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los ánimos de un pueblo ultrajado el mayor encono contra la causa y los defensores del archiduque.

Cruzando los buques enemigos en la costa de Portugal, supieron sus gefes que la flota española de América, escoltada por una escuadra francesa, no habiendo podido tomar el puerto de Cadiz, se habia refugiado en el de Vigo, que se hallaba en mal estado de defensa. Los enemigos se encaminaron allá; derrotaron la escuadra combinada franco-española, rompieron la cadena que obstruia la entrada del puerto, donde los vencedores se apoderaron de nueve navios de línea y de seis galeones, mas no de las riquezas, como ansiaban, pues casi todas ellas fueron sepultadas en el mar. Regulábase el valor de aquellos cargamentos en diez y siete millones y quinientos mil pesos fuertes en plata, sin contar el de las mercaderias, que era mucho mas considerable.

Felipe hubo de regresar de Italia apresuradamente, para oponerse aqui á las fuerzas cnemigas. Iban estas tomando cada dia mayor incremento con la declaracion de Portugal á favor del archi-duque, con la desercion del almirante de Castilla y otros personages, y posteriormente con el levantamiento de Valencia, Aragon y Cataluña. Habíanse encendido con esto dos guerras en la península, una civil y otra estrangera,

agregándose á tamaños desastres los continuos descalabros que sufrian los ejércitos de Luis XIV, derrotados y perseguidos por los insignes caudillos Malborough y el príncipe Eugenio.

A pesar de tan grandes reveses, y del estado apuradísimo en que se hallaba el erario, no desmayó Felipe, viendo tan decididos en favor suyo todos los pueblos de la corona de Castilla, y tan dispuestos á hacer todo linage de sacrificios. Dos veces tuvo que abandonar el monarca español la, capital del reino para que la ocupasen sus enemigos. En la primera de ellas partió para Burgos, acompañado de la reina, y de un gran número de grandes. El glorioso ejemplo que dieron las personas reales de energía, sufrimiento y resolucion, escitó un entusiasmo general en la corona de Castilla. Los habitantes ofrecieron al rey todos sus bienes, aprontaron víveres para el ejército, y se presentaron á millares para combatir bajo sus banderas.

Las acertadas operaciones militares del mariscal de Berwick, general de las tropas de Felipe, obligaron á los aliados á abandonar la capital, á la que regresó el monarca en medio de las mas vivas aclamaciones. Al año siguiente gano Berwick la célebre batalla de Almansa, en la cual tuvieron los aliados cinco mil muertos y doce mil prisioneros, perdiendo ademas los baga

Tomo IV.

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ges, la artilleria y ciento veinte estandartes y

banderas.

La segunda vez que Felipe se vió precisado á abandonar la capital y retirarse con la corte á Valladolid, fue en 1810 (1), de resultas de la derrota que sufrieron sus tropas en Aragon, donde se hallaron en persona los dos monarcas competidores. Acompañado el archiduque de sus auxiliares, asi ingleses como alemanes, entró triunfante en Zaragoza; y para empeñar mas á los aragoneses, restableció su antigua constitucion y privilegios. Determinado luego su viage á Madrid, entró en esta villa con grande aparato militar; pero sus habitantes le recibieron con un triste silencio.

Entretanto los castellanos se preparaban para hacer nuevos esfuerzos y sacrificios: Felipe, alentado por la reina, adquiria nuevo vigor en medio de tan grandes apuros, jurando sepultarse en las ruinas de España, antes que abandonar á un pueblo de quien recibia tan señaladas pruebas de fidelidad.

A la sazon llegaba á España el famoso general Vendome para dirigir el esfuerzo del mo

(1) Comentarios del marques de san Felipe, tomo I, pág. 110.

narca, y aprovecharse del celo que alentaba á los castellanos. Sabedor en el camino de que el enemigo estaba en Madrid, esclamó: siempre que el rey, la reina y el príncipe de Asturias esten á salvo, yo respondo de todo lo demas. Al llegar á Valladolid, vió que el estado de los negocios presentaba mejor aspecto de lo que se figuraban los enemigos. Ademas del cuerpo de guardias españolas y walonas, en número de 49, quedaban todavia del ejército de Aragon 50 caballos y 83 infantes en las fronteras de Castilla la Vieja y Portugal habia 8 batallones y 12 escuadrones; otros tantos en Andalucia; 32 batallones y 35 escuadrones en Estremadura. De todas partes acudian voluntarios á aumentar las filas del ejército, mientras que las partidas sueltas infestaban todos los caminos, y venian á inquietar al enemigo hasta las puertas de Madrid (1).

Dedicóse desde luego Vendome á disciplinar y organizar aquellas fuerzas, auxiliado del duque de Popoli, de los condes de Aguilar de las Torres, yo Valdecañas, y de D. José Patiño (2), que

(1) Los partidarios mas célebres fueron D. Feliciano Bracamonte y D. José Vallejo, quienes causaron muchos daños á los enemigos.

(2) Fue este el célebre ministro, de cuyo gobierno

muy versado en el ramo de hacienda, dió desde entonces á conocer su gran capacidad y celo, estraordinario en el acopio de provisiones y percepcion de los impuestos. Por los esfuerzos reunidos de aquellos hábiles sugetos, se formó un ejército de 250 hombres. perfectamente equipado, en el corto espacio de cincuenta dias, á presencia de un enemigo poderoso.

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La primera operacion militar de Vendome

fue impedir que el ejército enemigo de Castilla la Nueva se reuniera con los portugueses; á cuyo fin, marchando rápidamente por Salamanca y Plasencia, se apoderó del puente de Almaráz. Al mismo tiempo un cuerpo de 200 franceses, al mando de Noailles, entró en Cataluña con un tren considerable de artilleria para expugnar á Gerona.

Estos dos movimientos combinados produje-, ron un efecto decisivo. El ejército del archidu

se hablará mas adelante. Mr. Coxe supone que quien auxilió á Vendome fue don Baltasar Patiño, confundiendo sin duda á este con su hermano don José, que era el inteligente en el ramo de hacienda, y quien en el siguiente año de 1711 pasó á la provincia de Estremadura con el caracter de superintendente general de ella y su ejército. Vida manuscrita de don José Patiño, por don José Antonio de Armona, corregidor que fue de Madrid.

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