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Navegando van pues nuestros guerreros, A peligros inmensos arrojados En competencia de los indios fieros Que los combaten por entrambos lados : Navegan sin saber los paraderos Ni tener de quien sean avisados, Hasta que percebieron los oidos De muy lejos grandísimos ruïdos. Iba la gente desto temerosa Prosiguiendo con duda su viaje, Y apartada la noche tenebrosa Haciendo ya remansos el aguaje, Vieron la blanca Tetis espumosa, Y en ella levantarse gran olaje, Y con calor de presurosos modos

¡La mar, la mar del norte! dicen todos » Gobernémonos bien, hermanos mios, Con prontitud y diligencia buena, Pues ya no navegamos por los rios : A gran priesa guindemos el entena, Descúbranse con sondas los bajíos, No damos al salir en el arena; Que suelen tener rios en las bocas Bancos secretos, arrecifes, rocas. » Ignoran todos ellos el paraje, Puesto que mil consultas hay aposta, Mas en ellas ninguno fué tan saje Que no fuese su ciencia muy angosta; Y ansi les pareció mejor viaje Nunca desarrimarse de la costa; Pues si por ella fuesen en las manos, Dios les daria pueblos de cristianos.

Con la tal opinion sin la contraria La costa bajo van con tiempo lleno: Vieron la Trinidad, vieron à Paria Con otras circunstantes de su seno : Hacian conjetura no sumaria

Alonso Esteban, Márquez y Joan Bueno,
Por haber estos tres, tiempo pasado,
Por aquellos parajes navegado.

Inciertos, pero con algun desino
Que cada uno dellos en sí fragua,
Prosiguen adelante su camino,
Hasta dar en la costa de Cubagua ;
Y allí los poseyó mas desatino
Por no ver carabela ni piragua
De la crecida flota que solia
Salir á la pasada pesquería.

Las casas encaladas devisaban
Los hombres destas peregrinas naves;
Mas por peñascos grandes las juzgaban
Y suciedad de las marinas aves;
Para soltar las dudas en que estaban
Faltábales allí quien diese llaves,
Y á los unos la hambre los incita
A que tomen la isla Margarita.

Holguin, comendador, varon esperto
La caña del timon á banda cierra;
Y puestos en buen orden y concierto
Con armas y pertrechos para guerra,
En la Punta-las-Piedras tomó puerto,
Donde con los demás halló la tierra,
Y en ese mismo punto luego vido
Camino que de bestias va seguido.

El padre fray Gonzalo de la Vera,
Con Alonso de Robles y otros tales,
Querian porfiar que el rastro era
De nunca conocidos animales;
Mas Celis Montañés sin mas espera
Sopló dos ó tres veces las señales,
Y vido claramente señalados
Los clavos de cabezas como dados.
Vereis las gentes ya regocijadas,
Y fuera del pasado desconsuelo
Besar por muchas veces las pisadas
Hincando las rodillas por el suelo ;
Y las manos en alto levantadas
Dan gracias al Señor del alto cielo,
Porque ya claramente conociau
Ser aquel el paraje que decian.

Conocida Cubagua claramente,
Que antes por peñasco se tenia,
Allá hacen viaje brevemente
Por ser breve compás la travesía:
Salimos á la playa mucha gente :
A ver estraño barco que venia,
Imaginando muchos ser soldados
De los que Ordás perdió tiempos pasados.
En gran manera son regocijados
De ver y de hablar cristiana gente,
Al templo van descalzos, destocados,
A dar gracias a Dios primeramente;
Y á todos nos tornó maravillados
Viaje de tan gran inconviniente:
Acomodóse bien la compañía,
Y al barco de Orellana no venia.

Pasárase de largo, si no fuera
Aviso por bastante mensajero,
Que hizo luego Pedro de Herrera,
Para buscar aqueste caballero
Con indios y canoa muy lijera,
Y un Cristóbal de Lepe, marinero
El cual luego que vió la carabela
A ella dirigió remos y vela.

Admiróse Francisco de Orellana
Como vido la indica ralea
Regirse con timon y con mesana,
Y ansi se reparó para pelea;
Mas percebiendo lengua castellana
Con el mensaje tal cual él desea,
Siguió la carabela mensajera
En demanda del Pedro de Herrera.

Tomó tierra con todos sus soldados,
Y puesto que con nombre de perdidos,
Todos salieron bien aderezados
Con grande bizarría de vestidos :
Fueron unos y otros hospedados

Y magníficamente proveidos;

Trató luego de sus descubrimientos
Con muestras de sus vanos pensamientos.,
Hizo luego viaje para España
Hechas á su sabor informaciones,
Con gente principal de su compaña,
Prendada de las mismas pretensiones;
Y entonces publicó la gran patraña
De aquellas invencibles amazones;
Volvió por su demanda ya casado,
Y por gobernador y adelantado.

Cargó de muy lucida compañía,
Bien fuera de razon y fundamentos
En traellos por donde los traia
Y á tierra de cien mil impedimentos;
Y ansi junto del rio do venia
Murió vejado destos pensamientos;
Después su mujer vimos afligida
Y toda la demás gente perdida.

Es pues para hacer la tal jornada
Ir contra la corriente desatino;
Pudiérala hacer mas acertada
Si segundara por adonde vino :
Pero pues que su vida es acabada,
Quiérome yo tornar á mi camino,
Y al Ursúa que está haciendo gente,
Con canto nuevo del tenor siguiente.

CANTO TERCERO,

Donde se cuenta la partida de PEDRO DE URSUA, con buena copia de gente aunque alguna della inquieta y facinerosa, y las demás particularidades sucedidas antes de embarcarse en el rio por donde habian de hacer su viaje.

Prenden á Marte redes de Vulcano
En Venus colocado su contento,
Ablándase la mas guerrera mano
Vencida de lascivo pensamiento,
Con mal amor enferma lo mas sano,
Do quiera causa tierno sentimiento:
Los invencibles y mas fuertes cuellos
Una flaca mujer suele vencellos.

Pedro de Ursúa pues, cuya grandeza
De hechos ya tenemos conocida,
Hizo su belicosa fortaleza

A fuegos amorosos sometida,
Vencido de un estremo de belleza
Que fué lo mas estremo de su vida;
Ÿ à vueltas de guerreros atambores
También ejercitaba sus amores.

La bella doña Inés era la dama
Que tuvo con razon nombre de bella,
Si fuera con reguardo de la fama
Que debe reguardar cualquier doncella;
A quien el buen Ursúa mucho ama,
Siendo no menos él amado della;
Y como bien querer importunase
Acabóse con él que la llevase.

Hija de Blas de Atienza, que de Lima O de Trujillo fué, moza lustrosa, Avisada, graciosa y en estima, Como ya dicho tengo, de hermosa : Gentil disposicion con que lastima El ánima de amor mas odïosa, No tiene padres puestos al enmienda Ni deudos que le tiren de la rienda. Pues el Ursúa como consintiese Que fuese doña Inés á la jornada, Secretamente le mandó que fuese Tras él por via mas disimulada; Y el partido, mandó que se partiese De ciertas dueñas bien acompañada : Luego se despidió de su querida, Y convocó la gente divertida.

Llegóse de soldados gran estruendo Aderezados para la demanda, Muchos de corazon malo y horrendo, Como fué Joan Alonso de la Vanda, Lope de Aguirre, Perez y Salduendo, Diego de Torres, Vargas y Miranda, Y un Cristóbal Fernandez, mal cristiano, Pero Fernandez y Miguel Serrano.

Otros algunos, en maldad insines, Gente desesperada y atrevida, Amiga de traiciones y motines, Sin Dios y sin olor de buena vida : Al fin en sus costumbres tan ruïnes, Que tienen la virtud aborrecida; Ningun concierto hay que los concierte, Ni temen temporal ni eterna muerte.

Como el marqués insigne Mendocino Le tuviese tan justas aficiones Al Ursúa y le fuese tan benino, Acudióle gran copia de varones; Con los cuales él hizo su camino A la provincia de los Motilones, Porque en aquellas tierras y comarcas Había de hacer copia de barcas.

Tenia de la tierra la tenencia
El que Pedro Ramiro se decia,
Hombre de gran consejo y esperiencia,
Señalado varon en valentía:
Recebiólo con gran magnificencia,
Con gran urbanidad y cortesía;
El Ursúa hallando tal abrigo
Procuró granjearlo por amigo.
Después en lo aviar metió tal prenda
Que el Ursúa, persona bien mirada,
Le dijo que dejase su vivienda
Y se fuese con él á la jornada ;
Porque será señor de su hacienda,
Y maese de campo del armada;
Fué nombrado por tal, y pretensores
Quedaron con algunos sinsabores.

Destos el uno fué Francisco Diaz,
Pariente del Ursúa muy cercano,
Ansimismo soldado de mis dias
Valiente y comedido cortesano;
Que movido de vanas fantasías
En el Pedro Ramiro puso mano:
Dióle de puñaladas en efeto,

Maldad indigna de hombre tan discreto.

De tan escandaloso desatino
Al Ursúa le dan luego noticia,
Que estaba gran distancia de camino
Bien fuera de tan áspera malicia,
Revolvió sin parar, y como vino
Hizo del matador justa justicia,
Y de Grijota y de Benito Diaz,
Consortes, y de un Diego de Frias.

Después que ya dió fin á malos fines,
Sin él se recelar de los peores,
Procuró concluir los bergantines
No sin grandes trabajos y sudores,
Por apartarse ya destos confines
Y poder descubrir otros mejores;
Demás desto también se recelaba
Que mucha gente se le remontaba.

Aprestándose pues desta manera
Con temor de que gente se le huya,
La bella doña Inés, que no debiera,
Allí llegó también en busca suya;
Porque con una muerte lastimera
Vida de dos amantes se concluya,
Y este negocio cuentan estas gentes
Por vias y maneras diferentes.

Pues entre muchos dellos hubo fama
Haber puesto los ojos el Salduendo
En los merecimientos desta dama
Que diferentes partes va siguiendo ;
Y él fué de los catorce de la trama
Del pérfido motin, malo y horrendo;
Y cuando doña Inés se recebia,
El se mostró con grande lozanía.

Puesto que todos para dar contento A su gobernador, que por ventura Tenia diferente pensamiento, Hicieron á tan alta hermosura Solene y principal recebimiento, Anuncio de su grande desventura: Unos van con sinceras intenciones, Otros con muy dañados corazones.

Formóse campo digno de mirallo, Guarnido de galanas invenciones, Infanterías y hombres de caballo Con trémulas banderas y pendones; Y porque ella pudiese contemplallo Ordenaron lucidos escuadrones, Los cuales en presencia de las dueñas Hicieron caracoles y reseñas.

Ondean por los yelmos plumas largas
De las garcetas blancas y avestruces,
Revuelven lanzas, cambian las adargas
Los diestros y valientes andaluces,
Descargan con gran impetu sus cargas
Los fumosos y ardientes arcabuces,
Con gran orden entraban y salian
Con una y otra salva que hacian.

Ninguno de su orden se derrama
En este singular recebimiento,
Y en llegando frontero de la dama
Hacia cada cual acatamiento:
Enciéndelos en amorosa llama,
En muchos causa tierno sentimiento,
Porque su buen donaire y su meneo
Ponia mil espuelas al deseo.

En un cuartago blanco pequeñuelo
Iba, pero muy bien aderezado,
Basquiña de lustroso terciopelo,
Un galdresillo de color morado,
Las guarniciones de color de cielo,
Con cristalinas perlas estampado,
Capelete con plumas y medalla
Con el mas aderezo que se calla.

Rebozada hacia gran destrozo
De ánimas en esta compañía,

Y mucho mas después que cierto mozo
Le dijo: « por merced, señora mia,
Os pido que quiteis ese rebozo,
Veremos ya la luz del claro dia,
Que no sé cómo puede velo solo
Cubrir rayos mas claros que de Apolo.»

Ella, de comedida cortesana,
El antifaz quitó luego á la hora:
Atónita quedó la gente vana

De ver rostro do tanta beldad mora ;
Deshizose la lumbre de Diana
Sobrepujó lo claro del aurora:
Dijeras en el alma mas reclusa
Obrarse los efetos de Medusa.

En amoroso fuego van ardiendo
Hasta los recatados y discretos,
Y en el desventurado de Salduendo
Hacen mas impresion estos efetos;
Pues en las muestras iba descubriendo
Sus apasionadísimos concetos;

Y aunque cesó la fiesta de aquel dia,
Nunca cesó su loca fantasía.

Al fin el regocijo ya deshecho
Y todos los guerreros escuadrones,
El Salduendo tomó luego su lecho
Sin esperar á mas conversaciones:
Su corazon bestial y falso pecho,
Distraido con mil vacilaciones,
Pero todas y todos sus cuidados
Van á la dona Inés encaminados.

Decia: «¡ si su vista balagüeña
Acaso contempló mi buen talante
Al tiempo que salí de la reseña,
Y hice las levadas de montante!
¡O si quiso notar aquella seña
Que le hice pasando por delante!
Parecióme cebar en mí los ojos..
Pero creo que son vanos antojos.

» Porque ¿qué ocasiones ó qué prend
Hay para penetrar mis pensamientos?
O¿qué le dije yo para que entienda
Estos mis congojosos sentimientos ?
O¿qué quiere decir tomar contienda
Con quien es el señor de sus intentos?
¿Quién no dirá ser el intento mio
Grandísima locura y desvario?

» O¿cuál de las mujeres adevina El mal y la congoja del sirviente Con una sola vista repentina

Sin le decir jamás el mal que siente?
O¿quién pudo dar cierta medicina
A los inciertos males del doliente?
¿En qué buena razon ó seso cabe
Querer curar el mal que no se sabe?

>> Para curarse pues enfermedades
Yo hallo que será mejor camino
Al médico decille las verdades
Y no hacello dellas adevino :
Aquesto vencerá dificultades,
Y en esto me resumo y determino,
Porque el enfermo que sus males calla
Remedio tarde, mal‍ó nunca halla. »

Estas cosas y otras vacilando El ánima malvada y afligida, Andábanse los otros preparando Y dando gran calor à la partida: Algunos dellos iban embarcando De la gente mejor apercebida; El capitán Garci Arce con cincuenta, Don Joan de Vargas doble desta cuenta.

Mandóles esperarse en cierta parte,
Y el Arce como fué mas larga via
De indios encontró tan duro Marte
Que fué bien menester su valentía :
Mas el don Joan de Vargas no se parte
Del límite que Ursúa le ponia,
Esperándole con sus compañías
Mas de sesenta ó de setenta dias.

Escesivo trabajo se pasaba
Por falta de comida que tenia,
Y en cierta isla donde el Arce estaba
Angustia no menor se padecia;
Y el Ursúa que mucho deseaba
Seguillos brevemente no podia,
Porque querian ya hacelle tiro

Los soldados del buen Pedro Ramiro.

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Pues el gobernador, considerando
Ser grande la tardanza que hacia,
Mandó con atambor echar un bando
Para que se partiesen otro dia:
En cumplimiento dél se van juntando
Con servicio y bagaj que se traia,
Cuya cantidad era de tal modo
Que faltaban navíos para todo.

Ursúa se hallaba muy confuso
Por no tener do tanta cosa fuese,
De lo que cada cual para su uso
Llevaba y le costó buen interese;
Mas lo mejor que supo se dispuso
A dar el mejor orden que pudiese,
Y hecha luego junta de la gente
Me dicen que les dijo lo siguiente.

Quitó con buen donaire su chapeo
Usando de su buen comedimiento
Diciendo « caballeros, mi deseo
Siempre fué de seguir vuestro contento;
Y con igual amor lo mismo creo
De vuestro virtuoso pensamiento;

Y ansí quisiera yo vias y modos
Para me conformar con el de todos.

>> Mas aunque con virtud y sufrimiento
Acontece vencer dificultades,
Dudo poder haber entendimiento
Que se mida con muchas voluntades
Cada cual de contrario sentimiento,
Mayormente de tantas variedades,
Que sin considerar inconviniente
Siguen sus apetitos solamente.

» Declarando pues mas este conceto A la salud de todos convenible, Llevar tanto bagaj en tal aprieto Téngolo por negocio muy terrible; Y hase de contentar el que es discreto Con embarcar aquello que es posible, Y no tanto velez, tanto pertrecho, Que cause mayor daño que provecho.

>> Nuestras jornadas han de ser por rios Hasta llegar á prósperos confines, Tenemos poca copia de navíos O mal aderezados bergantines; Y por los ojos veis, señores mios, Que demás de ser pocos son rüines, Ansí por haber falta de oficiales Como de carecer de materiales.

> Y si mas cantidad hacer queremos
E ir mas adelante con la obra,
Será perder el tiempo que tenemos,
Y es pérdida que nunca mas se cobra :
Si tantos embarazos les metemos
Para los españoles nada sobra,
Pues cuando á los estremos falta medio
Tomar debemos el mejor remedio.

» No puede todo ir por ningun arte,
Y para mas seguro se requiere
Que deje cada uno buena parte
De lo que menos menester hubiere :
Este daño por todos se reparte,
E yo soy el primero que lo quiere;
Porque para seguro de la gente
Este remedio es mas conviniente.

» Los ganados vendellos ó cambiallos,
Aunque sea con perdida la venta,
Que todos no podemos avïallos
Segun necesidad nos representa;

Y en cuanto á no dejar nuestros caballos,
Bastará que llevemos solos treinta ;
La cual disposicion á nadie pene,
Pues es hacer aquello que conviene. »

Acabó de decir, y comedidos
Que los inconvinientes conocian,
De sus comedimientos convencidos,
Muchas cosas dejaban ó vendian :
Por no les consentir lo que querian
Otros también estaban desabridos;
Apaciguólos lo mejor que supo,
Y hizo que metiesen lo que cupo.

Ya la febea luz á nuestra cuenta
Tenia el Escorpion por aposento,
El año de quinientos y sesenta
Con otros mil del santo nacimiento,
Al tiempo que la gente descontenta
Hizo de Motilones movimiento
Ayudados también de grandes balsas,
Las intenciones buenas y las falsas.

Estaba sin saber por qué la gente
Llena de descontentos aquel dia,
No se podia ver cosa viviente
Con algunas señales de alegría:
El rio, con ser grande su corriente,
Parece que sus cursos detenia,
Los indios declaraban por señales
Incendios, robos, muertes y otros males.
Aunque con pesadumbre de las cargas
Y ropa que en las balsas se traia,
Siempre hacian las jornadas largas,
Porque les pareció que convenia :
Hasta que dieron con don Joan de Vargas
Deseoso de ver lo que ya via:
Alli tomaron todos luego puerto
Y se pusieron en mejor concierto.
Úrsúa recebió contentamiento
Por hallarlos adonde los queria,
Puesto caso que con desabrimiento
Por no saber del capitán García :
Enjugan ropas en aquel asiento
Apartándose dél al cuarto dia,
Y'embarcados caballos y el restante
Pasaron con los barcos adelante.

Do las corrientes aguas eran guias
Por caudaloso rio y estendido,
Vian por las barrancas compañías
Lustrosas y cubiertas con vestido :
Y habiendo navegado nueve dias
Llegaron donde estaba detenido
García, que por ser tan indiscreto
Los indios lo ponian en aprieto.

El Ursúa le dió reprehensiones
Por ser tan temerario y atrevido;
Mas admitió disculpas y razones
Como de su criado muy querido :
Allí se pregonaron provisiones
Del gobierno que le era proveido,
Y al don Joan dió poder incontinente
De general y su lugarteniente.

Desto nacieron odios y rencores
Con un livor pestifero y amargo,
Por haber otros muchos pretensores
Que se juzgaban dignos deste cargo.
Hay juntas y corrillos de traidores
Adonde cada cual hablaba largo,
Mayormente los de los Motilones
Vivos en sus enojos y pasiones.

Hechos en el don Joan los nombramientos
Y seis ó siete dias ya pasados,
De la isla salió con cuatrocientos
Españoles muy bien aderezados:
Por las barrancas ven grandes asientos

Que por mas de cien leguas van poblados
De gente que se ponen en huïda,
De ropa de algodon toda vestida.

No pareciéndoles tierra bastante
A causa de ver campos anegados,
Determinaron de pasar delante
Hasta hallallos más acomodados;
Mas saliendo del sitio círcunstante,
Dieron en unos grandes despoblados:
Navegan ocho días, y al noveno
Dieron en pueblo de mejor terreno.

T. IV.

La gente deste pueblo hizo cara
Con armas y amenazas de defensa,
Y en la barranca fuerte se repara
A fin de resistir cualquier ofensa ;
Pero con una lengua se declara
Su venida no ser à lo que piensa
Antes querian á tan buenas gentes
Hacellos sus amigos y parientes.

Vencidas de tan buen comedimiento,
Sosiéganse las gentes alteradas
Haciéndoles muy buen acogimiento
Y dándoles sus casas por posadas,
Con larga provision de bastimento
De sus comidas mas acostumbradas:
Estuvo con aquestas compañías
El campo mas de veinte y cinco dias.
Ursúa, viendo la magnificencia
Tal cual no la halló después ni antes,
Ayudóles en cierta diferencia

Que tenian con indios circunstantes,
Dejando muertos en la competencia
Muchos de los contrarios litigantes,
Porque venian hasta sus viviendas
A les robar las casas y haciendas.

Entre tanto buscábanse caminos
Que mas la tierra adentro se metiesen;
Mas de los argonautas peregrinos
Ningunos hubo que los descubriesen:
Ni pudieron hacer á los vecinos
Que claridad acerca desto diesen :
Crecian en aquestas dilaciones
En los malos las malas intenciones.

El Montoya con otros, en efeto,
Trataban que el Ursúa se matase,
Y para ejecucion del mal conceto
No faltaba Salduendo que soplase;
Mas el negocio no fué tan secreto
Que por algunos no se sospechase,
Un cierto Pero Alonso mayormente
Al Ursúa le dijo lo siguiente:

« Señor gobernador, yo soy soldado,
Como sabeis, cargado de esperiencia,
Y entiendo como bien acuchillado
El daño del descuido y negligencia;
Y que cumple vivir muy recatado,
Entre contagiosa pestilencia,
Pues en los tales tiempos es gran yerro,
Como dicen allá, dormir sin perro.

» Hanse por ciertas vias rezumado
Cosas que suenan mal al buen oido,
Y hallo que traeis aquí soldado
Facineroso, suelto y atrevido :
Mirad por vos, velad con mas cuidado,
Y no durmais tan mal apercebido :
Cosa cierto no sé; pero sospecho
Haber de suceder algun mal hecho.

>>Mirad, señor, que no tratais agora
Con los del nuevo reino de Granada,
Donde toda bondad y virtud mora,
Y es gente cuerda, noble y asentada;
Y que con vos llevais gente traidora
A vueltas de la bien intencionada,
Que sin temor de Dios ni miedo vuestro
Han de soltar las riendas y el cabestro.

>>Tened guarda, señor, de los mejores Amigos que sabeis que bien os quieren, Y demos al diablo los amores,

Que semejantes cargos no requieren;
Pues son causa de grandes sinsabores,
Y por ellos también los hombres mueren :
Con santo celo doy este consejo,
Y con licencia de soldado viejo.»

El Ursúa con un gracioso riso
Agradeció sus buenas intenciones,
Sin le sobresaltar tan buen aviso:
Quizá le parecieron invenciones,
Porque en la guarda consentir no quiso
Dando ciertas escusas y razones;
Descuidó, sin razon, mas no me espanto
Pues de César leemos otro tanto.

11

Aderezóse luego la partida
Por el gobernador y varon fuerte :
Parte para partirse de la vida
Y guíanlo sus pasos á la muerte;
Que la parca crüel endurecida
A quebrantar el hilo se convierte :
Era principio ya de nuevo año,
Y víspera de tan enorme daño.

Embarcaronse pues los peregrinos
A fin de proseguir su larga via,
Mirando por los lados mas vecinos
Si poblacion alguna parecia :
Vieron prolijas sendas y caminos,
Buen rato ya después de medio dia,
Y cierta poblazon bien asentada
Donde les pareció hacer parada.

Ursúa, cuando van desembarcando Ajeno de mortíferos enojos, A doña Inés estaba contemplando Como causa mayor de sus antojos, Y vido sus mejillas empapando Con lágrimas ardientes de sus ojos, Y queriendo saber por qué lloraba, Con tácito rumor le preguntaba :

¿Qué pasion y congoja tan urgente
Os bace de consuelo ser ajena?
Si es por necesidad que veis presente,
Ninguna razon hay en tener pena,
Pues confio de Dios omnipotente
De veros descansar en tierra buena,
Que tras necesidad hay abundancia,
Y viene tras la pérdida ganancia.»

Ella dijo: «señor, esta tristeza
No nace de ocasion tan abatida,
Ni temo yo tormentos de pobreza,
Ni verme de regalos despedida,
Pues vos sois mi regalo y mi riqueza,
Y no quiero mas bien en esta vida;

Mas contaré, señor, cosas de espanto.... »
Quiso decir, y no pudo con llanto.

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Su mas clara razon era gemido
Por selle los sollozos embarazos
Con mal de corazon y sin sentido
Hiriendo se hacia mil pedazos :
El amante que tal estremo vido,
Quisola socorrer entre sus brazos;
Pena con su dolor, crece su llaga,
Sin saber qué se diga ni qué haga.

La flor mas agraciada de los mozos
Se duele del eclipsi de su luna,
No con fingidas muestras ni rebozos,
Sino fuerza de amor es importuna :
Encuéntranse suspiros y sollozos,
Las lágrimas confusas van à una,
Mostrando claramente por los hechos
El íntimo querer de entrambos pechos.

Después que ya cobró color el gesto
Y el pecho se mostró con mas aliento,
El amante le dijo: «¿qué es aquesto?
¿De qué procede tanto sentimiento?
En grande confusion me tiene puesto
Aqueste nunca visto movimiento:
Las lágrimas y lloro hacen pausa,
Y sepa yo de vos toda la causa. >>

Trabajos vuestros son y penas mías
(Respondió mitigadas las pasiones);
Porque por grande número de dias
Recuerdo con pesadas turbaciones :
Soñé robos, incendios, tiranías
Sanguinolentos tratos y traiciones:
Via tendido, muerto y en el suelo
A quien es mi favor y mi consuelo.

» Encarnizados en tan malos hechos,
Aunque yo me ponia de rodillas,
Las dagas me metian por los pechos
Y á golpes quebrantaban mis mejillas :
Halleme, tales sueños ya deshechos,
Con un grave dolor en las ternillas;
Miréme presto donde me dolia,
Creyendo ser verdad mi fantasía.

» No quiero comparar cosa soñada
A la que por verdad es conocida :
Mas yo sé que traeis en el armada
Gente desvergonzada y atrevida;
Y ansí, por sí ó por no, se pierde nada
En que veleis, señor, por vuestra vida :
Sientan de vos rigores algun rato,
Y entiendan que vivís con gran recato. »
Oidas las razones deste cuento,
Ursúa con semblante de risueño
Le dijo: «para tanto sentimiento
El negocio, señora, fué pequeño;
Pues no debe tan buen entendimiento
Tener tan por verdad cosas de sueño,
Pues muchos sueñan casos do perecen,
Y no por eso vienen ni acontecen.

>Siento quererme bien toda la gente,
E yo también estoy muy bien con ella,
Cosa no hallo que me represente
Para tanto rigor una centella :
Menos puedo hallar hombre viviente
Que con razon de mi tenga querella;
Por tanto cese vuestro desconsuelo,
Y deso no tengais algun recelo. »

¡Oh corazon leal, buenas entrañas!
¡Cuán fuera de razon van tus razones!
Mira ya, buen Ursúa, que te engañas
Con esas tus sinceras intenciones ;
Porque las falsas y traidoras mañas
De qué quiera levantan ocasiones;
Cuanto mas que ¿quién vive tan al justo
Que para todos gustos tenga gusto?
Al fin él se quitó de la ribera,
Y con sesenta y tantos escogidos
A un Sancho Pizarro mandó fuera
A seguir los caminos mas seguidos,
Y á ver si por allí hallan carrera
Por do salgan á campos estendidos,
Y con la relacion al sesto dia
Volviese con aquesta compañía.

Entre tanto que estaban en el puerto
Esperando los que iban descubriendo,
Trataban de su pérfido concierto
Joan Alonso Montoya y el Salduendo;
Y algunos no quisieran velle muerto,
Pero querian irse dél huyendo,
Recogiendo la ropa y atavio
Y de los barcos el mejor navío.

Habia dentro desta compañía

Un don Fernando de Guzmán, que precio
De buena discrecion no poseia;

Y á este cuasi que por menosprecio
Le hablaron, y dijo que queria.
¡Buen Dios, defiendeme de hombre necio!
Pues con sus necedades é imprudencia
Camina tras cualquiera pestilencia.

Júntanse pues con él á la demanda
Perez, Montoya, Vargas y Salduendo,
Chaves, Villena, Torres y Miranda,
Los dos Fernandez, cada cual horrendo;
Serrano, Joan Alonso de la Vanda;
Y al mal Aguirre, bravo y estupendo,
Para negocio de tan grande afrenta,
Determinan también de dalle cuenta.

Hablan con él en lo de la buïda
Por ver si tal desino le complace;
Y respondióles ser cosa perdida,
A lo menos que no le satisface
Diciendo ser mejor quitar la vida
A quien tan poca cuenta dellos hace,
Y no cumplir tardanza ni pereza
Por estar su salud en la presteza.

Entendió las palabras un moreno
Llamado Joan Criollo; y este quiso
No con pocos temores en el seno
Hacer cuerdo desvío de improviso ;
Y aunque negro, sagaz y como bueno
Al Ursua le dijo leal aviso ;
Pero de sus palabras no curando,
Estúvose con él chocarreando.

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