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Habian otras cosas ordenado,
Segun disposicion de aquella era,
Y dadoles navios y recado

A los que de correr han la carrera ;
Pero quedémonos en este estado,
Y aquesta parte sea la primera :
Vamos á las elegías prometidas
Donde estas gentes van entrejeridas.

ELEGIA II.

Ala muerte del capitán RODRIGO DE ARANA, en la cual ansimismo se prosigue el descubrimiento de las Indias. CANTO PRIMERO.

Cante Clio los hechos soberanos
De la gente segunda vez venida,
Melpomene los casos inhumanos,
Desastres de españoles y caida,
Y la primera sangre de cristianos

Que en este nuevo mundo fué vertida ;
Ponga su caudal pobre mi memoria
En el banco comun, que es el historia.
Pues para ver aquesta maravilla
Se tiene por cobarde quien se queda
De los gentiles hombres de Castilla,
Sujetos a las vueltas de la rueda :
Van dos hermanos Porras de Sevilla,
Mosén Pedro, y Alonso de Hojeda,
Anton de Torres, y Roldán Jimenez,
Y otros de quien diré males y bienes.
Andaluces y gentes castellanas
Con varias invenciones de ropajes,
De sedas, de brocados y de granas
Vestidos los señores y los pajes ;
Guarnidos los galanes y galanas
De trémulos penachos o plumajes,
Hervian juveniles accidentes
Que huyen de sus deudos y parientes.
Diferenciados van en los arreos,
Pero conformes en el esperanza,
Pues que para hacer estos empleos
Ninguno rehusaba la mudanza;
A los temores vencen sus deseos,
Y ansi los fatigaba la tardanza,
Colocando su próspera ventura
En su viaje ser de poca dura.

De Palos y Moguer van capitanes
Diestros en todos cursos del esfera,
Como Pinzones, Niños, y Beltranes,
Que dieron grande luz á la carrera ;
Vuelve Martin Pinzon, Vicente Yañez,
Por parte principal de la bandera ;
La gente tiene Cáliz recogida
Para poner en obra la partida.

Mil y quinientos eran los soldados
Diez y siete fornidos galeones,
Y en ellos buena copia de ganados,
Que son de diferentes condiciones,
Para poblar los campos despoblados
Y aprovechar en otras ocasiones,
Segun que nueva tierra requeria
Para orden, razon y policía.

Todas las cosas pues aderezadas,
Recogida la gente de la flota,
Las corvas anclas fueron elevadas
Y asidos los estremos del escota :
Las velas sinüosas desplegadas
Con viento hecho para la derrota,
Guian agudas proas los timones
Con santas y devotas oraciones.

El inclito Colon sale delante
En poderosa nao capitana,

A quien por nombre dió Marigalante,
Por ser no menos fuerte que galana;
Y aquesta le dió nombre semejante
A la isla que vido comarcana;
La otra isla dicha Guadalupe
Fué por él Almiranta, segun supe.

Dejando pues los puertos y riberas,
O con mesanas solas ó trinquetes,
O puestas hasta velas cebaderas,
Peligrosas á pajes y grumetes,
Recogen por entonces las banderas
Flámulas, estandartes, gallardetes;
Por derrotas mas cómodas y retas
Arando van las aguas inquietas.

Puesto caso que son almadiados
Del olor y marinos movimientos,
En gran manera van regocijados
Alegres, placenteros y contentos,
Por ser á todas horas ayudados
De prósperos aflatos de los vientos,
Y mucho mas desgusto les causaba
Lo poco que lo mucho que ventaba.

Desta manera guian el armada;
Y habiendo cuatro meses navegado,
Dieron en una isla despoblada
Algun alivio para su cuidado:
Pusiéronle por nombre Deseada,
Por ser su hallamiento deseado,
Luego la Guadalupe mas avante
De aquella que nombró Marigalante.
Luego Domingo, de la cual se nombra,
Al austro demoró la Dominica,
Que con atroces hechos nos asombra,
Segun el esperiencia certifica;
Como Matinino de cuya sombra
Huir el marinero se publica;
Pues estas dos con sus pequeñas barcas
Han puesto confusion en las comarcas.

Salen de aquí caribes con armadas, Corriendo los confines comarcanos En sus piraguas bien aderezadas, Ayudadas de velas y de manos; Hacen á tierra firme sus entradas, Acometen á pueblos de cristianos, Son tan bravos, feroces y tan diestros Que hacen poca cuenta de los nuestros.

Sus flechas son de yerba tan insana
Que mueren cuantos della son llagados,
La gente destas islas es lozana,
"Altos, fornidos, bien proporcionados,
Y todos ellos comen carne humana,
Mejor que la de puercos ó venados;
Acometen con mas atrevimiento
Que tigre que á la caza va hambriento.
Esta ferocidad que se recita,
Porque no la juzgueis por desvario,
La certidumbre della nos incita
A deciros de un amigo mio,
Vecino de la isla Margarita,

A quien tomaron estos un navío,
Todos sus hombres muertos y captivos,
Pues él y otro no mas quedaron vivos.

Y pues quiero tratar de cosa cierta,
Si con buenos alguna cosa valgo,
No te pese, letor, que me divierta,
Para que deste pueda decir algo;
Pues casi nos estamos en la puerta
Y de las dichas islas no me salgo;
Recogeréme bien en el estilo,
Y volveré después á nuestro hilo.

Este que padeció fortunas malas,
Y el bado por allí le fué siniestro,
Sabrás que se llamaba Joan de Salas,
Antiguo capitán, soldado diestro ;
Y en medio de los tiros y las balas
En mocedad fué compañero nuestro,
Ejercitándonos por tierra y agua
En las crüeles guerras de Cubagua.

Año de tres quinientos y cincuenta,
Estando Joan de Salas en Guayama,
Puerto del Boriquén, con mas de treinta
Mancebos de valor y buena fama;
Esta caribe gente, vil, sangrienta,
A hacer sus entradas se derrama,
Para hartar de carne razonable
Aquella hambre toda detestable.

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Guiaron las piraguas y el armada Al dicho Boriquén con diligencia, Isla por todos tiempos infestada De tan abominable pestilencia; A parte van sabida y asechada, Sin recelo de mucha resistencia, Tan secretos y fuera de ruïdos, Que nunca fueron vistos ni sentidos.

Esperaron la noche que los cela, Para dar en el puerto ya nombrado ; Entrando dieron en la carabela, Donde Salas dormia descuidado, O confiado de la centinela: Descuido no de hombre tan cursado, Era su sueño tal, que la reyerta Y el golpe de macana los despierta.

Bien como delincuente que se esconde En casa que pensó tener propicia, Como de duque, de marqués ó conde, Y allí también lo cerca la justicia, Procura de huir, no ve por dónde, Ni puerta satisface su codicia, Y como no le cuadra lo que piensa, A sus manos comete la defensa;

Desta suerte la gente recogida

De nuestros desdichados castellanos,
Viendo que se les veda la huida
Por aquellos salvajes inhumanos,
El amparo y defensa de su vida
Pusieron en la fuerza de sus manos:
Mas para tanta lanza, dardo, flecha,
Ninguna cosa ya les aprovecha.

Turbólos mal tan repentino trueno,
Con lluvias tan espesas y pesadas,
Que no pueden hacer efeto bueno
Las armas del asalto descuidadas;
Mas las macanas duras dan en lleno,
Rompiendo piernas, brazos y quijadas,
Pues fuéle sin segundo la tal pieza
Hender de un golpe solo la cabeza.

Rencuentro de descanso muy avaro
Sostuvo Joan de Salas hasta el dia,
Y á sí y á otro hizo gran amparo
Con unos cuerpos de armas que tenía :
Mas descubrióle luego con lo claro
Sin vida la restante compañía;
Aflojan de defensa los motivos,
Viendo que solos ellos quedan vivos.

Visto tan grande número de gente,
Y cierto su morir si se defienden,
Hablóles Joan de Salas blandamente
En lengua guayquerí que bien entienden;
Respóndenle también incontinente
Diciendo que comello no pretenden,
Sino que se les dé por su captivo,
Si quiere desta guerra quedar vivo.

Aunque sabia bien la destemplanza
Destas bestiales gentes y naciones,
De las manos largó la corta lanza
Y las pesadas armas de algodones;
Con una mas que firme confianza
De se poder librar destas prisiones,
Llamando siempre con cristiano pecho
A Dios, que lo librase deste hecho.

Recogen los caribes el pillaje
Con aceleracion de gente suelta,
Rehacen su crüel matalotaje,

De los que muertos son en la revuelta,

Y sin dilatar punto su viaje,

A las infames islas dan la vuelta,
Y antes que se hiciesen á la vela
Mandaron abrasar la carabela.

Todos los labradores y vaqueros
Que residian por aquel partido
Huyeron en caballos muy lijeros,
Luego como sintieron el ruïdo;
Y atalayando bien por los oteros,
Después que el claro dia fué venido
Reconocieron ser las gentes malas,
Y en las piraguas ven à Joan de Salas.

Por mar y tierra van la triste nueva
Amigos y parientes lamentando,
Y á su querida madre se le lleva',
Que estaba por momentos esperando;
No hay duro corazon que no se mueva
Oyendo los clamores que está dando :
Tales y tantas lástimas decia,
Que el pecho mas crüel enternecia.

«¡ Hijo mio! ¿Qué nuevas tan estrañas De las que tú, mi bien, enviar sueles? ¡Hijo! ¿Dó están las fuerzas y las mañas Que tenias con estos infieles?

¡Hijo! que te trajeron mis entrañas, Y agora las de bestias tan crüeles! ¡Hijo! ¿Quién te llevó? cómo me dejas? ¿Dó estás? cómo no oyes estas quejas?

» Perdite yo, dejásteme perdida, Sin vida tú, yo della mal pagada. ¡Oh madre para tanto mal nacida!

Oh hijo de la madre desdichada! Pues que sin ver la tuya ve su vida Con tanta desventura rematada, Eclipsi padeció mi llena luna, Menguada por mal órden de fortuna.

» La cual no se compone ni concierta
Segun pide razon que se concierte,
Antes á sinrazones abrió puerta
Cuando su variedad echó la suerte;
Dilatando los dias á la muerta,

Y al merecedor dellos dando muerte,
Para que en la morada deste suelo
Eterno llanto sea mi consuelo. »

Sus venerales canas van sin toca
Ante la imagen del Jüez eterno,
A dolorosas lágrimas provoca
A cuantos viven en aquel gobierno ;
Y ansi los golpes de su blanda boca
El duro corazon tornaban tierno,
Y en tres años continos de demora
El templo visitaba cada hora.

Allí hablaba con la Virgen pia,
Cuyos brazos tenian su maestro;
Las palabras formales que decia
Aquí se ponen sin color siniestro :
«Dadme mi hijo ya, señora mia,
Y por seguras prendas ese vuestro. »
Fué tal el gran hervor desta batalla,
Que tuvo Dios por bien de consolalla;

Y ansi fué que después del vencimiento
En esta miserable servidumbre,
Le hicieron un blando tratamiento,
Fuera de lo que tienen de costumbre;
Valióse de su buen entendimiento,
Y Dios que fué servido dalle lumbre,
Para saber ganar las voluntades
A gentes llenas de cien mil maldades.
Cuando guerra con indios se movia
Daba su parecer en el viaje,
Arco, macana, flechas se ponia,
Sus meneos, posturas y su traje;
Sucedióles bien lo que decia,
En señalar lugar, tiempo, paraje,
Y ansí no rehuyó mozo ni viejo
De tomar en la guerra su consejo.

Con brio varonil, fuerte, robusto
Hizo venturosísimos empleos,
Puesto caso que no le daban gusto
Semejantes vitorias y trofeos;
Pues à su libertad y á lo mas justo
Iban encaminados sus deseos,
Y descubria siempre sus motivos
A indios que con él están captivos.
Decíales que gran cosa seria
Una noche hurtar una piragua,
La cual en breve tiempo yo pornia
En los puertos y playas de Cubagua;
E yo confío en Dios que nos daria
Socorros en los vientos y en el agua.»
Persuadiales cada momento,
Pero faltabales atrevimiento.

Estando pues en vida tan molesta, Y en tierra de costumbres inhumanas, Hicieron los caribes una fiesta Con los de aquellas islas mas cercanas, De todas piedades descompuesta, Ritos y cerimonias mas que vanas; Y para mas maldad en sus escesos Mataron destos indios los mas gruesos. Vista por todos esta desventura De los indios captivos cuarteados, Vió Joan de Salas buena coyuntura Para persuadir sus aliados, Diciendo: «no teneis hora segura, Y todos morireis despedazados, Huyámonos á tierras de cristianos, Que buen tiempo tenemos en las manos.

Vámonos esta noche venidera, Que mucho bien podeis sin ser sentidos, Pues en la fiesta desta borrachera Todos estos están embebecidos; E yo tengo piragua muy lijera, Comida y aparejos prevenidos. > Respondió la compaña temerosa, Que ya no deseaban otra cosa.

Habia por la isla derramadas, Parece ser de naos allí perdidas, Número de machetes y de espadas, Barriles, lienzos, ropas ya podridas, Y otras algunas armas enasiadas, Que perdieron sus dueños con las vidas: Desto tomaron lo que les convino, El y aquel español que con él vino.

No se torció fiel de las balanzas,
Para lo barruntar las gentes fieras;
Porque cuando tenian sus holganzas
Y aquellas mas que torpes borracheras,
Los esclavos hacian las labranzas,
Rozando montes para sementeras,
Demás de ser la isla montuosa,
Sin que de campo raso tenga cosa.
Llegada pues la hora competente,
Sin claridad, por selles odïosa,
Recógese la fugitiva gente
Con quietud en todo temerosa :
Hicieron oracion devotamente,
Invocando la Virgen glorïosa;
Fueron do están varadas las piraguas,
A meter una dellas en las aguas.

Con aquel gran silencio que convino,
La meten en la mar todos alerta;
Y como no tuviesen tanto tino
Para la componer en orden cierta,
Un golpe de la mar que sobrevino
Quitóles de la proa la compuerta :
Los indios desmayaron grandemente,
Y quisieran buir incontinente.

Como ladron que va por los rincones
A robar ó matar hombre dormido,
Y con los piés dió tales tropezones
Que pudieron causar algun ruido,
Huyó luego de tales ocasiones,
Teniendo ya por cierto ser sentido;
Y aunque el otro no viene ni despierta,
Se sale por pared ó por la puerta;

Ansi también con el desmán que hubo,
Estos porque creian ser sentidos,
Huia cada cual, y no mantuvo
Palabras ni conciertos prometidos;
Empero Joan de Salas los detuvo,
Diciéndoles : «volved, que vais perdidos,
Si no, yo buscaré vias y modos
Para que de mañana murais todos. »

Percebiendo tan ásperas razones,
Volvieron, como dicen, à la danza
Y adelante de las reventazones
Sacaron la piragua con bonanza :
Jamuran, ponen ahí festinaciones,
Asientan la compuerta sin tardanza,
Con aceleracion jamás oida,
Meten armas, barriles y comida.

Arde la diligencia como fragua
Mas que de marineros y grumetes,
Sin saludar los huéspedes al agua
Salen y sin iguala de los fletes;
Gobierna Joan de Salas la piragua,
Toman los otros ocho canaletes,
No corre sino huye la galera
Bien puesta, lozanísima, lijera.

Los puños cada cual dellos aprieta,
Ella ni mas ni menos apretaba,
Y en alta mar le ponen la veleta
Con la cual no corria, mas volaba :
El agua con bonanza se aquïeta,
El viento lo que quieren eso daba,
A vela y remo llevan la porfia
Hasta que ya llegó la luz del dia.

No vian ya la tierra que dejaban,
Ni vella deseaban ni querian,
Un punto solamente no cesaban
Aunque los flacos cuerpos lo pedian :
Si los unos un poco descansaban,
Los otros con mas fuerzas acudian,
No paran con la luz ni con escuro,
Hasta poder hallar lugar seguro.

Con esta diligencia que replico,
A cabo ya de tres ó cuatro dias,
Llegaron á San Joan de Puerto-Rico
Donde vieron cristianas compañías,
Y donde no quedó grande ni chico
Que no hiciese grandes alegrías,
Desterrando la pena recebida
Con ver su libertad y su venida.

Y ansí como milagro descubierto,
Que tal les parecia lo que escribo,
Infinidad de gentes van al puerto
A ver el libertado de captivo,⚫
Habiéndolo llorado como muerto,
Y ahora lo gasajan como vivo,
Cada cual ofreciendo su posada
Con una caridad bien ordenada.

A todos ellos Salas respondia
Haciendo cumplimientos cortesanos;
Y con la fatigada compañía
Que se escapó de las crueles manos.
A la iglesia se fueron recta via
A dar gracias a Dios como cristianos,
Y en ella se quedaron nueve dias
En santas oraciones y obras pias.

El tiempo que estuvieron recogidos
Del pueblo todo fueron visitados,
Y regaladamente proveidos
De nuestros alimentos deseados;
Ansimismo de copia de vestidos
Con gran magnificencia reparados,
Y luego Joan de Salas apareja
Ir á regocijar su madre vieja.

Para se despedir hidalgamente
A todos en su casa los visita,
Al puerto fué con él ilustre gente
Con aplauso, placer y grande grita ;
Y en una carabela conviniente
Partió para la isla Margarita,
Adonde se tenia por muy cierto
Nunca vello jamás vivo ni muerto.

En la tierra saltó desconocido
Como tomó la isla conocida;
La venida del hijo bien venido
A la madre tentó quitar la vida :
Pues en el mismo punto que lo vido
Cayó delante dél amortecida,
Por no saber tomar el hijo bueno
El aviso que cuentan de Galeno.

Y no dejó de ser gran desatino
Llegar sin avisar su buena suerte,
Pues lo pudo hacer desde el camino,
Porque con el aviso se despierte;
El gozo finalmente repentino
En estremo la puso de la muerte;
Pero volvió después, y ansí gozaba
De la cosa que tanto deseaba.

Preguntándole siempre muchas cosas
A su captividad yendo y viniendo,
Sus dias y sus obras trabajosas
Entre vulgo bestial y tan horrendo ;
Y de todas las islas peligrosas
Que va Colon agora descubriendo,
De do me diverti contando esto;
Mas ya quiero volver al mismo puesto.
Porque pasando van por la Barbada,
Y el Aguja, que tal al marinero
Le parece por ser punti-delgada,
Las Virgenes, los Santos, el Sombrero,
San Cristóbal, después del Anegada
San Juan del Boriquén, Fuerte-Guerrero,
Ven otra que por ser en aquel dia
Por nombre le quedó Santa Lucía.

Dando pues sus reguardos y desvíos
A piedras y bajíos ocultados,
En una destas islas y sus rios
Tomaron agua para los ganados
Que traian en todos los navios,
Puesto caso que ya menoscabados;

Pues, por las que en sus aguas perecieron,
El golfo de las Yeguas le dijeron.

Su próspera carrera navegando
Los diestros y fieles marineros,
Por muchas otras islas van pasando,
De vellas tan viciosas placenteros:
Fuéronse pues las naves acercando
A do dejó Colon sus compañeros;
Y en el canto que viene se procura
Deciros algo desta desventura.

CANTO SEGUNDO,

Donde se cuenta la muerte del capitán RODRIGO DE ARANA, cordobés, y de lo que hizo Colon llegado à la Española.

No vive todas veces con sosiego,
Ni da seguridad á sus placeres,
El que hace cabeza de su juego
Sin admitir ajenos pareceres:
Huye de la razon el amor ciego,
Y ciegan las lascivias de mujeres;
En todos los principios indecentes
Los fines tienen mil inconvinientes.

Si fuera de pasion Colon mirara
Aquello que Martin Pinzon decia,
Agora ni gimiera ni llorara

La muerte de su noble compañía;
La cual también de muerte se librara
Usando de las reglas que él ponia;
De manera que bien mirado todo
En ambas partes hubo no buen modo.
Pues para ver el mal no descubierto
Que concebian imaginaciones,
Entrando van agora por el puerto.
Las naos y capaces galeones;
Entrando por buen orden y concierto,
Fondo dan á las anclas y resones,
Luego disparan tiros á porfia,
Y nadie de los suyos acudia.

No vian cruces puestas ni señales
De aquellos españoles deseados,
Tuvieron certidumbre de sus males
En ver los aposentos abrasados,
Y acá y allá correr los naturales
Con gran solicitud, sobresaltados,
Ocupando las sierras y los llanos,
Con sus arcos y flechas en las manos.
Reconocida bien la desventura,
E ya sin esperanza de hallallos,
Rogar á Dios por ellos se procura,
Y a los que los mataron castigallos;
Y ansí por selles buena coyuntura
Con escuro sacaron los caballos,
Y con aquel silencio que cumplia
Sacaron municion y artillería.

Gastada pues la noche con porfia
De sacarse las cosas principales,
Venida ya la luz del claro dia,
Acude cantidad de naturales;
Desechando temor y cobardía,
Como sabian ya que son mortales,
Y aquel acometer fué tan estraño
Que todavía recebieron daño.

Visto cómo les daban tanta priesa
Por las zavanas, por el arboleda,
Salió luego Colon, salió Nicuesa,
Salió también Alonso de Hojeda,
Torres, Roldán, Jimenez, que no cesa,
De rociar con sangre su vereda;
Aquí y allí se juegan las espadas
Ejecutando fieras cuchilladas.

Vestidos de su vana confianza,
Los indios golpes dan y los esperan,
La dura partesana, dardo ó lanza
No quieren permitir que pocos mueran;
Cristianos van haciendo gran matanza,
Indios en su locura perseveran,
Traspasan pechos, jaras y gorguces,
Calles haciendo van los arcabuces.

Mas si crüel espada cortadora
Infiel escuadron hace sangriento,
Infinidad acude cada hora
Cebados del pasado vencimiento;
Pero cristiana parte se mejora;
A los contrarios faltales aliento,

Y mas viendo diez hombres en caballos,
Gran espanto del rey y sus vasallos.

Como quien vió fantasma con escuro
Que se le figuró con cola y cuello,
El cuero del temor áspero duro,
Erizados los pelos y cabellos,
En el lugar mejor y mas seguro
Queda sin pulso, habla ni resuello,
Por ser tales visiones tan feroces
Que tapan los caminos de las voces:

Ansi con el aspeto repentino
De bestia nunca dellos conocida,
Ocúpalos tan grande desatino
Que su mayor furor dió gran caida;
Estrecho se tornó cualquier camino,
Aliento les faltó para huida,

Los mas valientes, sueltos, mas espertos
Pasmaban y quedaban como muertos.

Largaron ofensivas municiones
Viendo sus tristes hados y siniestros,
Luego pusieron dellos en prisiones
Los mas aventajados y mas diestros;
Tomáronles después sus confesiones
Acerca de la muerte de los nuestros,
Los cuales declararon maravillas,
Y á riesgo suyo quiero yo decillas.

Porque, segun dijeron los mayores,
Por indios que traian ya ladinos,
Toda su perdicion fué por amores
Andar deshonestísimos caminos;
Y es de creer, que son tales errores
Causa de muy peores desatinos;
Pues nunca lujurioso fué bien quisto,
Segun lo que leemos y hemos visto.

Ansí que, segun orden que se puso
En hacer el negocio manifiesto,
Dicen traer mujeres à su uso,
Quiero decir, uso deshonesto;
También otro negocio mas confuso
Que diré, pero todo pende desto;
Y si, letor, dijerdes ser comento
Como me lo contaron os lo cuento:
Entre los prisioneros desta gente
Un indio fué de buen entendimiento,
Y en todas buenas partes de valiente,
Decian no tener menos talento;
Aqueste confesaba claramente
El daño y el origen y el cimiento,
Y fué su confesion la que se sigue,
Segun de los procesos se colige.

El indio dijo: «Luego como vimos Que destas tierras érades ausentes, A cuantos nos dejastes los tuvimos Por bombres inmortales, escelentes : Y ansí como su gusto conocimos Les dimos bastimentos suficientes; Con obras, con palabras y semblante Bailándoles andábamos delante.

4

> El rey y capitanes acudian
A hacer y cumplir lo que mandaban;
Ansimismo mujeres los servian,
Que todos los enfermos regalaban :
Muchos vocablos nuestros entendian;
Los indios muchos vuestros ya hablaban :
Juzgarades, con ser negocio fresco,
Ser liga y amistad de parentesco.

Estando todos pues en tal estado,
Ajenas de nosotros falsedades,
El invido, crüel y duro hado
Usó de sus antiguas propiedades,
No siendo bien contento ni pagado
De que durasen estas amistades;
Y el infernal furor que no dormia
Luego nos revolvió por esta via.

> Una señora principal habia
Entre todos los nuestros celebrada,
De la cual vuestra noble compañía
Era por muchas veces visitada,
A quien Goaga Canari bien queria,
Y era dél por estremo regalada :
Allí tenia puestos pensamientos,
Deleites, pasatiempos y contentos.

» Entre todas las cosas, la natura
Esta ninfa crió por mas lozana;
No sabré dibujaros su figura,
Por parecer divina mas que humana;
Mas quiero comparar su hermosura
Al claro resplandor de la mañana;
Pues aunque la cubria mortal velo
No parecia cosa deste suelo.

> Las gracias de las otras eran muertas
Delante dones tan esclarecidos;
Suspensos se quedaban por las puertas
Pasando, sus cabellos esparcidos;
Y aquellas proporciones descubiertas,
Cadenas de potencias y sentidos;
Ablandaban también sus condiciones
Los mas endurecidos corazones.

» Diana vuestra gente la llamaba,
Teniéndola por cosa milagrosa,
A ella nunca desto le pesaba
Ni fué de sus loores desdeñosa,
Antes en gran manera se holgaba
Que todos la loasen de hermosa :
Enamorabanla vuestros varones
Con amorosas señas y razones.

» Uno principalmente la servia,
De sus amores harto lastimado,
El cual nunca de noche ni de dia
Cesaba de decille su cuidado;
Y á ella nada mal le parecia
Aqueste su fiel enamorado;

Y aunque este su querer disimulaban,
Con la vista mil veces se encontraban.
> Al fin que la señora y el sirviente,
Con ciertas medianeras interpuestas,
Vinieron á tratar secretamente
Aquellas pretensiones deshonestas,
Y sin que lo supiese nuestra gente
Tenian sus demandas y respuestas,
Y el aficion usando de sus artes
Corria con empresas ambas partes.

» Tocada pues la ninfa destas llamas
Envió mensajera diligente,
Avisando que sola con dos damas
Se bañaba por aguas de una fuente,
Cubierta con las sombras de unas ramas,
Secreta y apartada de su gente;
Si quiere ir, mas es mejor no vella,
Pues nada bueno ve que ver en ella.

>Porque veais la dama cuál estaba,
Con qué querer que mas al claro fuese,
Que decir el lugar do se lavaba
Y la señal en que lo conociese;
Y con ser lo que mas ya deseaba,
Decir al amador que no viniese ;
Y cierto muy mejor le sucediera,
Si de las dos tomara la postrera.

» Al fin, la concesion nada dudosa
Llegó con negacion disimulada,
Por ser ya de mujer, siendo hermosa,
Antigua condicion y averiguada;
Que puesto que se muera por la cosa
Quiere con ella ser importunada:
Determinóse pues el sin ventura,
De no perder tan buena coyuntura.

» Hurtóse de su buena compañía,
Sin que la dama viese su respuesta,
Seria poco mas de mediodía
En el resistidero de la siesta;
Y viendo que ninguno parecia
Emboscóse por medio la floresta,
Y brevecillo espacio caminando
Llegó donde lo estaban esperando.

» Diana la princesa que lo vido
Mostróse oon furor acelerada;
El mozo desto fué tan afligido
Que fué luego su alma traspasada :
Cayó con el dolor amortecido
Encima del escudo y el espada;
La ninfa, mal compuesto su cabello,
Determinó de ir á socorrello.

» Decia contemplando su figura : «Hermano mio, dime, si me quieres, » ¿Por qué quieres sin mí la sepultura, » Sabiendo que no vivo si tú mueres, » Y quedaré sin tí mas sin ventura » Que cuantas han nacido de mujeres ? » Recobra ya, señor, tu bello brio,

» Pues ya junto tu rostro con el mio.
» ¿Haces eclipsi, hijo de Latona?
¿No oyes, alma mia, lo que digo?
¡Oh ninfas de Haities y Saona!
» A cada cual de vos hago testigo
» De cómo tomaré de mi persona

>> Un mas que crudelísimo castigo;
» Maldad mia será si mas aguardo,

» Y con razon direis que ya me tardo. »
» Viendo del sentimiento cuál se para,
Una señora desta compañía

Recoge con las manos agua clara
Que por doradas piedras descendia,
Y roció los pechos y la cara

Del buen enamorado que yacia,

El cual tocado de amoroso tiro

Volvió con un grandísimo suspiro.

» Con esta breve muestra de bonanza Aflojó la tormenta del tormento, Teniendo de su vida confianza, Viendo cómo mostró vital aliento: Si en las tristezas bubo destemplanza, Agora lloran todas de contento; Y el mozo sin saber con quién estaba Con aquestas palabras se quejaba :

¡Oh Diana crüel mas que serpiente, Y mas que pedernal endurecida!

» ¿Qué crueldad habrá que no lamente

» El trabajoso curso de mi vida?

» El hombre de razon de amor se siente.

» La fiera suele dél estar vencida;

> Solo tu corazon de diamantes

» No siente lo que sienten los amantes.

» Aquí pereceré con la tormenta Del proceloso mar de mi tormento, » Donde tu disfavor es el que vienta

» Sin que jamás se vea manso viento; Y aun si supiese que esto te contenta

» Sería para mi sumo contento;

» Pero por ajenarme de placeres

» No quieres que yo sepà lo que quieres

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