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Si acaso las doncellas ó donceles De la pajiza casa se salian, Los padres inhumanos y crüeles A las ardientes llamas los volvian : Donde los miserables infieles Sus vidas con sus hijos consumian, Sin quererse ninguno dar á vida De todos cuantos iban de vencida.

Cantada la victoria desta suerte, Cargados de alimentos y despojos, Vuelven los españoles à su fuerte, En placer convertidos los enojos; Aunque tuvieron pena de la muerte. Que entonces ocupó cristianos ojos; Y a quien quisieran dalle sepultura, Segun aquel lugar y coyuntura.

Mas el feroz Alonso de Herrera, Aun sus rencores no teniendo frios, Hallándose señor de la ribera, Comienza de decir: «aquí los mios >> : Acuden los que son de su bandera, Y toman el mejor de los navíos, Que sobre prevencion y ardid de guerra Estaba ya con el proïz en tierra,

Tratóse con los suyos, y el concierto
Fué cuando los enojos recontados,
Sobornados grumetes en el puerto,
Que punto no vivian descuidados;
Y agora que el camino ven abierto,
En un momento fueron embarcados;
Al viento velas dan sin saludallos,
Al Sedeño dejando los caballos.

El Antonio Sedeño, que de vellos
Grandísima congoja recebia,
Fué poca parte para detenellos,
Porque la menos parte lo seguia;

Y ansi también después se fué tras ellos
Con la poquilla gente que tenia,
La cual ida carísima le cuesta,
Segun entendereis en lo que resta.

CANTO SESTO,

Donde se cuenta cómo Sedeño volvió á Paria con intencion de reconci liarse con el Alonso de Herrera, y lo que le aconteció.

Su vida y honra tiene mal segura
Quien hace de contrarios confianza,
Segun de varios casos de ventura
Esperiencia notoria nos alcanza:
De sabios es á buena coyuntura
Del primer parecer hacer mudanza,
Pues dañan confianzas al guerrero,
Y mas cuando se cree de lijero.

Sedeño, como yo soy buen testigo,
Era buen capitán y buen soldado;
Mas era del amigo y enemigo
Demasiadamente confiado:
Agora mas, en procurar abrigo
En enemigo suyo declarado;
Y ansi todos en estos menesteres

Tenian diferentes pareceres.

Porque después que vió cuánto perdia Por la revolucion y turbamulta, Juntó la poca gente que tenia En las cosas de guerra mas adulta; Y pareciéndole que convenia, Entró con todos ellos en consulta; Y para se llegar á sus respuestas, Dijo pocas palabras, y son estas:

« Paréceme, señores, grande mella La que hecho nos han estos hermanos, De quien siempre terné justa querella, Por ser tan viles, bajos y villanos; Y mas en tiempo que gozando della Dejaron la victoria de las manos Y con tan poco riesgo de la vida Una prosperidad tan conocida.

1

» Estoy por esta causa tan perplejo,
Que determinacion no me concedo,
Por ver mi perdicion, si aquesto dejo,
Y mucho mas perdido si me quedo :
Muy dudosa mi vuelta si me alejo;
Si fio del contrario tengo miedo,
Y destos pesadísimos estremos
No sé, señores mios, cuál tomemos.
>> Mas hecha razonable conjetura,
Parece que mi alma persevera
Eu no perder aquesta coyuntura,
Dejando totalmente la ribera;
Y ansi tengo por cosa mas segura
El verme con Alonso de Herrera;
Podria ser haber conformidades,
Y socorrer nuestras necesidades. >>

Entendidas por ellos las razones
Y el blanco do van todas apuntando,
Contradecian tales intenciones
Su parecer por malo condenando ;
Mas él, con eficaces persuasiones,
Los hizo mas sujetos á su mando,
Y ansi, mala sospecha concebida,
Efetuaron luego su partida.

Puestos en el camino conocido,
A Paria caminaban con presteza;
El capitán Herrera que fos vido
Metióse dentro de la fortaleza:
Fingiéndose que estaba mal herido,
Armándose con suma lijereza,

Y mandando también que sus soldados
Estén á punto bien aparejados.

Diciéndoles : « decid que estoy doliente
Cuando vierdes llegar este tirano,
Porque me venga a ver, y en continente
Echalde dos, ó tres, ó cuatro, mano,
Y los demás desarmen á su gente :
Haremos un negocio soberano. >>
Llegó Sedeño pues al dicho puerto,
Dado fin á las tramas y concierto.

Salieron no sé cuántos al camino,
Debajo la cautela referida,
Diciendo que Herrera si se vino
Fué por tener una crüel herida,
Y que quedarse fuera desatino,
Por estar en gran riesgo de la vida;
Y como en tal sazon era posible,
No pudo parecelles increible.

Con un semblante triste, rostro blando,
Mostrando condolerse del suceso,
Entró luego por vello, y en entrando
Usaron con gran furia del esceso;
Y a todos los que trajo de su bando
Desarmaron, segun atrás espreso,
Y al Sedeño, diciéndole baldones,
Hizo poner en ásperas prisiones.

En el fuerte que fué por él labrado
Con guarda de sus armas proveida,
Se vio con cepo, grillos y canado,
Falto de vestiduras y comida;
Y estuvo tanto tiempo maltratado,
Que ya desconfiaba de la vida,
Porque las guardas viles y sangrientas
Le dicen y le hacen mil afrentas.

Por oprobio de sus delicadezas
Y términos galanes y polidos,
Usaban de sucísimas bajezas
En el comer, beber y en los vestidos,
Y tantas y tan viles asperezas,
Que contallas ofenden los oidos;
Su gente, de placeres bien ajena,
Deseaban librallo desta pena.

Tomaron pues á pechos el cuidado
Por modos que jamás fueron sentidos:
Un Antonio Fernandez y un Machado,
Pedro Placeres Gago, Joan de Nidos,
Martin Lopez Perdomo y Alvarado,
Y otros que de mí fueron conocidos;
Y para lo librar desta presura
Esperaban sazon y coyuntura.

Habia pues necesidad urgente
Para se sustentar de vitüalla,
Y el Agustin Delgado con la gente
Fueron por las comarcas á buscalla,
Quedándose Herrera solamente
Con dos ó tres soldados de canalla,
Creyendo que bastaba su braveza
A defender aquella fortaleza.

Los otros, con sazon tan deseada
Rodéanlo con áspero denuedo ;
Y como los sintió de mano armada,
Salió con mas furor que decir puedo ;
Mas viendo gente tan determinada,
Adentro lo volvió discreto miedo,
Porque como lo vieron salir fuera,
Tras él iban diciendo: « muera, muera. »
Las puertas les cerró ; mas no bastaba,
Porque los del Sedeño las batian,
A los de afuera él amenazaba,
Lo mismo los de fuera le hacian:
Finalmente, Herrera preguntaba
Diesen razon de lo que pretendian;
Ellos dicen: « poneros hemos fuego,
Si no soltais al buen Sedeño luego.»>

Quieto y apartado de sus fieros
Respondióles Alonso de Herrera:
«Haceislo como buenos caballeros,
Gloria, flor y bondad de nuestra era;
Y pues que son forzosos los terceros,
Prometo como tal de echallo fuera;
Podeis os aquietar, nobles varones,
Que yo voy a quitalle las prisiones.>>

Llegado do sus pasos encamina,
Dijo mataros quiero, buen Sedeño. »
Respondióle Sedeño muy aina :

« Por cierto vos bareis lance pequeño :
Matar en la prision una gallina,
O un liron vencido de gran sueño. —
No quiero, respondió, ser homicida,
Antes quiero que vos me deis la vida.»

«Yo vengo con entero pensamiento
De daros libertad liberalmente,
Con que hagais solene juramento
De luego navegar con vuestra gente,
Y me dejar aquí libre y exento,
Sin ser de novedades pretendiente;
Demás desto debeis quedar conmigo
De no me ser amigo ni enemigo.»>

Sedeño, con deseo que tenia
De verse do siquiera cielo viese,
Le dijo que haria y juraria
Aquello y mucho mas que le pidiese,
Porque la libertad que prometia
Valia mucho mas que el interese,
Y con ofrecimientos y razones
A él se le quitaron las prisiones.

El Herrera después con sus criados,
Quitada la prision que padecia,
Abriéronle la puerta recatados
De la gente leal que to pedia ;
Reciben al Sedeño sus soldados
Con gran contentamiento y alegría;
Y dándoles las gracias por sus hechos,
A la mar les mandó fuesen derechos.

Embarcaronse, no sin multiplico
De furiosos vientos y tormenta;
Y fueron á San Joan de Puerto-Rico,
Do Sedeño tenia buena renta :
Otros negocios suyos no replico,
Porque de sus proezas daré cuenta,
Y cómo después hizo grande entrada,
Que en estas partes fué solenizada.

Dejarémoslos pues desta manera,
Al Sedeño do pinta mi cuaderno,
Y al Agustin Delgado y al Herrera
En Paria, do tuvieron el invierno,
Esperando por horas que viniera
Jerónimo de Ortal con el gobierno,
Del cual el rey le habia proveido
Por muerte del Ordás ya referido.

El cual gobernador después que hubo Llegado con armada suficiente, La isla Trinidad también anduvo Por parte que le fué mas conviniente; Y en ella con rescates se entretuvo Por dar mantenimientos á su gente, La cual, estando toda reformada, A Neverí hicieron su jornada.

Después á la conquista se presenta Joan Ponce de Leon, un descendiente Del otro deste nombre, cuya cuenta Yo doy en otra parte largamente; Seria por el año de setenta Cuando en la Trinidad metió su gente : No hizo cosa digna de memoria, Y ansi no haré dél mayor historia.

Criollo de San Joan que conocemos, De parte principal ilustre abuelo ; Mas, pues que por agora no sabemos Otras mas novedades de aquel suelo, La isla Trinidad aquí dejemos, Y háganos gozar de la del cielo Aquella sacrosanta Providencia, En las personas trino y una esencia.

ELEGIA XI.

A la muerte de Jerónimo de Ortal, segundo gobernador de Paria, donde se cuenta de la segunda entrada que se hizo por el rio Urinoco, con otras muchas cosas que entonces acontecieron.

CANTO PRIMERO.

Entre los demás hilos desta trama,
Que por la costa bajo va tejida,
Jerónimo de Ortal también me llama
A decir el discurso de su vida,
Porque de vista fué, que no por fama,
Su persona de mi bien conocida,
El cual fué natural de Zaragoza,
Y vino con Ordás en edad moza.

Era de Cobos muy favorecido,
El cual en aquel tiempo florecia,
Y por el fin que ya teneis oido
Pidió lo mismo que el Ordás tenia:
A la gobernacion fué proveido,
Segun y por el orden que queria,
Año de treinta y cuatro comenzado
Con el millar y medio ya contado.

Teniendo ya las cédulas reales,
Apercebióse para la jornada,
Nombrando capitanes y oficiales
Por orden y razon acostumbrada;

Y destos hombres hay muy principales
En este nuevo reino de Granada,
Como Miguel Holguin, en quien hoy dia
Se ve virtud, valor y valentía :

Varon en paz y guerra de consejo,
Enemigo de todo desafuero,
Desde su juventud fué sabio viejo,
Cristiano y honoroso caballero;
A los mas virtuosos es parejo,
En todas buenas obras el primero,
Cultor muy grande del honor divino,
Y socorro del pobre peregrino.

Vino por capitán Luis Lanchero,
Varon cabal para cualquier afrenta,
Después en este reino fué guerrero
Que de sus cargos dió muy buena cuenta;
Un Joan de Castro fué su compañero
De placeres que vida descontenta,
Otros también pornemos por historia,
Cuando los ofreciere la memoria.

Dispuesta toda cosa necesaria Dos naos gruesas y una carabela, Para ir en demanda de su Paria, Mandó que se hiciesen à la vela: Surgieron en las islas de Canaria, Adonde recogió gente novela; Y en Tenerife fué principalmente Donde se le llegó copia de gente.

Que podia pasar bancos de Flandes
Y quebrantar el mas soberbio lomo :
Es vivo destos hoy Pero Fernandez,
Que se dice de Porras ó Perdomo :
En aquella sazon de brios grandes,
Y en el tiempo presente de gran tomo,
Regidor de Tocaima la nombrada
En este nuevo reino de Granada.

De allí salió también Anton Garcia,
A quien llamábamos Anton del Guante,
Brioso con alguna bizarría,
Pero para la guerra muy bastante;
Y con aquesta misma compañía
Gaspar de Santa Fe fué caminante,
Con muchos mas que la memoria pierde,
Pero yo los diré desque me acuerde.
Prosiguió pues Ortal esta derrota
De gentes y pertrechos avïado,
Llevando por piloto de la flota
Un Cristóbal Angulo del condado;
Hacia la carrera ser mas nota
Un portugués, piloto corcobado,
Pues sin haber andado la tal via
Certísimo salió cuanto decia.

Estando pues à vista del golfete
De Paria, para do se navegaba,
Un cierto temporal les acomete
Que viento de nordeste levantaba;
Despareció la nao de Alderete

Con doscientos soldados que llevaba,
La cual fué costa bajo navegando
El puerto de Cubagua demandando.

Surgieron los demás en la ribera
De Paria, que por todos se desea,
Do vieron al Alonso de Herrera,
A Villagrán, Morán, Pedro de Cea,
Joan Fuerte, Villagomez, Talavera,
Joan Gonzalez, Perálvarez, Perea,
Con otros, que serian hasta treinta,
Hombres de quien se hizo mucha cuenta.
Ortal luego salió con sus soldados
A consolar la baquïana gente,
Los unos de los otros deseados,
Se saludaron amigablemente :
Herrera con poderes ampliados
Nombrado fué por general tiniente;
Del nombramiento deste caballero
Muy corrido quedó Luis Lanchero.

Porque por su valor y valentía
Tenia deste cargo pretensiones,
Y ansí con el enojo que tenia
Dijo contra los dos feas razones :
Prendiéronlo por esta demasía,
No se quedando Castro sin prisiones,
A causa de que para tal demanda
Lanchero lo tenia de su banda.

Estando los dos presos en el agua
Con guardas que velaban noche y dia,
A Turpiar llegó cierta piragua
Con Rodrigo de Niebla, que venia
En ella de la isla de Cubagua,
Y cartas de Alderete que traia,
Diciéndole quedar en salvamento

Con los doscientos hombres que ya cuento

Fué del gobernador bien recebido
Este que con tan buena nueva vino,
Por ser amigo suyo conocido,
Y de Cubagua principal vecino ;
Y al tiempo de volver á su partido
Ortal se fué con él aquel camino,
A recoger sus gentes belicosas

Y dar orden á otras muchas cosas.

Mas antes que debajo destos fines
Con Rodrigo de Niebla se partiera,
Entró por Uyapar y sus confines
El capitán Alonso de Herrera:
Con cinco principales bergantines
E una carabela muy lijera:

Doscientos hombres, armas y pertrechos,
Cinco caballos al viaje hechos.

Eran los de caballo, que do quiera
Pudieran dar de si bastante prueba,
El general Alonso de Herrera,
De tesorero Joan de Villanueva,
Morán, Pedro de Cea, también era
Un Alvaro de Ordás de los que lleva,
Mancebo valeroso, diestro, fuerte,
Sobrino del que ya llevó la muerte.

La gente del armada despedida
Por el Ortal, con capitán amigo
Dejó la fortaleza proveida
Para ir con el Niebla donde digo;
Y con prision angosta y afligida
Los dos que ya nombré llevó consigo,
No confiándose de sus concetos
Por tenellos por mozos inquietos.

Y van en un navío juntos todos,
Corriendo por las aguas espumosas,
Y al doblar de las puntas y recodos,
Que por allí son algo peligrosas,
El Lanchero buscaba muchos modos
Cómo poder quitarse las esposas,
Dijome que debajo de desino
De hacer algun grande desatino.

Al Niebla le decia : « yo no puedo
Sufrir estas esposas que me matan,
Quitenmelas por un tan solo credo
Para ver de qué parte me maltratan; »
Luego Niebla trató con rostro ledo
Con el Ortal lo que los dos le tratan,
Jerónimo de Ortal cumplió su ruego
Para tornárselas á poner luego.

Quitóselas un mozo marinero,

Y estándolas mirando blandamente,
Arrebátoselas Luis Lanchero,
Echándolas al mar incontinente;
Rióse destas burlas el tercero,
El Ortal las tomó pesadamente,
Y ansi mandó que todos sus fieles
Se los maniatasen con cordeles.

Mas aunque les faltaban las espadas
En la proa do estaban, ya tenian
Muchas cuñas de tiros allegadas,
Y cosas con que bien se defendian :
Las razones que dicen son pesadas,
Bravísimos los fieros que hacian,
Demás desto la gente mas lozana
A ellos iba muy de mala gana.

Queriendo Niebla pues matar el fuego
Que se causaba destas turbaciones,
Procuró de ponellos en sosiego
Con cuerdas y católicas razones;
Porque llegados á Cubagua luego
Prometia de dallos en prisiones,
Fué de los presos voluntad espresa
Que no se quebrantase la promesa.

Llegados á Cubagua, y entregados A mas que miserable cativerio, Quebraron tantas fuerzas de candados, Que parecia cosa de misterio; Y fueron recogidos y amparados En San Francisco, fuerte monasterio, Do guardas los cercaban por momentos Y les quitaban todos alimentos.

Noches y dias, lanzas y gorguces Por horas los ponian en aprieto; Mas por favor de ciertos andaluces, Que los favorecian en secreto, Hubieron a las manos arcabuces Que hicieron el cerco mas quieto; Pues de los que tenian este cargo Algunos se hicieron á lo largo.

Muchas veces también salian fuera,
Cuando los alimentos les faltaban,
Para poder tomar en la ribera
De lo que los navíos descargaban :
A todos asombraban de manera
Que por amor ó fuerza se lo daban;
Ofrecian también algunas prendas,
Por no tomar de balde las haciendas.

No fueron en el cerco tan continos
Los soldados con lanzas y venablos,
Aunque los dos hacian desatinos,
Que para los decir faltan vocablos;
Tanto, que ya quisieran los vecinos
Que se fueran con todos los diablos,
Con ser allí los hombres detenidos
Para la defension destos partidos.

Trataron pues los frailes, de concierto
Con otros hombres nobles de linaje,
Cuyo favor también fué descubierto,
En avïallos para su viaje ;

Al fin ellos salieron deste puerto
Vestidos y con buen matalotaje,
Y corrieron después larga carrera,
Aprobando muy bien adonde quiera.
Estos bullicios vanos acabados,
De que dimos razon algo sumaria,
Ortal recogió todos sus soldados
Para con ellos revolver à Paria;
Dejó tres bergantines concertados
Para llevar comida necesaria,
E ir con ellos en la primavera
En busca del Alonso de Herrera.
Embarcó pues sus gentes Alderete,
Las suyas Alonso Alvarez Guerrero,
Va por trabadas jarcias el grumete,
Alista lo demás el marinero:
Desfiérese la vela del trinquete,
Cada cual oficial anda lijero;
Al fin llegó con esta compañía
Jerónimo de Ortal donde queria.

Puestos en Turpiar incontinente
Hizo desamparar la fortaleza,
A la Trinidad fué toda la gente
Por haber de comida mas grandeza :
Maruaná los recibe blandamente
Y los demás no muestran aspereza,
Porque de los rencuentros atrasados
Estaban estos indios quebrantados.

Allí toda la gente que traia
Era medianamente proveida,
Porque por su rescate cada dia
Acudian los indios con comida :
Ortal ningun agravio les hacia,
Y en la paga su boca fué medida,
Entreteniéndose por sus confines
Hasta venir aquellos bergantines.

Anduvo por allí con pia mano
Sin consentir hacerse desatino,
Esperando las flores del verano
Para ponerse todos en camino;
Pero su pensamiento salió vano
Por el mal que á los otros les avino,
En batalla feroz, crüel, sangrienta,
De que daré después prolija cuenta.

CANTO SEGUNDO,

Donde se cuenta el trabajoso viaje que llevó el capitán Alonso de Herrera, y cosas en él acontecidas.

Todas las mas personas que perdidas Vimos salir de las jornadas hechas, Suelen generalmente ser heridas Con estímulos grandes de sospechas De que dejaron tierras ascondidas Por no saber llevar vias derechas ; Y si tomaran tal ó tal camino Llevara su derrota mejor tino.

Tal sospecha tenian arraigada
Todos los capitanes y soldados
Que con Ordás salieron del entrada;
Y ansi volvieron muy determinados
De seguir mas de veras la jornada
Y costear mejor entrambos lados,
Y por mejor subir por los esteros
Llevaban los navíos mas lijeros.

Yendo pues segun orden concertado
Por caudaloso rio y estendido,
Llegaron á Caroa ya nombrado,
Pueblo de muchos dellos conocido:
Allí fué nuestro campo reparado
Y por algunos dias detenido,
Hicieron oficiales con su plancha
Una barca de Córdoba bien ancha.

A veces la llevaban remolcando
Cuando las velas della no servian,
Y en ella los caballos cada y cuando
Que las necesidades lo pedian :
Sin que se fatigase nuestro bando,
Muy à placer entraban y salian,
Industria del Alonso de Herrera,
Admirable varon adonde quiera.

En tanto que la barca se hacia
No faltaban rancheos y salidas,
Y en ellos los de nuestra compañía
Hubieron entre piezas recogidas
Un indio que Chuipa se decia,
De proporcion y fuerzas escogidas,
Al cual indio pintó naturaleza
De gran disposicion y gentileza.

Hombre, segun se vió, de gran pericia
En regir escuadrones de su guerra,
Y este certificaba sin malicia
Estar cerca de allí próspera tierra;
Y siempre señaló la tal noticia
A las otras vertientes de la sierra,
Otros algunos indios deste puerto
Afirmaban lo mismo por muy cierto.

Y una cariba india, Catalina
De Perálvarez, moza diligente,
Mujer de gran razon é ya ladina,
Conformaba con estos juntamente;
Por lo cual el Herrera determina
De enviar al Ordás con cierta gente,
El cual luego partió con buen avio
A la siniestra mano deste rio.

Fueron nuestros soldados peregrinos
Por el paraje dicho, por las guias
Hallaron muchas sendas y caminos
Que se decia ser de pesquerías;
Y sin poder hallar indios vecinos
Anduvieron al pié de veinte dias
Por tan espesas y ásperas montañas,
Que no bastaban ya fuerzas ni mañas

Todos ellos de hambre perecian
Vencidos y rendidos á flaqueza,
Los caballos tampoco no podian
Romper por las alturas y aspereza;
Y cuanto mas arriba los subian
Hallaban cumbre de mayor grandeza;
Cesaban ya las hachas y azadones
Por la debilidad de los peones.

Viendo que no podian ya valerse
Y el gran trabajo que se padecia,
Determinaron todos de volverse
Donde queda la otra compañía :
Que tampoco podia mantenerse,
Antes necesidad los compelia
A proseguir arriba su viaje
Para buscar algun matalotaje.

En continuacion desta corrida
Descubrieron algunas poblaciones,
Do hallaron un poco de comida
Aunque no sin guerreros tropezones.
Determinó hacer otra salida
El Herrera con copia de varones,
Pensando que se diera mejor maña
Para romper tan áspera montaña.

Perseveró con grande sufrimiento Tres ó cuatro semanas de jornada, Mas no pudo salir con el intento Por estar ya la gente fatigada ; Volvióse no sin gran desabrimiento, Y junto con la gente del armada A boga y remo sus navíos saca Hasta cerca del rio Caranaca.

Vieron disposicion de poblaciones Desde los barcos acia manderecha, Saltaron luego copia de peones

Por senda que se vió no ser estrecha:
Toparon luego grandes escuadrones,
Infinita macana, dardo, flecha,
De manatí fortísimos paveses
Do hacen poca mella los reveses.

El gran Herrera su caballo lleva, Y de los suyos iban arreados Morán y tesorero Villanueva, Con armas de algodon encubertados; Y para dar de si bastante prueba Los peones también iban armados, Los cuales viendo gentes tan dispuestas Las armas y las manos hacen prestas. Suena la vocería y el estruendo De los itotos bárbaros, lozanos, Los labios con coraje remordiendo Vienen al escuadron de los cristianos, Y el indio capitán iba diciendo: « Vivos me los tomad todos á manos, Que los quiero tener en mis riberas Para que me cultiven sementeras.

>> De mujeril temor limpiad los senos
Para poder tomar justas venganzas,
De los que ya sabeis que no son buenos,
Pues vienen á comer nuestras labranzas,
Sin su sudor gozando los ajenos

Con otras desmedidas destemplanzas. »
Retráese la gente castellana
Para sacallos mas á la zavana.

Después que los tuvieron á contento
El capitán Alonso de Herrera
Hizo cierta señal de rompimiento
Atropellando bien esta carrera:
Entró con furia de leon hambriento
Y con aquel valor de quien él era,
Villanueva y Moran siguen sus huellos
Y todos los demás fueron tras ellos.
Infinidad de sangre va vertiendo
Gandules señalados derribando,
A una y otra mano revolviendo,
Peones y caballos animando :
Penachos y plumajes abatiendo,
Pechos, cuellos, ijares traspasando :
Increible parece la matanza
Que este gigante hizo con su lanza.

Bien ansí como cuando los furores
Del aquilon, con alas estendidas,
Van robando las hojas y las flores
Que estaban de sus árboles asidas;
Y quedan ya perdidos sus olores,
Por cultivados campos esparcidas,
O ya por los caminos y calzadas
En partes diferentes arrolladas;

No menos que con tales movimientos
Las fuerzas del Herrera se mostraban,
Derribando guerreros ornamentos
De los indios que mas se señalaban :
A qui vereis caidos y sangrientos,
Allí montones muertos se hollaban,
Acullá se rehacen los itotos
Con grandes alaridos y alborotos.

Morán y el tesorero Villanueva No daban menos muestra de valores; Pues cada cual su fuerte lauza ceba Donde vian los riesgos ser mayores : El escuadron de pié también se prueba En hechos y hazañas no menores, Por ser todos varones escogidos Y en militares artes instrüidos.

Miguel Holguin y Joan de Avellaneda,
Por aquellos lugares de su suerte,
Hacian bien abierta la vereda
Entregando contrarios à la muerte;
Pues el escuadra Sanchez de Cepeda
Junto con los valores de Joan Fuerte
Hicieron aquel dia maravillas
Tantas, que no podria yo decillas.

Durando pues el bárbaro guerrero
Juntos á una misma coyuntura,
Acudieron con un encuentro fiero
Para dar fin á la batalla dura;
El caballo murió del tesorero,
Que se tuvo por harta desventura,
Muy mal herido Sanchez y Roberto,
Y Joan de Avellaneda casi muerto.

Encendida la furia que no para,
Sin desmayar jamás la gente fiera,
Al general hirieron en la cara
Por llevar levantada la visera ;
Y la herida fué con una vara
Tostada, de durísima madera,
Quitósela, y estando mal herido
Fué de mayor furor mas encendido.
El brioso caballo revolviendo
Que con sus voluntades respondia,
Por do quiera que pasa va haciendo
Lo que su gran enojo pretendia :
De su furor los indios van perdiendo
Y por los nuestros nada se perdia,
Calor y sed á todos enemiga
Les causaba grandísima fatiga.

Apriesa por vencer tan duro trance
Andan entre desnudos los de faldas;
Pero juzgando ser mejor balance
Los desnudos volvieron las espaldas:
Los vestidos siguieron el alcance
No por oro ni piedras esmeraldas,
Sino para gozar de su comida
Y ver dó la tenian recogida.

De la cual fueron todos proveidos,
Y por entonces fué mediana suerte ;
Curaron luego todos los heridos,
De los cuales ninguno fué de muerte:
Fueron algunos dias detenidos
En esta parte con reguardo fuerte,
Hasta que la herida compañía
Se sintió con alguna mejoría.

Obra de quince dias ya pasados,
Con alguna comida que se saca,
Fueron pasando muchos despoblados
Por encima del rio Caranaca :
Donde Diego de Ordás y sus soldados
No quisieron creer al arüaca;
Andaba ya la gente muy caida
Por faltalles á todos la comida.
Satisfacian este desconsuelo
Con hallar mucho bledo colorado,
Con una cierta red ó chinchorruelo
Se tomaba también algun pescado:
Sacaron una vez con un anzuelo
Un peje de los otros estremado,
Que parecia ser congrio perfeto,
Pero miraculoso su secreto.

Porque traido hasta la ribera,
Teniéndolo Miguel Holguin asido,
Comenzó de temblar en gran manera
Quedando casi fuera de sentido ;
Ayudaronle muchos, y cualquiera
Deste mismo temblor fué poseido,
Y nadie se halló que no temblase,
Aunque con una lanza le tocase.

Para satisfacer necesidades
Al fin lo degolló hambrienta mano,
Hallanse destos pejes cantidades
En los rios que corren por lo llano:
Tiene las sobredichas propriedades,
Es bueno de comer y no mal sano,
Y este peje se dice quantum credo,
En griego narce, y en latin torpedo.

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