lo fueron, y que sólo por venganza le quitó >>la vida: y había émulos claramente contra Juan Rejón, y >>mayormente los tuvo después de la vuelta de las carabelas.>>

La sumaria seguida contra el Dean dió por resultado el que se le sentenciase á destierro perpétuo por amotinador y sedicioso, y á raiz de los sucesos relatados, se le embarcó para su Catedral de Lanzarote,

Sábese, sin embargo, que permaneció poco tiempo en aquella isla,retirándose á la Península y asistiendo,en 1487,

(1) Gomez Escudero: M. S. cit. cap. VIII, p. 19.

(2)

Id.

id. M. S. cit. cap. VIII, p. 19.

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